En la madrugada del 30 de noviembre de 1868, a poco más de dos meses de los hechos de armas de Lares y el Pepino, un incidente en la calle del Comercio de San Germán puso al descubierto los trabajos de la Junta Revolucionaria de ese pueblo.
Según consta en el expediente del caso en el Archivo General Militar de Madrid (5155.14, carrete #25), un amplio número de personas se encontraba reunida en un café perteneciente al comerciante Gaspar Palmer dando vivas a la libertad y la república. En la lista de los arrestados durante esa madrugada figuró prominentemente el nombre de Francisco Mariano Quiñones, quien junto a Segundo Ruiz Belvis y José Julián Acosta, fue uno de los informadores que representó a Puerto Rico ante el gobierno español de 1866 a 1867.
Trasfondo histórico Previo al Grito de Lares el movimiento revolucionario puertorriqueño estaba organizado en una serie de juntas y legaciones secretas a lo largo de toda la isla cuyo propósito fundamental era contribuir de manera activa a la causa separatista revolucionaria. En el caso específico de las poblaciones de la zona oeste de Puerto Rico, la vigilancia de las autoridades españolas afirmaba que existía un comité revolucionario en cada una de ellas. Durante el mes de noviembre de 1868 el doctor Ramón Emeterio Betances, máximo organizador de la revolución puertorriqueña, intentaba desde Santómas propiciar un nuevo estado de sublevación en Puerto Rico. Escribía el día 8 a su aliado el doctor José Francisco Basora sobre la necesidad de provocar, mediante el empleo de unos agitadores que había enviado a Mayagüez, un ambiente político que facilitara un nuevo levantamiento. Estaba empeñado en la producción, distribución y publicación de textos separatistas, y la recolección de dinero para adquirir más armas de los trescientos fusiles de aguja que entonces disponía. El 20 de noviembre Betances escribía a Julio Vizcarrondo expresando pesar ante el poco apoyo que hasta el presente recibían los presos relacionados a los hechos de Lares. Además protestaba ante la orden de las autoridades de abrir la correspondencia, violando la privacidad de los destinatarios, como en efecto ocurrió con dos minutas de proclamas dirigidas desde Mayaguez a Bonocio Tió en San Germán y Celedonio Besoza en Cabo Rojo y que debían ser leidas para su aprobación en los comités de ambos pueblos.
También durante el mes de noviembre ocurrían manifestaciones de protesta en los pueblos de Cabo Rojo, Mayagüez y San Germán de corte abiertamente separatista. En algunas de ellas se mostraban retratos de Betances en demostraciones púbicas. En otras más encubiertas se comenzaba dando vivas a España para luego arriar su bandera y sustituírla por enseñas revolucionarias e imágenes de Betances. Para reprimir y humillar a los que participaron en el paseo de los retratos el coronel Antonio de Balboa, Comandante Militar del Departamento de Mayaguez instruyó un sumario investigativo contra ellos y luego les castigó cruelmente a foetazos. Esto ocasionó que los luchadores por la libertad de Puerto Rico produjeran y diseminaran una serie de proclamas subversivas e impresos donde se atacaba directamente a de Balboa. Uno de esos textos lee como sigue:
“Si tuviéramos la paciencia de relatar los hechos despóticos del S. Balboa, durante su mando en esta Villa no habría un solo hombre honrado que dejara de horrorizarse. El Sr. Balboa no es ni ha sido aquí una autoridad justa cual debiera, ha sido por el contrario un déspota de mala ley, ha sido una bestia feroz cuyas mordeduras envenenadas han causado muchísimos males. Es verdad que si ha dado rienda suelta a sus malos instintos ha sido confiado en la excesiva y deplorable mansedumbre de estos habitantes y en la impunidad de sus hechos, pues sabe muy bien que aquí lejos de castigarse a las autoridades que se desmandan, como con él ha acontecido, son aplaudidas por aquellos que debieran poner correctivo a sus atropellos: aquí la ley es nada, el capricho de los gobernantes lo es todo”.
Como se puede apreciar en el texto antes citado, una de las maneras de resistir que empleaban los revolucionarios era la publicación de impresos donde se atacaba el carácter y el desempeño de funcionarios españoles que cometían abusos contra el pueblo. Mediante este tipo de texto se hacía una apelación a la indignación del individuo o sector afectado que pudiera todavía estar vacilante ante los desmanes de las autoridades para que finalmente decidiera integrarse a la lucha contra el poder español.
Descubrimiento de la Junta Revolucionaria Otro acontecimiento importante de noviembre de 1868 fue el descubrimiento de la Junta revolucionaria de San Germán. A la una de la madrugada del 30 de noviembre se efectuaba en el negocio de Gaspar Palmer, ubicado en la calle del Comercio en San Germán, una reunión integrada por un nutrido grupo de personas donde se daban vivas a la libertad y la república. El Corregidor de San Germán y el Jefe de Milicias Antonio Alberti acudieron al café de Palmer encontrándolo cerrado y no se pudo conseguir que abrieran, por lo que hubo que forzar la entrada al lugar. En ese momento se formó un altercado entre el Corregidor y el comerciante Felipe Goyco y Quiñones. Este último increpó al Corregidor con palabras ofensivas y desobedientes hasta el extremo de retar la autoridad del funcionario, por lo que fue arrestado en el acto y conducido a uno de los calabozos de la cárcel pública. Además se puso bajo arresto domiciliario a Francisco Mariano Quiñones “por la manera poco respetuosa” que exhibió ante la autoridad del Corregidor. Se instruyó al Jefe de la Policía para que efectuase las averiguaciones de rigor junto al escribano del Corregimiento Ramón Nazario, pero este último funcionario manifestó que se hallaba enfermo por lo que los procedimientos no se pudieron realizar de inmediato. Como se verá más adelante esta supuesta “enfermedad” del escribano Nazario era realmente una manifestación de resistencia de bajo perfil en su modalidad de no cooperación con el régimen, típica de los escribanos durante este período.
En la tarde del 30 de noviembre Antonio de Balboa ordenó “poner en prisión a todos los que se encontraban en la casa del citado Palmer y formar expediente gubernativo”. Ordenó además el envío de un destacamento del Batallón de Valladolid integrado por 45 soldados de tropa y dos subalternos bajo las órdenes del Capitán Antonio Flores. En San Germán la fuerza local de infantería y ocho individuos de caballería mantenían la vigilancia por el momento. Mientras el destacamento militar del Batallón de Valladolid se dirigía a San Germán equipado con “paquetes de cartucho con sus cápsulas correspondientes”, su Comandante encontró:
“En el camino dirigiéndose aceleradamente a Mayagüez al paisano Ezequiel Maracaibo, de antecedentes muy sospechosos como agente de Don Emeterio Betances y de todos sus secuaces. Teniendo presente el motivo por que me dirigía a esta Villa, me pareció conveniente detenerle e interrogarle; y como se notara enredado en sus contestaciones, me infundió mayor sospecha, y resolví hacerlo registrar, encontrándole entre papeles insignificantes la adjunta alocución de don Lorenzo Puente Acosta y una carta dirigida a don José Quiñones escribano de esta Villa residente ahora con el juzgado de Mayagüez”.
Los documentos encontrados en la persona de Maracaibo eran sumamente comprometedores. Entre ellos había una carta que con fecha del mismo 30 de noviembre dirigía Tomás Ramírez, vecino de San Germán, al escribano de Mayagüez José Demetrio Quiñones. Según el contenido de la comunicación, se nombraba a varios de los que tomaron parte en la reunión durante la madrugada de ese dia. Además, se pedía al escribano Quiñones que preparara al Juez que iba a presidir sobre los procesos judiciales para que favoreciera a los arrestados. El texto de la alocución es como sigue:
“Querido Pepe: desde anoche se encuentra Ramón Nazario enfermo, el Corregidor lo hizo reconocer y el médico ha declarado que efectivamente lo está… = Toda esta mañana he trabajado para que nadie se acuerde que era U. uno de tantos de los que en casa de don Gaspar se encontraban… = Reinó en [la reunión] don Francisco M. arrestado en su casa. Don Gaspar lo han soltado esta mañana, Juan me ha asegurado que tal como el Corregidor ha puesto la cosa él saldrá jodido = Prepara al juez = El proceso se sigue a todos porque el parte de Alberti y de dos serenos mas dice que allí se daban gritos a L….. y a la R. Si ocurriese algo mas alarmante le escribiré enviando un expreso = Hasta ahora que son las cuatro de la tarde no ocurre novedad, si acaso Tomás que va mañana le informará… Firmado: Tomás”.
En vista de esta evidencia se arrestó y envió a prisión al escribano José Demetrio Quiñones. Trascendió además, según el contenido de las comunicaciones entre el Capitán General, Balboa y otros oficiales que en la reunión del 30 de noviembre Bonocio Tió iba a presentar un proyecto revolucionario ante los asistentes. Que habían cuarenta personas presentes en la reunión y sólo 17 de ellos fueron encarcelados. Uno de ellos era nada menos que el Alférez del 2do Escuadrón del Regimiento de Caballería de Mayagüez, Abino Córdoba Quiñones, quien al ser interrogado afirmó que no solo estaba presente en la reunión, “sino que participaba de las ideas y principios de los demás concurrentes”. En otra extensa comunicación dirigida a la Capitanía General, Antonio de Balboa expresó su preocupación ante la realidad de que en cada una de las poblaciones del Departamento de Mayagüez existía “una asociación eregida en comité revolucionario” y que conspiraban sin cesar. Entre sus líderes se encontraban los mencionados Celedonio Besoza y el comerciante Bonocio Tió, este último “desgraciado esposo de una mujer célebre en esta comarca llamada Doña Dolores Rodríguez [Lola Rodríguez de Tió] por su exaltación fortuita de su círculo de personas ya predispuestas, de los que alistan la osadía de esa mujer… y la impunidad en que hasta la fecha ayudan todas sus inconveniencias”.
Desafección en los escribanos Las acciones de Ramón Nazario y José Demetrio Quiñones confirman el hecho de que los escribanos puertorriqueños constituyeron en varias ocasiones un importante frente de resistencia desafecta mediante el entorpecimiento de las investigaciones y los procesos judiciales de las autoridades españolas. José Pérez Moris afirmaba en su Historia de la Insurrección de Lares que “además de predominar en las mas de las escribanías el elemento antiespañol, estas oficinas de la fe pública son un continuo criadero de papelistas o pica pleitos que, escondiéndose tras la firma de un mal abogado, agitan tuercen, dilatan y entorpecen los pleitos”. Se conocen también los problemas que tuvo Nicasio Navascués y Aisa, Juez comisionado a cargo de investigar los hechos de Lares, cuando realizó varias gestiones tratando de conseguir escribanos para los procesos judiciales. Según Pérez Moris:
“Durante el espacio de un mes no pudo lograr el auxilio de otros amanuenses; todos se excusaban de intervenir en el proceso, y cuando transcurrido dicho tiempo, impuso a los escribanos del Juzgado de Ponce la obligación de facilitarle tres escribientes, sucesivamente fueron marchándose dos de aquellos, so pretexto de enfermedades, siendo la verdadera causa de su ausencia no querer trabajar contra los que ellos llamaban sus hermanos, refiriéndose a los procesados”.
Los arrestados Ciertamente que la causa separatista contó con el apoyo de los escribanos, pero las personas que se hallaban en la casa de Don Gaspar Palmer, según la relación de las autoridades, eran las siguientes: Felipe Goyco Quiñones, Eleuterio Quiñones, Antonio Ruiz, Manuel Jorgé, [¿Angelino?] Jorgé, Juan Jorgé, Nicolás Rodríguez, Bonocio Tió, Francisco Rodríguez, Julio Córdoba, Abino Córdoba, Francisco Mariano Quiñones, Tomás Ramírez Quiñones, Virgilio Biagé, Salazar, y José del Carmen Balsas.
Casi mes y medio más tarde, el Boletín de la Revolución, Cuba y Puerto Rico que se publicaba en Nueva York, informaba que el número de personas arrestadas en San Germán ascendía a “38, entre ellas Doña Dolores Rodríguez… El crimen de la señora y de sus compañeros de infortunio, es ser sospechosos: el pretesto, una cena en que dicen se brindó por la independencia de Puerto Rico”.
Aunque no hay información al respecto en el expediente de este caso, es posible que se haya liberado a los arrestados por estos hechos de resistencia como resultado de las amnistías que tuvieron lugar en los años 1869 y 1870.
Por los incidentes acaecidos, la evidencia en poder de las autoridades y la relación de personas presentes debe entenderse que los integrantes de este grupo eran miembros de una junta revolucionaria, presumiblemente de San Germán, o de un “comité revolucionario” tal y como lo identificó de Balboa. Hay que destacar que Francisco Mariano Quiñones había sido designado en 1865 comisionado por San Germán de la Junta Informativa que se trasladó a España para tratar el tema de la situación de Puerto Rico y Cuba en las cortes españolas. Acudió allí desde octubre de 1866 hasta el año siguiente junto a Segundo Ruiz Belvis y José Julián Acosta, ambos de ideología liberal en ese año al igual que Quiñones.
¿Francisco Mariano Quiñones separatista? Es conocido el hecho de que cuando los comisionados regresaron a Puerto Rico comenzando el verano de 1867, se enteraron de que la respuesta del gobierno de Madrid a sus peticiones fue la de imponer impuestos adicionales a las colonias. Ruiz Belvis se convenció de que el camino del reformismo-parlamentario constituía un freno para las verdaderas aspiraciones de los puertorriqueños, por lo que decidió que la vía revolucionaria era la única manera de obtener todos los justos reclamos tan anhelados por los buenos patriotas puertorriqueños. La presencia de Francisco Mariano Quiñones en la reunión de San Germán antes mencionada, sin embargo, es verdaderamente sorprendente. En los textos de su autoría Historia de los partidos Reformista y Conservador de Puerto Rico (1889) y Apuntes para la historia de Puerto Rico (1888), este paladín del reformismo puertorriqueño se esfuerza en afirmar que no compartía las ideas del separatismo, llegando a referirse al hecho de armas de Lares como una “imprudente asonada”, “algazara”, “intentona”, “mal llamada rebelión” y “calaverada” (Historia 30-36). Sobre la separación dice que “ni nos conviene, ni la queremos” (Hist. 20). En su libro Apuntes el carácter pacifista de Quiñones sale a relucir cuando afirma que los ideales se dan a conocer mediante el uso del “periódico, el meeting y el folleto, he ahí las únicas armas de las cuales se han servido los liberales de Puerto Rico, á la clara luz del dia” (p. 51). Entonces vale la pena preguntarse, ¿qué hacía Francisco Mariano Quiñones junto al conocido separatista Bonocio Tió en una reunión donde se daban vivas a la libertad y la república? ¿Por qué presidió los trabajos de dicha reunión? ¿Por qué se molestó ante la interrupción de la reunión que realizaron el Jefe de Milicias Alberti y el Corregidor, llegando al extremo de dirigirse hacia este último funcionario de una “manera poco respetuosa”, lo que le costó ser arrestado? No es posible precisar la orientación ideológica de Quiñones en esa ocasión. Pero se puede concluír, razonablemente, que su presencia junto a otros separatistas y desafectos a España demuestra que existía en ese momento en Puerto Rico una situación tan apremiante que efectivamente galvanizaba el pensar y las acciones de algunos liberales y reformistas puertorriqueños hacia una orientación política más separatista, militante y hasta revolucionaria.
Proclamas y literatura de oposición Los luchadores por la libertad de Puerto Rico en la zona oeste continuaron atacando la “bestia feroz” Antonio de Balboa. En las postrimerías del mes de febrero de 1871 se encontraron varias proclamas revolucionarias en una casa-tienda de San Germán que había pertenecido anteriormente a Bonocio Tió. Informaba el Corregidor de esa Villa que las proclamas se descubrieron “en el hueco de un estante de la casa tienda haciendo la limpieza de la misma”. En el inventario de los documentos se encontraban diez impresos en pliegos de marca mayor en los cuales se censuraba la conducta de Antonio de Balboa, más 19 sonetos contra el mismo de Balboa. Además se encontraron otras once proclamas llamando a los habitantes de Puerto Rico a levantarse contra los españoles y otras siete proclamas relacionadas a la revolución cubana durante el mando del General Domingo Dulce.
El Corregidor de San Germán realizó las investigaciones de rigor y llegó a la conclusión de que la evidencia encontrada demostraba que las proclamas habían sido redactadas alrededor de 1869. Por ello le comunicó al Gobernador Superior Civil que recomendaba no hacer nada al respecto toda vez que ese tipo de “delito” se había cometido antes de las referidas amnistías. El Gobernador acogió las sugerencias de su subalterno en San Germán para resolver que la entrega de Bonocio Tió a los tribunales no procedía “toda vez que con las diferentes amnistías… han quedado olvidadas las malas acciones de los enemigos entonces del Pabellón de Castilla”.
El autor es historiador, autor de la tesis doctoral ''Revolucionarios y desafectos a España en Puerto Rico, 1868-1873'' (UPR Rio Piedras, 2011).
Fuente: Claridad
Circulación de Proclamas Revolucionarias en 1867
Ya fuera en barcos legales o en yolas clandestinas, a caballo y a pie, la Proclama puertorriqueña llegó, y el Gobierno español se desesperó.
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Publicado: lunes, 17 de septiembre de 2012
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Medios de comunicación En el siglo 19, los medios de comunicación masiva de ideas y de información en general eran los periódicos, libros, folletos, pasquines, proclamas y hojas sueltas. El movimiento revolucionario puertorriqueño de aquella época utilizó todos estos recursos para promover la causa de la liberación nacional. Pero toda publicación y su circulación tuvieron que hacerse en circunstancias de ilegalidad oficial y vigilancia del Gobierno. Sabemos de un número de proclamas que el gobierno español tildó de “subversivas” (por ser anti-colonialistas), porque algunas fueron interceptadas o les fueron entregadas por paisanos no adeptos a la lucha independentista a las autoridades españolas. Varias fueron publicadas en la obra del conservador español José Pérez Moris, Historia de la insurrección de Lares (1872), en su apéndice de documentos. Algunas son de una página, otras son más largas. Frecuentemente nos preguntamos si las publicaciones revolucionarias llegaron a su destino y cuán amplia sería su distribución en el País. ¿Cuántos se enterarían de su contenido a través de Puerto Rico? Para comenzar, el hecho de la interceptación o entrega de esos impresos a las autoridades sugiere que otra porción no cayó en sus manos. ¿Se guardarán de esos impresos y otros documentos originales en los hogares de descendientes de participantes del Grito de Lares? Exhortamos a que compartan el tesoro documental con el pueblo. El examen del enorme acervo de documentos del Archivo General Militar de Madrid (AGMM), reunido en una colección de micropelículas que se puede consultar en el Centro de Investigaciones Históricas (CIH) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, entre otras instituciones, suministra datos que ayudan a contestar las interrogantes. Venciendo la represión Un año antes del Grito de Lares, en que se proclamó la República de Puerto Rico el 23 de septiembre de 1868, el gobierno español de la colonia se puso en estado de alerta contra los patriotas y procuró anular el impacto de la propaganda revolucionaria. Ello coincide con la orden dada por el gobernador, general José María Marchesi, de deportación de prominentes figuras del liberalismo y la fuga de los independentistas Doctor Ramón Emeterio Betances y Licenciado Segundo Ruiz Belvis a Santo Domingo, y luego a Nueva York, en julio de 1867. La red represiva del gobierno incluía a sus espías dentro y fuera del País, los Cónsules españoles en Nueva York y la vecina isla colonial danesa de Saint Thomas, la colaboración de la dictadura de Buenaventura Báez de la República Dominicana, y las Comandancias Militares, las Aduanas, y los vigilantes militares y policíacos en las costas, pueblos y territorios rurales de Puerto Rico. El complemento del esquema de represión era la prohibición de libre expresión, prensa, reunión y organización política y social. Marchesi le transmitió al Cónsul de España en Saint Thomas, el 20 de agosto de 1867, lo que a su vez le comunicó el Cónsul de España en Nueva York, donde operaba la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico (promotora de la independencia de las últimas colonias españolas en América). “Tres individuos revolucionarios con instrucciones subversivas sobre Puerto Rico” (no identificados), se embarcaron en el barco de vapor South America hacia Saint Thomas, y era menester descubrir su destino en Puerto Rico. Los comandantes militares de Guayama, Mayagüez y de la isla de Vieques, entre otros, ordenaron vigilancia preventiva para tratar de detener a los viajeros aludidos. (AGMM 5155.4 / CIH Carrete 25). Primera proclama revolucionaria Probablemente vinculado con lo anterior, los jefes de todos los Departamentos Militares de Puerto Rico fueron notificados, el 10 de septiembre, de que el alcalde de Añasco comunicó al Capitán General Marchesi el haber llegado a sus manos (sin indicar cómo) un ejemplar de una Proclama suscrita por el El Comité Revolucionario y que en su encabezamiento, “lleva por nombre Patria, Justicia y Libertad dirigida a estos habitantes y los excita abiertamente a la rebelión contra el Gobierno español”. Uno de los comandantes puestos sobre aviso fue el coronel Manuel Iturriaga, jefe del Departamento Militar de Arecibo, y quien descubriera la organización independentista de Camuy un año después, precipitando los acontecimientos que desembocaron en el Grito de Lares. El alcalde alarmado exhortaba a redoblar la vigilancia, “a fin de evitar que cundan y circulen estos impresos”. Según le informaron, la proclama fue introducida en el puerto de la Villa de Mayagüez por un vapor de St. Thomas, es decir, por alguien que desembarcó y burló la vigilancia. Aparentemente, lograron identificar al responsable en la persona de don Pablo Altieri con los datos siguientes: “de muy malos antecedentes, habiendo llegado a aquella Villa procedente de St. Thomas donde tuvo una entrevista con Betances y Ruiz Belvis y otros que allí se encontraban últimamente”. Sabemos de otras fuentes que algunos de los “otros” eran Carlos Elías Lacroix (comerciante de Ponce) y José Celis Aguilera (hacendado de Fajardo). En seguida el gobernador le envió un ejemplar de la proclama al Ministro de Guerra (17 septiembre 1867), señalando que había “sospechas que se hayan introducido en esta isla mayor número de ejemplares”. Por el encabezamiento, fechas y autoría (“El Comité Revolucionario”), no me cabe la menor duda de que se trata de la primera Proclama a los Habitantes de Puerto Rico del alto liderato independentista que iba tomando cuerpo. La fecha y lugar, “Puerto Rico, julio 16 de 1867”, probablemente lo pusieron así para despistar a las autoridades. En el apéndice documental de la obra de Pérez Moris, de hecho, al final pone entre paréntesis (“Publicado en Nueva-York el 1ro. de septiembre de 1867. Enmendado por D. Juan Macías”); quien presidía la mencionada asociación de cubanos y puertorriqueños. Integran El Comité Revolucionario en ese momento Betances, Ruiz Belvis y el médico José Francisco Basora, exiliado en Nueva York. Lo sorprendente es que esa proclama es la más extensa de las conocidas (ocupa 7 páginas del apéndice documental citado). Los revolucionarios no solamente lograron entrarla a Puerto Rico; también se difundió por distintos lugares de lo que el expediente del archivo militar provee ejemplos concretos. Exhortamos a todos y todas leer y estudiar el texto completo de dicha proclama en la obra citada, de la cual hay una segunda edición disponible (Editorial Edil, 1975). El Comandante Militar de Guayama notificó al Capitán General (20 de septiembre 1867) que “la referida proclama” fue recibida en Cayey por el vecino don Felipe Vidal quien, a su vez, la entregó al Juez de Paz. Cayeron sospechas sobre el alcalde de Cayey por ausentarse sin saber de su paradero en esos días y no informarlo a las autoridades. Al jefe militar le estuvo extraño que el alcalde “nada me ha dicho sobre el particular, ni a este Corregidor, siendo como era su deber el hacerlo atendiendo a lo delicado del asunto” (AGMM 5155.5 – CIH Carrete 25). En sus investigaciones de los Protocolos Notariales referentes a Cayey, en el Archivo General de Puerto Rico, y en el periódico oficial del gobierno, Gaceta de Puerto Rico, en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico el historiador Fernando Picó descubrió que don Felipe Vidal era hijo del comerciante catalán don José Vidal. Desde mediados del siglo 19, don Felipe figura como dueño de algunos esclavos y llegó a ser un mediano terrateniente, comprando 400 cuerdas en Cerro Gordo (Cidra) por valor de 6,000 pesos, en marzo de 1868 (Datos cortesía de F. Picó). Me pregunto por qué le hicieron llegar la proclama revolucionaria a Felipe Vidal. ¿Le llegó a propósito para asustarlo? ¿Lo estaban tanteando? ¿Para dejarle saber al Gobierno la capacidad, extensión y simpatías del movimiento anti-colonial? No está claro si don Juan J. Nogueras identificado como Juez de Paz en diciembre de 1868 y si don José Muñoz, quien era alcalde de Cayey a finales de 1868 serían los mismos que ocupaban esos puestos en 1867 (Fernando Picó, Cayeyanos, 2007). Por otro lado, el Comandante Militar de Aguadilla, Manuel Saavedra, informó que desde el 8 ó 9 de septiembre se repartían proclamas, “y que entre Lares y el Pepino se decía a los Gíbaros que se les iba a dar armas que traerían y desembarcarían por la costa sus amigos”. Saavedra observó que el alcalde de Lares, quien entonces era Manuel R. Paz (Ché Paralitici, Lares en su historia, 1987) era hostil a los españoles y que “dos fotógrafos” andaban repartiendo proclamas y fueron detenidos. Indudablemente, se trata de los “dos fotógrafos extranjeros” Domínguez (venezolano) y Sodoker (“yankee”) identificados por Pérez Moris en su libro, apuntando que fueron protegidos por el alcalde Paz y estaban en contacto con el hacendado Manuel Rojas tenido por “desafecto” a España. La visita a Lares para hacer retratos fue el camuflaje de su misión de llevar la proclama allí. Desconocemos qué sucedió con los fotógrafos solidarios. Además, se señaló que don Juan José Font, vecino de Aguadilla y “hombre listo”, estuvo unos diez días en Saint Thomas donde recibió instrucciones que luego comunicó, entre otros, a unos primos de Ruiz Belvis que se encontraban en Aguadilla. Luego dichos primos prosiguieron camino a Mayagüez y a San Germán (AGMM, 5155.5 – CIH Carrete 25). Font era integrante de la Junta Revolucionaria de Aguadilla (F. Moscoso, La Revolución Puertorriqueña de 1868, 2003). Por esos días, cuatro sospechosos “subversivos” de Ponce fueron sacados de la ciudad para impedir sus acciones: don Wistremundo Muñoz, don Justo Barros, don Juan Barnés, y don N. Alfonsín. La documentación hace constar también el hallazgo por patrullas militares de botes encontrados en playas o bahías, como la de Jobos (Salinas) y otras por la costa sur de la isla, presuponiendo que eran las embarcaciones abandonas por independentistas que habían logrado ingresar sin ser detectados. Sobre estos ángulos hay que indagar más (AGM, 5155.8 – CIH Carrete 25). Cada dato nuevo que vamos conociendo va ampliando la dimensión de lo que el Grito de Lares implicó, e invita a una reflexión desapasionada. Hechos como éstos ponen de manifiesto que a pesar del cerco de represión y vigilancia, desde 1867 patriotas por todo Puerto Rico estaban tomando riesgos y corriendo peligros para contribuir a estructurar la organización revolucionaria e impulsar la movilización del pueblo. Ya fuera en barcos legales o en yolas clandestinas, a caballo y a pie, la Proclama puertorriqueña llegó, y el Gobierno español se desesperó.
El autor es historiador y Catedrático en el Departamento de Historia de la UPRen Río Piedras. |