Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta |
Escrito por Salim Lamrani |
Jueves, 20 de Junio de 2019 13:41 |
Toussaint Louverture, indignado desde su más temprana edad por la esclavitud que sufriría en carne propia, lideraría la revuelta de los aplastados y combatiría la violencia colonial del imperio francés.
Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta
Breve historia del precursor de la independencia de Haití PRIMERA PARTE
Introducción
Desde la revuelta de Espartaco en año 73 a. C. contra la opresión de la esclavitud, ningún pueblo sometido se había sublevado exitosamente contra el yugo de las cadenas. En 1791, Toussaint Louverture, fiel al principio según el cual los derechos naturales del ser humano eran imprescriptibles, retomó la antorcha de la lucha por la emancipación, a semejanza del legendario gladiador romano, y reivindicó así el derecho del pueblo negro a la libertad.[1]
La insurrección de los explotados rompió las cadenas de la servidumbre colonial y abrió la vía a la independencia de Haití, primera nación del Nuevo Mundo en conquistar su libertad. La influencia decisiva de Toussaint Louverture y del pueblo haitiano en la independencia de América Latina todavía no se aprecia en su justa medida. Los esclavos negros de Santo Domingo, al llevar a cabo una lucha encarnizada contra los opresores franceses, marcaron el camino de la soberanía a los pueblos sometidos del continente y cambiaron el curso de la historia.
¿Cuál fue la trayectoria del Héroe Nacional haitiano? ¿Cómo logró destruir el sistema esclavista, conquistando la libertad de su pueblo? ¿Cómo se convirtió en el primer organizador de la nación?
Toussaint Louverture, indignado desde su más temprana edad por la esclavitud que sufriría en carne propia, lideraría la revuelta de los aplastados y combatiría la violencia colonial del imperio francés. El Primero de los Negros se uniría luego a los rangos de la Revolución emancipadora liderada por Maximilien Robespierre, reunificaría la isla expulsando a los españoles y a los ingleses y organizaría la nación dotándola de una ambiciosa Constitución. Traicionado por Napoleón, el cual se negaría obstinadamente a aceptar el destino de la primera nación de América Latina en conquistar su independencia, Toussaint Louverture terminaría su vida en una mazmorra del Jura, lejos de la tierra que liberó, legando al Nuevo Mundo el ejemplo de la dignidad conquistada en la lucha. En efecto, la Revolución Haitiana, madre de todas las Revoluciones de América Latina, abriría el camino a la emancipación de los pueblos del continente de la tutela colonial europea.
1. Toussaint antes de la Revolución Haitiana
François-Dominique Toussaint nació esclavo el 20 de mayo de 1743 en la plantación de Bréda bajo el reinado de Louis XV, en Haut-du-Cap en el norte de la isla de Santo Domingo en el seno de una familia de cinco hijos cuyos antepasados fueron arrancados a la tierra de Benín. La isla era entonces la colonia más rica de Francia, gracias a la producción azucarera que era el cultivo clave de la época, el oro blanco del siglo XVIII. Como sus hermanas y hermanos, fue empleado como doméstico y cochero por el dueño, Bayon de Libertat, entonces intendente de la propiedad que pertenecía al Conde de Noé, lo que le permitió evitar la explotación, ritmada con latigazos, de los cañaverales. Sin embargo, pudo observar con impotencia e indignación la suerte de los suyos extenuados por el peso de la servidumbre. Caían unos tras otros de agotamiento, sufrían la crueldad de los dueños y eran víctimas de enfermedades. La esperanza de vida de un esclavo era entonces de 37 años. Quienes intentaban escapar a su destino eran despiadadamente perseguidos y castigados. Si escapaban por primera vez, se les cortaba un brazo. Si escapaban una segunda vez, se les cortaba una pierna. Al tercer intento, eran asesinados. Los colonos sembraban así el terror entre las poblaciones negras.[2]
En 1776, Toussaint Bréda consiguió su libertad y se libró de la esclavitud que asolaba a la inmensa mayoría de los habitantes negros. Con relativa libertad, se dedicó a la agricultura y encabezó una pequeña propiedad mantenida por 13 esclavos, uno de los cuales –Jean-Jacques Dessalines– se convertiría en su fiel ayudante y marcaría la historia de Haití.[3]
Toussaint era un hombre dotado de una notable inteligencia, de una cultura rica y variada, que se nutrió de las ideas de los grandes pensadores de la Ilustración. En 1789, cuando estalló la Revolución Francesa liderada por la burguesía negociante que tenía el poder económico y que aspiraba a conseguir el poder político, la isla, habitada por unos 30.000 blancos y 40.000 mulatos, gozaba de una prosperidad notable gracias a la explotación de 550.000 esclavos. Cuatro categorías componían entonces la colonia de Santo Domingo: los grandes colonos que poseían la mayor parte de las riquezas procedentes del sometimiento del pueblo negro, los pequeños propietarias y obreros apodados “los pequeños blancos”, los mulatos que eran hombres libres pero explotados por los terratenientes y los esclavos negros cuya suerte era vivir una existencia de miseria. El mensaje emancipador de la Revolución Francesa difundido por la voz de Maximilien Robespierre, guía moral y político del proceso de transformación social, regó las conciencias de todos los habitantes de las colonias. Los explotados pusieron entonces en tela de juicio los privilegios establecidos, denunciaron las jerarquías sociales y reivindicaron su derecho a la libertad y a la igualdad.[4]
2. La revuelta de los esclavos de 1791 y el surgimiento de Toussaint Louverture
El 14 de agosto de 1791, bajo la egida de Dutty Boukman, George Biassou y Jean-François Papillon, los esclavos del Norte, indignados por su condición y motivados por el impulso revolucionario procedente de la metrópoli, se levantaron contra la opresión colonial durante la ceremonia de Bois Caïman, acto fundador de la Revolución Haitiana. Toussaint, con 48 años, se involucró al lado de los insurrectos como médico, gracias a sus conocimientos homeopáticos. Su inteligencia, su autoridad natural y su valentía en combate le permitieron convertirse rápidamente en primer ayudante de Biassou y conseguir el grado de coronel.[5]
Su nuevo rango lo llevó así a frecuentar a los realistas opuestos al proceso revolucionario en Francia y a los oficiales fieles a Luis XVI. Clarividente, sacó provecho rápidamente de esos contactos y aprendió los principios del arte de la guerra, lo que le permitió formar a soldados capaces de rivalizar con las mejores tropas coloniales. Su destreza en el campo de batalla y su capacidad de abrir brechas en las líneas enemigas le valieron el apodo de “Louverture”, “La Apertura”. [6]
En 1793, España, que ocupaba la otra mitad de la isla (futura República Dominicana), entró en guerra contra Francia, tras la ejecución de Luis XVI, miembro –como el soberano español Carlos IV– de la dinastía real de los Borbones. Madrid apoyó a los insurrectos haitianos y les propuso integrar sus filas y llevar a cabo la lucha contra la metrópoli colonial. Toussaint Louverture y sus hombres aceptaron la oferta por razones tácticas y tejieron una alianza de circunstancia contra un enemigo común. En efecto, la esclavitud también estaba vigente del lado español y sólo se aboliría en 1844 con la conquista de la independencia de República Dominicana. El 29 de agosto de 1793, Toussaint Louverture lanzó una proclama al pueblo y propuso a sus compañeros un nuevo destino: “Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Únanse, hermanos, y combatan conmigo por la misma causa. Desarraiguen conmigo el árbol de la esclavitud”.[7]
3. Al servicio de la Revolución Francesa
El 4 de febrero de 1794, frente a la insurrección de Santo Domingo, la República Francesa decidió abolir la esclavitud, convencida de la necesidad moral, histórica y política de semejante acto. Maximilien Robespierre, miembro de la sociedad de los “Amigos de los Negros” en los Jacobinos, había militado desde 1791 contra la servidumbre colonial de los pueblos de color. En un discurso en la Asamblea Constituyente del 13 de mayo de 1791, el Incorruptible había denunciado la trata negrera:
A partir del momento en que en uno de sus decretos, ustedes habrán pronunciado la palabra ‘esclavos’, habrán pronunciado a la vez su deshonor y el derrocamiento de su Constitución.
[…] Si yo pudiera sospechar que, entre los adversarios de los hombres de color, se encontrara algún enemigo secreto de la libertad y de la Constitución, yo creería que hubieran buscado a crear un recurso para atacar siempre con éxito sus decretos para debilitar sus principios, para que les pudieran decir algún día, cuando se tratara del interés directo de la metrópoli: ustedes nos alegan sin cesar la Declaración de los derechos humanos, los principios de la libertad, y ustedes creyeron tan poco en eso que decretaron constitucionalmente la esclavitud. El interés supremo de la nación y de las colonias es que sean libres y que no derroquen con sus propias manos las bases de la libertad. Perezcan las colonias, se debe costarles su felicidad, su gloria, su libertad. Repito: perezcan las colonias y los colonos quieren con sus amenazas, forzarnos a decretar lo que conviene más a sus intereses. Declaro en nombre de la Asamblea, en nombre de los miembros de esta Asamblea que no quieren derrocar la Constitución, en nombre de la nación entera que quiere ser libre, que no sacrificaremos a los diputados de las colonias, ni la nación, ni las colonias, ni la humanidad entera.[8]
Cuando la Francia decretó oficialmente la abolición de la esclavitud, hizo ciudadanos franceses a cerca de un millón de esclavos en todas las colonias. El gobernador general Etienne Lavaux, encargado de la isla, entró entonces en contacto con Toussaint Louverture para convencerlo de unirse a las filas de la Revolución Francesa. Unos meses antes, Felicité-Léger Sonthonax, comisario civil de la República, había decretado unilateralmente la abolición de la esclavitud en la provincia Norte de Santo Domingo para poner fin a la revuelta de los insurrectos. Así, en mayo de 1794, el líder haitiano, el cual ya se había emancipado de la autoridad de Biassou, decidió abandonar al ejército español y aliarse con los franceses, convencido de que la libertad del pueblo negro se encontraba entonces del lado de la República.[9]
Líder aguerrido con un conocimiento perfecto del terreno, combatiente respetado por sus hombres y temido por sus adversarios, a la cabeza de un ejército disciplinado de 4.000 hombres, Toussaint Louverture era un aliado importante. El general Lavaux, que tenía que enfrentar a los colonos refractarios, a los realistas sediciosos, a los soldados españoles e ingleses, era consciente del aporte del líder negro a la causa republicana. Decidió entonces nombrarlo general de brigada y restablecer la paz en el Norte. Gracias a la dedicación de sus hombres, pagando él mismo el precio de la sangre con no menos de diecisiete heridas de guerra, Toussaint Louverture retomó el control de la región, neutralizó a los ingleses, derrotó a las bandas insurrectas de sus antiguos aliados y obligó a los españoles a abandonar el territorio francés. Un año más tarde, en 1795, España, vencida, capituló, firmó un tratado de paz con Francia y renunció a su soberanía sobre Santo Domingo.[10]
El ascenso de Toussaint Louverture fue fulgurante. En 1796, se convirtió en Teniente-gobernador de Santo Domingo y en 1797 en General en Jefe del ejército. En 1798, acorralados por las fuerzas del General en Jefe, los ingleses decidieron abandonar sus últimos bastiones y firmaron un acuerdo de evacuación general a cambio de una cooperación comercial. El Consejo de los Quinientos, una de las dos asambleas legislativas del Directorio de 1795 a 1799, equivalente a la Asamblea Nacional de hoy, decidió entonces nombrarlo “Benefactor de Santo Domingo”, gracias al apoyo del gobernador Lavaux, electo diputado y que había trabado amistad con Toussaint Louverture. El jefe negro se convirtió así en el líder emblemático e indiscutido del pueblo de la isla, y particularmente de los explotados que veían en él la esperanza de una emancipación definitiva y el símbolo de su aspiración a una vida decente.[11]
4. La guerra Norte/Sur
Frente a la popularidad de Toussaint Louverture y preocupado por su influencia, el gobierno francés –el Directorio– decidió en abril de 1798 enviar al general Hédouville para observar la situación en Santo Domingo. El Norte estaba entonces controlado por Toussaint Louverture y se componía mayoritariamente de una población negra. El Sur, principalmente mestizo, estaba bajo el control del general André Rigaux, procedente él mismo de una poderosa familia mulata.[12]
Para contener la influencia de los dos líderes, el representante del Directorio tramó un plan para crear un conflicto entre ellos. Pidió entonces a Toussaint Louverture que procediera al arresto de Rigaux, acusado de ser responsable de serios disturbios en el Sur de la isla. Sagaz, el Benefactor de Santo Domingo entendió rápidamente la estratagema de la división del Directorio y no cayó en la trampa. Expresó entonces su rechazo al general y le recordó el concurso decisivo de Rigaux en la defensa de la República y en la lucha contra los ingleses.[13]
Toussaint Louverture se acercó a Rigaux para informarlo de la conspiración urdida por el gobierno francés contra ellos. Le propuso entonces poner sus diferendos aparte y tejer una alianza contra Hédouville en nombre del interés del pueblo de Santo Domingo. La salvación de la isla pasaba por la unión de las fuerzas presentes. Pero, lejos de aceptar la mano tendida por el líder del Norte, Rigaud decidió, al contrario, aliarse con Hédouville para eliminar a Toussaint Louverture.[14]
Hombre prudente y avisado, Toussaint Louverture descubrió la deslealtad del jefe sudista. Concluyó que el conflicto era inevitable. El líder de la isla era consciente de que el desencadenamiento de las hostilidades sólo era una cuestión de tiempo. A finales del año 1798, tomó la decisión de expulsar al conspirador Hédouville, que nunca dejó de conspirar en el país. Ése, como último acto de sedición, incitó a Rigaux a que entrara en rebelión contra el poder militar central de Santo Domingo dirigido por Toussaint Louverture: “Lo libero de la obediencia al general del ejército de Santo Domingo. Usted comandará en jefe toda la parte del Sur”.[15]
Con el apoyo del Directorio, Rigaux lanzó una ofensiva con el objetivo de eliminar a su rival y asentar su dominio en la isla. El 9 de junio de 1799 se apoderó de Petit Goâve, dando inicio a una guerra sangrienta y fratricida. Una gran parte de los oficiales mulatos del ejército de Toussaint Louverture desertó para aliarse con Rigaux. Gran estratega, el líder negro replicó tomando el control de Jacmel, punto estratégico del Sur, en enero de 1800, tras un sitio de varios meses. Acosado por todas partes por las fuerzas louverturistas, Rigaux y su círculo íntimo tuvieron que abandonar la lucha y refugiarse en Francia.[16]
SEGUNDA PARTE
5. La unificación de la isla y la instauración del poder
La parte española de la isla había pasado a ser francesa el 22 de julio de 1795 con la firma del Tratado de Bale. Pero la República, que consagraba todos sus esfuerzos al advenimiento de la Revolución y a los sobresaltos procedentes de la traición termidoriana y del asesinato de Robespierre, no había tomado todavía posesión del territorio. Ése se encontraba aún bajo el control de un gobernador español. El 26 de enero de 1801, Toussaint Louverture decidió proceder a la unificación territorial y, mediante sus esfuerzos, logró instaurar la paz civil en la isla. Se incitó a los colonos que habían huido tras la Revolución Louverturista a que regresaran para brindar su concurso al desarrollo de la isla.[17]
La Asamblea Central de Santo Domingo, bajo la autoridad de Toussaint Louverture, adoptó una constitución el 2 de julio de 1801 que ofrecía una importante autonomía a la isla, emancipándola de la tutela de Francia pero sin romper definitivamente el lazo con la potencia colonial. Se basaba en el artículo de la Constitución francesa de 1799 que estipulaba que “el régimen de las colonias francesas se determina[ba] mediante leyes especiales”. El líder revolucionario fue nombrado gobernador vitalicio de Santo Domingo.[18]
La Constitución de 1801 era obra de progreso. El artículo 3 ponía fin a la esclavitud: “No puede haber esclavos en este territorio, se abole la servidumbre para siempre. Todos los hombres nacen, viven y mueren libres y franceses”. Santo Domingo se convirtió así en el primer territorio del Nuevo Mundo en abolir la esclavitud. El Artículo 4 proclamaba la eliminación de los obstáculos erigidos por el sistema segregacionista en el mercado laboral: “Todo hombre, cual fuere su color, es admisible para todos los empleos”. Finalmente, el artículo 5 consagraba la igualdad entre todos los habitantes de la isla: “No hay otra distinción que la de las virtudes y talentos ni otra superioridad que la que la ley otorga en el ejercicio de un cargo público. La ley es igual para todos, sea cuando castigue, sea cuando proteja”. La Asamblea Central, si no tenía la iniciativa legislativa, disponía del poder de adoptar o rechazar las propuestas de ley formuladas por el gobernador. Las decisiones de los tribunales eran soberanas y no dependían del poder ejecutivo, el cual no podía dictar ninguna amnistía. Se proclamaba el Estado de derecho con la prohibición de todo arresto no motivado por la ley y no realizado por un funcionario jurado (artículo 64).[19]
Toussaint Louverture, fiel a la República Francesa, sometió la Constitución a Napoleón Bonaparte, el cual se encontraba en el poder desde el golpe de Estado del 18 Brumaire (9 de noviembre de 1799). Mientras tanto, pregonó la reconciliación entre todas las categorías étnicas, llamó a la concordia a todos los habitantes de la isla para edificar un futuro próspero para Santo Domingo. Cuando el gobernador se enteró de que su sobrino adoptivo, el general de división Moïse, se comportaba como un déspota y oprimía a la población blanca y mestiza, poniendo el peligro el precario equilibrio de la nueva sociedad, lo mandó fusilar.[20]
El Espartaco Negro, tal era su apodo conquistado durante la lucha por la libertad, se dedicó a la construcción de la isla y al desarrollo de su economía, para permitir que sus habitantes accedieran a una existencia digna. Se puso el énfasis en la agricultura y la edificación de infraestructuras. Florecieron escuelas en todo el territorio para permitir la emancipación de los habitantes mediante la educación. Hubo poco espacio para las protestas y el descontento y se implementaron las medidas con mano firme. Los excesos se sancionaron con autoridad, a veces de modo cruel y exagerado, particularmente en el campo. El propio Napoleón reconoció la calidad “del orden de trabajo establecido por Toussaint, que ya estaba coronado de éxito”.[21]
6. La expedición de Bonaparte contra Santo Domingo
Napoleón Bonaparte, mediante su golpe de Estado del 18 Brumaine, aniquiló la República y cavó el sepulcro de los valores de la Revolución Francesa. La guerra contra Gran Bretaña, que se había reanudado en 1798 cuando las monarquías europeas unidas atacaron a Francia, finalizó con la firma del Tratado de Amiens en octubre de 1801. Rodeado de una casta de pudientes nostálgica de la época colonial, el cónsul Bonaparte decidió mandar a su cuñado, el general Victor-Emmanuel Leclerc, a la cabeza de imponentes tropas, para aplastar la Revolución de Santo Domingo. En un acto de negación de los ideales revolucionarios, cimentados en la primera máxima de la República que afirmaba que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derecho”, el Primer Cónsul decidió restablecer la esclavitud para 500.000 habitantes. Thomas Jefferson, Presidente de Estados Unidos, apoyó con entusiasmo la iniciativa: “Nada sería más fácil para nosotros que suministrar a su ejército y su flota con todo lo que necesitase y reducir así a Toussaint al hambre”.[22] En una misiva a Talleyrant, su Ministro de Relaciones Exteriores, con fecha del 13 de noviembre de 1801, Bonaparte le hizo partícipe de su decisión de “destruir en Santo Domingo al gobierno de los negros”.[23] Una expedición de 23.000 hombres aguerridos por las guerras napoleónicas abandonó Francia el 14 de diciembre de 1801 para apoderarse de la isla y eliminar a Toussaint Louverture.
En un correo enviado a Toussaint Louverture, Napoleón le informó de su intención de retomar el control de la isla, recordándole las fuerzas en presencia: “Le enviamos al ciudadano Leclerc, nuestro cuñado, en calidad de Capitán General, como primer magistrado de la colonia. Está acompañado de fuerzas suficientes para hacer respetar la soberanía del pueblo francés”.[24] La respuesta del gobernador de Santo Domingo fue cortés. El representante de Francia sería recibido con “el respeto de la piedad filial”. Pero le recordó que la libertad conquistada mediante la lucha sería defendida con la misma pugnacidad: “Soy un soldado, no temo a los hombres, sólo temo a Dios; si hay que morir, moriré como un soldado de honor que no tiene nada que reprocharse”.[25]
El 5 de febrero de 1802, el general Leclerc desembarcó en Cap cual conquistador y exigió del comandante de la ciudad, Henri Christophe, una rendición lisa y llana y en caso contrario “la ira de la República lo devorará como el fuego devora sus cañas secas”. [26] Lejos de intimidar al oficial de Toussaint Louverture, ése le transmitió el siguiente mensaje al invasor: “Entonces piensan que somos esclavos; dígale al general Leclerc que los europeos caminarán aquí sólo sobre un montón de cenizas, y que les quemará la tierra”. Anunció entonces el desencadenamiento de una operación de resistencia: “Las proclamas que usted trae respiran el despotismo y la tiranía. Voy a pedirles a mis soldados que presten juramento de apoyar la libertad arriesgando su vida”.[27]
Cuando recibió la misiva del general Christophe, el expedicionario Leclerc lanzó un ultimátum al oficial negro: “Le advierto de que si hoy no me entrega los fuertes Poclet y Bel-Air y todas las baterías de la costa, mañana al amanecer, desembarcarán quince mil hombres”.[28] El oficial haitiano no se dejó impresionar y reiteró su fidelidad “al gobernador general Toussaint Louverture, mi jefe inmediato, de quien tengo los poderes de los cuales me visto”. Le informó de que sólo recibía órdenes de su gobernador:
Hasta que reciba su respuesta, no le puedo permitir que desembarque. Si dispone de la fuerza con la cual me amenaza, le prestaré toda la resistencia que caracteriza a un general; y si la suerte de las armas le es favorable, sólo entrará en la ciudad del Cap cuando esté reducida a cenizas, y aún sobre esas cenizas lo seguiré combatiendo…[29]
Al día siguiente, el general Leclerc bombardeó la ciudad, matando a mujeres y niños. El general Christophe procedió entonces a la evacuación y, fiel a su promesa, redujo la localidad en cenizas. Cuando Toussaint Louverture se enteró de que el general bonapartista Rochambeau masacró a los soldados de Fort-Liberté el 4 de febrero, le mandó una misiva que contenía un juramento: “Combatiré hasta la muerte para vengar […] a esos bravos soldados”. [30] El libertador lanzó un llamado a la resistencia a todos sus hombres y los exhortó a luchar hasta las últimas consecuencias.
Bonaparte decidió mandar a los dos hijos de Toussaint Louverture, Placide e Isaac, que estudiaban en Francia desde 1796, acompañados de su preceptor Coisnon, entonces director del Liceo Colonial, para transmitir un correo personal a su padre. Cuando Coisnon le informó de las intenciones favorables del Primer Cónsul hacia él, el líder negro expresó su sorpresa:
Si las intenciones del gobierno fuesen pacíficas y buenas hacia mí y hacia quienes contribuyeron a la felicidad de la cual gozaba la colonia, el general Leclerc entonces no siguió ni ejecutó las órdenes que recibió, ya que desembarcó en la isla como un enemigo […]. Según la conducta de este general, yo no podía tener ninguna confianza en él [31]
El general Leclerc sembró “en su camino estrago, muerte y desolación”, mientras que había prometido en su proclama “traer la paz y la felicidad”.[32] Los generales Rochambeau, Kerverseau y Desfourneaux se comportaron como “los tiranos más encarnizados de la libertad de los negros y de los hombres de color”. Rochambeau se convirtió incluso en “el destructor de los hombres de color y de los negros”.[33]
En un correo enviado a Bonaparte en febrero de 1802, Toussaint Louverture expresó su indignación. Asentó primero su autoridad recordándole que el nombramiento de Leclerc como capitán general no era “reconocido por la Constitución de Santo Domingo”. Las fuerzas enviadas “propaga[ba]n por todas partes la matanza y la devastación”. “¿Con qué derecho quieren exterminar, a sangre y fuego, a un pueblo ordinario pero inocente?” preguntó. ¿Acaso se trataba de la aspiración a la independencia? “¿Por qué no? Los Estados Unidos de América hicieron como nosotros y con la asistencia del gobierno francés lograron consolidar su libertad”. ¿Acaso se trataba de su autoridad? “El cargo elevado que ocupo no es mi decisión, imperiosas circunstancias me han ubicado allí contra mi voluntad”. Recordó luego las realidades de la isla:
Vivo en esta desgraciada isla víctima del furor de los facciosos. Mi fama, mi color, me dieron cierta influencia sobre el pueblo que vive aquí y fui, casi con voz unánime, llamado a la autoridad. Ahogué la sedición, apacigüé la revuelta, restablecí la tranquilidad, hice suceder el buen orden a la anarquía y finalmente di al pueblo la paz y una constitución. Ciudadano Cónsul, ¿acaso sus pretensiones están fundadas en títulos más legítimos? Si el pueblo no goza aquí de toda la libertad que encontramos bajo otros gobiernos, hay que buscar las causas en su manera de vivir, en su ignorancia y en la barbarie inseparable de la esclavitud. El gobierno que establecí era el único que podía convenir a estos desgraciados apenas emancipados del yugo opresor: deja, en varios lugares, espacio para el despotismo, no lo podríamos negar; pero la Constitución de Francia, esta parte más ilustrada de Europa, ¿acaso está totalmente exenta de estos inconvenientes? Si treinta millones de franceses encuentran, como lo escucho decir, su felicidad y su seguridad en la Revolución del 18 Brumaime, no se me debería envidiar el amor y la confianza de los pobres negros, mis compatriotas. La posteridad decidirá si fuimos obedecidos por afecto, apatía o temor.[34]
Lejos de presentarse como un subordinado, Toussaint Louverture impuso una relación de igual a igual al Primer Cónsul, rechazó sus intentos de corrupción y asumió su conducta y sus actos como líder de Santo Domingo:
Usted me pregunta si deseo consideración, honores, riquezas. Sí, quizá. Pero no quiero conseguirlos por medio de usted. Mi consideración depende del respeto de mis compatriotas, mis honores de su afecto, mi fortuna de su fidelidad. ¿Acaso me hablan de mi engrandecimiento personal con la esperanza de llevarme a traicionar la causa que he abrazado? Usted debería aprender a juzgar a los demás a través de usted mismo. Si el monarca, que sabe que tiene derechos sobre el trono en el cual usted está sentado, le ordenara que usted lo abandonase, ¿qué respondería? El poder que poseo fue tan legítimamente conquistado como el suyo y sólo la voz unánime del pueblo de Santo Domingo puede forzarme a abandonarlo. No está cimentado en la sangre. Los hombres crueles cuyas persecuciones detuve han reconocido mi clemencia. Si he alejado de esta isla a algunos espíritus turbulentos que pretendían mantener el fuego de la guerra civil su crimen fue primero constatado por un tribunal competente y finalmente confesado por ellos mismos.[35]
Tras intentar sobornar en vano a los oficiales bajo las órdenes de Toussaint Louverture, frente a la resistencia del pueblo de Santo Domingo, el general Leclerc decidió finalmente mandar a un mediador. El Patriota expresó su circunspección:
El general sólo me anunció su misión desembarcando por todas partes con mano armada. Tomó por asalto el Fuerte Dauphin y bombardeó Saint-Marc. No debo olvidar que llevo una espada. ¿Por qué motivo se me declara una guerra tan injusta como impolítica? ¿Acaso porque liberé a mi país de la plaga del extranjero? ¿Acaso porque he establecido el orden y la justicia? Si el general Leclerc desea francamente la paz, que pare la marcha de sus tropas.[36]
Luego, enfatizando sus “más grandes sospechas sobre la pureza de las intenciones” del general Leclerc, agregó: “¿Cómo fiarse de un hombre que trajo consigo a un ejército numeroso y barcos desembarcando tropas sobre todos los puntos de la colonia sin prevenir al primer jefe de la isla?”. [37]
En efecto, Napoleón Bonaparte había reconocido a Toussaint Louverture como el único Libertador de Santo Domingo:
Nos complace reconocer y proclamar los servicios rendidos al pueblo francés. Si su bandera ondula sobre Santo Domingo, se lo debe a usted y a los valientes negros. Llamado por sus talentos y la fuerza de las circunstancias al primer mando, usted destruyó la guerra civil, puso freno a las persecuciones de algunos hombres fanáticos… Las circunstancias en las que usted se encontró, rodeado por todas partes de enemigos, sin que la Metrópoli pudiera socorrerlo o alimentarlo, habían hecho legítimos los artículos de su constitución que ya podrían no serlo más; pero hoy será usted el primero en rendir homenaje a la soberanía de la nación que lo cuenta a usted entre sus más ilustres ciudadanos, por los servicios que usted rindió y por los talentos y la fuerza de carácter de los cuales lo dotó la naturaleza.[38]
Si en el correo oficial la expresión de gratitud por los servicios rendidos a la República era notable, en la realidad, Bonaparte, en vez de tratar a Toussaint Louverture con la estima debida a sus méritos, mandó a 23.000 de sus mejores soldados para encadenarlo y retomar posesión de la isla.
Frente a la invasión francesa, Toussaint Louverture encendió las alarmas y exhortó al pueblo negro a resistir al opresor. Desplegó todos sus talentos y multiplicó los esfuerzos para contrarrestar los ataques de las tropas napoleónicas. Desencadenó una guerra de guerrilla contra el opresor colonial, aplicando la política de la tierra quemada. Sus hombres, galvanizados por el ejemplo de abnegación dado por el líder, opusieron una feroz resistencia.[39]
TERCERA PARTE
7. La traición de Napoleón Bonaparte
Frente a la tenacidad de los habitantes, agobiado por el clima y las enfermedades, el general Leclerc propuso el fin de las hostilidades[40]. Para salvar las vidas humanas, Toussaint aceptó el pacto siempre que se tratara de una paz digna y honorable. “El interés público exigía que yo hiciera grandes sacrificios”, escribió en sus memorias.[41] Se concluyó un acuerdo sobre las siguientes bases: libertad para todos los ciudadanos de la isla y conservación del grado y función para todos los oficiales civiles y militares. Por su parte, el líder negro conservaría a su Estado Mayor y elegiría su lugar de residencia.[42]
El acuerdo de paz se firmó y Toussaint Louverture decidió retirarse a Ennery. [43] Pero no se mantuvieron las promesas. Así, los generales Jean-Jacques Dessalines y Charles Belair, quienes debían conservar sus mandos respectivos en Saint-Marc y en Arcahaye, fueron destituidos de sus cargos.[44] Consciente de la popularidad del líder de Santo Domingo, el general Leclerc mandó a una tropa de 500 soldados al pequeño pueblo donde Toussaint Louverture había elegido su residencia, para vigilarlo.[45] Ése era lúcido sobre la situación y sabía cuál iba a ser su suerte: “Al día siguiente, recibí en casa la visita del comandante de Ennery y me di cuenta claramente de que este militar, lejos de hacerme una honesta visita de cortesía, sólo había venido para reconocer mi casa y las avenidas, para tener más facilidades para capturarme cuando le dieran la orden”.[46]
Louverture sufrió humillaciones cotidianas por parte del ejército colonial, el cual iba a sus propiedades para destruir las cosechas. “Mientras que el general Leclerc [había] dado su palabra de honor y prometido la protección del gobierno francés”, los representantes del Primer Cónsul ultrajaron su dignidad. Toussaint Louverture recordó el doloroso episodio:
Todos los días yo era víctima de nuevos pillajes y nuevas vejaciones. Los soldados que venían a mi casa eran tan numerosos que ni siquiera me atrevía a arrestarlos. En vano, presenté mis denuncias al comandante, no recibía ninguna satisfacción. Decidí finalmente, aunque el general Leclerc no me hizo el honor de responder a mis primeras dos cartas que le había escrito sobre el tema, escribirle una tercera carta […]. Tampoco recibí una respuesta, como en los casos anteriores.[47]
Bonaparte decidió entonces que su presencia en la isla era demasiado peligrosa y optó por proceder a su arresto. El general Leclerc, bajo orden del Cónsul, violó el acuerdo firmado y encargó al general Brunet, comandante militar de la zona de Ennery, la operación. El 7 de junio de 1802, éste último invitó a Toussaint Louverture con toda su familia a su casa bajo el pretexto de evocar los distintos problemas encontrados. Le aseguró sus mejores disposiciones hacia él y vilipendió incluso a “los desgraciados calumniadores” que acusaban al líder negro de fomentar la sedición. “Sus sentimientos sólo tienen como objetivo restablecer el orden y la tranquilidad en el barrio donde usted vive”, escribió Brunet en la carta. El resto de la misiva merece ser citado en las grandes líneas:
Tenemos, mi querido general, unas decisiones que tomar juntos y es imposible tratarlas mediante cartas, pero una conferencia de una hora sería suficiente; si no yo estuviera abrumado de trabajo, de problemas minuciosos, yo le hubiera traído hoy mismo mi respuesta; pero dado que no puedo salir en estos días, le propongo que lo haga usted; si está restablecido de su indisposición, que sea mañana; cuando se trata de hacer el bien, nunca hay que demorarlo. No encontrará en mi modesta casa los comodidades que yo hubiera querido reunir para recibirlo; pero encontrará aquí la franqueza de un hombre galante que sólo desea la prosperidad de la colonia y su felicidad personal.
Si la señora Toussaint, que yo quiero conocer infinitamente, quisiera viajar, estaré contento. Si necesita caballos, enviaré los míos.
Le repito, general, que jamás encontrará amigo más sincero que yo. Confianza del Capitán General, amistad por todo lo que está subordinado y gozará de la tranquilidad.[48]
Acompañado por dos oficiales, Toussaint Louverture decidió ir a casa del general Brunet. A su llegada, tras el saludo habitual, fue llevado a una habitación donde lo esperaba el representante bonapartista. Este último, pretextando una emergencia, abandonó la pieza. El líder haitiano contó lo que pasó luego en sus memorias: “Apenas salió, un ayudante del general Leclerc entró acompañado de un número muy alto de granaderos que me rodearon, se apoderaron de mí, me ataron como a un criminal y me llevaron a bordo de la fragata la Créole. Reclamé la palabra del general Brunet y las promesas que me había hecho, pero inútilmente; no lo volví a ver más”. [49]
Después de arrestar a Toussaint Louverture, el general Brunet, el mismo que firmaría la capitulación de París en 1814, hizo sufrir “las más grandes vejaciones a su familia”, procedió a su arresto y saqueó la propiedad antes de quemarla. El 11 de junio de 1802, Louverture en compañía de su esposa y sus dos hijos, fue embarcado con destino a Brest. Pero lejos de resignarse, lanzó esta advertencia profética: “Al derrocarme, sólo se ha derrocado en Santo Domingo el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”.[50]
8. En las mazmorras del Jura
A su llegada a Francia en agosto de 1802, Toussaint Louverture estuvo dos meses en el puerto de Brest sin poder salir del barco. “Después de semejante trato, ¿acaso no puedo preguntar con razón dónde están los efectos de las promesas que me hizo el general Leclerc sobre su palabra de honor, así como la protección del gobierno francés?”, preguntó.[51] “Quizás yo deba ese trato a mi color; pero mi color… ¿acaso mi color me impidió servir a mi patria con dedicación y fidelidad?”, enfatizó.[52] Agregó lo siguiente:
¿Acaso hacía falta usar a cien carabineros para arrestar a mi mujer y a mis hijos en sus propiedades, sin respeto y sin consideración por el sexo, la edad y el rango, sin humanidad ni caridad? ¿Acaso había que disparar sobre mi casa, mi familia, y pillar y saquear todas mis propiedades? No. Mi mujer, mis hijos, mi familia no tienen ninguna responsabilidad. No tenían ninguna cuenta que rendirle al gobierno, ni siquiera tenían derecho a arrestarlos. [53]
Toussaint Louverture fue separado de su familia y fue llevado, sin juicio, al Fuerte de Joux en el Jura. “Me mandaron a Francia desnudo como un gusano; se apoderaron de mis propiedades y mis papeles; difundieron las calumnias más atroces sobre mí”, escribió con amargura.[54] Confinado en una celda, Bonaparte hasta lo obligó a retirar su uniforme de general para vestir la ropa de recluso, humillando así al venerable combatiente de 59 años. Louverture no resistió mucho a los rigores del invierno y a las condiciones de detención. El 7 de abril de 1803, falleció víctima de enfermedad en las mazmorras del castillo.
9. Revuelta del pueblo louverturista e independencia de Haití
El 20 de mayo de 1802, a pesar de los compromisos, Bonaparte publicó el decreto que restablecía la esclavitud en las colonias francesas, convirtiéndose en el único jefe de Estado de la historia de Francia en reducir a la servidumbre a sus propios ciudadanos. Procedió también a la eliminación minuciosa de los oficiales fieles al precursor. El pueblo, leal al legado rebelde que dejó Louverture, se sublevó en armas contra la arbitrariedad napoleónica. Los generales Henri Christophe y Jean-Jacques Dessalines retomaron la lucha y desataron la insurrección en toda la isla. El ejército colonial, asediado por todas partes por los revolucionarios, estrangulado por la fiebre amarilla que mató al general Leclerc el 2 de noviembre de 1802, tuvo que retirarse en sus dos últimos bastiones en Puerto Príncipe y en Cap.[55]
En octubre de 1803, Dessalines, general en jefe de los revolucionarios, reconquistó Puerto Príncipe. El ejército colonial dirigido por el general Rochambeau tuvo que retirarse en Cap. Asediado otra vez, privado de víveres, Rochambeau capituló el 19 de noviembre de 1803, tras la batalla de Vertières, cerca de Cap-Français. Regresó a Francia a la cabeza de los 10.000 sobrevivientes de una tropa total de 45.000 soldados. Un mes y medio después, el 1 de enero de 1804, los revolucionarios proclamaron la independencia de Haití y llevaron al general Dessalines, teniente de Toussaint nacido esclavo, a la cabeza de la nación nueva.[56]
En sus memorias, Napoleón Bonaparte reconoció su error:
Tengo que reprocharme un intento sobre esta colonia durante el Consulado; era un gran error querer someterla por la fuerza, yo debía contentarme con gobernarla mediante Toussaint. […] Una de las más grandes locuras que hice y que me reprocho fue enviar un ejército a Santo Domingo. Yo hubiera debido ver que era imposible tener éxito en el proyecto que yo había concebido. Cometí una falta y soy culpable de imprevisión, de no haber reconocido la independencia de Santo Domingo y al gobierno de los hombres de color.[57]
En 1825, la Francia del rey Luis Felipe reconoció la independencia de la República de Haití, no sin obligarla a pagar la suma de 150 millones de francos oro para indemnizar a los antiguos colonos que habían explotado la tierra y al pueblo de Santo Domingo durante generaciones.[58] El abolicionista Victor Shoelcher denunció esta extorsión con elocuencia: “Imponer una indemnidad a esclavos vencedores de sus dueños, es hacer pagar a precio de plata lo que ya pagaron con su sangre”.[59] A Haití le costó cerca de un siglo pagar ese rescate, en detrimento de su propio desarrollo.
Aimé Césaire resumió el legado del Primero de los Negros en la lucha de los pueblos por su emancipación:
Cuando Toussaint Louverture llegó, fue para tomar al pie de la letra la declaración de los derechos humanos, fue para mostrar que no hay raza paria; que no hay país marginal; que no hay pueblo de excepción. Fue para encarnar y particularizar un principio, mejor decir para vivificarlo […]. Eso le asigna su lugar, su verdadero lugar. El combate de Toussaint Louverture fue ese combate por la transformación del derecho formal en derecho real, el combate por el reconocimiento del hombre y por eso se enmarca y enmarca la revuelta de los esclavos negros de Santo Domingo en la historia de la civilización universal. [60]
Conclusión
Toussaint Louverture, guía moral del pueblo haitiano, se levantó contra la opresión colonial y racial que golpeaba a los suyos. Partidario de la concordia entre todos los habitantes de Santo Domingo, luchó contra la esclavitud con la convicción de defender una causa sagrada. Si este gran estratega político se mostró implacable con sus adversarios en nombre de la razón de Estado, combatió la esclavitud en nombre del principio universal e inalienable de igualdad entre todos los hombres. Federó en torno a él a los explotados arrancados a su tierra natal africana, combatió a los ejércitos de tres imperios y reivindicó el derecho del pueblo negro a emanciparse de la explotación y a gozar de un destino mejor.
Al romper las cadenas del yugo colonial mediante la lucha armada y fundar una nación, Toussaint Louverture y el pueblo negro de Haití indicaron al resto de América Latina la vía a seguir para acabar con el dominio europeo sobre las tierras del Nuevo Mundo. En ningún otro momento de la historia de la humanidad los esclavos edificaron una patria. “El hombre-nación”, como lo calificó Alphonse de Lamartine, simboliza hoy la aspiración de los oprimidos a gozar de sus derechos naturales y a vivir con dignidad.
Fuente original: https://www.humanite.fr/toussaint-louverture-la-dignite-revoltee-673220
Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba, ¡palabra a la defensa!, Hondarribia, Editorial Hiru, 2016. http://www.tiendaeditorialhiru.com/informe/336-cuba-palabra-a-la-defensa.html Facebook: https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel
[1] Max Gallo, Les Romains : Spartacus, la révolte des esclaves, París, Fayard, 2006. [2] Jean-Louis Donnadieu & Philippe Girard, «Nouveaux documents sur la vie de Toussaint Louverture», Bulletin de la Société d’Histoire de la Guadeloupe, número 166-167, septiembre de 2013, diciembre-enero-abril de 2014, p. 118. [3] Jacques de Cauna, «Dessalines, esclave de Toussaint ?», Outre-Mers: Revue d’Histoire, junio de 2012, 319-322. https://www.persee.fr/doc/outre_1631-0438_2012_num_99_374_4936 (sitio consultado el 11 de marzo de 2019). [4] Revue de la Révolution française, «Plan pour la conquête de Saint-Domingue (1806)», Volumen 8, 1886, p. 91. [5] Victor Schoelcher, Conférence sur Toussaint Louverture, général en chef de l’armée de Saint-Domingue, Pointe-à-Pitre, Editions Panorama, 1966, p. 9. [6] Saint-Rémy, Vie de Toussaint Louverture, París, Hoquet, 1850, p. 112. [7] Jean Fouchard, Les marrons de la liberté, París, Editions de l’Ecole, 1972, p. 551. [8] Maximilien Robespierre, Discours contre l’esclavage, 13 de mayo de 1791. [9] Marcel Dorigny (dir.), Léger-Félicité Sonthonax. La première abolition de l’esclavage. La Révolution française et la Révolution de Saint-Domingue, Paris, Société française d’histoire d’Outre-Mer et Association pour l’étude de la colonisation européenne, 2005 (1ª édición, 1997). [10] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, París, Pagnerre, 1853, p. 93-94. [11] Gragnon-Lacoste, Toussaint Louverture, Général en chef de l’armée de Saint-Domingue, surnommé le Premier des Noirs, Paris, Durand & Pedone-Lauriel, Bordeaux, Feret et Fils, 1877, p. 176. [12] Alain Yacou (dir.), Saint-Domingue espagnol et la révolution nègre d’Haïti, París, Editions Karthala, 2007, p. 239. [13] Ibid., p. 239-41. [14] Thomas Madiou fils, Histoire d’Haïti, Port-au-Prince, Imprimerie Courtois, 1847, Tomo 1, p. 252. [15] Victor Schoelcher, Colonies étrangères et Haït. Résultats de l’émancipation anglaise, Paris, Pagnerre Editeur, 1843, Tomo Segundo, p. 123. [16] Thomas Madiou fils, Histoire d’Haïti, Tome 1, op. cit., p. 252. [17] Conjonction, Bulletin de l’Institut français d’Haïti, número 211, p. 28. [18] Conseil Constitutionnel, Constitution du 22 Frimaire An VIII. https://www.conseil-constitutionnel.fr/les-constitutions-dans-l-histoire/constitution-du-22-frimaire-an-viii (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [19] République d’Haïti, Constitution du 3 juillet 1801, Université de Perpignan. http://mjp.univ-perp.fr/constit/ht1801.htm (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [20] Charles Malo, Histoire d’Haïti (île de Saint-Domingue) depuis sa découverte jusqu’en 1824, Paris, Louis Janet & Ponthieu, 1825, p. 461. [21] Napoléon Bonaparte, Mémoires de Napoléon, Paris, Bibliothèque historique et militaire, 1842, Tomo sexto, p. 326. [22] Dumas Malone, Jefferson, the President, First terme 1801-1805, Little, Brown, 1970, p. 252. [23] Napoléon Bonaparte, Correspondance de Napoléon 1er, “Au Citoyen Talleyrand”, 13 de noviembre de 1801, n°5863, Tomo séptimo, París, Plon/Dumaine, 1861, p. 320. [24] Napoléon Bonaparte, « Courrier au Général Toussaint Louverture », 18 de noviembre de 1801, Société de l’Histoire des colonies françaises, Lettres du Général Leclerc, Commandant en Chef de l’Armée de Saint-Domingue en 1802, París, 1937, p. 307. https://www.persee.fr/doc/sfhom_1961-8166_1937_edc_6_1 (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [25] Beaubrun Ardouin, Etudes sur l’histoire d’Haïti, Paris, Dezobry & Magdelaine lib. Editeurs, 1853, Tomo cuarto, p. 476. [26] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op.cit., p. 40. [27] Ibid. [28] Thomas Madiou, Histoire d’Haïti, Tome II, 1799-1803, Port-au-Prince, Editions Henri Deschamps, 1989, p. 171. [29] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p 41. [30] Ibid., p. 46. [31] Ibid., p. 51 [32] Ibid., p. 110, 112. [33] Ibid., p. 113 [34] Débarquement de la flotte française à Saint-Domingue, París, Tiger, sin fecha, p. 25-29. [35] Ibid. [36] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p. 113. [37] Ibid. [38] Napoléon Ier, Correspondance de Napoléon Ier, París, Henri Plon & J. Dumaine, 1866, Tomo séptimo, p. 322. [39] Antoine Marie Thérèse Métral & Isaac Toussaint Louverture, Histoire de l’expédition des Français à Saint-Domingue, París, Fanjat Ainé Libraire-Editeur & Antoine Augustin Renouard, 1825, p. 243-51. [40] Ibid., p. 274-275. [41] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p. 71. [42] Antoine Marie Thérèse Métral & Isaac Toussaint Louverture, Histoire de l’expédition des Français à Saint-Domingue, op. cit., p. 281-82. [43] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p.73. [44] Ibid., p. 72. [45] Ibid., p. 74. [46] Ibid., p. 74. [47] Ibid., p. 75. [48] Ibid., p. 80. [49] Ibid., p. 81. [50] Ibid., p. 83. [51] Ibid., p. 84. [52] Ibid., p. 85. [53] Ibid.. p. 85. [54] Ibid., p. 86. [55] Napoléon Bonaparte, Loi relative à la traite des Noirs et au régime des colonies, 30 Floréal, An X, 20 de mayo de 1802, in Université de Perpignan. http://mjp.univ-perp.fr/france/1802esclavage.htm (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [56] Pierre Pluchon, Haïti, république Caraïbe, L’Ecole des Loisirs, 1974, p. 43-44. [57] Comte de Las Cases, Mémorial de Sainte-Hélène, París, Ernest Bourdin Editeur, 1842, Tomo Primero, p. 687. [58] Charles X, “Ordonnance du Roi”, 17 avril 1825 in Antoine Marie Thérèse Métral & Isaac Toussaint Louverture, op. cit., p. 341-42. [59] Victor Schoelcher, Colonies étrangères et Haïti. Résultats de l’émancipation anglaise, París, Pagnerre Editeurs, 1843, Tomo Segundo, p. 167. [60] Aimé Césaire, Cahier à d’un retour à son pays natal, (1947), París, Présence africaine, 1983, p. 24. Toussaint Louverture, la dignidad insurrecta Breve historia del precursor de la independencia de Haití
Salim Lamrani Université de La Réunion
PRIMERA PARTE
Introducción
Desde la revuelta de Espartaco en año 73 a. C. contra la opresión de la esclavitud, ningún pueblo sometido se había sublevado exitosamente contra el yugo de las cadenas. En 1791, Toussaint Louverture, fiel al principio según el cual los derechos naturales del ser humano eran imprescriptibles, retomó la antorcha de la lucha por la emancipación, a semejanza del legendario gladiador romano, y reivindicó así el derecho del pueblo negro a la libertad.[1]
La insurrección de los explotados rompió las cadenas de la servidumbre colonial y abrió la vía a la independencia de Haití, primera nación del Nuevo Mundo en conquistar su libertad. La influencia decisiva de Toussaint Louverture y del pueblo haitiano en la independencia de América Latina todavía no se aprecia en su justa medida. Los esclavos negros de Santo Domingo, al llevar a cabo una lucha encarnizada contra los opresores franceses, marcaron el camino de la soberanía a los pueblos sometidos del continente y cambiaron el curso de la historia.
¿Cuál fue la trayectoria del Héroe Nacional haitiano? ¿Cómo logró destruir el sistema esclavista, conquistando la libertad de su pueblo? ¿Cómo se convirtió en el primer organizador de la nación?
Toussaint Louverture, indignado desde su más temprana edad por la esclavitud que sufriría en carne propia, lideraría la revuelta de los aplastados y combatiría la violencia colonial del imperio francés. El Primero de los Negros se uniría luego a los rangos de la Revolución emancipadora liderada por Maximilien Robespierre, reunificaría la isla expulsando a los españoles y a los ingleses y organizaría la nación dotándola de una ambiciosa Constitución. Traicionado por Napoleón, el cual se negaría obstinadamente a aceptar el destino de la primera nación de América Latina en conquistar su independencia, Toussaint Louverture terminaría su vida en una mazmorra del Jura, lejos de la tierra que liberó, legando al Nuevo Mundo el ejemplo de la dignidad conquistada en la lucha. En efecto, la Revolución Haitiana, madre de todas las Revoluciones de América Latina, abriría el camino a la emancipación de los pueblos del continente de la tutela colonial europea.
1. Toussaint antes de la Revolución Haitiana
François-Dominique Toussaint nació esclavo el 20 de mayo de 1743 en la plantación de Bréda bajo el reinado de Louis XV, en Haut-du-Cap en el norte de la isla de Santo Domingo en el seno de una familia de cinco hijos cuyos antepasados fueron arrancados a la tierra de Benín. La isla era entonces la colonia más rica de Francia, gracias a la producción azucarera que era el cultivo clave de la época, el oro blanco del siglo XVIII. Como sus hermanas y hermanos, fue empleado como doméstico y cochero por el dueño, Bayon de Libertat, entonces intendente de la propiedad que pertenecía al Conde de Noé, lo que le permitió evitar la explotación, ritmada con latigazos, de los cañaverales. Sin embargo, pudo observar con impotencia e indignación la suerte de los suyos extenuados por el peso de la servidumbre. Caían unos tras otros de agotamiento, sufrían la crueldad de los dueños y eran víctimas de enfermedades. La esperanza de vida de un esclavo era entonces de 37 años. Quienes intentaban escapar a su destino eran despiadadamente perseguidos y castigados. Si escapaban por primera vez, se les cortaba un brazo. Si escapaban una segunda vez, se les cortaba una pierna. Al tercer intento, eran asesinados. Los colonos sembraban así el terror entre las poblaciones negras.[2] En 1776, Toussaint Bréda consiguió su libertad y se libró de la esclavitud que asolaba a la inmensa mayoría de los habitantes negros. Con relativa libertad, se dedicó a la agricultura y encabezó una pequeña propiedad mantenida por 13 esclavos, uno de los cuales –Jean-Jacques Dessalines– se convertiría en su fiel ayudante y marcaría la historia de Haití.[3]
Toussaint era un hombre dotado de una notable inteligencia, de una cultura rica y variada, que se nutrió de las ideas de los grandes pensadores de la Ilustración. En 1789, cuando estalló la Revolución Francesa liderada por la burguesía negociante que tenía el poder económico y que aspiraba a conseguir el poder político, la isla, habitada por unos 30.000 blancos y 40.000 mulatos, gozaba de una prosperidad notable gracias a la explotación de 550.000 esclavos. Cuatro categorías componían entonces la colonia de Santo Domingo: los grandes colonos que poseían la mayor parte de las riquezas procedentes del sometimiento del pueblo negro, los pequeños propietarias y obreros apodados “los pequeños blancos”, los mulatos que eran hombres libres pero explotados por los terratenientes y los esclavos negros cuya suerte era vivir una existencia de miseria. El mensaje emancipador de la Revolución Francesa difundido por la voz de Maximilien Robespierre, guía moral y político del proceso de transformación social, regó las conciencias de todos los habitantes de las colonias. Los explotados pusieron entonces en tela de juicio los privilegios establecidos, denunciaron las jerarquías sociales y reivindicaron su derecho a la libertad y a la igualdad.[4]
2. La revuelta de los esclavos de 1791 y el surgimiento de Toussaint Louverture
El 14 de agosto de 1791, bajo la egida de Dutty Boukman, George Biassou y Jean-François Papillon, los esclavos del Norte, indignados por su condición y motivados por el impulso revolucionario procedente de la metrópoli, se levantaron contra la opresión colonial durante la ceremonia de Bois Caïman, acto fundador de la Revolución Haitiana. Toussaint, con 48 años, se involucró al lado de los insurrectos como médico, gracias a sus conocimientos homeopáticos. Su inteligencia, su autoridad natural y su valentía en combate le permitieron convertirse rápidamente en primer ayudante de Biassou y conseguir el grado de coronel.[5]
Su nuevo rango lo llevó así a frecuentar a los realistas opuestos al proceso revolucionario en Francia y a los oficiales fieles a Luis XVI. Clarividente, sacó provecho rápidamente de esos contactos y aprendió los principios del arte de la guerra, lo que le permitió formar a soldados capaces de rivalizar con las mejores tropas coloniales. Su destreza en el campo de batalla y su capacidad de abrir brechas en las líneas enemigas le valieron el apodo de “Louverture”, “La Apertura”. [6]
En 1793, España, que ocupaba la otra mitad de la isla (futura República Dominicana), entró en guerra contra Francia, tras la ejecución de Luis XVI, miembro –como el soberano español Carlos IV– de la dinastía real de los Borbones. Madrid apoyó a los insurrectos haitianos y les propuso integrar sus filas y llevar a cabo la lucha contra la metrópoli colonial. Toussaint Louverture y sus hombres aceptaron la oferta por razones tácticas y tejieron una alianza de circunstancia contra un enemigo común. En efecto, la esclavitud también estaba vigente del lado español y sólo se aboliría en 1844 con la conquista de la independencia de República Dominicana. El 29 de agosto de 1793, Toussaint Louverture lanzó una proclama al pueblo y propuso a sus compañeros un nuevo destino: “Quiero que la libertad y la igualdad reinen en Santo Domingo. Trabajo para que existan. Únanse, hermanos, y combatan conmigo por la misma causa. Desarraiguen conmigo el árbol de la esclavitud”.[7]
3. Al servicio de la Revolución Francesa
El 4 de febrero de 1794, frente a la insurrección de Santo Domingo, la República Francesa decidió abolir la esclavitud, convencida de la necesidad moral, histórica y política de semejante acto. Maximilien Robespierre, miembro de la sociedad de los “Amigos de los Negros” en los Jacobinos, había militado desde 1791 contra la servidumbre colonial de los pueblos de color. En un discurso en la Asamblea Constituyente del 13 de mayo de 1791, el Incorruptible había denunciado la trata negrera:
A partir del momento en que en uno de sus decretos, ustedes habrán pronunciado la palabra ‘esclavos’, habrán pronunciado a la vez su deshonor y el derrocamiento de su Constitución. […] Si yo pudiera sospechar que, entre los adversarios de los hombres de color, se encontrara algún enemigo secreto de la libertad y de la Constitución, yo creería que hubieran buscado a crear un recurso para atacar siempre con éxito sus decretos para debilitar sus principios, para que les pudieran decir algún día, cuando se tratara del interés directo de la metrópoli: ustedes nos alegan sin cesar la Declaración de los derechos humanos, los principios de la libertad, y ustedes creyeron tan poco en eso que decretaron constitucionalmente la esclavitud. El interés supremo de la nación y de las colonias es que sean libres y que no derroquen con sus propias manos las bases de la libertad. Perezcan las colonias, se debe costarles su felicidad, su gloria, su libertad. Repito: perezcan las colonias y los colonos quieren con sus amenazas, forzarnos a decretar lo que conviene más a sus intereses. Declaro en nombre de la Asamblea, en nombre de los miembros de esta Asamblea que no quieren derrocar la Constitución, en nombre de la nación entera que quiere ser libre, que no sacrificaremos a los diputados de las colonias, ni la nación, ni las colonias, ni la humanidad entera.[8]
Cuando la Francia decretó oficialmente la abolición de la esclavitud, hizo ciudadanos franceses a cerca de un millón de esclavos en todas las colonias. El gobernador general Etienne Lavaux, encargado de la isla, entró entonces en contacto con Toussaint Louverture para convencerlo de unirse a las filas de la Revolución Francesa. Unos meses antes, Felicité-Léger Sonthonax, comisario civil de la República, había decretado unilateralmente la abolición de la esclavitud en la provincia Norte de Santo Domingo para poner fin a la revuelta de los insurrectos. Así, en mayo de 1794, el líder haitiano, el cual ya se había emancipado de la autoridad de Biassou, decidió abandonar al ejército español y aliarse con los franceses, convencido de que la libertad del pueblo negro se encontraba entonces del lado de la República.[9] Líder aguerrido con un conocimiento perfecto del terreno, combatiente respetado por sus hombres y temido por sus adversarios, a la cabeza de un ejército disciplinado de 4.000 hombres, Toussaint Louverture era un aliado importante. El general Lavaux, que tenía que enfrentar a los colonos refractarios, a los realistas sediciosos, a los soldados españoles e ingleses, era consciente del aporte del líder negro a la causa republicana. Decidió entonces nombrarlo general de brigada y restablecer la paz en el Norte. Gracias a la dedicación de sus hombres, pagando él mismo el precio de la sangre con no menos de diecisiete heridas de guerra, Toussaint Louverture retomó el control de la región, neutralizó a los ingleses, derrotó a las bandas insurrectas de sus antiguos aliados y obligó a los españoles a abandonar el territorio francés. Un año más tarde, en 1795, España, vencida, capituló, firmó un tratado de paz con Francia y renunció a su soberanía sobre Santo Domingo.[10]
El ascenso de Toussaint Louverture fue fulgurante. En 1796, se convirtió en Teniente-gobernador de Santo Domingo y en 1797 en General en Jefe del ejército. En 1798, acorralados por las fuerzas del General en Jefe, los ingleses decidieron abandonar sus últimos bastiones y firmaron un acuerdo de evacuación general a cambio de una cooperación comercial. El Consejo de los Quinientos, una de las dos asambleas legislativas del Directorio de 1795 a 1799, equivalente a la Asamblea Nacional de hoy, decidió entonces nombrarlo “Benefactor de Santo Domingo”, gracias al apoyo del gobernador Lavaux, electo diputado y que había trabado amistad con Toussaint Louverture. El jefe negro se convirtió así en el líder emblemático e indiscutido del pueblo de la isla, y particularmente de los explotados que veían en él la esperanza de una emancipación definitiva y el símbolo de su aspiración a una vida decente.[11]
4. La guerra Norte/Sur
Frente a la popularidad de Toussaint Louverture y preocupado por su influencia, el gobierno francés –el Directorio– decidió en abril de 1798 enviar al general Hédouville para observar la situación en Santo Domingo. El Norte estaba entonces controlado por Toussaint Louverture y se componía mayoritariamente de una población negra. El Sur, principalmente mestizo, estaba bajo el control del general André Rigaux, procedente él mismo de una poderosa familia mulata.[12]
Para contener la influencia de los dos líderes, el representante del Directorio tramó un plan para crear un conflicto entre ellos. Pidió entonces a Toussaint Louverture que procediera al arresto de Rigaux, acusado de ser responsable de serios disturbios en el Sur de la isla. Sagaz, el Benefactor de Santo Domingo entendió rápidamente la estratagema de la división del Directorio y no cayó en la trampa. Expresó entonces su rechazo al general y le recordó el concurso decisivo de Rigaux en la defensa de la República y en la lucha contra los ingleses.[13]
Toussaint Louverture se acercó a Rigaux para informarlo de la conspiración urdida por el gobierno francés contra ellos. Le propuso entonces poner sus diferendos aparte y tejer una alianza contra Hédouville en nombre del interés del pueblo de Santo Domingo. La salvación de la isla pasaba por la unión de las fuerzas presentes. Pero, lejos de aceptar la mano tendida por el líder del Norte, Rigaud decidió, al contrario, aliarse con Hédouville para eliminar a Toussaint Louverture.[14]
Hombre prudente y avisado, Toussaint Louverture descubrió la deslealtad del jefe sudista. Concluyó que el conflicto era inevitable. El líder de la isla era consciente de que el desencadenamiento de las hostilidades sólo era una cuestión de tiempo. A finales del año 1798, tomó la decisión de expulsar al conspirador Hédouville, que nunca dejó de conspirar en el país. Ése, como último acto de sedición, incitó a Rigaux a que entrara en rebelión contra el poder militar central de Santo Domingo dirigido por Toussaint Louverture: “Lo libero de la obediencia al general del ejército de Santo Domingo. Usted comandará en jefe toda la parte del Sur”.[15]
Con el apoyo del Directorio, Rigaux lanzó una ofensiva con el objetivo de eliminar a su rival y asentar su dominio en la isla. El 9 de junio de 1799 se apoderó de Petit Goâve, dando inicio a una guerra sangrienta y fratricida. Una gran parte de los oficiales mulatos del ejército de Toussaint Louverture desertó para aliarse con Rigaux. Gran estratega, el líder negro replicó tomando el control de Jacmel, punto estratégico del Sur, en enero de 1800, tras un sitio de varios meses. Acosado por todas partes por las fuerzas louverturistas, Rigaux y su círculo íntimo tuvieron que abandonar la lucha y refugiarse en Francia.[16]
Fuente original: https://www.humanite.fr/toussaint-louverture-la-dignite-revoltee-673071
SEGUNDA PARTE
5. La unificación de la isla y la instauración del poder
La parte española de la isla había pasado a ser francesa el 22 de julio de 1795 con la firma del Tratado de Bale. Pero la República, que consagraba todos sus esfuerzos al advenimiento de la Revolución y a los sobresaltos procedentes de la traición termidoriana y del asesinato de Robespierre, no había tomado todavía posesión del territorio. Ése se encontraba aún bajo el control de un gobernador español. El 26 de enero de 1801, Toussaint Louverture decidió proceder a la unificación territorial y, mediante sus esfuerzos, logró instaurar la paz civil en la isla. Se incitó a los colonos que habían huido tras la Revolución Louverturista a que regresaran para brindar su concurso al desarrollo de la isla.[17]
La Asamblea Central de Santo Domingo, bajo la autoridad de Toussaint Louverture, adoptó una constitución el 2 de julio de 1801 que ofrecía una importante autonomía a la isla, emancipándola de la tutela de Francia pero sin romper definitivamente el lazo con la potencia colonial. Se basaba en el artículo de la Constitución francesa de 1799 que estipulaba que “el régimen de las colonias francesas se determina[ba] mediante leyes especiales”. El líder revolucionario fue nombrado gobernador vitalicio de Santo Domingo.[18]
La Constitución de 1801 era obra de progreso. El artículo 3 ponía fin a la esclavitud: “No puede haber esclavos en este territorio, se abole la servidumbre para siempre. Todos los hombres nacen, viven y mueren libres y franceses”. Santo Domingo se convirtió así en el primer territorio del Nuevo Mundo en abolir la esclavitud. El Artículo 4 proclamaba la eliminación de los obstáculos erigidos por el sistema segregacionista en el mercado laboral: “Todo hombre, cual fuere su color, es admisible para todos los empleos”. Finalmente, el artículo 5 consagraba la igualdad entre todos los habitantes de la isla: “No hay otra distinción que la de las virtudes y talentos ni otra superioridad que la que la ley otorga en el ejercicio de un cargo público. La ley es igual para todos, sea cuando castigue, sea cuando proteja”. La Asamblea Central, si no tenía la iniciativa legislativa, disponía del poder de adoptar o rechazar las propuestas de ley formuladas por el gobernador. Las decisiones de los tribunales eran soberanas y no dependían del poder ejecutivo, el cual no podía dictar ninguna amnistía. Se proclamaba el Estado de derecho con la prohibición de todo arresto no motivado por la ley y no realizado por un funcionario jurado (artículo 64).[19]
Toussaint Louverture, fiel a la República Francesa, sometió la Constitución a Napoleón Bonaparte, el cual se encontraba en el poder desde el golpe de Estado del 18 Brumaire (9 de noviembre de 1799). Mientras tanto, pregonó la reconciliación entre todas las categorías étnicas, llamó a la concordia a todos los habitantes de la isla para edificar un futuro próspero para Santo Domingo. Cuando el gobernador se enteró de que su sobrino adoptivo, el general de división Moïse, se comportaba como un déspota y oprimía a la población blanca y mestiza, poniendo el peligro el precario equilibrio de la nueva sociedad, lo mandó fusilar.[20]
El Espartaco Negro, tal era su apodo conquistado durante la lucha por la libertad, se dedicó a la construcción de la isla y al desarrollo de su economía, para permitir que sus habitantes accedieran a una existencia digna. Se puso el énfasis en la agricultura y la edificación de infraestructuras. Florecieron escuelas en todo el territorio para permitir la emancipación de los habitantes mediante la educación. Hubo poco espacio para las protestas y el descontento y se implementaron las medidas con mano firme. Los excesos se sancionaron con autoridad, a veces de modo cruel y exagerado, particularmente en el campo. El propio Napoleón reconoció la calidad “del orden de trabajo establecido por Toussaint, que ya estaba coronado de éxito”.[21]
6. La expedición de Bonaparte contra Santo Domingo
Napoleón Bonaparte, mediante su golpe de Estado del 18 Brumaine, aniquiló la República y cavó el sepulcro de los valores de la Revolución Francesa. La guerra contra Gran Bretaña, que se había reanudado en 1798 cuando las monarquías europeas unidas atacaron a Francia, finalizó con la firma del Tratado de Amiens en octubre de 1801. Rodeado de una casta de pudientes nostálgica de la época colonial, el cónsul Bonaparte decidió mandar a su cuñado, el general Victor-Emmanuel Leclerc, a la cabeza de imponentes tropas, para aplastar la Revolución de Santo Domingo. En un acto de negación de los ideales revolucionarios, cimentados en la primera máxima de la República que afirmaba que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derecho”, el Primer Cónsul decidió restablecer la esclavitud para 500.000 habitantes. Thomas Jefferson, Presidente de Estados Unidos, apoyó con entusiasmo la iniciativa: “Nada sería más fácil para nosotros que suministrar a su ejército y su flota con todo lo que necesitase y reducir así a Toussaint al hambre”.[22] En una misiva a Talleyrant, su Ministro de Relaciones Exteriores, con fecha del 13 de noviembre de 1801, Bonaparte le hizo partícipe de su decisión de “destruir en Santo Domingo al gobierno de los negros”.[23] Una expedición de 23.000 hombres aguerridos por las guerras napoleónicas abandonó Francia el 14 de diciembre de 1801 para apoderarse de la isla y eliminar a Toussaint Louverture.
En un correo enviado a Toussaint Louverture, Napoleón le informó de su intención de retomar el control de la isla, recordándole las fuerzas en presencia: “Le enviamos al ciudadano Leclerc, nuestro cuñado, en calidad de Capitán General, como primer magistrado de la colonia. Está acompañado de fuerzas suficientes para hacer respetar la soberanía del pueblo francés”.[24] La respuesta del gobernador de Santo Domingo fue cortés. El representante de Francia sería recibido con “el respeto de la piedad filial”. Pero le recordó que la libertad conquistada mediante la lucha sería defendida con la misma pugnacidad: “Soy un soldado, no temo a los hombres, sólo temo a Dios; si hay que morir, moriré como un soldado de honor que no tiene nada que reprocharse”.[25]
El 5 de febrero de 1802, el general Leclerc desembarcó en Cap cual conquistador y exigió del comandante de la ciudad, Henri Christophe, una rendición lisa y llana y en caso contrario “la ira de la República lo devorará como el fuego devora sus cañas secas”. [26] Lejos de intimidar al oficial de Toussaint Louverture, ése le transmitió el siguiente mensaje al invasor: “Entonces piensan que somos esclavos; dígale al general Leclerc que los europeos caminarán aquí sólo sobre un montón de cenizas, y que les quemará la tierra”. Anunció entonces el desencadenamiento de una operación de resistencia: “Las proclamas que usted trae respiran el despotismo y la tiranía. Voy a pedirles a mis soldados que presten juramento de apoyar la libertad arriesgando su vida”.[27]
Cuando recibió la misiva del general Christophe, el expedicionario Leclerc lanzó un ultimátum al oficial negro: “Le advierto de que si hoy no me entrega los fuertes Poclet y Bel-Air y todas las baterías de la costa, mañana al amanecer, desembarcarán quince mil hombres”.[28] El oficial haitiano no se dejó impresionar y reiteró su fidelidad “al gobernador general Toussaint Louverture, mi jefe inmediato, de quien tengo los poderes de los cuales me visto”. Le informó de que sólo recibía órdenes de su gobernador:
Hasta que reciba su respuesta, no le puedo permitir que desembarque. Si dispone de la fuerza con la cual me amenaza, le prestaré toda la resistencia que caracteriza a un general; y si la suerte de las armas le es favorable, sólo entrará en la ciudad del Cap cuando esté reducida a cenizas, y aún sobre esas cenizas lo seguiré combatiendo…[29]
Al día siguiente, el general Leclerc bombardeó la ciudad, matando a mujeres y niños. El general Christophe procedió entonces a la evacuación y, fiel a su promesa, redujo la localidad en cenizas. Cuando Toussaint Louverture se enteró de que el general bonapartista Rochambeau masacró a los soldados de Fort-Liberté el 4 de febrero, le mandó una misiva que contenía un juramento: “Combatiré hasta la muerte para vengar […] a esos bravos soldados”. [30] El libertador lanzó un llamado a la resistencia a todos sus hombres y los exhortó a luchar hasta las últimas consecuencias.
Bonaparte decidió mandar a los dos hijos de Toussaint Louverture, Placide e Isaac, que estudiaban en Francia desde 1796, acompañados de su preceptor Coisnon, entonces director del Liceo Colonial, para transmitir un correo personal a su padre. Cuando Coisnon le informó de las intenciones favorables del Primer Cónsul hacia él, el líder negro expresó su sorpresa:
Si las intenciones del gobierno fuesen pacíficas y buenas hacia mí y hacia quienes contribuyeron a la felicidad de la cual gozaba la colonia, el general Leclerc entonces no siguió ni ejecutó las órdenes que recibió, ya que desembarcó en la isla como un enemigo […]. Según la conducta de este general, yo no podía tener ninguna confianza en él [31]
El general Leclerc sembró “en su camino estrago, muerte y desolación”, mientras que había prometido en su proclama “traer la paz y la felicidad”.[32] Los generales Rochambeau, Kerverseau y Desfourneaux se comportaron como “los tiranos más encarnizados de la libertad de los negros y de los hombres de color”. Rochambeau se convirtió incluso en “el destructor de los hombres de color y de los negros”.[33]
En un correo enviado a Bonaparte en febrero de 1802, Toussaint Louverture expresó su indignación. Asentó primero su autoridad recordándole que el nombramiento de Leclerc como capitán general no era “reconocido por la Constitución de Santo Domingo”. Las fuerzas enviadas “propaga[ba]n por todas partes la matanza y la devastación”. “¿Con qué derecho quieren exterminar, a sangre y fuego, a un pueblo ordinario pero inocente?” preguntó. ¿Acaso se trataba de la aspiración a la independencia? “¿Por qué no? Los Estados Unidos de América hicieron como nosotros y con la asistencia del gobierno francés lograron consolidar su libertad”. ¿Acaso se trataba de su autoridad? “El cargo elevado que ocupo no es mi decisión, imperiosas circunstancias me han ubicado allí contra mi voluntad”. Recordó luego las realidades de la isla:
Vivo en esta desgraciada isla víctima del furor de los facciosos. Mi fama, mi color, me dieron cierta influencia sobre el pueblo que vive aquí y fui, casi con voz unánime, llamado a la autoridad. Ahogué la sedición, apacigüé la revuelta, restablecí la tranquilidad, hice suceder el buen orden a la anarquía y finalmente di al pueblo la paz y una constitución. Ciudadano Cónsul, ¿acaso sus pretensiones están fundadas en títulos más legítimos? Si el pueblo no goza aquí de toda la libertad que encontramos bajo otros gobiernos, hay que buscar las causas en su manera de vivir, en su ignorancia y en la barbarie inseparable de la esclavitud. El gobierno que establecí era el único que podía convenir a estos desgraciados apenas emancipados del yugo opresor: deja, en varios lugares, espacio para el despotismo, no lo podríamos negar; pero la Constitución de Francia, esta parte más ilustrada de Europa, ¿acaso está totalmente exenta de estos inconvenientes? Si treinta millones de franceses encuentran, como lo escucho decir, su felicidad y su seguridad en la Revolución del 18 Brumaime, no se me debería envidiar el amor y la confianza de los pobres negros, mis compatriotas. La posteridad decidirá si fuimos obedecidos por afecto, apatía o temor.[34]
Lejos de presentarse como un subordinado, Toussaint Louverture impuso una relación de igual a igual al Primer Cónsul, rechazó sus intentos de corrupción y asumió su conducta y sus actos como líder de Santo Domingo:
Usted me pregunta si deseo consideración, honores, riquezas. Sí, quizá. Pero no quiero conseguirlos por medio de usted. Mi consideración depende del respeto de mis compatriotas, mis honores de su afecto, mi fortuna de su fidelidad. ¿Acaso me hablan de mi engrandecimiento personal con la esperanza de llevarme a traicionar la causa que he abrazado? Usted debería aprender a juzgar a los demás a través de usted mismo. Si el monarca, que sabe que tiene derechos sobre el trono en el cual usted está sentado, le ordenara que usted lo abandonase, ¿qué respondería? El poder que poseo fue tan legítimamente conquistado como el suyo y sólo la voz unánime del pueblo de Santo Domingo puede forzarme a abandonarlo. No está cimentado en la sangre. Los hombres crueles cuyas persecuciones detuve han reconocido mi clemencia. Si he alejado de esta isla a algunos espíritus turbulentos que pretendían mantener el fuego de la guerra civil su crimen fue primero constatado por un tribunal competente y finalmente confesado por ellos mismos.[35]
Tras intentar sobornar en vano a los oficiales bajo las órdenes de Toussaint Louverture, frente a la resistencia del pueblo de Santo Domingo, el general Leclerc decidió finalmente mandar a un mediador. El Patriota expresó su circunspección:
El general sólo me anunció su misión desembarcando por todas partes con mano armada. Tomó por asalto el Fuerte Dauphin y bombardeó Saint-Marc. No debo olvidar que llevo una espada. ¿Por qué motivo se me declara una guerra tan injusta como impolítica? ¿Acaso porque liberé a mi país de la plaga del extranjero? ¿Acaso porque he establecido el orden y la justicia? Si el general Leclerc desea francamente la paz, que pare la marcha de sus tropas.[36]
Luego, enfatizando sus “más grandes sospechas sobre la pureza de las intenciones” del general Leclerc, agregó: “¿Cómo fiarse de un hombre que trajo consigo a un ejército numeroso y barcos desembarcando tropas sobre todos los puntos de la colonia sin prevenir al primer jefe de la isla?”. [37]
En efecto, Napoleón Bonaparte había reconocido a Toussaint Louverture como el único Libertador de Santo Domingo:
Nos complace reconocer y proclamar los servicios rendidos al pueblo francés. Si su bandera ondula sobre Santo Domingo, se lo debe a usted y a los valientes negros. Llamado por sus talentos y la fuerza de las circunstancias al primer mando, usted destruyó la guerra civil, puso freno a las persecuciones de algunos hombres fanáticos… Las circunstancias en las que usted se encontró, rodeado por todas partes de enemigos, sin que la Metrópoli pudiera socorrerlo o alimentarlo, habían hecho legítimos los artículos de su constitución que ya podrían no serlo más; pero hoy será usted el primero en rendir homenaje a la soberanía de la nación que lo cuenta a usted entre sus más ilustres ciudadanos, por los servicios que usted rindió y por los talentos y la fuerza de carácter de los cuales lo dotó la naturaleza.[38]
Si en el correo oficial la expresión de gratitud por los servicios rendidos a la República era notable, en la realidad, Bonaparte, en vez de tratar a Toussaint Louverture con la estima debida a sus méritos, mandó a 23.000 de sus mejores soldados para encadenarlo y retomar posesión de la isla.
Frente a la invasión francesa, Toussaint Louverture encendió las alarmas y exhortó al pueblo negro a resistir al opresor. Desplegó todos sus talentos y multiplicó los esfuerzos para contrarrestar los ataques de las tropas napoleónicas. Desencadenó una guerra de guerrilla contra el opresor colonial, aplicando la política de la tierra quemada. Sus hombres, galvanizados por el ejemplo de abnegación dado por el líder, opusieron una feroz resistencia.[39]
TERCERA PARTE
7. La traición de Napoleón Bonaparte
Frente a la tenacidad de los habitantes, agobiado por el clima y las enfermedades, el general Leclerc propuso el fin de las hostilidades[40]. Para salvar las vidas humanas, Toussaint aceptó el pacto siempre que se tratara de una paz digna y honorable. “El interés público exigía que yo hiciera grandes sacrificios”, escribió en sus memorias.[41] Se concluyó un acuerdo sobre las siguientes bases: libertad para todos los ciudadanos de la isla y conservación del grado y función para todos los oficiales civiles y militares. Por su parte, el líder negro conservaría a su Estado Mayor y elegiría su lugar de residencia.[42] El acuerdo de paz se firmó y Toussaint Louverture decidió retirarse a Ennery. [43] Pero no se mantuvieron las promesas. Así, los generales Jean-Jacques Dessalines y Charles Belair, quienes debían conservar sus mandos respectivos en Saint-Marc y en Arcahaye, fueron destituidos de sus cargos.[44] Consciente de la popularidad del líder de Santo Domingo, el general Leclerc mandó a una tropa de 500 soldados al pequeño pueblo donde Toussaint Louverture había elegido su residencia, para vigilarlo.[45] Ése era lúcido sobre la situación y sabía cuál iba a ser su suerte: “Al día siguiente, recibí en casa la visita del comandante de Ennery y me di cuenta claramente de que este militar, lejos de hacerme una honesta visita de cortesía, sólo había venido para reconocer mi casa y las avenidas, para tener más facilidades para capturarme cuando le dieran la orden”.[46] Louverture sufrió humillaciones cotidianas por parte del ejército colonial, el cual iba a sus propiedades para destruir las cosechas. “Mientras que el general Leclerc [había] dado su palabra de honor y prometido la protección del gobierno francés”, los representantes del Primer Cónsul ultrajaron su dignidad. Toussaint Louverture recordó el doloroso episodio:
Todos los días yo era víctima de nuevos pillajes y nuevas vejaciones. Los soldados que venían a mi casa eran tan numerosos que ni siquiera me atrevía a arrestarlos. En vano, presenté mis denuncias al comandante, no recibía ninguna satisfacción. Decidí finalmente, aunque el general Leclerc no me hizo el honor de responder a mis primeras dos cartas que le había escrito sobre el tema, escribirle una tercera carta […]. Tampoco recibí una respuesta, como en los casos anteriores.[47]
Bonaparte decidió entonces que su presencia en la isla era demasiado peligrosa y optó por proceder a su arresto. El general Leclerc, bajo orden del Cónsul, violó el acuerdo firmado y encargó al general Brunet, comandante militar de la zona de Ennery, la operación. El 7 de junio de 1802, éste último invitó a Toussaint Louverture con toda su familia a su casa bajo el pretexto de evocar los distintos problemas encontrados. Le aseguró sus mejores disposiciones hacia él y vilipendió incluso a “los desgraciados calumniadores” que acusaban al líder negro de fomentar la sedición. “Sus sentimientos sólo tienen como objetivo restablecer el orden y la tranquilidad en el barrio donde usted vive”, escribió Brunet en la carta. El resto de la misiva merece ser citado en las grandes líneas:
Tenemos, mi querido general, unas decisiones que tomar juntos y es imposible tratarlas mediante cartas, pero una conferencia de una hora sería suficiente; si no yo estuviera abrumado de trabajo, de problemas minuciosos, yo le hubiera traído hoy mismo mi respuesta; pero dado que no puedo salir en estos días, le propongo que lo haga usted; si está restablecido de su indisposición, que sea mañana; cuando se trata de hacer el bien, nunca hay que demorarlo. No encontrará en mi modesta casa los comodidades que yo hubiera querido reunir para recibirlo; pero encontrará aquí la franqueza de un hombre galante que sólo desea la prosperidad de la colonia y su felicidad personal. Si la señora Toussaint, que yo quiero conocer infinitamente, quisiera viajar, estaré contento. Si necesita caballos, enviaré los míos. Le repito, general, que jamás encontrará amigo más sincero que yo. Confianza del Capitán General, amistad por todo lo que está subordinado y gozará de la tranquilidad.[48]
Acompañado por dos oficiales, Toussaint Louverture decidió ir a casa del general Brunet. A su llegada, tras el saludo habitual, fue llevado a una habitación donde lo esperaba el representante bonapartista. Este último, pretextando una emergencia, abandonó la pieza. El líder haitiano contó lo que pasó luego en sus memorias: “Apenas salió, un ayudante del general Leclerc entró acompañado de un número muy alto de granaderos que me rodearon, se apoderaron de mí, me ataron como a un criminal y me llevaron a bordo de la fragata la Créole. Reclamé la palabra del general Brunet y las promesas que me había hecho, pero inútilmente; no lo volví a ver más”. [49] Después de arrestar a Toussaint Louverture, el general Brunet, el mismo que firmaría la capitulación de París en 1814, hizo sufrir “las más grandes vejaciones a su familia”, procedió a su arresto y saqueó la propiedad antes de quemarla. El 11 de junio de 1802, Louverture en compañía de su esposa y sus dos hijos, fue embarcado con destino a Brest. Pero lejos de resignarse, lanzó esta advertencia profética: “Al derrocarme, sólo se ha derrocado en Santo Domingo el tronco del árbol de la libertad de los negros; volverá a crecer porque sus raíces son profundas y numerosas”.[50]
8. En las mazmorras del Jura
A su llegada a Francia en agosto de 1802, Toussaint Louverture estuvo dos meses en el puerto de Brest sin poder salir del barco. “Después de semejante trato, ¿acaso no puedo preguntar con razón dónde están los efectos de las promesas que me hizo el general Leclerc sobre su palabra de honor, así como la protección del gobierno francés?”, preguntó.[51] “Quizás yo deba ese trato a mi color; pero mi color… ¿acaso mi color me impidió servir a mi patria con dedicación y fidelidad?”, enfatizó.[52] Agregó lo siguiente:
¿Acaso hacía falta usar a cien carabineros para arrestar a mi mujer y a mis hijos en sus propiedades, sin respeto y sin consideración por el sexo, la edad y el rango, sin humanidad ni caridad? ¿Acaso había que disparar sobre mi casa, mi familia, y pillar y saquear todas mis propiedades? No. Mi mujer, mis hijos, mi familia no tienen ninguna responsabilidad. No tenían ninguna cuenta que rendirle al gobierno, ni siquiera tenían derecho a arrestarlos. [53]
Toussaint Louverture fue separado de su familia y fue llevado, sin juicio, al Fuerte de Joux en el Jura. “Me mandaron a Francia desnudo como un gusano; se apoderaron de mis propiedades y mis papeles; difundieron las calumnias más atroces sobre mí”, escribió con amargura.[54] Confinado en una celda, Bonaparte hasta lo obligó a retirar su uniforme de general para vestir la ropa de recluso, humillando así al venerable combatiente de 59 años. Louverture no resistió mucho a los rigores del invierno y a las condiciones de detención. El 7 de abril de 1803, falleció víctima de enfermedad en las mazmorras del castillo.
9. Revuelta del pueblo louverturista e independencia de Haití
El 20 de mayo de 1802, a pesar de los compromisos, Bonaparte publicó el decreto que restablecía la esclavitud en las colonias francesas, convirtiéndose en el único jefe de Estado de la historia de Francia en reducir a la servidumbre a sus propios ciudadanos. Procedió también a la eliminación minuciosa de los oficiales fieles al precursor. El pueblo, leal al legado rebelde que dejó Louverture, se sublevó en armas contra la arbitrariedad napoleónica. Los generales Henri Christophe y Jean-Jacques Dessalines retomaron la lucha y desataron la insurrección en toda la isla. El ejército colonial, asediado por todas partes por los revolucionarios, estrangulado por la fiebre amarilla que mató al general Leclerc el 2 de noviembre de 1802, tuvo que retirarse en sus dos últimos bastiones en Puerto Príncipe y en Cap.[55] En octubre de 1803, Dessalines, general en jefe de los revolucionarios, reconquistó Puerto Príncipe. El ejército colonial dirigido por el general Rochambeau tuvo que retirarse en Cap. Asediado otra vez, privado de víveres, Rochambeau capituló el 19 de noviembre de 1803, tras la batalla de Vertières, cerca de Cap-Français. Regresó a Francia a la cabeza de los 10.000 sobrevivientes de una tropa total de 45.000 soldados. Un mes y medio después, el 1 de enero de 1804, los revolucionarios proclamaron la independencia de Haití y llevaron al general Dessalines, teniente de Toussaint nacido esclavo, a la cabeza de la nación nueva.[56] En sus memorias, Napoleón Bonaparte reconoció su error:
Tengo que reprocharme un intento sobre esta colonia durante el Consulado; era un gran error querer someterla por la fuerza, yo debía contentarme con gobernarla mediante Toussaint. […] Una de las más grandes locuras que hice y que me reprocho fue enviar un ejército a Santo Domingo. Yo hubiera debido ver que era imposible tener éxito en el proyecto que yo había concebido. Cometí una falta y soy culpable de imprevisión, de no haber reconocido la independencia de Santo Domingo y al gobierno de los hombres de color.[57]
En 1825, la Francia del rey Luis Felipe reconoció la independencia de la República de Haití, no sin obligarla a pagar la suma de 150 millones de francos oro para indemnizar a los antiguos colonos que habían explotado la tierra y al pueblo de Santo Domingo durante generaciones.[58] El abolicionista Victor Shoelcher denunció esta extorsión con elocuencia: “Imponer una indemnidad a esclavos vencedores de sus dueños, es hacer pagar a precio de plata lo que ya pagaron con su sangre”.[59] A Haití le costó cerca de un siglo pagar ese rescate, en detrimento de su propio desarrollo. Aimé Césaire resumió el legado del Primero de los Negros en la lucha de los pueblos por su emancipación:
Cuando Toussaint Louverture llegó, fue para tomar al pie de la letra la declaración de los derechos humanos, fue para mostrar que no hay raza paria; que no hay país marginal; que no hay pueblo de excepción. Fue para encarnar y particularizar un principio, mejor decir para vivificarlo […]. Eso le asigna su lugar, su verdadero lugar. El combate de Toussaint Louverture fue ese combate por la transformación del derecho formal en derecho real, el combate por el reconocimiento del hombre y por eso se enmarca y enmarca la revuelta de los esclavos negros de Santo Domingo en la historia de la civilización universal. [60]
Conclusión
Toussaint Louverture, guía moral del pueblo haitiano, se levantó contra la opresión colonial y racial que golpeaba a los suyos. Partidario de la concordia entre todos los habitantes de Santo Domingo, luchó contra la esclavitud con la convicción de defender una causa sagrada. Si este gran estratega político se mostró implacable con sus adversarios en nombre de la razón de Estado, combatió la esclavitud en nombre del principio universal e inalienable de igualdad entre todos los hombres. Federó en torno a él a los explotados arrancados a su tierra natal africana, combatió a los ejércitos de tres imperios y reivindicó el derecho del pueblo negro a emanciparse de la explotación y a gozar de un destino mejor. Al romper las cadenas del yugo colonial mediante la lucha armada y fundar una nación, Toussaint Louverture y el pueblo negro de Haití indicaron al resto de América Latina la vía a seguir para acabar con el dominio europeo sobre las tierras del Nuevo Mundo. En ningún otro momento de la historia de la humanidad los esclavos edificaron una patria. “El hombre-nación”, como lo calificó Alphonse de Lamartine, simboliza hoy la aspiración de los oprimidos a gozar de sus derechos naturales y a vivir con dignidad.
Fuente original: https://www.humanite.fr/toussaint-louverture-la-dignite-revoltee-673220
Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular de la Universidad de La Reunión, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Cuba, ¡palabra a la defensa!, Hondarribia, Editorial Hiru, 2016. http://www.tiendaeditorialhiru.com/informe/336-cuba-palabra-a-la-defensa.html Facebook: https://www.facebook.com/SalimLamraniOfficiel
[1] Max Gallo, Les Romains : Spartacus, la révolte des esclaves, París, Fayard, 2006. [2] Jean-Louis Donnadieu & Philippe Girard, «Nouveaux documents sur la vie de Toussaint Louverture», Bulletin de la Société d’Histoire de la Guadeloupe, número 166-167, septiembre de 2013, diciembre-enero-abril de 2014, p. 118. [3] Jacques de Cauna, «Dessalines, esclave de Toussaint ?», Outre-Mers: Revue d’Histoire, junio de 2012, 319-322. https://www.persee.fr/doc/outre_1631-0438_2012_num_99_374_4936 (sitio consultado el 11 de marzo de 2019). [4] Revue de la Révolution française, «Plan pour la conquête de Saint-Domingue (1806)», Volumen 8, 1886, p. 91. [5] Victor Schoelcher, Conférence sur Toussaint Louverture, général en chef de l’armée de Saint-Domingue, Pointe-à-Pitre, Editions Panorama, 1966, p. 9. [6] Saint-Rémy, Vie de Toussaint Louverture, París, Hoquet, 1850, p. 112. [7] Jean Fouchard, Les marrons de la liberté, París, Editions de l’Ecole, 1972, p. 551. [8] Maximilien Robespierre, Discours contre l’esclavage, 13 de mayo de 1791. [9] Marcel Dorigny (dir.), Léger-Félicité Sonthonax. La première abolition de l’esclavage. La Révolution française et la Révolution de Saint-Domingue, Paris, Société française d’histoire d’Outre-Mer et Association pour l’étude de la colonisation européenne, 2005 (1ª édición, 1997). [10] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, París, Pagnerre, 1853, p. 93-94. [11] Gragnon-Lacoste, Toussaint Louverture, Général en chef de l’armée de Saint-Domingue, surnommé le Premier des Noirs, Paris, Durand & Pedone-Lauriel, Bordeaux, Feret et Fils, 1877, p. 176. [12] Alain Yacou (dir.), Saint-Domingue espagnol et la révolution nègre d’Haïti, París, Editions Karthala, 2007, p. 239. [13] Ibid., p. 239-41. [14] Thomas Madiou fils, Histoire d’Haïti, Port-au-Prince, Imprimerie Courtois, 1847, Tomo 1, p. 252. [15] Victor Schoelcher, Colonies étrangères et Haït. Résultats de l’émancipation anglaise, Paris, Pagnerre Editeur, 1843, Tomo Segundo, p. 123. [16] Thomas Madiou fils, Histoire d’Haïti, Tome 1, op. cit., p. 252. [17] Conjonction, Bulletin de l’Institut français d’Haïti, número 211, p. 28. [18] Conseil Constitutionnel, Constitution du 22 Frimaire An VIII. https://www.conseil-constitutionnel.fr/les-constitutions-dans-l-histoire/constitution-du-22-frimaire-an-viii (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [19] République d’Haïti, Constitution du 3 juillet 1801, Université de Perpignan. http://mjp.univ-perp.fr/constit/ht1801.htm (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [20] Charles Malo, Histoire d’Haïti (île de Saint-Domingue) depuis sa découverte jusqu’en 1824, Paris, Louis Janet & Ponthieu, 1825, p. 461. [21] Napoléon Bonaparte, Mémoires de Napoléon, Paris, Bibliothèque historique et militaire, 1842, Tomo sexto, p. 326. [22] Dumas Malone, Jefferson, the President, First terme 1801-1805, Little, Brown, 1970, p. 252. [23] Napoléon Bonaparte, Correspondance de Napoléon 1er, “Au Citoyen Talleyrand”, 13 de noviembre de 1801, n°5863, Tomo séptimo, París, Plon/Dumaine, 1861, p. 320. [24] Napoléon Bonaparte, « Courrier au Général Toussaint Louverture », 18 de noviembre de 1801, Société de l’Histoire des colonies françaises, Lettres du Général Leclerc, Commandant en Chef de l’Armée de Saint-Domingue en 1802, París, 1937, p. 307. https://www.persee.fr/doc/sfhom_1961-8166_1937_edc_6_1 (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [25] Beaubrun Ardouin, Etudes sur l’histoire d’Haïti, Paris, Dezobry & Magdelaine lib. Editeurs, 1853, Tomo cuarto, p. 476. [26] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op.cit., p. 40. [27] Ibid. [28] Thomas Madiou, Histoire d’Haïti, Tome II, 1799-1803, Port-au-Prince, Editions Henri Deschamps, 1989, p. 171. [29] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p 41. [30] Ibid., p. 46. [31] Ibid., p. 51 [32] Ibid., p. 110, 112. [33] Ibid., p. 113 [34] Débarquement de la flotte française à Saint-Domingue, París, Tiger, sin fecha, p. 25-29. [35] Ibid. [36] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p. 113. [37] Ibid. [38] Napoléon Ier, Correspondance de Napoléon Ier, París, Henri Plon & J. Dumaine, 1866, Tomo séptimo, p. 322. [39] Antoine Marie Thérèse Métral & Isaac Toussaint Louverture, Histoire de l’expédition des Français à Saint-Domingue, París, Fanjat Ainé Libraire-Editeur & Antoine Augustin Renouard, 1825, p. 243-51. [40] Ibid., p. 274-275. [41] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p. 71. [42] Antoine Marie Thérèse Métral & Isaac Toussaint Louverture, Histoire de l’expédition des Français à Saint-Domingue, op. cit., p. 281-82. [43] Toussaint Louverture, Mémoires du Général Toussaint Louverture, op. cit., p.73. [44] Ibid., p. 72. [45] Ibid., p. 74. [46] Ibid., p. 74. [47] Ibid., p. 75. [48] Ibid., p. 80. [49] Ibid., p. 81. [50] Ibid., p. 83. [51] Ibid., p. 84. [52] Ibid., p. 85. [53] Ibid.. p. 85. [54] Ibid., p. 86. [55] Napoléon Bonaparte, Loi relative à la traite des Noirs et au régime des colonies, 30 Floréal, An X, 20 de mayo de 1802, in Université de Perpignan. http://mjp.univ-perp.fr/france/1802esclavage.htm (sitio consultado el 4 de mayo de 2019). [56] Pierre Pluchon, Haïti, république Caraïbe, L’Ecole des Loisirs, 1974, p. 43-44. [57] Comte de Las Cases, Mémorial de Sainte-Hélène, París, Ernest Bourdin Editeur, 1842, Tomo Primero, p. 687. [58] Charles X, “Ordonnance du Roi”, 17 avril 1825 in Antoine Marie Thérèse Métral & Isaac Toussaint Louverture, op. cit., p. 341-42. [59] Victor Schoelcher, Colonies étrangères et Haïti. Résultats de l’émancipation anglaise, París, Pagnerre Editeurs, 1843, Tomo Segundo, p. 167. [60] Aimé Césaire, Cahier à d’un retour à son pays natal, (1947), París, Présence africaine, 1983, p. 24. |
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