A partir del 2016 el 1% de la población mundial, que alcanza hoy en día 7,200 mil millones de personas, tendrá una fortuna superior a los ingresos del 99% de esa población. La riqueza mundial alcanzó en el 2013 US$ los 241 mil billones. Eso significa que 72 millones de personas tendrán en sus manos el 46% de dicha fortuna, estimada en US$ 110 mil billones. Y la gran mayoría de la población mundial, o sea 7,128 millones de gentes, tendrá que sobrevivir con los US$ 131 mil billones restantes.
Mire qué injusto es este mundo: si toda la riqueza de la humanidad fuera dividida por igual entre los 7,200 millones de personas, cada uno de nosotros tendría un patrimonio de US$ 33,472. Todos tendrían lo suficiente para vivir con dignidad y por tanto no habría hambre, criminalidad, migraciones, mendigos, favelas, mortalidad infantil y quizás hasta ni guerras. Viviríamos en un mundo de prosperidad y paz.
Como el reparto del 54% de la riqueza mundial entre el 99% de la humanidad tampoco es ecuánime, se reproduce la desigualdad. Los que tienen lo suficiente para vivir ni desean cuestionar a los que integran el selecto grupo del 1% más rico; prefieren pensar que forman parte de ese contingente microscópico.
En el Brasil la renta familiar se triplicó entre el 2000 y 2014. Gracias al gobierno del PT pasó de US$ 7,900 a US$ 23,400 por año. Sin embargo creció la desigualdad. En la lista del 1% de los más ricos del mundo hay 296 mil brasileños.
Es común ver a la clase media, que sobrevive con dignidad, hablar contra la distribución de la renta, porque cree que acarrea pérdida de sus recursos. No se da cuenta de que con esta postura, en vez de ayudarse a sí misma, favorece al 1% que se apropia de la riqueza mundial.
La gran lucha política e ideológica que la humanidad debe emprender hoy en día es la de convencer a los sectores que consiguen sobrevivir con dignidad a que se unan a los que no lo consiguen, para combatir a ese 1% que detenta una cantidad de recursos que si fueran mejor distribuidos harían del mundo un lugar mucho mejor. ¿Cómo convencer a los sectores de renta media de que sus enemigos no son los 110 mil billones? No es fácil. El 1% controla los gobiernos, las comunicaciones, las iglesias y hasta la enseñanza escolar, de tal modo que diseña el pensamiento del 99% desde la infancia.
La miseria es humillante. Causa revoluciones, estimula la criminalidad, provoca migraciones, favorece el trabajo esclavo, disgrega a las familias y lleva a unas personas a optar por la violencia para conseguir lo que no puede ser obtenido con el trabajo, pues las condiciones para alcanzar buenos cargos en el mercado son absurdamente desiguales.
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