La jornada estudiantil del Paro de 48 horas había concluido. Los estudiantes, al igual que la huelga anterior, habían levantado las barricadas, emitido sus mensajes a
los presentes, y cada cual retomaba un descanso necesario. Unos en sus hogares y otros en lugares aledaños. El helicóptero, que como anticipo de bombardeos masivos contra objetivos calificados como territorio enemigo, había dejado caer una cantidad indeterminada de papeles con la proclama de “ley y orden”, ya no sobrevolaba el recinto universitario en actitud provocativa y amenazante como en la noche anterior y durante la Huelga.
Serían como las siete de la noche cuando, tras dar un recorrido por el perímetro exterior universitario, me aproximo a las inmediaciones del campus. Caminé hasta Plaza Universitaria donde muy pocos estudiantes mantenían sus respectivas conversaciones.
Allí se encontraban varias amistades que fueron partícipes de la jornada de 48 horas y entre ellas una amiga de estudios graduados con quien iniciamos un intercambio de ideas sobre el paro y la intransigencia de la administración y la inevitabilidad de la huelga. Visto a la distancia, el campus proyectaba la sensación de una imagen fantasmagórica como cuando se percibe el presagio de que algo va a ocurrir. La Torre se proyectaba en toda su majestuosidad arquitectónica y testigo silente de jornadas de lucha y símbolo de academia y autonomía universitaria.
Leves lloviznas caían desde lo alto. Los rumores en la radio sobre la eventual entrada de la fuerza de choque y la toma por asalto de los predios universitarios por las fuerzas policiales eran insistentes.
Frente a los portones y en los alrededores la presencia de efectivos policiacos era inusual, si se compara con la cantidad de efectivos visibles durante los dos días del paro. Periodistas de prensa escrita, radio y televisión y otros tantos fotoperiodistas preparaban sus equipos de trabajo entrando y saliendo de la Universidad en espera de lo que tal vez ellos tenían certeza.
La conversación continuaba. En cierto momento hago el comentario a mi interlocutora de que «–el paro terminó… hay una cantidad mayor de policías que la noche anterior… me parece que la próxima movida es la entrada de la fuerza de choque…».
Mientras transcurría la conversación, seguían llegando carros de efectivos policiacos. Tanto la división motorizada como policías regulares hacían más ostensible su presencia. Aproximadamente, entre 8:30 y 9:00 p.m., una fila de guaguas 4x4 se estaciona en dirección al portón principal cerca del Museo esperando la orden para hacer su incursión de reconocimiento.
Ya no había dudas. La orden comenzaba a ser ejecutada. Todo era tensión. Exageradamente un alto número de efectivos policiacos, bastantes periodistas y apenas unos cuantos estudiantes.
Desde Plaza Universitaria mirábamos estupefactos y coraje una vez más el ultraje, la flagrante violación y la militarización de la Universidad de Puerto Rico. Ya lo habían ensayado en otros recintos durante la mañana, pero Río Piedras era el principal bastión de batalla de la Jornada Estudiantil durante los días 7 y 8 de diciembre; el principal foco de resistencia al capitalismo salvaje y neofascismo reinante en nuestro país.
Serían como las 9:00 de la noche y mi primera llamada, a Hugo, notificándole de lo que se estaba percibiendo. Mientras tanto Amarilis hacía lo propio con estudiantes del programa de historia y otras amistades. Éramos muy pocos los que estábamos y la incursión no se había implantado. El correr del tiempo se percibía agónicamente lento. Más lento que lo imaginario o lo real.
Un poco más de las 11:00 p.m. se consumó el hecho. Poco a poco fueron entrando en caravana los 4x4 haciendo, lo que en términos militares se conoce como «un estudio de situación operativa»: del portón a la caseta de guardia doblando a la derecha en dirección a Facundo Bueso, Humanidades, Comunicación Pública, Pedagogía, la Residencia de Estudiantes, Bellas Artes, posiblemente doblando a la izquierda, pasando frente al nuevo edificio de Ciencias Naturales, Arquitectura, el Centro de Estudiantes, y la Biblioteca hasta llegar al punto de partida. Percibimos el inicio de la caravana policiaca. Tratándose de un operativo militar, lo mismo tuvo que haber sucedido desde la avenida Barbosa en dirección a Estudios Generales, Derecho, y Ciencias Sociales, entre otras estructuras.
La indignación y el coraje seguían creciendo y no existía la correlación de fuerzas para neutralizar la situación. Como poeta, maestro y estudiante de historia muchas imágenes regresaron a la memoria: las hordas Atila; la Gestapo alemana, la falange española asesinando a García Lorca y suprimiendo la inteligencia; la masacre de Tlatelolco en el 68 mexicano; la toma por asalto de universidades y quema de libros durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, el saqueo y destrucción de las pertenencias y obras de Neruda en Isla Negra.
La entrada de aquellas 4x4 recreaba también la imagen de una escuadra de infantería de guerra incursionando sorpresivamente y por todos los flancos en una operación de cerco y aniquilamiento para establecer su cabecera de playa y preparar el terreno para una incursión mayor. Pero la UPR no es ni puede ser un campo de guerra militar, sino un espacio académico-cultural cuya única batalla posible es la de las ideas.
Con la presencia de las hordas fascista de Luis Fortuño, los camisas negras y sicarios de Chiky Star se envalentonaron y montaron sus propias barricadas con los ya tan usuales zafacones anaranjados de 'no pase'.
Los que allí estábamos comenzamos a hacer llamadas y enviar mensajes. Los miembros de la fuerza policiaca también aumentaban en proporción al doble o triple de los que allí estábamos. Cerca de la media noche comenzaron a pasar en constantes caravanas escoltados por la unidad motorizada guaguas con efectivos de la fuerza de choque, la tensión, el coraje y la indignación crecían, pero la cordura prevalecía y se comenzó a organizar la resistencia. Cual hormiguero al estilo de la canción de Calle 13 comenzaron a aparecer estudiantes, profesores y empleados en defensa de nuestra universidad. Se organizó un piquete, y este crecía según aumentaba la presencia de estudiantes.
Cuánta no fue la sorpresa y alegría que transformó el coraje en compromiso de lucha y combatividad cuando una marcha de estudiantes residentes recorrió el campus desde el hospedaje hasta la Ponce de León para integrarse a la línea de piquete con una pancarta denunciando el «Arresto domiciliario» en que se encontraban y entonando la frase «!No!, ¡No! ¡No nos pararán / Y el que no crea que haga la prueba / No nos pararán.»
Han militarizado la UPR. El Recinto no es ni puede ser un campo de guerra militar. Es un espacio académico-cultural cuya única batalla posible es el de las ideas. Pero la han convertido prácticamente en un cuartel militar.
Si alguien pensaba que en esta Isla del Caribe existe democracia y no dictadura, tolerancia y no fascismo: He ahí el más flagrante ejemplo. Comenzaron por el Colegio de Abogados y ahora van por la Universidad. Quieren cosificar la inteligencia, quieren desmembrar la Universidad.
Así como los estudiantes, los trabajadores y los intelectuales lograron organizar y desarrollar la resistencia durante los regímenes de Hitler, Franco, Batista, Somoza, Pinochet y otros tantos execrables dictadores hasta lograr su derrota, ¡Organicémos y desarrollemos nuestra propia resistencia.
Transformemos cada espacio universitario, cada calle aledaña al recinto en campo de lucha y resistencia. |