De los muertos que crecen y se agrandan: Jorge Carbonell Cuevas (1914-1938) |
Escrito por Félix Ojeda Reyes |
Sábado, 28 de Febrero de 2015 05:35 |
"A Jorge Carbonell le sorprende la guerra cuando se preparaba a comenzar su tercer año de medicina. Inmediatamente, decide empuñar las armas en defensa de la República. Su bautismo de fuego lo recibe en las montañas que bordean la parte norte de Madrid. En octubre de 1936 resulta herido en el muslo izquierdo por un pedazo de metralla. Después de permanecer recluido durante 10 días en un hospital volvía al frente de guerra."
En distintas ocasiones los detalles de la historia nos llegan por rutas inesperadas. Conviene recordarlo y debo explicarme. Hace muchos años, en la Cuba de la Revolución, tuve el honor de conocer a un buen amigo. Era sastre de profesión y polaco de nacimiento. Perseguido por sus actividades “ilícitas” en la juventud comunista de su patria, ante la posibilidad de que le fuera impuesta una condena a muerte, llegó a La Habana como emigrado político, en 1924, cuando apenas tenía 19 años de edad. En agosto de 1925, junto a los inmortales Julio Antonio Mella y Carlos Baliño, Fabio Grobart (1905-1994), fue miembro fundador del primer partido de los comunistas cubanos.
A Jorge Carbonell le sorprende la guerra cuando se preparaba a comenzar su tercer año de medicina. Inmediatamente, decide empuñar las armas en defensa de la República. Su bautismo de fuego lo recibe en las montañas que bordean la parte norte de Madrid. En octubre de 1936 resulta herido en el muslo izquierdo por un pedazo de metralla. Después de permanecer recluido durante 10 días en un hospital volvía al frente de guerra.
Tomado de Claridad
En distintas ocasiones los detalles de la historia nos llegan por rutas inesperadas. Conviene recordarlo y debo explicarme. Hace muchos años, en la Cuba de la Revolución, tuve el honor de conocer a un buen amigo. Era sastre de profesión y polaco de nacimiento. Perseguido por sus actividades “ilícitas” en la juventud comunista de su patria, ante la posibilidad de que le fuera impuesta una condena a muerte, llegó a La Habana como emigrado político, en 1924, cuando apenas tenía 19 años de edad. En agosto de 1925, junto a los inmortales Julio Antonio Mella y Carlos Baliño, Fabio Grobart (1905-1994), fue miembro fundador del primer partido de los comunistas cubanos. En 1951 tuvo que repatriarse. Entonces volvió a la Europa de su niñez. Recorrió las calles de Budapest, estuvo en Viena y vivió en Praga. Después de la derrota de la dictadura de Batista, recibió visitas de distinguidos dirigentes cubanos, entre ellos el comandante Ernesto Guevara, quienes le pidieron que regresara a La Habana. A principios de 1961, Fabio Grobart conoció a Fidel: “Antes había conocido a Raúl, cuando visitó mi casa en Checoslovaquia en 1960. De Fidel, pude darme cuenta la extraordinaria y atractiva personalidad que era. Le tomé una gran simpatía, me sentí con él como si hubiera hablado con un viejo amigo, un hermano que hacía años no veía”. Miembro creador en 1965 del actual Partido Comunista de Cuba y electo a su Comité Central, Fabio también fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Yo le conocí en el Palacio Aldama, cuando presidía el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de Cuba. Hubo un momento cuando le entregué copia microfilmada de las actas del club “Las Dos Antillas”, organismo de base del Partido Revolucionario Cubano (1892-1898), el partido de Martí, que se constituía para lograr “con los esfuerzos reunidos de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. En otra ocasión llevé al Instituto de Historia de Cuba una colección completa del periódico Liberación (1946-1949), que publicaba en Nueva York un reducido número de republicanos españoles. A éstos se sumarían reconocidos comunistas de Cuba y Puerto Rico, dándole amplitud política al proyecto de los exiliados españoles. Curiosamente, recuerdo que pasé varias horas platicando con Fabio. Él, con su fuerte acento europeo que nunca perdía, me agradeció la copia microfilmada del periódico Liberación. A su vez, Fabio me entregó una copia, en carpeta dura, de un libro que he guardado todos estos años: Cuba y la defensa de la República Española (1936-1939), publicado en 1981 por el Instituto de Historia. El volumen recoge los testimonios de múltiples combatientes cubanos que habían estado en la guerra civil e integra, además, documentos probatorios de la solidaridad cubana con el pueblo español en los contornos de la política y lo militar. El volumen también exalta el valor y las convicciones del patriota puertorriqueño, Jorge Carbonell Cuevas, al rendir su vida peleando por la República española. Don Julio Mangada Rosenörn, Coronel de Infantería, Jefe de la Columna de su nombre: “Certifico que el miliciano portorriqueño Jorge Carbonell Cuevas se encuentra en esta columna desde el día diez y ocho de julio último, habiendo observado buena conducta y valor, prestando unos excelentes servicios en su respectiva compañía. Ha tomado parte en importantes hechos de armas, habiendo observado igualmente un valor frío y sereno. “Y para que conste, expido el siguiente certificado de conducta excelente en Navalperal de Pinarés, a veintitrés de setiembre de mil novecientos treinta y seis. “(Fmdo.) “Julio Mangada Rosenörn” Aquí son necesarias las palabras de Fidel: “Surge en el año 1936 la guerra civil en España, donde los enemigos de la República son apoyados en la sublevación por Hitler y Mussolini. Se movilizan las Brigadas Internacionales, que allí escribieron una de las más hermosas páginas del internacionalismo proletario. Nuestro pueblo envió casi mil combatientes a luchar en España contra el fascismo. Nunca podremos olvidar que allí dieron su vida generosa hombres del calibre y la dimensión humana de Pablo de la Torriente Brau. Ésta es, a nuestro juicio, una de las más nobles y heroicas contribuciones al movimiento revolucionario mundial de nuestro primer Partido Comunista, inspirador de esta acción solidaria”. Margarita M. Asencio López me ha enviado un muy breve, pero valioso ensayo, de su autoría, producto de una esmerada investigación, donde se aprecia la solidaridad y las proezas de Jorge Carbonell mientras combatía junto al pueblo de España en defensa de la República. Su título: “En mi casa falta un cuerpo. Los 100 años de Jorge Carbonell Cuevas”. Carbonell nace en Cabo Rojo el 15 de octubre de 1914. Proviene de generosa y acomodada estirpe. Uno de los miembros de su familia, José Celedonio Carbonell del Toro, ornitólogo, hacendado cañero y empresario, había sido amigo y colaborador del Dr. Betances. Carbonell del Toro, junto a su hermano Salvador, doctor en medicina, estuvieron complicados en los sucesos del Grito de Lares. Trasladadas desde París, las cenizas del Dr. Betances llegaron al puerto de San Juan el 5 de agosto de 1920. Miles de personas llenaron la explanada de los muelles de la capital esperando el solemne momento en que fuera sacada la urna que contenía los restos del apóstol de nuestra independencia. Tres días más tarde, otras miles de personas recibían en Cabo Rojo las cenizas de su distinguido hijo. Margarita Asencio informa que la comitiva fúnebre venía de Mayagüez por la carretera de La Bajura y pasó frente a la residencia de los Carbonell. “La figura honrada, el gentío y la tradición familiar deben haber sido elementos que convirtieron esa experiencia en una imagen alucinante”. El protagonista de nuestra historia, Jorge Carbonell, había terminado sus estudios secundarios en Cabo Rojo y durante el verano de 1934 parte hacia España a estudiar medicina en la Universidad Central de Madrid. Iba con un pasaporte en el que aparecía su dirección en Puerto Rico y una de la avenida Fulton, en el condado del Bronx. Sin embargo, esa última dirección no era la de su hermana Josefina, residente en Washington Heights, sino la de Bill Sussman. Asencio López nos dice que Sussman “era un organizador obrero y militante del Partido Comunista de EE. UU., que estuvo trabajando en Puerto Rico en 1936”. Don Julio Mangada Rosenörn, Coronel de Infantería, Jefe de la Columna de su nombre: “Certifico que el miliciano portorriqueño Jorge Carbonell Cuevas se encuentra en esta columna desde el día diez y ocho de julio último, habiendo observado buena conducta y valor, prestando unos excelentes servicios en su respectiva compañía. Ha tomado parte en importantes hechos de armas, habiendo observado igualmente un valor frío y sereno. “Y para que conste, expido el siguiente certificado de conducta excelente en Navalperal de Pinarés, a veintitrés de setiembre de mil novecientos treinta y seis. “(Fmdo.) “Julio Mangada Rosenörn” A Jorge Carbonell le sorprende la guerra cuando se preparaba a comenzar su tercer año de medicina. Inmediatamente, decide empuñar las armas en defensa de la República. Su bautismo de fuego lo recibe en las montañas que bordean la parte norte de Madrid. En octubre de 1936 resulta herido en el muslo izquierdo por un pedazo de metralla. Después de permanecer recluido durante 10 días en un hospital volvía al frente de guerra. Carbonell regresa a Puerto Rico a principios de 1937, por la vía de Nueva York, en el vapor “Coamo”. Reluciente de felicidad, al llegar al Cabo Rojo de su niñez, “el pueblo lo cargó en hombros”, dándole el recibimiento de un héroe. Eliseo Combas Guerra, del desaparecido periódico El Mundo, que se publicaba en San Juan, le preguntó a Carbonell por qué siendo él un estudiante de medicina, con dos años de estudios, no se dedicó a labores propias de su vocación. “No quise trabajar desde el primer momento en hospitales, porque no ‘me encontraba’. Eso me propusieron inmediatamente, pero me negué a trabajar de médico. Lo que tenía eran deseos de lucha y creí que mi ayuda al Gobierno sería más efectiva en la trinchera”. “Otro de los documentos lee: “El General Presidente de la Junta Delegada de Defensa de Madrid. “Queda autorizado el ciudadano norteamericano Jorge Carbonell Cuevas para trasladarse a Valencia y salir fuera de España. “Se le ruega a las autoridades y milicias no le pongan impedimento alguno. “Madrid, 31 diciembre, 1936. “Este fue el permiso para que Jorge pudiera abandonar a España. De Madrid pasó a Valencia, de aquí a Barcelona, luego a Marsella, y de allí a Nueva York para regresar a San Juan, en donde se encuentra en estos momentos rodeado del cariño de los suyos”. El Mundo. San Juan, 3 de febrero de 1937. Jorge Carbonell “siempre demostró un valor frío y sereno en la línea de combate”. Así lo hizo saber su jefe militar, el teniente coronel de infantería, Julio Mangada Rosenörn (Cuba 1877-México 1946), uno de los militares republicanos más famosos de la Guerra Civil española. Por otro lado, las ideas proletarias del estudiante de medicina se recogen claramente en la entrevista que le hizo Combas Guerra: “Quisiera, si es que usted va a decir algo de esta conversación en su periódico que haga mención a la gran labor que realizan los mineros asturianos. Ellos son el orgullo de España. Del Bueno y González Peña son unos héroes. Ser minero asturiano es un orgullo. Tan efectiva ha sido la práctica de estos hombres que ahora todas las fuerzas de Madrid tienen sus mineros”. (3 de febrero de 1937). Estando en Cabo Rojo, Jorge recluta a Pablo y a Víctor Antonio, sus dos hermanos, y a un compueblano comunista, Manuel Cofresí Ramírez. Los cuatro boricuas pelean juntos en el frente de Aragón. Ya Jorge era teniente de una compañía de ametralladoras en las Brigadas Internacionales. En Teruel, enero de 1938, Pablo y Víctor resultan heridos, mortalmente el primero. A Jorge le piden comunicar a su familia el deceso del hermano mayor. Víctor Carbonell Cuevas regresó a Puerto Rico, a principios de octubre de 1938, en el vapor “Borinquen”. Tenía 21 años de edad. Después de 13 meses de ausencia, Víctor también fue objeto de una cálida y concurrida bienvenida. Lamentablemente, en Puerto Rico se desconocían los incidentes ocurridos el 6 de septiembre de aquel año. Margarita Asencio nos dice que Jorge “cayó abatido de un balazo en el pecho, en un día y unas circunstancias que no se han podido precisar”. Aquí sería bueno traer a colación el testimonio del combatiente cubano, Carlos Manuel Arias de la Rosa, quien le dio sepultura en el campo de batalla al mártir puertorriqueño. De procedencia campesina, Arias de la Rosa había nacido en Palma Soriano el 20 de mayo de 1906. Tomó parte en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y, conectado con las organizaciones antiimperialistas cubanas, marchó a defender la República Española. Reproducimos a continuación las palabras de Arias de la Rosa, según las recoge Cuba y la defensa de la República Española (1936-1939), el libro que Fabio Grobart me había obsequiado: “Al hacerse cargo nuevamente de la Compañía el capitán (Jorge) Carbonell, se nos ordenó atacar la cota 601, a la derecha de Gandesa. Marchamos sobre el objetivo, Carbonell en el centro, Al Stone a la derecha y yo a la izquierda. Cuando estábamos coronando la cota, como a las ocho de la noche y bajo una llovizna, Carbonell recibió un balazo, cayendo muerto boca abajo, en los momentos en que sonaba el teléfono ordenando retirada. No teníamos camilleros y se nos hacía dificultoso sacar de allí el cadáver de nuestro jefe, que pesaba unas doscientas libras. Decidí quitarle las insignias del uniforme y darle sepultura en aquel mismo lugar. Esto ocurría el 6 de septiembre (1938). El enemigo, suponiendo tal vez que nos estábamos fortificando, no continuó el ataque a dicha posición”. Hemos querido rendirle homenaje de admiración y respeto a un hombre de Cabo Rojo, mártir, internacionalista, que rindió su vida sirviéndole al pueblo republicano español. Jorge Carbonell Cuevas no fue a España a defender intereses mezquinos. Y más que soldado fue un héroe desprendido y generoso. Estuvo en Madrid educándose para servirle a su patria como médico y, “cuando la guerra lo impidió, sirvió de otra manera: defendiendo la democracia, la libertad, la justicia social… Por esos ideales, entregó… la vida. Por eso merece un lugar de honor junto a Betances… ¿Cuándo se lo concederemos?” |
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