El domingo 8 de abril, conmemoramos el 185 aniversario del nacimiento de Ramón Emeterio Betances a quien con tanta justeza se le ha llamado el Padre de la Patria puertorriqueña.

Médico cirujano egresado de la Universidad de París, oftalmólogo y científico riguroso, fino conocedor de los clásicos de la antigüedad, periodista, poeta, novelista e historiador, viajero incansable, filántropo decidido, teórico político, abolicionista de renombre, diplomático al servicio de los países del Caribe, promotor de nuestro Grito de Lares, profeta de la Confederación de las Antillas, noble personaje de una novela que extrañamente nuestro querido amigo José Luis González nunca pudo escribir.

Muy pocos en Puerto Rico le conocen. Dentro de nuestra demencia política para rojos y azules, Betances, créame, no existe. Unos y otros niegan la vida y la obra de nuestro Héroe Nacional. “Pero he aquí que de alguna forma Betances, cabeciduro que es, llegó y se plantó entre nosotros”. Así le recordaba un dilecto hermano que ya no se encuentra con nosotros y, acto seguido, decía que Betances había llegado por los vientos “arrastrando una erre gutural en sus tratados de ciencia y en sus proclamas incendiarias, en sus cartas de furia, de pasión, de guerra; en narraciones, notas, listas, emplazamientos antillanistas. Su nombre vibró en Cuba y sacudió a Santo Domingo. Su voz montó tribuna en Saint Thomas y gritó desde París; a sangre y fuego gritó desde París. Betances, para desgracia de los discípulos de la ignominia, está vivo”.

Ahora bien, si Betances es Padre de la Patria puertorriqueña, es también patricio de la antillanidad. ¿Qué mejor forma de concebir un futuro radiante para nuestras islas que luchar por ligarlas en un curso común?

El sociólogo uruguayo Carlos M. Rama decía que el concepto confederativo betancino era una especie de plan maestro de acción innovadora a través del cual se pretendía añadir fuerzas locales débiles en una unidad superior, capaz de acabar con el viejo régimen español y detener el avance del nuevo imperialismo que asomaba por el norte. Así, el concepto confederativo es un recurso estratégico, dirigido a unir fuerzas dispersas de países pequeños y frágiles, a fin de asegurar la independencia de las Antillas dentro de un Caribe amenazado por los grandes poderes de aquellos tiempos.

Lamentablemente, la gente del Caribe parece desconocer el valor político que tiene la idea de la antillanidad, ese sentimiento de solidaridad entre las naciones del archipiélago, tan hábilmente promovido por Betances, Martí, Gómez, Hostos, Firmin y Luperón. Todo parece indicar que hemos perdido de vista la idea de juntarnos estrechamente.

En Cuba, en Puerto Rico, en la República Dominicana, en Jamaica o en Haití, nunca vemos manifestaciones populares promoviendo el enlazamiento de los pueblos de las Antillas. Nunca vemos siquiera una pequeña pancarta llamando a crear mañana la Confederación de las Antillas. Sea como fuere, creo que le estamos dando la espalda a los mejores sueños de Betances y los grandes libertadores de nuestra región.

¡Que las palabras de Martí: “el bien que en una parte se siembra, es semilla que en todas partes fructifica”, sean la señal para retomar mañana el concepto de integración de todos los países de las Antillas!

¡Que los esfuerzos que hoy se hacen en toda nuestra América ayuden a institucionalizar el proyecto de unidad continental vislumbrado por nuestros grandes libertadores!

¡Que así sea!