A lo largo de su vida, Emilio Soler Mari siempre mantuvo su fidelidad a los principios con que lo amamantaron de niño. Militó en distintas organizaciones patrióticas y, además, fue puntal defensor de instituciones como el Colegio de Abogados y de otras causas justas.
En las décadas del ’60 y el ‘70 del ahora lejano siglo XX Puerto Rico vivió un periodo de lucha muy intensa. En la Universidad de Puerto Rico, particularmente en el recinto de Río Piedras, se agitaba la actividad estudiantil. Tras romper el encajonamiento de silencio que le había impuesto el rector Jaime Benítez tras la huelga de 1948, los estudiantes convirtieron su universidad en un vivero de ideas nuevas –lo que siempre debiera ser– que, al toparse con el autoritarismo vigente, produjo confrontaciones. Las formulaciones de cargos por indisciplina, las expulsiones y los arrestos se volvieron rutinarios.
Además, en el nivel nacional, y en el mismo ambiente estudiantil, crecía la oposición a la Guerra de Vietnam y al servicio militar obligatorio en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Decenas de jóvenes nos negábamos a ingresar en ellas enfrentando imputaciones criminales que podían conducir a la cárcel.
Aquellas confrontaciones requerían el apoyo de abogados para que asumieran la defensa de los jóvenes tanto en el foro administrativo como en el judicial. La ayuda legal tenía que ser gratuita, una que naciera de la solidaridad, y muchos abogados la dieron a manos llenas.
Uno de ellos fue Emilio Soler Mari, un mayagüezano trasplantado a Río Piedras, que venía de una familia de patriotas por doble vínculo, aunque los que militábamos en el Movimiento Pro Independencia, por estar cerca de su primo hermano Juan Mari Brás, recordaríamos más el segundo apellido. Juan siempre se refería a él como “mi primo Emilito”.
Por aquellos años ’60 y ’70 Emilio organizó y dirigió el Instituto Legal, una entidad dedicada a la defensa de los perseguidos políticos. La ayuda profesional que ofrecía aquel grupo de abogados que comandaba Soler Mari era, además de efectiva, gratuita. Nacía de la solidaridad y del sentido de pertenencia a una misma causa.
A lo largo de su vida, Emilio Soler Mari siempre mantuvo su fidelidad a los principios con que lo amamantaron de niño. Militó en distintas organizaciones patrióticas y, además, fue puntal defensor de instituciones como el Colegio de Abogados y de otras causas justas. Hace algunas semanas un infarto cerebral lo sorprendió el mismo día en que cumplía 80 años y lo separó de su familia para siempre. Su memoria, no obstante, quedará entre muchos de nosotros.
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