Las elecciones presidenciales en Brasil de 2 de octubre: el más reciente enfrentamiento entre Lula y Bolsonaro |
Escrito por Alejandro Torres Rivera |
Sábado, 01 de Octubre de 2022 13:18 |
30 de septiembre de. 2022 El domingo 7 de octubre de 2018 se efectuaron las elecciones presidenciales en Brasil. Fueron convocados a participar en ellas 147 millones de electores. También concurrieron en esta fecha las elecciones para escoger las gobernaciones de los diferentes estados del país, las diputaciones nacionales y territoriales y la selección de otros puestos electivos. En Brasil, conforme a la ley electoral, tiene derecho al voto toda persona mayor de 16 años. En el caso de las personas en edades comprendidas entre los 18 y 70 años, el voto es compulsorio. A pesar de ello, en aquellas elecciones se manifestó un 20% de abstención.
Como se había anticipado en las encuestas que precedieron la elección, resultó ganador con el endoso de más de 49 millones de electores, Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal. A pesar de su triunfo no logró alcanzar el 50% más uno de los votos necesarios para ser elegido en una primera vuelta, por lo que fue necesaria una segunda vuelta en la cual sí resultó electo presidente de Brasil. ¿Quién es este siniestro personaje que fue capaz de arrastrar tras su candidatura al 46.23% de los electores en Brasil en la primera vuelta electoral? Bolsonaro es un militar retirado y dirigente político de la derecha brasileña. Tiene en su resumé haber participado desde 1991 como diputado en el parlamento de Brasil por cinco partidos políticos diferentes. A pesar de haber rehuido la participación en los debates que precedieron en aquel año las elecciones, sus argumentos fueron expuestos al elector brasileño a través de las redes sociales y medios de comunicación. Este candidato, ex capitán de las Fuerzas Armadas de Brasil en una división de paracaidistas, tiene mucho parecido en cuanto a su conducta y declaraciones públicas a las del entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Bolsonaro se vanagloriaba de que se le señalara como elemento ultraderechista, y ciertamente, cada vez que podía procuraba que así se le considerara. Durante el proceso electoral Bolsonaro indicó, por ejemplo, en referencia a la Dictadura de Augusto Pinochet, que éste debió haber matado más gente. Uno de sus ídolos de Bolsonaro era Alberto Fujimori. De hecho, no vaciló al indicar que el primer paso que daría de ganar la presidencia sería ser disolver el Congreso, tal cual hizo Fujimori en Perú, y así dar un golpe desde el primer día. Bolsonaro ha hecho expresiones de apoyo a la Dictadura Militar que rigió los destinos de Brasil. De hecho, en ocasión del Golpe de Estado blando dado contra el gobierno constitucional de Dilma Rousseff por parte del Congreso brasileño, que culminó con su destitución como presidenta, hizo además, expresiones de felicitación al coronel retirado Brilhante Ustra, quien participara del proceso de torturas practicado en prisión a la presidenta Rousseff durante la década de 1970. En el proceso ante el Congreso Bolsonaro, dedicó su voto en contra de la presidenta Rousseff señalando lo siguiente: ¨Perdieron en 1964 y ahora en 2016. Por la familia y la inocencia de los niños que el PT nunca respetó, contra el comunismo y el Foro de San Pablo (en referencia a la estructura que agrupa partidos y organizaciones de izquierda de América Latina y el Caribe), y en memoria del coronel Brilhante Ustra, voto sí.¨ Las expresiones degradantes de Bolsonaro según citadas por la página digital infobae el 30 de agosto de 2018, llegaban al punto de expresar que sería incapaz de amar a un hijo si fuera homosexual, indicando que prefería verlo morir en un accidente; o por ejemplo, indicar que los negros “no sirven ni para procrear”. Bolsonaro se expresó también, como lo ha hecho la recientemente la actual electa Primera Ministro de Italia Giorgia Meloni, en apoyo a la tortura durante interrogatorios policiacos; o decir que “la democracia es una mierda.” El candidato de oposición que más cerca llegó en votos a los votos obtenidos por Bolsonaro en aquellas elecciones fue Fernando Haddad, candidato impulsado por el Partido de los Trabajadores. Haddah fue postulado como candidato a la presidencia luego de que se inhabilitara a Luis Inacio (Lula) Da Silva. Lula, como se le llama en Brasil, se encontraba en prisión desde el 7 de abril de 2018 luego de que dos días antes, las autoridades judiciales le denegaran una solicitud de “habeas corpus” radicada por sus abogados y más adelante condenado a 12 años y un mes de prisión. La condena fue eventualmente dejada sin efecto por los tribunales brasileños, dejando así claro que todo fue una estratagema para Bolsonaro no enfrentar la candidatura de Lula. De origen humilde, Lula accedió en la década de 1980 a la dirección del sindicato de obreros metalúrgicos de Brasil. Fue un militante político en la lucha contra la Dictadura en Brasil, que duró entre 1964 y 1985, donde también se destacó en esta lucha su compañera de partido y posterior presidenta, Dilma Rousseff. Lula aspiró a la presidencia de Brasil en varias ocasiones, a saber, las elecciones de 1989, 1994 y 1998. No fue, sin embargo, hasta las elecciones de 27 de octubre de 2002, que finalmente obtuvo el poder al ganar las elecciones de este año bajo como candidato del Partido de los Trabajadores de Brasil y en unión a otras organizaciones que también le respaldaron, como el Partido Comunista de Brasil. Como presidente a partir del 1 de enero de 2003, Lula dirigió los destinos de su país por espacio de ocho años. Entre los logros económicos de su presidencia pueden señalarse haber triplicado el PIB per cápita y dimensionar su país a una de las principales economías emergentes a escala global como parte del denominado BRICS, que incluye Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica. De hecho, se estima que para finales del año 2011 Brasil ocupaba el puesto número ocho a escala global. Durante su mandato, la pobreza extrema en Brasil tuvo una reducción significativa, estimándose en 30 millones de seres humanos. Estos esfuerzos estuvieron, además, acompañados de importantes programas de asistencia social, donde, por ejemplo, en la llamada “Bolsa Familia”, se beneficiaron cerca de 52 millones de personas, lo que equivale al 27% de la población brasileña. Durante su mandato se amplió el acceso de la población a la educación, a la vivienda y la salud. En su rol como presidente, contribuyó en forma significativa junto a los presidentes de Bolivia, Ecuador y la República Bolivariana de Venezuela, a la conformación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y más adelante, junto a otros importantes dirigentes latinoamericanos y caribeños, en el proceso de construcción de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Durante su mandato, Brasil amplió, además, su presencia internacional desarrollando importantes acuerdos con la República Islámica de Irán, así como su rol en la defensa del medio ambiente y su oposición a políticas desarrollistas promotoras del cambio climático. Durante su primer mandato, Lula ganó ampliamente las elecciones de 2006 que le llevan a la reelección como presidente obteniendo el 48.61% de los votos en la primera vuelta y luego, en segunda vuelta, el 60.82%, acumulando alrededor de 52 millones de votos a su favor. En sus primeras expresiones luego del resultado de las elecciones, Bolsonaro dio la impresión de estar sumamente molesto con el resultado. Todo apunta a que esperaba quedar electo en una primera vuelta y no tener que someterse a la segunda vuelta. Haddad, por su parte, también reflejaba algún descontento, posiblemente ante la expectativa de un mejor resultado para su candidatura y el resultado de las elecciones en las candidaturas a la gobernaciones, diputados y senadores. En las elecciones pautadas para este 2 de octubre de 2022, se encuentran habilitados para votar 156 millones de brasileños/as de los cuales el 52% son mujeres. De no haber un ganador con el 50% de los votos más uno, la segunda vuelta sería el 30 de octubre. Los pronósticos de las encuestas son favorables a la candidatura de Lula, estimándose un respaldo del 48% de los votantes, frente a un 31% a favor de Bolsonaro. No obstante, desde el punto de vista de la intención del voto, se fija el porciento de quienes favorecen la candidatura de Lula, en un 52%. En esta misma fecha, los electores también votarán para la elección de los integrantes del Congreso Nacional, por el Senado, dos terceras partes de sus 81 integrantes y por la Cámara de Diputados, sus 513 miembros. A las elecciones en primera vuelta concurren más de una docena de partidos y candidatos a la presidencia. Entre ellos, lo de mayor respaldo electoral son el Partido del Trabajo con Lula como candidato; el Partido Liberal con Bolsonaro como candidato; el Partido Democrático Laborista con Ciro Gomes como candidato y el Movimiento Democrático con Simone Tebet como candidata. Mientras con Lula corre como candidato a la vicepresidencia Geraldo Alckmin el Partido Socialista Brasileño; en el caso de Bolsonaro, corre como candidato a la vicepresidencia Walter Souza Braga, actual Ministro de Defensa. Observadores del proceso indican que existe la posibilidad de que Lula alcance el porciento requerido para ser declarado presidente en la primera vuelta; sin embargo, también se indica que de no lograr validar como presidente en la primera vuelta, no debería haber razón por la cual no obtenga la presidencia del país en la segunda vuelta. Esto es así dado el hecho de que en una primera vuelta, la gente vota por su partido de preferencia y su candidato de preferencia, mientras que en una segunda vuelta se vota contra quien uno no quiere llegue a la presidencia. En ese sentido partidos como el Partido Democrático Laborista, el Partido Laborista Brasileño, el Partido Comunista Brasileño, el Partido Socialista de los Trabajadores Unificados y el Movimiento Democrático, son fuerzas políticas que se estima votarían en segunda vuelta contra la opción de Bolsonaro. Un elemento a considerar en el contexto de las presentes elecciones es la presencia en Brasil de una población evangélica y mayoritariamente fundamentalista que se estima en 65 millones de personas a las cuales ha apelado Bolsonaro con su discurso de derecha. Amplios sectores de esta población evangélica fundamentalista es la misma que se opone a los derechos de la comunidad LGBTTQ+, a la liberalización de los matrimonios entre parejas de un mismo sexo, al derecho de las mujeres a la terminación de sus embarazos, a la igualdad de derechos entre personas de distintos sexos y otras reivindicaciones de corte progresista adoptadas por otros países. Quien gane las elecciones, sea en primera o segunda vuelta, encontrará un país con serios problemas que atender. Se trata de un país que bajo la presente pandemia de la COVID-19, ha sufrido la muerte de 685 mil personas, de las cuales se estima que 400 mil pudieron evitarse si el gobierno de Bolsonaro hubiera asumido otra postura ante dicho flagelo; una crisis alimentaria donde 125 millones de brasileños padecen inseguridad alimentaria y entre 19 a 33 millones padecen hambre; graves problemas de seguridad ciudadana; desforestación de la selva amazónica; niveles altos de desempleo y los efectos nocivos para la fuerza de trabajo producto de la reforma laboral de corte neoliberal impuesta bajo el gobierno de Bolsonaro. Nuestras expectativas están colocadas en un futuro para Brasil donde el retroceso que ha significado los años de gobierno para su población sean superados y donde Brasil, junto a gobiernos como los de Venezuela, Chile, Argentina, México, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Colombia abran una ventana al mundo en un esfuerzo coordinado y conjunto buscando como norte la integración latinoamericana y caribeña. |
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