Es cierto que un pueblo unido jamás será vencido, pero igual de cierto es que un pueblo dividido es su peor enemigo. Entendiendo esta verdad, cuando salimos de prisión en 1979 los cuatro nacionalistas –Lolita, Oscar, Irvin y yo– los últimos tres decidimos organizar el Comité Unitario Independentista (CUI).
El principio básico del Comité era que los miembros de las distintas organizaciones nos juntáramos en aquello que coincidiéramos, respetando las diferencias que pudieran existir entre los distintos grupos. ¡El respeto sobre todo! Tanto así, que si una reunión del CUI confligía con la de otra organización, debía darse prioridad a la reunión de la organización de cada cual, teniendo siempre presente que el enemigo era –y sigue siendo– el imperialismo yanqui. Desgraciadamente, por una serie de situaciones nos dimos cuenta de que el intento por unir las fuerzas patrias desunía y procedimos a hacer una “pausa”.
En estos momentos que vivimos la Patria y el pueblo puertorriqueño están siendo atacados inmisericordemente. Las fuerzas antipuertorriqueñas al servicio de los intereses yanquis, del Fondo Monetario Internacional y su neoliberalismo amenazan la existencia misma de la Patria y la sobrevivencia de nuestro pueblo como nación.
Esa realidad es tan obvia que no hay que ser un genio para palparla, y no hay que ser un gran patriota para entender la necesidad de que las fuerzas patrias no entremos en conflicto unas con las otras pues eso solo fortalecerá al enemigo de todos.
Hay veces que las diferencias y la diversidad son necesarias, pero siempre dentro un marco fraternal. Si todos queremos el bien de la Patria, no debería ser imposible darnos la mano en el camino hacia un Puerto Rico dueño de su destino. Lamentablemente, he escuchado frases insultantes entre unos y otros, como si fuéramos enemigos y no compañeros de lucha.
Con respecto a las formas de lucha, yo mismo, como nacionalista que soy, no participo en las elecciones coloniales, pero respeto a todo aquel o aquella que de buena fe lo haga. No solo respeto al independentista que participa en el proceso electoral colonial, sino que respeto aun a aquellos del pueblo que de buena fe hacen cruces por el PPD o el PNP. Sabemos que hay mucha enajenación y uno no culpa al enajenado, sino al que lo enajenó. Hablo del pueblo, no de los politiqueros que viven de engañar a su pueblo. Todos los pueblos –por fortuna– tienen patriotas, aunque también sufren de la maldición de los vendepatria. Otra forma de lucha con la que difiero aunque respeto profundamente es la desobediencia civil pacífica, pues aunque la respeto, prefiero confrontar de tú a tú a los que manipulan la fuerza bruta irracional y se la echan encima a los pueblos, tirando la piedra y escondiendo la mano. Sí, se puede diferir respetuosamente.
El arma más letal que tienen los imperios y los esclavistas contra los pueblos es dividir y poner al pueblo a pelear unos contra otros. No caigamos en esa trampa. Siempre he tratado de no usar términos que puedan ofender a las fuerzas patrias, militen donde militen. Hay veces que es tan imperativo decir la verdad que es un deber expresarla –aunque se pueda ofender el más querido de los hermanos– pero decirla respetuosamente. A quien no respeto ni respetaré jamás es al opresor de mi pueblo: el imperialismo yanqui y sus lacayos.
El cáncer no se cura escondiéndolo y en estos momentos, como siempre, la comodidad que más me interesa es la de mi conciencia. Esta es la que me impulsa a señalar la destructiva tendencia hacia la división entre nuestras fuerzas patrias.
No quiero concluir estas palabras sin extender un abrazo a todas y todos los que pese a la persecución y el hostigamiento se atreven dar la cara por nuestro pueblo, y gracias a la juventud universitaria que en estos momentos lo hace por todos nosotros. Unámonos todos y venceremos porque ¡sí se puede! ¡Pa´lante siempre!
5 de febrero de 2011 San Juan, Puerto Rico
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