«Los puertorriqueños nunca han dejado de pelear y contra ellos la represión ha sido brutal, como lo testimonian las masacres, los asesinatos selectivos, las persecuciones y el apresamiento de miles de combatientes, cuyos nombres pueden representarse en el de una mujer, Lolita Lebrón, y un hombre, Pedro Albizu Campos.»
Este 29 de mayo de 2015 se cumplieron 34 años de que el patriota puertorriqueño Oscar López Rivera, fuera recluido como preso político en establecimientos penitenciarios estadounidenses.
Doce de esos 34 años de encierro los soportó en dos unidades de control de un programa conocido como Super Max, ubicadas en Marion, Illinois y en Florence, Colorado. En 1998 fue trasladado a la prisión de máxima seguridad de Terre Haute, Indiana, donde aún permanece. López Rivera, en la actualidad con 70 años de edad, es el prisionero político latinoamericano que más años ha cumplido en cárceles estadounidenses.
Veterano de la Guerra de Vietnam y condecorado por su valor en el combate, Oscar López Rivera fue detenido en 1981 a causa de sus luchas en defensa de los derechos humanos y la afirmación de la identidad nacional puertorriqueña. Fue sentenciado a setenta años de prisión.
Este patriota boricua rechazó la posibilidad de obtener una excarcelación condicionada que le fuera ofrecida durante la administración del Presidente William Clinton, quien indultó a la mayoría de los prisioneros puertorriqueños que por entonces habían cumplido cerca de 20 años de prisión. López Rivera no la aceptó en solidaridad a sus compatriotas Haydée Beltrán y Carlos Torres quienes entonces permanecían encarcelados y hoy se encuentran fuera de prisión.
La indignación popular por el caso de López Rivera comienza a ser motivo de grandes protestas y las autoridades colonialistas temen nuevos episodios demostrativos de lo hondo que mantiene el pueblo boricua la idea independentista, no obstante la sistemática y violenta coerción colonialista que Estados Unidos viene aplicando contra ese pueblo desde comienzos del siglo XX.
Como ha citado el escritor venezolano Freddy J. Melo, “en quinientos años largos de existencia, a partir del momento en que los taínos fueron despojados de su tierra y diezmados, el pueblo multiétnico y mestizo formado allí, sensible, capaz y creativo, no ha vivido un solo día de historia propia”.
Bajo el signo de la explotación colonial clásica, formalmente disimulada, Estados Unidos lo controla todo, desde el Servicio Militar Obligatorio con que nutre sus fuerzas para sus incesantes guerras imperialistas; el comercio exterior; la moneda; las comunicaciones; el otorgamiento y retiro de la ciudadanía y la nacionalidad; la inmigración y la emigración; la tenencia de la tierra; los espacios aéreos; los límites marítimos y las costas; los bosques; los puertos; los minerales; los procedimientos laborales…todo.
Puerto Rico fue un botín de la guerra oportunista lanzada por Estados Unidos contra España a finales del siglo XIX para hacerse de su decadente imperio colonial en el que estaban incluidos Filipinas, Cuba y Puerto Rico cuyos pueblos luchaban heroicamente contra el imperio colonial español y se acercaban a la obtención de sus respectivas independencias por sus propias fuerzas.
Desde el desembarco estadounidense de 1898 en la Isla, los boricuas han conocido, en sucesión: la ocupación militar en los dos primeros años; el gobierno civil con gobernador y juez supremo nombrados por Estados Unidos, hasta que en 1948 fue designado primer gobernador un nativo incondicional a Washington, así como un Legislativo bicameral restringido a propietarios bilingües, sujetos a veto imperial. En 1952 fue la instauración del ELA (“Estado Libre Asociado”) como fórmula para enmascarar el status colonial. Se le otorga derecho a una Constitución y a la elección popular del gobernador y de los parlamentarios, aunque siempre manteniendo y asegurando la subordinación a la voluntad de la Casa Blanca. El juego político en la isla lo controlan dos partidos: el Partido Nuevo Progresista y el Partido Popular, que obviamente no son ni “progresistas” ni “populares” y sí incondicionales a Washington.
Los puertorriqueños nunca han dejado de pelear y contra ellos la represión ha sido brutal, como lo testimonian las masacres, los asesinatos selectivos, las persecuciones y el apresamiento de miles de combatientes, cuyos nombres pueden representarse en el de una mujer, Lolita Lebrón, y un hombre, Pedro Albizu Campos.
Desde la defensa permanente de su derecho al uso del idioma de Cervantes a inicios de la ocupación, hasta la memorable batalla de los puertorriqueños hace pocos años para sacar a la Marina estadounidense de la isla de Vieques, el pueblo de esa nación caribeña ha sido ejemplo de voluntad patriótica latinoamericana.
En 2012, los puertorriqueños libraron una exitosa campaña para rechazar en un referéndum la intención del gobierno colonial, con apoyo del partido supuestamente opositor, de enmendar la Constitución para limitar el derecho a la fianza y alterar la composición legislativa en la isla. Los boricuas dijeron NO en el referéndum y muchos consideraron que esa victoria popular frente a una fabulosa campaña oficial a favor del SÍ entrañaba una muestra de repudio al sistema.
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