De nuevo es el Día de Acción de Gracias, ese día en que cada año estamos ávidos por celebrar el hecho de que “peregrinos e indios” celebran una comida en armonía o al menos así es como se ha enmarcado históricamente.
Seamos honestos. El último jueves de noviembre celebramos el inicio de una invasión europea que acaba con la muerte o el traslado de millones de personas nativas. Aunque muchas personas han tratado de redefinir el significado del Día de Acción de Gracias como una época en la que cultivábamos un sentimiento de gratitud, la verdad innegable es que la sangre de la población nativa mancha el origen de la festividad.
Las raíces coloniales del Día de Acción de Gracias (o lo que muchas personas nativas suelen denominar Día de Matar o Día de Saqueo (1)) no son algo para celebrar. Aunque no podemos señalar una celebración de “Acción de Gracias” específica u original, el presidente Abraham Lincoln lo convirtió en fiesta nacional en 1863 y lo concibió como un día nacional de acción de gracias. Hasta 1890 no se incluyó en la tradición a los “peregrinos e indios”. Los mitos nacionales que rodean a esta festividad no tienen en cuenta la larga y violenta historia de contacto entre los colonos europeos (en este caso los peregrinos ingleses, puritanos) y las poblaciones nativas que ya habitaban la tierra. En estas historias olvidadas es donde hemos visto la historia de esta festividad tal como es verdaderamente: peregrinos ingleses que no estaban preparados para sobrevivir en la tierra ni estaban familiarizados con la vegetación, las vías fluviales y otras fuentes de alimentación, atrapados en la Isla de la Tortuga (2), que sobrevivieron a esos primeros inviernos y finalmente emprendieron una campaña brutal de colonialismo y de actividad genocida.
Es importante que pensemos clara y honestamente acerca de cómo los beatificados peregrinos veían a los nativos. William Bradford, cinco veces gobernador del condado de Plymouth, afirmó que los nativos eran “personas salvajes, que son crueles, bárbaras y extremadamente traicioneras”. A todas luces no eran personas con las que querrías festejar, aunque nuestra narrativa nacional en torno a esta festividad celebra el primer Día de Acción de Gracias como un momento de armoniosa construcción de puentes. Claramente no es el caso, especialmente cuando nos enteramos de la masacre de los [miembros de la tribu] pequot en 1637. Esta es solo una de las múltiples tácticas genocidas empleadas contra los pueblos nativos de esta tierra desde que los europeos llegaron en 1492. El gobernador Bradford dijo de este evento:
“Aquellos que escaparon del fuego fueron asesinados con la espada, algunos fueron cortados en pedazos, otros corrieron con las estocadas de manera que fueron despachados rápidamente y muy pocos escaparon. Así pues, se pensó que se había acabado con unos 400 en ese momento. Era una visión terrible verlos freírse en el fuego [...] horrible era el olor y el aroma del mismo, pero la victoria parecía un sacrificio dulce, y oraron a Dios, que había obrado tan maravillosamente para ellos”.
Los ocupantes celebraron el genocidio y agradecieron a Dios la victoria. Inmediatamente después de la masacre de los pequot en 1637 los ocupantes se esforzaron diligentemente por embellecer la historia. El nombre de esta tribu se borró del mapa. El río Pequot se convirtió en el Támesis y el espacio geográfico que habitaban los pequot se conoció como Nuevo Londres. Es como si nunca hubieran existido.
El hecho de embellecer la historia y borrar las historias nativas no es privativo de esta festividad, pero puede que este sea uno de los ejemplos más irónicos de asesinato masivo de nativos al servicio de la expansión colonial europea. Es profundamente problemática pensar que celebramos la idea de que los pueblos nativos y los ocupantes europeos que literalmente buscaban su extinción fueran capaces de dejar sus diferencias de lado el tiempo suficiente para sentarse y festejar en torno a la comida en relativa paz y armonía. Aún más lo es la idea de que fueran los ocupantes blancos europeos quienes tuvieron que enseñar y demostrar “educación” a esos “bárbaros salvajes”. Con la masacre de los pequot en mente está claro qué grupo del cuadro del Día de Acción de Gracias eran los verdaderos “bárbaros salvajes” y quienes eran los que practicaban la educación.
El lenguaje y la retórica que rodean a la festividad borra la verdadera historia del colonialismo de asentamiento. La masacre de los pequot es un mero ejemplo en la larga historia de actos malvados que empezó con la ocupación por parte de los blancos europeos de la Isla de la Tortuga. Tampoco es la primera vez que vemos a los descendientes de los ocupantes tratar de crear una nueva identidad cívica por medio de embellecer la historia y silenciar las voces nativas al tiempo que borran los cuerpos nativos. Lo vimos en Oklahoma (Okla humma, palabras en [lengua] choctaw que significan “gente roja”), donde los ocupantes no nativos no tienen vergüenza en llamarse a sí mismos “Sooners” [tempranos] (aquellos que robaron la tierra antes de las Oklahoma Land Runs (3), un territorio que por medio de un tratado se había dejado aparte específicamente y para uso exclusivo de las comunidades tribales “mientras corran los ríos y brille el sol…”).
No obstante, los pueblos nativos y nuestros co-conspiradores no pueden quedarse con los brazos cruzados mientras quienes siguen empleando tácticas coloniales y, en última instancia, genocidas contra nuestras comunidades, reescriben y revisan la historia para justificar tanto sus acciones como las de sus antepasados. Debemos intervenir cuidadosa e intencionadamente porque aunque a algunas personas les pueden parecer intrascendentes “Boomer Sooner”, “R*dsk*ns”, (4) y “Acción de Gracias”, el contexto histórico que dio origen a estos términos y celebraciones contribuye a unas consecuencias que todavía tienen impacto en la vida real de las personas nativas de este país.
La mujeres nativas conforman el grupo que tiene más probabilidades de sufrir una agresión sexual en su vida, que se calcula a la baja en de una a tres veces. Hasta el 80 % de estos casos o más los perpetran hombres no nativos. Existen informes de 2.000 mujeres nativas de la Isla de la Tortuga desaparecidas o asesinadas y el suicidio en las comunidades nativas supera con mucho la media nacional en cada grupo de edad. La media de vida de las personas nativas es la más corta de todos los grupos que viven en Estados Unidos y esa media es aún más baja en el caso de las personas que viven en las reservas. El trauma histórico o intergeneracional está literalmente incrustado en el ADN nativo y muchos de nuestros padres y abuelos fueron robados de sus familias y obligados a acudir a internados que tenían la misión expresa de “civilizar a los salvajes” y “matar al indio pero salvar al hombre”.
La tortura física, la agresión sexual, el asesinato, la vergüenza pública y el robar la cultura de los niños nativos lo lograron. Varios estudios sicológicos han demostrado que el uso de mascotas nativas (5) afecta negativamente a la psicología y al bienestar de los jóvenes nativos y muchos de ellos tiene problemas para terminar la enseñanza secundaria y no digamos ya la universidad. Además, las personas nativas están prácticamente indefensas cuando una persona no nativa perpetra un crimen en tierra nativa. Las víctimas carecen de jurisdicción sobre las personas no nativas y la única manera que tienen de lograr justicia es si el ya sobrecargado gobierno federal decide que vale la pena perseguir el caso. Las voces nativas no solo se silenciaron en el pasado sino que también se siguen silenciando hoy en día.
Embellecer la historia, revisarla y desarrollar una retórica que celebra la creación de una nueva identidad cívica para los ocupantes europeos contribuye, todo ello, a la opresión de los pueblos nativos y de las comunidades tribales. Las historias como las que se cuentan sobre los indios y los peregrinos en el Día de Acción de Gracias inculcan un falso sentimiento de la verdad en las mentes del público en general. Estas historias les dicen que “todo está bien” y que, de hecho, “los indios le deben un montón a los peregrinos”. Sin embargo, un examen y una orientación más cercana a la historia real negará estas ideas y permitirá al público ver cómo y, lo que es más importante, por qué estas historias (Colón, Acción de Gracias, Boomer Sooner) se cuentan como se cuentan. Estas historias son extensiones del colonialismo y de hecho son tácticas genocidas. Al borrar y sustituir las verdaderas historias por las de “Acción de Gracias” el ocupante sigue siendo cómplice de genocidio.
Así que disfruten de ese pavo... pero recuerden que lo están haciendo en una tierra que fue robada. Honren a los muertos recordando su historia y su sacrificio.
Notas de la traductora:
(1) “Día de Matar” (Thankskilling) y “Día de Saqueo” (Thankstaking) son juegos de palabras sobre la palabra “Thanksgiving”, Día de Acción de Gracias. (N. de la t.)
(2) Isla de la Tortuga es el nombre que algunos pueblos nativos dan a América del Norte.
(3) Land run (Demanda de tierra) es el nombre dado al hecho de ceder a los colonos tierras de pueblos nativos.
(4) “Boomer Sooner” es la canción de la Universidad de Oklahoma destinada a animar a sus equipos deportivos. Las palabras “Boomer Sooner” hacen referencia a la Land Run de 1889 con la que se colonizaron las tierras en las que se asienta la universidad. “R*dsk*ns”, por su parte, es “redskins”, pieles rojas; los asteriscos se utilizan para indicar que el nombre (completo) fue prohibido debido a su connotación racista.
(5) Se refiere al uso de simbología nativa (por ejemplo, “piel roja”) como mascotas de equipos deportivos en Estados Unidos, lo que ha generado una polémica ya que los grupos defensores de los derechos nativos consideran que este uso es racista, excluyente y discriminatorio.
Ashley Nicole McCray pertenece a la tribu Absentee Shawnee (Li-Si-Wi-Nwi) y a la nación Oglala Lakota (Oceti Sakowin). Es estudiante de doctorado y asistente graduada en Historia de la Ciencia, Tecnología y Medicina en la Universidad de Oklahoma, además de ganadora de varios premios de derechos humanos por su defensa de los pueblos nativos. Lawrence Ware es profesor y Coordinador de Diversidad de la Universidad de Oklahoma, y colaborador en varias publicaciones.
Fuente: CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
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