La Revolución Bolivariana de la mano del pueblo celebrarán este domingo 13 de abril, el 12º aniversario del triunfo sobre el golpe de Estado del 11-A, derrotado a menos de 48 horas de haber sido asestado, hecho único en la historia del mundo, otro evento más de los que han hecho de abril un mes de históricas victorias para los procesos revolucionarios en la Patria de Bolívar y de Chávez.
Y es que en abril se abrieron los caminos hacia el rescate de la dignidad y soberanía del pueblo venezolano, secuestrado con otros pueblos hermanos, por 2 imperios y las oligarquías criollas que a lo largo de cinco siglos lo subyugaron y saquearon sus recursos arrojándolo a abismos de hambre, miseria, enfermedad e ignorancia mientras ellos bogaban en la opulencia y el lujo y se desarrollaban con el botín robado.
De allí el valor histórico y festivo del mes para sus hijos, en el cual se dio la insurrección política del 19 de abril de 1810, punto de partida hacia el 5 de julio de 1811 con la declaración de la primera independencia, seguida de una épica lucha de 13 años, liderada por Bolívar.
La heroica gesta culminó el 9 de diciembre de 1824 con la Batalla de Ayacucho, librada el “Ejército venezolano, libertador de Pueblos”, al mando de Sucre, cuya histórica victoria ocultó para siempre el sol del Imperio español en América.
Y cuando todo hacía pensar que la Patria Grande se encaminaba hacia la unidad soñada por Bolívar, surgieron los demonios de la oligarquía con sus intrigas separatistas que llevaron al Libertador a la tumba junto con el ideal integracionista que soñó para esos pueblos, que vivieron dos siglos separados y aislados como islas, hasta que Chávez lo resucitó y tendió puentes de integración entre ellos.
Para alcanzarla, el Comandante debió librar duras batallas contra el Imperio y sus vasallos, y cual profeta solitario que pregona en el desierto, lo hizo de Cumbre en Cumbre, divulgando con perseverancia su mensaje integrador en un desierto de indiferencia, hasta que, al fin fue escuchado gracias a la perseverancia, que aprendió de Bolívar, quien dijo que “Dios concede la victoria a la Constancia.”
Lo que siguió fue una avalancha progresista y revolucionaria que cambió para siempre el mapa político, económico y social de América Latina y el Caribe, cuando un grupo de lideres progresistas y revolucionarios, se sumaron al Alba, primer mecanismo de integración regional creación de Chávez y Fidel, pionero de ese impulso integrador que llevaría a la creación de Mercosur, Unasur, Petrocaribe y la Celac.
Hoy, Venezuela y el resto de los pueblos hermanos de la Patria Grande ya no están solos y aislados como antes, pues forman parte de un monolítico bloque de naciones que salen en su defensa cada vez que EEUU, junto con sus cómplices de las oligarquías criollas, pretenden destruir sus democracias, como ya ocurrió una vez en Bolivia y Ecuador y en Venezuela en los últimos 15 años.
Empezó el 11-A de 2002, cuando, a solo 3 años de que Chávez asumiera el poder, la oligarquía apátrida, siguiendo las órdenes de su amo, asestó un zarpazo traicionero contra su obra magistral, el inédito y pacífico proceso económico, político y social que es la Revolución Bolivariana, pensando que Venezuela esta vez caería para siempre en manos de su amo.
Se equivocaron, porque 2 días después, el 13-A, se dio un evento único en la historia y el que con mayor amor y celo guarda la memoria colectiva del pueblo venezolano, suceso que por la inmediatez de su respuesta sorprendió al mundo que aún no sale de su asombro, ya que, a menos de 48 horas de producirse el cobarde golpe de Estado, el pueblo y la fuerza armada, restituyeron en el poder a Chávez.
Hazaña inolvidable la protagonizada ese día por el pueblo, que sin más armas que su lealtad y amor por Chávez, hizo huir en desbandada a las aves carroñeras con figura humana que celebraban en el Palacio de Miraflores su efímera victoria, mientras se disponían a devorar como en festín de buitres, lo que creían era el cadáver de la Revolución Bolivariana.
A partir de ese día, Chávez retomó el mando la Patria, que a los pocos meses y a lo largo de los últimos 12 años, navega por un mar plagado de conjuras que el Imperio y sus lacayos criollos volvieron a desatar en vano intento por destruir la Revolución Bolivariana y el proceso integrador de la Gran Patria que bajo su inspiración y liderazgo hizo realidad el sueño de unidad que Bolívar.
Fue su voluntad y liderazgo a todo prueba, lo que le permitió superar todas y cada una de esas desestabilizadoras tempestades, apoyado como siempre por la lealtad la fuerza armada y del pueblo que con su voto lo llevó a triunfar nuevamente en casi una veintena de procesos comiciales,
El último fue el celebrado el 7 de octubre de 2012, cuando, con admirable estoicismo y valor, soportando el dolor de la penosa enfermedad que lo aquejaba derrotó al golpista y candidato perdedor de siempre, Henrique Capriles Radonski.
Y poco antes de partir hacia la eternidad, desde donde sigue guiando con su ejemplo a quienes hoy esgrimen los estandartes de su legado, supo escoger con sabiduría a quien debía continuar su obra libertaria, y en diciembre de ese mismo año, se despidió de su pueblo diciéndole:
“Si se presentar alguna circunstancia sobrevenida que a mí me inhabilite para continuar al frente de la Presidencia de la República, bien sea por terminar los últimos días que quedan (un mes) y sobre todo, para asumir el nuevo período para el cual fui electo por la mayoría de ustedes, Nicolás Maduro no solo debe concluir el período, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta y total es que en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones presidenciales como lo manda la Constitución, ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente de la República, yo se los pido de corazón”, le dijo, mientras apretaba en su manos el Crucifijo que siempre le acompañaba.
Y el pueblo, cumpliendo su mandato, como el más disciplinado y leal de los soldado, eligió el 14 de Abril, otro Victorioso Abril más de la historia patria, a Nicolás Maduro como presidente de los venezolanos, venciendo, tal como el eterno comandante lo había hecho 6 meses antes, a Capriles Radonski, quien frustrado y lleno de odio e ira llamó a sus violentos seguidores a “drenar toda su arrechera, en la calle.”
Lo hicieron asesinando a 11 inocentes, una mujer y dos niños entre ellos; asediando residencias de funcionarios, amenazando a sus esposas e hijos con quemarlos vivos; incendiando varias sedes del PSUV y destruyendo valiosos equipos y sistemas de algunos CDI, donde abnegados médicos cubanos y venezolanos, desde hace 11 años atienden a millones de humildes que no pueden pagar los prohibitivos honorarios que cobran las clínicas privadas.
A la ola de violencia iniciada por Capriles, se sumaron este año otros dos mercenarios del Imperio, Lepoldo López y María “Mentira” Machado, quienes arrebatándole la bandera del golpismo a Capriles, se lanzaron a la más reciente fase del golpe de Estado continuado, esta vez con la misión nefasta e imposible de derrocar a Maduro, el presidente obrero.
Fue una aventura desatada el 12-F, Día de la Juventud cuando Venezuela conmemoraba el 200º aniversario de la Batalla de La Victoria en la que, bajo el mando de Félix Ribas, un grupo de auténticos estudiantes vencieron a las hordas de Boves sin recibir más recompensa que la gloria por sus servicios a la naciente patria.
No como lo hacen hoy algunos jóvenes confundidos y envenenados por el odio que les fue inoculado quienes acompañados de paramilitares y narcotraficantes colombianos agreden al pueblo renunciando a la honrosa tradición de la lucha estudiantil para convertirse en marionetas del Imperio y la oligarquía.
Una estela de Violencia, destrucción y muerte es la que dejaron las hordas de Leopoldo y María “Mentira” en su irracional afán por derrocar al mandatario y a la Revolución Bolivariana, que hoy se yerguen más fuerte que nunca tras haber acorralado a la violencia y obligando a la MUD a someterse al diálogo bajo la mediación de Unasur, constituida una vez más en mensajera de paz y defensora de la Democracia y los DDHH en el subcontinente.
Atrás quedarán como un mal recuerdo, de ser sincero el compromiso asumido por la MUD, las guarimbas incendiarias, las barricadas con sus guayas degolladoras de inocentes, los francotiradores, la quema de árboles y libros, la destrucción de edificios y vehículos oficiales y particulares que provocaron cuantiosas pérdidas materiales estimadas en más de 10.000 millones de dólares.
Otro irracional saldo de violencia, destrucción y muerte, similar al que dejó el golpe de Estado del 11-A en el que se perdieron decenas de vidas inocentes y el sabotaje petrolero 2002 que, además de paralizar virtualmente al país y dejar sin Navidad a millones de niños venezolanos, acarreó la pérdida de 20.000 millones de dólares.
De allí que la primera prioridad que deberá asumir la Justicia venezolana, es desmontar el escenario que exhibe el trágico saldo de 40 muertes que dejaron a su paso cual apocalípticos jinetes Henrique, Leopoldo y María Mentira, que deben ser castigados sin posibilidad alguna de perdón por los crímenes de lesa Humanidad que cometieron.
Solo así podrá acabarse con la secular impunidad, “¡Clemencia criminal!” como la llamó Bolívar al denunciarla hace 200 años, y que desde entonces y hasta nuestros días ha sido una constante en el devenir histórico-jurídico de Venezuela, cuyo castigo debe ser punto de honor a defender rodilla en tierra por el gobierno bolivariano, si durante el diálogo, como ya lo ha adelantado la MUD pide perdón para esos asesinos.
Es el clamor del pueblo venezolano, víctima del genocida accionar de los violentos de Henrique, Leopoldo y María “Mentira”, que este Abril Victorioso que comenzó el 19-A de 1810, que se repitió el 13-A de 2002 con el rescate de Chávez y el 14-A de 2013 con el triunfo electoral de Maduro, exige como desagravio a El Libertador, severa condena para esos apátridas que por un puñado de dólares se vendieron al Imperio.
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