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Flexibilidad en la praxis política, firmeza en los principios PDF Imprimir Correo
Escrito por Eduardo Villanueva Muñoz / Portavoz Comité Pro Derechos Humanos   
Jueves, 18 de Diciembre de 2014 00:34

cubaEl pueblo de Cuba lleva cincuenta y cinco años tratando de construir una sociedad diferente  a la que enfrentó la revolución cubana en 1959 y a la que vivían la mayor parte de los países de Latinoamérica. Fidel Castro ha definido lo que es una Revolución en términos tajantes, como el intento de una nación de construir un nuevo orden, para lo cual hay que derrumbar los cimientos del antiguo orden.

 

 

 

Es un proceso doloroso y complejo que requiere valor, trabajo constante, vigilancia estricta de los principios en los que se ha de fundar la nueva sociedad y flexibilidad para descartar las políticas que no funcionan y adaptar nuevas estrategias y soluciones a los cambios de los tiempos. En el proceso se cometen errores que obligan a la autocrítica y a recurrir al pueblo para que los entienda y sugiera soluciones alternas que nazcan de las bases populares y la experiencia de los trabajadores que ofrecen su talento y su esfuerzo para transformar la sociedad en una más justa y democrática de verdad.

Hace cuatro años, en un encuentro en Holguín, por la libertad de los cinco y de Oscar López, me decía una cubana que ese proceso de revisión y autocritica había comenzado en Cuba sin saber en qué habría de terminar, pero seguros de que se salvarían las conquistas sociales de la revolución cubana. Me aseguraba esta compañera, que el socialismo cubano era sui generis, que se construía a la cubana, que no era Bolivariano, ni soviético, ni chino, aunque tuviera influencia de todos. El resultado de esas más de cinco décadas de revolución, es una  sociedad educada, culta, trabajadora, valiente, que sabe reconocer sus avances y trabajar  para superar sus errores, sin copiar a nadie.

Con la liberación de los tres patriotas cubanos en el día de hoy, vemos que la cubana tenía razón. El pueblo tuvo fe en su dirigencia y en la perseverancia de sus principios, para  lograr que el día en que esa victoria se alcanzara, sus compatriotas pudieran regresar a la patria que defendieron, a riesgo de su vida y al precio de su libertad, sin que su pueblo tuviera que renunciar a un solo principio de la revolución que inspiró su lucha. Los imperios y las naciones poderosas, saben que tienen la fuerza militar y el poder para aplastar a una nación  más pequeña, pero saben también que no tienen, a fuerza de perder su prestigio y su moral en el mundo, la facultad para arrodillar a un pueblo que está firme en sus valores y en la defensa de su historia nacional, defendida a sangre y fuego. Esa es la lección que nos da y se brinda a si misma Cuba, en este momento en que los patriotas que la defendieron, son arrancados de las entrañas del monstruo, como decía Martí. Los patriotas cubanos regresan a su patria incólumes, orgullosos del pueblo que defendieron y que les reciprocó con su apoyo incondicional y con la perseverancia en la defensa del ideal de construir una sociedad más justa e inclusiva para todo cubano. Falta mucho para completar los objetivos de esa revolución que destruyó el viejo  orden, pero  que aún labora y se esfuerza en construir un sistema que produzca bienes y servicios para la generalidad de la población, a tal grado que permita suplir las necesidades esenciales para garantizar la dignidad de todo ser humano que trabaja y lucha en Cuba.

Nosotros los puertorriqueños, que buscamos conseguir la excarcelación de Oscar López, tenemos mucho que aprender de la victoria heroica que acaba de conseguir el pueblo cubano. Tenemos que conseguir la unidad del pueblo, no solo basada en argumentos de compasión y de derechos humanos, sino también en el respeto y la comprensión, aunque no se compartan,  de todos los ideales que inspiraron y motivan la lucha de Oscar por nuestro pueblo. El primero, el derecho a la autodeterminación de  los puertorriqueños. Corolario de este, la lucha para descolonizar a Puerto Rico y lograr establecer con EE.UU. una relación de respeto a nuestra personalidad latinoamericana y caribeña, así como a nuestro vernáculo, el español. De igual modo, la lucha por mejores salarios y empleos dignos para nuestra gente. La garantía del derecho a la salud, no importa el nivel de ingreso de cada ser humano y el derecho a una educación basada en la libertad del educando, para desarrollar pensamiento crítico y vínculos solidarios con su pueblo. La excarcelación de Oscar es un imperativo categórico para que el gobierno de Estados Unidos pueda demostrar al mundo, que puede ser líder de causas justas y que respeta la integridad  de las naciones con las cuales pretende tener relaciones amistosas y de respeto mutuo. Hay que reconocer el gesto valiente y justo del Presidente Obama para con Cuba y también como ejemplo aleccionador para el mundo, de lo que puede conseguirse con diálogo respetuoso, sin  uso excesivo de la fuerza de las armas, que siempre es más débil, que la fuerza  de la moral. Todas estas lecciones se derivan de la gesta de Cuba y Estados Unidos en el día de hoy. Falta que se escuche el clamor justo de nuestro pueblo, de la nación puertorriqueña y Estados Unidos se libere así mismo, excarcelando el paradigma de la libertad, que es Oscar López Rivera


 

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