Palabras de Rubén Berríos Martínez en homenaje a don Heriberto Marín, en ocasión de recibir la Medalla Oscar Collazo.
Para hablar sobre don Rafael Cancel Miranda y don Heriberto Marín, hay que hacerlo con el mismo respeto con que se entra a un templo. Porque ellos representan la dignidad, el decoro, el valor, el sacrificio y la constante dedicación a los valores superiores de la vida.
Primero, y antes que nada, honor y gratitud a ambos.
Heriberto, mi querido amigo, compañero y ejemplo, qué difícil pero honrosa tarea me ha tocado: la de hacer tu presentación al recibir la medalla que lleva el nombre del insigne patriota don Oscar Collazo.
En torno a la personalidad y los acontecimientos que le ha tocado vivir a Heriberto podría narrarse la lucha por la independencia de nuestra Patria desde mediados del siglo pasado hasta el presente.
Aquí van mis apuntes para ese futuro biógrafo de Heriberto Marín.
• Hay que recordarlo a los 14 años como Cadete de la República y estrenando su uniforme en una marcha celebrando el natalicio del prócer don José De Diego.
• Hay que recordarlo cuando al final de la marcha, al verlo sentado descansando, el Comandante y mártir Raymundo Díaz Pacheco le dio la orden “Póngase de pie, en la lucha por la libertad no puede haber descanso”. Desde entonces, Heriberto nunca ha descansado. • Hay que recordarlo en el Ágora cívica y patriota de doña Blanca Canales, en su “Valle heroico de Coabey”, en Jayuya.
• Hay que recordarlo estremecido cuando don Pedro, Maestro y profeta, al conocerlo, le dio un abrazo y le dijo: “Hijo, ¿cómo está ese corazón?”. • Hay que recordarlo poniendo la acción al servicio de la inspiración junto a Carlos Irizarry, Elio Torresola y tantos otros patriotas durante la Revolución de Jayuya en octubre del 1950.
• Hay que recordarlo con doña Blanca, desde el segundo piso del hotel de Jayuya, desplegando la bandera de la patria y retumbando conciencias con aquel ¡Viva Puerto Rico Libre!
• Hay que recordarlo en la cárcel purgando por años el delito de amar demasiado a esta Patria, sostenido por su patriotismo y profunda fe cristiana.
• Hay que recordarlo cuando se enteró en la cárcel del Pronunciamiento de la Junta de Directores del Partido Independentista Puertorriqueño del 1950 en el que se rendía homenaje a los patriotas de Jayuya, en aquellos tiempos difíciles de represión y discriminación. Honor al patriota pulcro, sacrificado y abnegado, don Gilberto Concepción de Gracia, inspirador de ese histórico documento y a quien, junto a los patriotas don Fernando Milán Suárez, don Baltasar Quiñones Elías, don Francisco Susoni Lens, don Julio García Díaz, doña Margot Arce de Vázquez, y tantos otros, le tocó predicar en el desierto la verdadera fe cuando muchos, atemorizados o frustrados, se rendían, o se postraban, ante el becerro de oro.
• Hay que recordar a Heriberto tras los barrotes, soñando con su novia “Candita” y con sus hijos y nietos por venir.
• Hay que recordarlo, allí también, henchido de orgullo ante la gesta de los herederos de Oscar Collazo y Griselio Torresola, doña Lolita, don Rafael, Andrés Figueroa Cordero e Irving Flores. (Sin el don, porque eran aún muy jóvenes).
• Hay que recordarlo en el hospitalillo del Presidio Insular, abrazando una vez más a don Pedro, quien se encontraba postrado por un derrame, del cual el propio Heriberto alertó al país mediante un mensaje clandestino.
• Hay que recordarlo luego de la cárcel, perseguido y arrinconado, tratando de hacerse una vida para él y los suyos mediante el trabajo honrado y esforzado.
• Hay que recordarlo a principios de los 70 en las vigilias frente al Oso Blanco, como si fuera un militante más, en solidaridad con los encarcelados por la lucha contra la Marina en Culebra. Al salir tuve el privilegio de conocerlo y desde entonces y para siempre estamos juntos.
• Hay que recordarlo desde el 1976 como Presidente del entonces precinto 104 de San Juan junto a sus compañeros y compañeras del Partido Independentista Puertorriqueño, desempeñando hasta las más simples y muchas veces tediosas tareas… y sirviendo a todos de inspiración.
• Hay que recordarlo en la Playa de Vieques y luego en prisión nuevamente, ahora en la Cárcel Federal.
• Hay que recordarlo reuniendo a los jóvenes presos junto a él, llenándolos de esperanza diciéndoles que lo más difícil había ya pasado en la década del 50, que estos eran otros tiempos.
• Hay que recordarlo poco después de las elecciones del 2008 insuflándole optimismo a un compañero del PIP. A puño y letra en una carta: “Hermano… hay pueblos que han tardado muchos siglos en despertar. Nosotros no podemos ser la excepción… Estoy orgulloso de haber pertenecido a dos movimientos que siempre han mantenido en alto la bandera de la independencia… y haber tenido como compañeros de lucha a compañeros y compañeras que siempre han vivido con la frente erguida sin sentirse derrotados, orgullosos de ser verticales…”.
• Hay que recordarlo en el 2012 como Funcionario de Colegio orgulloso de que su pueblo repudiara en las urnas la ignominia colonial.
• Hay que recordarlo en sus libros y escritos certeros y conmovidos que nos iluminan el rostro y nos señalan el camino. Y como si no fuera suficiente, haciendo uso de las modernas redes sociales para inspirar a la juventud.
• Hay que recordarlo siempre respetuoso hacia todos los que luchan por nuestra libertad, no importa desde cuál trinchera.
• Hay que recordarlo persistente, tenaz y perseverante. Para él lo importante no es el resplandor de la estrella fugaz, sino la dedicación constante de toda una vida.
• Hay que recordarlo como el patriota gentil y caballeroso, sin alardes ni aspavientos, sencillo, firme e inquebrantable como un diamante, que cumple con el mandato de “hacer en todo momento lo que en cada momento es necesario”.
• Hay que recordarlo, en palabras de Martí, como el patriota que lleva la estrella y la paloma en su corazón.
Heriberto, sé que para ti estos son días de júbilo y alborozo, no por recibir este homenaje, pues la vanagloria nunca se ha anidado en tu espíritu; estás de fiesta porque entre la bruma ya se avizora la costa, porque los que ayer te encarcelaron, hoy tienen que reconocer ante el mundo ser culpables del delito del colonialismo.
Sé, además, Heriberto, que también hoy, en lo íntimo de tu espíritu sientes que la historia ha cometido una grave injusticia con aquellos que tanto sufrieron, que tanto padecieron, que entregaron vida y hacienda por nuestra libertad, y que hoy no pueden disfrutar de este momento junto a ti en este lado de la orilla.
Heriberto, a ti y a don Rafael, ¡Benditos sean por todas las futuras generaciones!
Sábado, 23 de enero de 2016
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