«La tragedia puertorriqueña es que, en 116 años, cualquier demanda del pueblo puertorriqueño no tiene respuesta. Nadie contesta al teléfono en Washington.»
No es que Eduardo Lalo, el escritor puertorriqueño que ganó en 2013 el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos con Simone, se haya peleado con la novela y por eso haya decidido no hacerlas más. La realidad es que considera que la novela ha sido banalizada por las editoriales, y se remite a su experiencia como jurado de esta edición del galardón, en la que resultó ganador el autor colombiano Pablo Montoya con su Tríptico de la infamia.
“Ahora mismo, para leer todas estas novelas, muchas veces es la misma novela; no porque pase lo mismo, pero sí tienen la misma estructura”, enfatiza Lalo, en entrevista con el Correo del Orinoco un día después de que se hiciera público en Caracas que Montoya triunfaba sobre otras obras. “¿Qué es hacer una novela hoy para estas editoriales? Un libro que tenga entre 200 y 300 páginas, o 350 y 250; que no sea muy profundo, que vaya hacia adelante y que les dé a sus lectores la sensación de que el tiempo no se siente”, ilustra.
El escritor puede ser aún más duro en su señalamiento contra estos textos que, en su criterio, no calzan los zapatos de la buena literatura: “Son novelas anestesias, son un narcótico” del que, en poco tiempo, “no va a quedar absolutamente nada”.
-A pesar de eso, ¿reivindicaría el premio Rómulo Gallegos?
-Totalmente.
-¿En cuanto a que, aunque concursan obras como el libro-anestesia, permite que se muestren otras?
-Como la de Pablo Montoya, que ganó ahora. Este premio tiene un gran valor simbólico; lo hemos probado durante estos años y yo recuerdo que me hacía sonreír, a raíz de la concesión del premio que me hicieron a mí hace dos años, porque había por ahí comentarios de que esto era político. Pero si algo probaba que no había política envuelta era que se me concediera a mí, igual que ahora a Montoya.
Lalo ratifica que el jurado se decantó por Montoya porque era la mejor obra: “Como jurado nosotros ahora no tuvimos ninguna presión”.
-¿Nadie los llamó y les dijo “esta es la que gana”?
-No, para nada.
-Y usted como jurado no sufrió ningún…
-Ninguno. Es más: hubo diferencias dentro del jurado, y llegamos a un consenso. Yo favorecía a Montoya siempre, pero no necesariamente todo el jurado.
“Una novela de gran calidad”
-¿Está satisfecho?
-Sí, sí. Yo creo que es una reivindicación de lo que debería ser un premio. Se reconoce una novela de gran calidad, muy innovadora, que se acerca a un tema importante en la conquista del Caribe; muchas veces se olvida que ahí comienza el asunto, porque el Caribe fue el laboratorio, un laboratorio atroz de la conquista. Por otro lado, Montoya es un escritor que hasta el presente, por lo que yo tengo entendido, no es muy conocido. Pues para eso es un premio: para validar una obra y para dar a conocer una obra que se estima que merece tener mayor pertinencia.
-¿Cree que Montoya visibiliza cosas que están menos visibles hasta el momento?
-Hubo otros muy buenos candidatos. El reconocimiento a Montoya es por los valores literarios. Esa obra para mí es la más destacada entre las que vi y que participaron en el premio. Eso es compartido por los otros miembros del jurado, quienes también la leyeron con admiración, al igual que leímos otras. Yo mismo leí otras con admiración, pero cuando uno tiene que escoger a una, hay que tomar decisiones difíciles.
-¿Usted conoce a Montoya?
-No, no. De hecho, ayer (jueves) me mostraron una foto de alguien leyendo un libro, y yo interpreté que era que le enviaban un tuit o un mensaje de alguien que había cogido la novela y se había tomado una foto leyéndola. Ya en la noche, veo a un grupo de gente, y veo la misma imagen, y me viene la duda y digo: “¿Este es?”. Me responden: “Sí, claro; este es”.
-¿Qué cambiaría Eduardo Lalo del Premio Rómulo Gallegos?
-Aquí en el Celarg hay un grupo de gente que reflexiona sobre eso; por ejemplo, Alejandro Bruzual ha estado en eso. Lo que yo pienso es que debes premiar el valor literario de las novelas independientemente de países, de prestigio, de países, de prestigios de literaturas nacionales reales o falsos. Y, evidentemente, de la política.
-¿Es un premio que está valorando, reconociendo el valor literario?
-Yo esperaría que así haya sido cuando se me concedió a mí. Y en el caso de este último no me caben dudas. Yo no sé si Pablo Montoya es un paramilitar colombiano y luego me tengo que avergonzar. Yo no sé ni qué edad tiene. No tengo idea. Y eso es lo correcto.
IDENTIDAD PUERTORRIQUEÑA
Puerto Rico, enclave colonial. Puerto Rico, país o no-país. Puerto Rico, sujeto a los vaivenes de Estados Unidos. ¿Puede tener Puerto Rico una identidad?
-¿Existe una identidad puertorriqueña? ¿Cuál es la patria y lo puertorriqueño?
-Por supuesto que existe una identidad puertorriqueña; la identidad es un grave problema por determinar. Muchísimos países se preguntan qué es ser venezolano, qué es ser colombiano. Pero digamos que, en términos de una identificación con una nacionalidad, los puertorriqueños no tienen absolutamente ningún problema de identidad.
-¿Qué es ser puertorriqueño?
-El problema del puertorriqueño es un problema político, no es un problema de identidad; aún el puertorriqueño más proestadounidense se considera puertorriqueño. Es el único país de América Latina que ha sido conquistado -no invadido, porque ha habido países que han sido invadidos múltiples veces- dos veces: la primera, que es la que compartimos todos, y la segunda que se da a partir de la guerra hispanoamericana de 1898, que es una invasión militar en la que permanece Estados Unidos en Puerto Rico y lleva a cabo una política de conquista.
Durante la Guerra Fría, describe Lalo, Cuba y Puerto Rico fueron las vitrinas de los dos bloques: la primera, del bloque soviético; la segunda, de EEUU. Una vez que comienza el deshielo del conflicto, ambas “se convierten en sociedades arruinadas”, hasta el punto de que Puerto Rico “tiene una deuda externa de 96 mil millones de dólares, impagable” y además con una Constitución tan colonial “que exige al Gobierno pagar primero a los bonistas, entiéndase a Wall Street, antes que pagar sueldos y deudas”.
El puertorriqueño “es un pueblo tan latinoamericano como el venezolano”, defiende el escritor, además de “culturalmente pujante”. Que la independencia no sea en este momento la opción política mayoritaria “no quiere decir que no haya una identidad puertorriqueña, o un sentir a Puerto Rico como un ente diferenciado”, refiere Lalo. Pero -tal como lo señala- “el colonialismo es una enfermedad, y el colonialismo degrada todo lo que toca: Degrada mentes, degrada cuerpos, degrada sistemas económicos”.
-Cuando piensa en esa degradación ¿cómo la ve en Puerto Rico?
-Una tragedia. Es un país con una economía dependiente ¿Qué puede hacer la agricultura puertorriqueña, la industria puertorriqueña, el comercio puertorriqueño, que prácticamente todo ha ido desapareciendo frente a las megatiendas que llegan, frente a las grandes cadenas de supermercados, frente a los distribuidores de comidas? Y aún así hemos resistido. Si algo prueba Puerto Rico, es la extraordinaria resistencia de su pueblo, porque con todo eso ocurriendo estamos de pie.
NADIE CONTESTA EL TELÉFONO
-¿Qué es estar de pie hoy en Puerto Rico?
-Pues seguir siendo puertorriqueños. Pueden marchar por las calles de San Juan 80 mil personas demandando libertad para Oscar López Rivera, que es el preso político con más años en la cárcel (hace dos semanas cumplió 34 años), y aunque tiene un apoyo de personalidades, de países, de presidentes, nada pasa. La tragedia puertorriqueña es que, en 116 años, cualquier demanda del pueblo puertorriqueño no tiene respuesta. Nadie contesta al teléfono en Washington.
-¿Por qué cree que nadie contesta el teléfono en Washington para las demandas de Puerto Rico y para el caso de López Rivera?
-Yo creo que, en primer lugar, porque esa es la naturaleza del poder: puede tener un clamor ensordecedor frente al palacio y nadie tiene que salir; se ignora. Puerto Rico no es un problema para Estados Unidos.
-Si alguien levantara el teléfono en Washington, ¿qué le diría Lalo?
-Que Estados Unidos tiene una responsabilidad con Puerto Rico que nunca ha cumplido. Estados Unidos tiene que implicarse en un proceso para resolver el problema político de Puerto Rico.
“Resolver el problema político” requiere, según la visión del escritor, que EEUU reconozca que la estadidad no es una opción; que se entienda que no es un Estado libre ni asociado. “Es, por un lado, establecer las opciones, y por otro lado tener la voluntad política de resolver un problema que es un gran anacronismo”, precisa.
-Es decir, cesar la relación colonial.
-Que en primer lugar es un problema para Estados Unidos.
-¿Que Puerto Rico sea una país independiente?
-O un país que resuelva con Estados Unidos la opción, porque es una cuestión de mayoría que se va a decidir.
La “carnada” para las puertorriqueñas y los puertorriqueños, si se quiere, es “la posibilidad de comprar un pasaje y emigrar a Estados Unidos, deseo que tiene prácticamente cualquier pueblo de la región”, admite. Mas de esta situación “nosotros estamos de vuelta”, asevera.
DE ESPALDAS A PUERTO RICO
-¿Es la Celac la que debería asumir con más fuerza la lucha por Puerto Rico?
-Hay que pensar una cuestión histórica: América Latina le dio la espalda a Puerto Rico por décadas. Es más, muchos extranjeros que llegan a Puerto Rico se vuelven favorecedores de la estadidad para Puerto Rico. ¿Por qué? Porque asumen inmediatamente un posicionamiento colonial.
-¿Está todavía América Latina de espaldas a Puerto a Rico?
-Yo creo que en gran medida sí. Cuba siempre ha tenido una posición coherente. Venezuela en los últimos tiempos también, al igual que Nicaragua, pero se ve como una cuestión totalmente ideológica, izquierdosa. Yo quisiera ver a Argentina, yo quisiera ver a Brasil, yo quisiera ver a Colombia, y no porque estamos en contra de Estados Unidos, no, sino porque Puerto Rico es América Latina, Puerto Rico no es Estados Unidos.
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“LA TRAGEDIA DE PUERTO RICO ES QUE NADIE CONTESTA EL TELÉFONO EN WASHINGTON”
-¿Qué cree que pase con Oscar López Rivera que, como usted bien dice, el teléfono suena y nadie atiende en Washington?
-Lo que ha pasado a lo largo de 116 años. Estados Unidos, como cualquier sociedad, es un país muy complejo, pero hay un sector muy importante en Estados Unidos que no tiene ninguna autocrítica; que asume que sus acciones en el mundo, no solo en Puerto Rico, son justificadas, aunque pueda haber errores.
-¿Ese es el caso de López Rivera?
-Y yo creo que hay unos sectores muy poderosos ahí, en los muchos sistemas de inteligencia que hay en Estados Unidos, que no estarían nunca dispuestos a dar su brazo a torcer. Esa es la única explicación para que no sea liberado Oscar López Rivera. Hay que tener en cuenta que él nunca tuvo crímenes de sangre, nunca. Él está metido en ese hueco negro legal paranoico de Estados Unidos.
-Entonces no ve perspectivas de que sea liberado.
-Yo creo que sí hay esperanzas, pero la tragedia de Puerto Rico es que nadie contesta el teléfono en Washington. Y la tragedia de Oscar López dentro de esa tragedia mayor es que a lo mejor nadie quiere contestar el teléfono; si se enferma o se pone muy mayor a lo mejor hay esta cosa simbólica de dejarlo salir para que muera. Mandela estuvo 27 años y es un héroe mundial; incluso, en su caso hubo hechos de sangre, hubo una conspiración violenta. Oscar López no tiene eso y ya lleva 34 años; son 7 más que Mandela.
“LA TRAGEDIA DE PUERTO RICO ES QUE NADIE CONTESTA EL TELÉFONO EN WASHINGTON”
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