El viernes se cumplió el octavo aniversario de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), importante iniciativa regional que tuvo a Néstor Kirchner como su primer secretario general, allá por 2010. ¿Qué balance se puede hacer de la actuación de Unasur en la región desde su fundación hasta la actualidad? ¿Cuáles son los desafíos próximos de este agrupamiento regional? ¿Por qué su origen no puede entenderse sin las jornadas de Mar del Plata 2005, donde el ALCA fue derrotado?
Se parte de una hipótesis: Unasur ha sido el punto más importante de la nueva integración regional suramericana. ¿Por qué razón? En primer lugar, por ser el espacio privilegiado de los tres países con mayor peso económico y político del cono sur: Brasil, Argentina y Venezuela, precisamente aquellos que con mayor vigor confrontaron a la propuesta de libre comercio que EE UU pretendía para la región. De esta forma, Unasur fue también punto de confluencia –y referencia– para otros organismos regionales (ALADI, Mercosur, ALBA-Petrocaribe, entre otros) que encontraron allí un lugar de interlocución para pensar una unidad en el marco de gobiernos mayoritariamente posneoliberales.
En segundo lugar, Unasur cumplió un rol destacado como contención frente a diversos intentos de desestabilización: Bolivia (2008), Ecuador (2010) y Venezuela (2014). En el primer caso, se trató de los intentos secesionistas de sectores de la "medialuna boliviana". Lo mismo sucedió en Quito, tras el amotinamiento policial que devino en intento de golpe contra Rafael Correa, y en Caracas durante 2014, con violentas movilizaciones –"guarimbas"– de la derecha venezolana que buscaban "la salida" de Nicolás Maduro. En los tres momentos, el papel de Unasur fue vital: Michelle Bachelet, Néstor Kirchner y Ernesto Samper, respectivamente, organizaron una rápida respuesta a esos intentos, demostrando el rol profundamente democrático del nuevo organismo.
En tercer lugar, Unasur ha sido el espacio regional que mejor canalizó aquella premisa de pensar a la integración en todas sus variables: cuenta con consejos de defensa, salud, energía, ciencia y tecnología, desarrollo social, economía y finanzas, seguridad y justicia, educación, y cultura. Es decir: comprende a la integración como una totalidad y no sólo desde una perspectiva puramente económica, como se ha pensado, históricamente, a los organismos regionales tradicionales, tanto en la región como en el mundo.
En cuarto lugar, Unasur ha logrado vincularse con otros nuevos bloques internacionales: allí está la interrelación creciente con los BRICS, el G77+China y el Movimiento de Países No Alineados, importantes espacios de vinculación en los cuales América Latina ha tenido un rol destacado. ¿Se puede pensar, por ejemplo, en el importante apoyo de todas esas instancias a la "Causa Malvinas", sin visibilizar el trabajo de Unasur en relación a ese tema? ¿Podría darse cuenta de la exigencia internacional contra los fondos buitre en el tema de la deuda soberana de Argentina, sin las resoluciones de Unasur en torno a este eje?
A cualquier balance siempre hace falta sumarle proyecciones, porque el objetivo es solidificar y fortalecer esta destacada herramienta. En el caso de Unasur, la necesaria revitalización del proyecto del Banco del Sur se hace más imperativa que nunca: este es, posiblemente, el momento de mayores complejidades para las economías regionales en la última década, visto y considerando, también, un menor crecimiento económico a escala global. "Ya todo está listo. Será una de las noticias más importantes de este año la apertura del Banco del Sur", dijo en marzo pasado el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, afirmando que la sede central estará en Venezuela, y generando buenas expectativas en que el proyecto pueda –finalmente– consumarse, logrando un histórico avance.
Otro de los grandes objetivos próximos de Unasur deberá ser una participación adecuada en los diálogos de paz de Colombia, que intentan poner fin a más de cinco décadas de conflicto armado interno. Allí, en La Habana, en los encuentros y acuerdos entre el gobierno de Santos y las FARC, se encuentra la posibilidad de que Unasur finalmente corone a la región como una zona de paz, algo indispensable para seguir avanzando en una unidad e integración regional adecuadas para las próximas décadas.
El balance de estos ocho años es más que positivo, y da cuenta de un avance sustancial en términos de integración. El desafío será, entonces, que Unasur consolide en los próximos años estos avances, impulsando además los puntos previos. De acuerdo con lo descripto, se puede ser optimista: el ciclo abierto en Mar del Plata 2005 no sólo no está cerrado, sino que puede tomar aun más cuerpo en cuanto a su propia institucionalidad.
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