Del bloqueo y la asfixia internacional al diálogo. El papel de los nuevos gobiernos de América Latina en el cambio de la administración Obama. Las resistencias de la derecha norteamericana a las nuevas medidas, que incluyen la reapertura de embajadas.
El anuncio de un avance en la normalización de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba fue sin lugar a dudas la noticia destacada de la semana para la prensa internacional. Y seguramente sea una de las noticias internacionales del año, a la hora de hacer un recuento por los hechos más importantes que nos deja este 2014 que ya se va, y quién sabe si no de las últimas décadas. Los anuncios, brindados en simultáneo por Raúl Castro y Barack Obama el miércoles pasado, coincidieron con el canje de prisioneros por el cual tres de "Los Cinco" cubanos retornaron a La Habana –antes ya habían vuelto los otros dos–, y el ex contratista de la USAID, Alan Gross, pisó territorio norteamericano por primera vez en cinco años. Así, se cerró una primera página conflictiva entre ambos países luego de medio siglo de enfrentamientos, a la espera de poder tratar el tema central que aún los sigue distanciando: el bloqueo económico, financiero y comercial que EE UU impone sobre la isla, y cuyo fin deberá ser tratado en el congreso norteamericano.
Para entender el contexto de los anuncios es necesario dar cuenta del largo período de confrontación entre ambas naciones. Fue luego del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, cuando la estrecha relación que Estados Unidos tenía con la isla –sobre todo durante la dictadura de Fulgencio Batista– comenzó a cambiar. Pero todo se precipitó luego de las nacionalizaciones ordenadas por Fidel Castro en 1961, y su anuncio de filiación marxista-leninista. Tras ello, vino el intento de invasión en Playa Girón –la primera gran derrota militar norteamericana en el continente– y la expulsión de la isla, por motivos puramente ideológicos, de la Organización de Estados Americanos –OEA– en 1962, durante la histórica reunión de Punta del Este a la que acudió Ernesto "Che" Guevara. Y, por supuesto, el nacimiento del bloqueo, aprobado por el presidente Dwight Eisenhower, que, de acuerdo a datos estadísticos de La Habana en octubre de este año, provocó pérdidas de 117 mil millones de dólares para el comercio de la isla durante las últimas cinco décadas, y privó a la isla de insumos básicos necesarios durante mucho tiempo, sólo soportadas por el juego geopolítico que permitió una férrea alianza con la URSS durante la guerra fría.
La caída de la Unión Soviética, a inicios de los '90, significó un duro golpe en cuanto a las alianzas internacionales de Cuba, ante el avance de un mundo unipolar con hegemonía de Washington, que incluso incrementó el bloqueo mediante nuevas leyes en pleno apogeo del neoliberalismo. Vendrían años de menor crecimiento económico y grandes dificultades para la isla: llegaba el conocido "período especial", con grandes sacrificios para sus habitantes. Sólo con el florecimiento de nuevos gobiernos en América Latina, Cuba consiguió nuevas alianzas, que le permitieron oxigenarse y seguir adelante. Fue Venezuela, con el arribo de Chávez al gobierno en 1999, la que dio el primer paso: ambos fundaron el ALBA. Luego el propio Fidel Castro asistió a la asunción de Néstor Kirchner, en 2003, y saludó la llegada del Frente Amplio al gobierno en Uruguay, en 2005. Ese mismo año, además, el gobierno cubano se interesó sobremanera por la derrota de la propuesta del ALCA, la alianza de libre comercio que EE UU pretendía consumar desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y que fue derribada por el tridente Chávez-Kirchner-Lula en Mar del Plata. Luego llegarían Evo Morales y Rafael Correa, en Bolivia y Ecuador, otros países que apuntalaron a Cuba fuertemente, sumándose al ALBA. Así, Cuba desplegó "puertas afuera" su política educativa –con el método de alfabetización "Yo si puedo", que se implementó en todo el continente– y de salud –con la "Misión Milagro", que operó a casi 4 millones de personas en 21 países del mundo–. La isla sintió un nuevo reconocimiento de América Latina, que dejó de darle la espalda para integrarla como un miembro más, de fuerte contenido simbólico.
En los últimos años, una creciente corriente de la opinión pública internacional comenzó a presionar al gobierno de Obama para rectificar la política exterior hacia Cuba. The New York Times publicó siete columnas pidiendo el fin del bloqueo. Y en la Organización de las Naciones Unidas se continuó votando, año tras año desde la década del '80, el rechazo a que este embargo continúe. En 2014, 188 países se manifestaron contra la política norteamericana sobre la isla y sólo dos lo hicieron por EE UU, uno de ellos de su propia representante. Al mismo tiempo, Cuba aumentó su influencia en nuevas instancias, producto de su nueva sintonía con el conjunto de gobiernos posneoliberales que se afianzaron en la región: en enero organizó la cumbre de la CELAC –un organismo panamericano sin EE UU ni Canadá–, tras un año de haber ejercido su presidencia pro témpore. Nada menos que el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, se hacía presente en La Habana para presenciar esa reunión, aun cuando la isla había sido expulsada de aquella organización. Las recientes visitas de los presidentes de China y Rusia –Xi Jinping y Vladimir Putin, respectivamente– blindaron aun más al gobierno de Castro en 2014, mostrándolo como un interlocutor válido a escala mundial, en un nuevo orden crecientemente multipolar. Las diversas reformas económicas emprendidas por la isla en los últimos años, bajo la idea de actualizar el socialismo cubano, tuvieron el visto bueno de estas potencias emergentes.
Alfredo Durán, expresidente del Partido Demócrata de Florida, manifestó tras los anuncios del miércoles que "el mensaje más importante del discurso de Obama es que, por primera vez en cincuenta años, la política de Estados Unidos hacia Cuba ha dejado de ser una política electoral y se ha convertido en una política de relaciones exteriores. Antes, la política hacia Cuba se manejaba solamente por los votos de los estados de New Jersey y La Florida." Con el planteamiento de discusión del bloqueo en el Parlamento, y el visto bueno nada menos que del Vaticano, tras las gestiones del Papa Francisco, Obama coloca ahora una gran responsabilidad en el bloque republicano, que controla ambas cámaras tras las elecciones pasadas. Sabe que algunos personajes radicalizados de la derecha norteamericana, como Ileana Ros-Lehtinen o Marco Rubio, se posicionarán en contra de este nuevo momento en las relaciones con Cuba, pero confía en la racionalidad de los principales actores de la dirigencia política de su país, que fue incluso la que le exigió durante estos años una flexibilización hacia la isla.
La renuncia del director de la USAID, Rajiv Shah, luego del anuncio de Obama, demuestra también que dentro de la propia institucionalidad norteamericana hay aún elementos que desconfían de estos posicionamientos, bajo la creencia de que Obama cede más que Castro. Durante 2014, tres movimientos de la USAID en relación a Cuba –y el desgaste de su gobierno– fueron descubiertos por la prensa internacional: la infiltración de grupos musicales de hip hop, el intento de creación de un "twitter cubano" –Zunzuneo–, y el viaje de una docena de jóvenes, quienes bajo la fachada de talleres de prevención contra el HIV buscaban reclutar activistas políticos contra el gobierno de Castro. ¿Podrá la renuncia de Shah, posiblemente acordada entre Castro y Obama tras su comunicación telefónica, hacer amainar las operaciones de la USAID en la isla? Los próximos meses dirán. Mientras tanto, ambos gobiernos muestran un camino de diálogo abierto que, a priori, favorece a los dos, pero deja mejor parada a la administración de La Habana, en mejores relaciones de fuerza para torcer finalmente el bloqueo. Las negociaciones, sin dudas, serán arduas, pero el rol de Francisco para "pasar la página" de desencuentros y lograr aquella importante decisión, también puede ser decisiva para solidificar este nuevo momento entre ambas naciones. a
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