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El chistecito del alemán PDF Imprimir Correo
Escrito por Manuel de J. González / Claridad   
Miércoles, 15 de Julio de 2015 00:08

Wolfgang Schäuble, Ministro de Finanzas alemán

«El chistecito del alemán refleja un desprecio infinito, cargado de racismo, hacia griegos y puertorriqueños. Según su comentario, ambos pueblos pueden ser vendidos o canjeados como mercancía barata, como meros escombros. También refleja la prepotencia absoluta que siente el que propone el canje. El alemán se cree tan dueño de Grecia y simultáneamente supone a Estados Unidos tan dueño de Puerto Rico,  que propone cambiarlos como si fueran objetos, como meros muñecos de feria.»

 

Todo estereotipo étnico es rechazable y ningún pueblo puede ser categorizado en grados de bondad o maldad. Pero hay ciertos países que, en determinados periodos de la historia, le han hecho mucho daño a la humanidad. Uno de ellos es Alemania desde que, en el último tercio del siglo XIX, bajo el liderato de Otto von Bismarck, emergió unificado, poderoso y con aspiraciones imperiales. Ese comportamiento no es culpa de los alemanes, debe decirse otra vez, aunque sabemos que sus líderes, incluyendo a los nazis hasta el final de sus días, recibieron un caluroso y masivo apoyo de su pueblo. Lo mismo sucede ahora con el liderato que tienen.

Salvo en las dos grandes guerras del siglo XX, cuando miles de boricuas fueron transportados a Europa a pelear contra los alemanes junto a los estadounidenses, los nombres de Alemania y Puerto Rico no se han juntado. Ahora, gracias a un “chiste” del Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, aparecemos vinculados en la prensa mundial. Hablando ante periodistas y muy consciente de lo que decía, Schäuble dijo entre risas que le había propuesto a su “amigo” Jack Lew, secretario del Tesoro de Estados Unidos, un canje de Puerto Rico por Grecia. Ellos, los europeos (¿o acaso los alemanes?) se quedarían con nosotros y Estados Unidos recibiría en cambio a Grecia. Puerto Rico entraría a la zona del euro y Grecia a la del dólar. Desconozco si los periodistas se rieron de la ocurrencia de Schäuble quien, hasta donde sé, no tiene fama de gracioso.

La realidad de un dirigente, y a través suyo, de un gobierno, no sólo se conoce por lo que dicen sus declaraciones oficiales, que casi siempre son redactadas y revisadas por aquellos encargados de cuidar las apariencias. De ordinario, los comentarios al margen de los discursos formales, como los que se escapan desde un micrófono que se creía apagado o como resultado de un supuesto chiste, dicen mucho más que mil discursos.

El chistecito del alemán refleja un desprecio infinito, cargado de racismo, hacia griegos y puertorriqueños. Según su comentario, ambos pueblos pueden ser vendidos o canjeados como mercancía barata, como meros escombros. También refleja la prepotencia absoluta que siente el que propone el canje. El alemán se cree tan dueño de Grecia y simultáneamente supone a Estados Unidos tan dueño de Puerto Rico,  que propone cambiarlos como si fueran objetos, como meros muñecos de feria.

Hay, además, algo mucho más importante que surge del chiste, algo que va a la médula del debate que se escenifica en Europa y que también explica la reacción del liderato de Estados Unidos a la situación de Puerto Rico: la ausencia total de solidaridad. Se trata de dos pueblos que sufren grandes privaciones y el líder alemán sólo piensa en desprenderse de ellos de la manera más rápida posible.

Hay dos formas clásicas de tratar a alguien que está en problemas: explotándolo un poco más u ofreciéndole ayuda solidaria. Aquél que tiene mentalidad mercantil, como es el caso de los dueños del capital, escogen siempre la primera vía y ven a esa persona o a ese pueblo como una mera oportunidad de negocio. Se le “ayuda” con un préstamo a cambio de que luego lo pague con intereses. Si se le ayuda a levantarse es para que luego pueda devolver con creces lo que se le dio.

El liderato griego, con Alexis Tsipras a la cabeza, le está reclamando otro enfoque a Europa, uno que de ordinario se le escapa a aquellos que sólo ven la oportunidad de la ganancia. Reclama una política basada en la solidaridad, un enfoque realmente dirigido a reducir los sufrimientos de los pueblos y no a castigarlos.

Hasta ahora el enfoque de la Unión Europea hacia Grecia ha estado basado en la mezcla de ganancia y castigo y no en la solidaridad. A la cabeza de esa política ha estado precisamente la Alemania de Wolfang Schäuble y Ángela Merkel, que ha logrado imponerse sobre el resto de los países que componen la UE.

El chistecito de Schäuble refleja que los reclamos del sector minoritario de la UE que encabeza Tsipras, están muy lejos de volverse realidad. Esos reclamos nacen del viejo ideario socialista que impulsaba la solidaridad entre la gente y entre los pueblos, junto a un intercambio comercial  basado en la cooperación. Como dice la canción, de aquel amor “ya no queda nada, nadita de nada”. La solidaridad como ideario ya es cosa del pasado y sólo soñadores como Tsipras insisten en rescatarla. Los partidos socialdemócratas - en el poder en Francia, compartiendo el poder en Alemania y con cierta fuerza todavía en España – hace tiempo que se olvidaron de la ideología solidaria con la que nacieron. Ahora mismo, la alternativa de izquierda que representa Tsipras se debate en absoluta soledad y precisamente para que su ejemplo no vaya a prender, es que lo quieren ahogar. Cada vez que la UE está cerca de llegar a un acuerdo con Grecia que les represente un respiro, Schäuble y Merkel corren a detenerlo.

Volviendo al chiste del alemán y a lo que representa para los puertorriqueños, sorprende la pasividad con que el Gobierno de Puerto Rico ha tomado la ofensa. Bueno, tal vez no debiera sorprender porque peores cosas se aguantan manteniendo la cabeza baja y sin tan siquiera mostrar el orgullo herido. Tampoco se ha visto una reacción de la contraparte del chiste, el estadounidense Jack Lew. Después de todo, durante la administración de George W. Bush un comité nombrado por la Casa Blanca dijo, entre otras lindezas, que Estados Unidos, si quería, podía vendernos a otro país. Seguramente Lew conoce ese informe y en cuanto a Schäuble, realmente no necesita conocerlo. Como buen heredero de sus antepasados más recientes se siente con poder para disponer a su antojo de cualquier país. Y parece que así es. Para la conquista ya no tiene que mandar unidades blindadas de tanques Panzer a la cabeza del ataque. Ahora esa función la cumple el capital.

 

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