Hará unos 15 años, Fidel Castro asistía feliz a la Tercera Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, AEC, que tuvo lugar en la Isla Margarita de Venezuela, en diciembre de 2001, a pesar del escenario sombrío que se cernía sobre la mayoría de la región.
Mostró en aquel entonces su alegría por estar precisamente en una nación que en esos momentos atravesaba, tal y como lo hace ahora, una batalla complicada pero de la que saldría airosa.
El líder cubano era optimista debido a su confianza en la capacidad e inteligencia de Hugo Chávez Frías para dirigir a su pueblo. Y no se equivocó. En la caribeña tierra, el cubano le habló al venezolano común, instalado en una tarima frente al gran azul. Su principal auditorio estaba compuesto por hombres y mujeres del mar, quienes se sentían doblemente agradecidos con el visitante, pues la jornada era de regocijo a partir de que el movimiento bolivariano había decretado nuevas leyes de pesca y protección de zonas costeras, favorecedoras de los pescadores artesanales y del ecosistema marino.
Fidel en esa oportunidad resaltó el significado de la amistad entre Cuba y Venezuela al reafirmar que “cada vez más nuestros pueblos experimentan un enorme sentimiento de solidaridad, apoyo y cariño”. Sentimientos que con el paso de los años se han consolidados.
Con esa amplia visión de las cosas, Fidel habló en nombre de los que menos tienen al defender asimismo el trato diferencial a las pequeñas economías y los subsidios agrícolas, particularmente para los países tropicales del Tercer Mundo. Apuntó ante un conglomerado humano muy atento a sus palabras, que “los poderosos pueden destruir nuestro sueños unificadores, no compartidos por ellos, y puede que conviertan las aspiraciones integracionistas en simples sueños”. Sin embargo, junto con este mensaje de alerta conminó a la lucha y a su consecuente victoria.
Cuánta predicción. Cuánta amplitud de ideas. Fidel sabía de los esfuerzos de la izquierda regional por vencer al Tratado de Libre Comercio, ALCA, impulsado por Estados Unidos. Con el tiempo, y gracias al empuje de las fuerzas populares, y al empeño de hombres, como Néstor Kichner, Chávez, Inacio Lula da Silva, Evo Morales y el propio Fidel, ese engendro neoliberal fue tirado al basurero de la Historia. América Latina y el Caribe fueron protagonistas de procesos integradores justos, equitativos y solidarios.
Advertencia y resonancia
El máximo líder de la revolución cubana, alertó que si los acontecimientos seguían el rumbo previsto por los capitalistas, podría desencadenarse una catástrofe alimentaria, en la cual pocos obtendrían grandes ganancias y otros muchos se incorporarían al ejército de hambrientos del Planeta. Para Fidel era inaudito el precio que habían alcanzado los alimentos importados, por ejemplo la leche en polvo, la cual no estaba accesible por su costo, a más de cien naciones en el mundo.
“Todo lo que nos protegía desapareció”, argumentó Fidel en diciembre de 2001. Por esa razón denunció como los productos básicos de América Latina y el Caribe, eran atacados por haber sido subsidiados por algunos Gobiernos progresistas, pero aclaró que ante las consecuencias de la globalización neoliberal, las pequeñas economías caribeñas debían resguardarse de los poderosos.
De ahí el enorme impulso que recibiera la Tercera Cumbre de la AEC, en Venezuela, de parte de Fidel. Allí se debatieron asuntos neurálgicos de la integración, frente a la compleja situación económica y política, con el objetivo cimero de impulsar acciones conjuntas de desarrollo en las esferas de turismo sustentable, transporte, comercio y desastres naturales.
Con el manifiesto propósito de movilizar recursos, los países de la Cuenca del Caribe rubricaron la Declaración de Margarita y el Plan de Acción. El documento final se erigió en compromiso político unificado tendiente a impulsar el desarrollo del Gran Caribe como una zona de cooperación y entendimiento.
Gran paso para la soberanía regional
Esa cita, -en la que Fidel estuvo tan activo-, debe verse a la luz de un nuevo Siglo, con una mirada muy particular. En ella Hugo Chávez abogó por crear frente al ALCA, una alternativa bolivariana. El entonces mandatario de Venezuela era consciente de las intenciones de la Casa Blanca de adueñarse de todo; del oxígeno si fuera preciso, con tal de enriquecerse. Sus acólitos de la burguesía nacional latinoamericana y de las transnacionales fieles al capitalismo feroz, lo secundaban. Era un obstáculo muy serio.
Eso en cambio, no amilanó a Chávez, quien subrayó en Isla Margarita que “debemos pensar los latinoamericanos y caribeños en otra alternativa, porque el ALCA, no es lo que nos va a unir. Creo que pudiéramos acá discutir el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas). Se trata de otro camino. Porque o nos unimos o nos hundimos”.
Y ese aliento chavista, junto a las advertencias de Fidel, fueron determinantes a la hora de la educación política regional, logrando posteriormente, en 2005, en Mar del Plata, Argentina, enterrar al ALCA. Previo, como ya ha visto usted lector de BOHEMIA, hubo toda una etapa de denuncias, de activación popular que partió justo de la Tribuna de una cumbre de la AEC, la tercera. En ese magno encuentro, los presidentes denunciaron, una y otra vez, la inequidad en la distribución de la riqueza mundial. Los países del Gran Caribe sentaron un precedente de diálogo fructífero en beneficio colectivo.
El ALCA se promovía, de parte de las potencias interesadas, como un simple acuerdo técnico, de libre comercio, cuando en realidad se trataba de un proyecto que comprometía a fondo el futuro de la región. Estados Unidos se apresuraba en aprobarlo, con el marcado empeño en que América Latina y el Caribe, fuera coto exclusivo del capital norteamericano, lo mismo sus riquezas naturales como su fuerza de trabajo más barata. De haberse impuesto, nuestros pueblos habrían conocido un descomunal desempleo, el ingreso de productos agrícolas estadounidenses subsidiados, educación privada y otros tantos males.
En cambio, con el ALBA, la UNASUR, el CARICOM y la propia AEC, los hombres y mujeres del área, han sido más dignos. Es por ello que existe tan alta preocupación por la vuelta de la derecha al ruedo político, cuyo objetivo es la anexión de “nuevo tipo” a Estados Unidos, mediante un pacto neocolonial.
He ahí el peligro. Aún cuando las oligarquías regionales gobernaran, ya se sabe que el verdadero dueño sería el Imperialismo. Las masas no pueden por ende darse el lujo del descanso. Las calles repletas de movilizados, en Brasil o en Argentina, constatan que el retorno al neoliberalismo no es bienvenido. Y que a pesar de los esfuerzos de los opositores antichavistas, primero, y hoy los enemigos de Nicolás Maduro, los latinoamericanos y caribeños de “a pie”, estamos decididos a seguir los sueños emancipadores del histórico líder, Hugo Chávez, igual que 15 años atrás, en Isla Margarita.
El ideal de unidad devino proyecto exitoso, ahora en peligro. Ya en la Tercera Cumbre de la AEC se balbuceaban sus primeros lemas, contenidos en los discursos de Chávez y Fidel.
Fuente: Bohemia |