La celebración de los Festivales de Apoyo a Claridad se remonta al año 1973 y, al decir de Juan Mari Brás, “son hechura de Mingo Vega”. El Festival es algo más que una forma de recaudar fondos. Es por excelencia la fiesta de pueblo más grande que se celebra en el área metropolitana. Allí se encuentran, año tras año, los amigos y amigas para ponerse al día sobre sus acontecimientos, se compran las artesanías puertorriqueñas para los regalos de navidad y se escucha la mejor música de la Nación.

El primer Festival de Apoyo a Claridad se celebró en la calle Toscania, frente a las antiguas oficinas del periódico, en la urbanización Villa Capri de Río Piedras, en 1973. Cuenta la historia que, aunque originalmente el Festival se iba a celebrar en el Palacio de los Trabajadores, en la carretera de Río Piedras a Caguas, propiedad del Sindicato de Equipo Pesado, éste se nos negó porque Claridad apoyó a los trabajadores que se habían ido a la huelga. Sería la primera de muchas ocasiones en que tanto el Periódico como su Festival enfrentarían obstáculos de esta índole. De allá para acá ha llovido mucho, estamos celebrando la cuadragésima segunda edición del Festival en San Juan, y la casa también ha ido moviéndose desde hace algunos años, ahora lo celebramos en el estacionamiento del estadio Hiram Bithorn.

El Festival también ha tenido otras versiones en el País. Se celebró en Ponce, unas cinco veces, y en Mayagüez.

El deporte ha hecho su aportación a esta fiesta. Fueron muchos los maratones, juegos de cocina (baloncesto), clínicas deportivas y otras actividades, que les hizo la vida más fácil a los padres que llevaban sus niños y adolescentes al área donde se celebraba el Festival.

No hay forma de escribir sobre el Festival sin mencionar a todas las personas que de una u otra forma ofrecen su trabajo voluntario en todas las facetas que requiere un montaje como éste. Son pocos los espacios que usamos para agradecer públicamente a las firmas comerciales que han apostado al éxito de esta actividad. Entre otras, Medalla, Palo Viejo, Coca Cola,AT&T, Tres Monjitas, y la Cooperativa Manuel Zeno Gandía, etc., han logrado trascender los prejuicios políticos y acompañarnos en esta aventura que es el Festival. De los mencionados, Palo Viejo es el que lleva más tiempo siendo el ron que se distribuye.

Lo mismo sucede con los artistas que, ya sea anual o esporádicamente, suben a la tarima para contagiar a ese público que, caurenta años después, ya no es solo independentista sino netamente puertorriqueñista. Los artistas llegan al Festival sin otra paga que el aplauso que reciben de su gente y nuestro agradecimiento. A veces esperan horas antes de poder tocar y lo hacen sin mayores protestas, con paciencia y corazón.

A todos los salseros, pleneros, trovadores, rockeros, jazzistas, músicos jíbaros, maestros y maestras de ceremonia que comparten las tablas del Festival año tras año, gracias de corazón.

La mayoría de las veces, también ha habido un artista plástico puertorriqueño que diseña el cartel conmemorativo del Festival en curso. Estos son:  Héctor Escalante, Antonio Martorell, Nelson Sambolín, Dennis Mario Rivera, Rafael Rivera Rosa, Rafael Tufiño, Yolanda Pastrana, Elizam Escobar, Juan Sánchez, Juan Ibañez, Nora Rodríguez Valles, Anaida Hernández, Rafi Trelles, Lisi Marín, Miguel Trelles, Carmelo Sobrino, Iván Figueroa, Pablo Marcano, Garvin Sierra, Camilo Carrión, Luis Alonso, y nuestro prisionero político, Oscar López Rivera. El agradecimiento para ellos y ellas es infinito.

Igualmente a las decenas de compañeros y compañeras que montan tarimas y kioscos, buscan auspicios, atienden la puerta, corren las tarimas, hablan con los artistas, fríen bacalaitos y alcapurrias, toman las fotos, recogen la basura, ofrecen seguridad y luego, cuando todo termina, ya están ideando el próximo festival.

A Puerto Rico, a nuestros lectores, independentistas, populares, estadistas, desafiliados(as) y demás denominaciones, no hay forma de pagar su constante apoyo. A toda esa gente que acude al Festival y se lo goza y se siente feliz allí; ellos son nuestra razón de ser. Esos cuatro días nos hacen pensar que otro Puerto Rico más justo y solidario es posible.

Fuente: Claridad