En el 42 Aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista y el 60 Aniversario de la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional |
Escrito por Alejandro Torres Rivera |
Lunes, 26 de Julio de 2021 03:10 |
25 de julio de 2021 La política injerencista de los Estados Unidos en Nicaragua durante el pasado siglo se remonta al período de ocupación del país entre los años 1912 a 1933. Como secuela de su intervención, Estados Unidos fundó en 1930 la Guardia Nacional. El 21 de febrero de 1934, Anastasio Somoza García, entonces coronel de la Guardia Nacional, planificó y dirigió la operación en la cual fue asesinado Augusto César Sandino quien desde 1927 había mantenido viva en Nicaragua la llama de la lucha anti imperialista. Habiendo llegado a la presidencia en 1937, Anastasio Somoza García instaurauró un gobierno servil a los intereses imperiales de Estados Unidos, hegemonizado por la oligarquía criolla y sostenido a través de la Guardia Nacional. Somoza, trás asumir las riendas del país, convirtió a Nicaragua en un feudo personal para beneficio suyo, de su familia y su círculo de colaboradores más cercano.
El 21 de septiembre de 1956 el Dictador Anastasio Somoza García fue ajusticiado por el patriota Rigoberto López Pérez. Le sucede en el ejercicio del poder político otro miembro de su familia, su hijo mayor Luis Somoza Debayle, y posteriormente su hijo menor, Anastasio Somoza Debayle. La muerte del Dictador ese año coincide con el renacer en la lucha y resistencia del pueblo nicaragüense. Son los años en que se funda el Partido Socialista Nicaragüense, del cual el eventual fundador de Frente Sandinista de Liberación Nacional, Carlos Fonseca Amador, sería uno de los organizadores de las primeras células estudiantiles marxistas en la Universidad. Para 1957 se constituyó el Comité Revolucionario Nicaragüense, integrado en Nicaragua por Carlos Fonseca Amador, Silvio Mayorga, Tomás Borge, Oswaldo Madriz y Heriberto Carrillo; mientras en México el Comité Revolucionario Nicaragüense, se integraba por Eden Pastora Gómez, Juan José Ordoñez, Roger Hernández, Porfirio Molina y Pedro José Martínez Alvarado. El FSLN surge el 23 de julio de 1961 tomando su nombre del “General de los Hombres Libres”, como se le conoció a Sandino. Ya desde unos años anteriores se habían desarrollado algunas iniciativas organizativas armadas de carácter guerrillero en Nicaragua. Destaca entre ellas el Frente Revolucionario Sandino y el Movimiento Nueva Nicaragua. Sin embargo, es el proceso revolucionario triunfante en Cuba lo que contribuyó a solidificar una concepción política sobre la viabilidad de la lucha armada revolucionaria en Nicaragua. Los fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Carlos Fonseca Amador, Silvio Mayorga y Tomás Borge, propusieron una organización concebida como “frente” o estructura político-militar, capaz de unificar diferentes sectores nicaragüenses en oposición a la Dictadura dentro de un proyecto de liberación nacional. La experiencia guerrillera en Nicaragua para el desarrollo de un proyecto de guerra revolucionaria a partir de un grupo de combatientes, sin embargo, no necesariamente se produjo en conformidad con las leyes que rigen este tipo de lucha revolucionaria. La concepción del desarrollo de la guerrilla armada, ensayada y teorizada por Ernesto “Ché” Guevara en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, se nutre de sus experiencias en la lucha guerrillera en Cuba. El libro presta atención al desarrollo del foco guerrillero desde su etapa inicial; al proceso de inserción de la guerrilla en el campo; al acopio de materiales que viabilicen su futuro desarrollo como una columna guerrillera; al establecimiento de bases de apoyo; al desarrollo de los contactos con la población campesina; en el reconocimiento, desplazamiento y dominio de la columna guerrillera sobre el terreno; así como en la planificación de acciones que inspiren el desarrollo de la lucha revolucionaria en el pueblo patriota. El resultado de la primera acción guerrillera del Frente Sandinista en Río Coco y Bocay en 1963 terminó con una derrota militar. Esta experiencia llevó al FSLN a buscar su reconstitución mediante la intensificación de la lucha de masas, la organización y movilización del estudiantado, el trabajo político en los centros de trabajo obreros, el desarrollo de propaganda armada, la búsqueda de recursos económicos mediante acciones de expropiación, la organización de las redes clandestinas, la preparación de cuadros y el trabajo con las asociaciones de campesinos y trabajadores del campo. Para el año 1967 el FSLN decide volver a la lucha armada en lo que se conoció como la guerrilla de Pancasán. A pesar de una nueva derrota militar, ésta constituirá, sin embargo, una victoria política en la medida que hizo evidente el apoyo de mayores sectores de la población a la lucha armada revolucionaria como única vía para poner fin a la Dictadura. A partir de este momento y hasta aproximadamente 1974 el Frente intensificará sus esfuerzos en el trabajo político clandestino, organizando al pueblo nicaragüense, principalmente su juventud, preparándolos para una etapa de lucha insurreccional. Una característica que asumirá el proceso revolucionario nicaragüense será la integración de un sector de los cristianos en la lucha sandinista, particularmente a raíz de los daños ocasionados por el terremoto de diciembre de 1972, la falta de atención del Gobierno ante la destrucción de más de 50 mil hogares en el país y la muerte de miles de nicaragüenses. La vinculación de jóvenes católicos al trabajo de base con los afectados contribuirá a la larga a la ruptura de los cristianos sandinistas con el sector jerárquico oficialista de la Iglesia Católica. Ante la ofensiva militar lanzada por el Frente Sandinista en 1974 la Dictadura impuso el estado de sitio en el país. Movilizando los efectivos de la Guardia Nacional por tierra y aire contra los insurrectos y la población civil, se instauraron los tribunales militares, masificaron los arrestos y la tortura mientras se generalizaron las desapariciones de luchadores antisomocistas en todo el país. En el seno del Frente Sandinista se venían desarrollando tres tendencias políticas e ideológicas principales. La base de las diferencias se encontraba en torno a cuál debería ser la estrategia principal de la lucha, la vía revolucionaria más adecuada y los sectores a los cuales debería apelarse como parte del proceso para poner fin a la Dictadura. La primera vertiente, conocida como la tendencia “Proletaria”, postulaba darle mayor importancia al trabajo revolucionario dentro de los sindicatos, subordinando a ese trabajo el desarrollo de lucha armada. Esta tendencia comenzó a operar en forma separada al resto de la Organización en 1975. La segunda, conocida como la tendencia “Guerra Popular Prolongada (GPP)”, postulaba la lucha guerrillera en la montaña, la cual eventualmente tendría el potencial de arrastrar al resto de las fuerzas revolucionarias en una lucha insurreccional. Finalmente, la tercera tendencia, denominada “Tercerista”, propulsaba una síntesis entre las dos anteriores, aunque planteando con un carácter más inmediato la vía insurreccional. Entre 1975 y 1977 dentro del FSLN se acentuaron las diferencias entre las tres tendencias. Sin embargo, en 1978, como resultado de un segundo brote insurreccional de grandes dimensiones en el país, las condiciones materiales del proceso revolucionario y los esfuerzos de Cuba en promover la unificación de las tres tendencias en un solo mando político-militar, tuvo éxito la reunificación de las tres tendencias dentro de un mando unificado. Se considera que fue éste uno de los factores claves que permitieron el avance final de la lucha revolucionaria, que desembocó eventualmente triunfo sandinista el 19 de julio de 1979. Desde los primeros años de gobierno, el joven gobierno sandinista, a pesar de sus avances sociales en áreas como educación, salud, tenencia de la tierra y vivienda, comienza a confrontar dificultades con la abierta política contrarrevolucionaria impulsada por Estados Unidos y la vieja oligarquía, a la cual se sumaron distintos sectores de la burguesía y pequeña burguesía que durante la Dictadura habían desarrollado acuerdos con el Frente en sus posturas anti somosistas. A las condiciones de atraso en las cuales había quedado el país después de la lucha revolucionaria contra Somoza, se añadió el bloqueo marítimo impuesto por Estados Unidos con el propósito de debilitar la economía ya maltrecha como resultado de la lucha revolucionaria y la represión desatada por la Dictadura. La organización de una fuerza militar contrarrevolucionaria, formada en Honduras a partir de los restos de la Guardia Nacional somosista, promovida, entrenada y pertrechada por Estados Unidos y sectores de la oposición política en Nicaragua, desató una guerra sucia que por años llevaría el país a su peor crisis social, política y económica causando la muerte de miles de jóvenes nicaragüenses. En medio de esta crisis afloran una vez más contradicciones en el liderato sandinista, en muchas ocasiones abonados por el distanciamiento de viejos combatientes y dirigentes guerrilleros de las necesidades sociales del pueblo y del desarrollo de estilos de vida y concepciones totalmente ajenos a los principios revolucionarios que inspiraron tan valioso proceso revolucionario. Los errores de la dirección del Frente Sandinista en la conducción del proceso en aquel momento, también sirvieron de caldo de cultivo al imperialismo estadounidense para fortalecer las posiciones políticas e ideológicas de las anteriores clases y sectores dominantes y la pérdida de arraigo del gobierno en algunos sectores del pueblo trabajador y del campesinado. A pesar de las circunstancias, luego de décadas de la dictadura de los Somoza el sandinismo dotó durante su mandato al país de una nueva experiencia de ejercicio de la democracia; de un nuevo marco institucional constitucional del cual partir hacia el desarrollo de un nuevo modelo de país; y sobre todo, de la importancia del respeto al orden institucional vigente. Así lo demostró en el años 1990 cuando habiendo perdido las elecciones, el FSLN, enfrentó su resultado entregando el gobierno a quienes le derrotaron en el proceso electoral. Antes de abandonar el poder, sin embargo, se produjeron actos injustificables dentro de la moral revolucionaria, cuando algunos dirigentes del Frente se lucraron de fondos públicos y se distribuyeron entre sí propiedades y bienes que habían sido expropiados a la oligarquía y a los sectores que habían estado comprometidos con la Dictadura. Este proceder pasó a llamarse a nivel popular en Nicaragua como “la piñata”. El ejemplo dado por el sandinismo, aún dentro de sus múltiples contradicciones y errores en la conducción del proceso, le llevó a transformarse en una fuerza política de oposición sin precedente en la historia de Nicaragua. Esta capacidad de transformación en una fuerza política le proveyó, además, en aquel momento al resto de las fuerzas de izquierda en América Latina, un nuevo referente sobre el uso de la legalidad institucional, cuando de espacios de lucha política democrática se habla. En las elecciones de 2006, luego de años de control del Estado por sectores de la derecha nicaraguense, el FSLN llegó nuevamente al poder obteniendo el 38% de los votos; es decir, ganó por pluralidad de los votos emitidos. Para amplios sectores del país, luego de una década y media de gobiernos neoliberales intentando desmantelar aquellas semillas iniciales sembradas por la Revolución Sandinista, había surgido una nueva esperanza de avance en las conquistas sociales para su pueblo. En el proceso de mantenerse en la dirección política del Estado, sin embargo, el FSLN se fue transformando de lo que en su origen fue aquella organización que condujo al pueblo a la derrota de la Dictadura y las fuerzas oligárquicas, en un tipo de organización diferente; una organización más apegada a los viejos estilos de la política que a los de una organización sembrada en un proceso verdaderamente revolucionario. De hecho, fueron años donde cientos de anteriores militantes sandinistas rompieron filas con el FSLN. Algunos de éstos ex militantes del Frente terminaron siendo coptados por sectores de la burguesía y la vieja oligarquía; mientras otros quedaron como sectores marginales del proceso político en Nicaragua. En ese ir y venir, no faltó también para otros el desencanto luego que el FSLN como organización, llegara a acuerdos con fines estrictamente electorales con fuerzas políticas contrarrevolucionarias que en el pasado habían sido sus propios enemigos y desafectos. Como puertorriqueños, tenemos que reconocer sin embargo, la solidaridad consecuente del FSLN y su dirección con el reclamo de la independencia y descolonización de Puerto Rico. Por lo anterior estaremos siempre agradecidos y en deuda con el FSLN, su gobierno y sus dirigentes. Quizás por eso nos duele tanto en el corazón la situación por la que hoy atraviesa Nicaragua. No tenemos la menor duda de que dentro de la crisis que vive el hermano pueblo nicaragüense se encuentra la mano oculta y siniestra de la inteligencia estadounidense y de organismos internacionales a su servicio, como es el caso de la OEA, promoviendo la subversión y desestabilización del gobierno sandinista. Las declaraciones de los voceros del gobierno de los Estados Uniodos y del Secretario General de la OEA empujando abiertamente una política injerencista sobre los asuntos internos de Nicaragua claramente lo afirman. Para Estados Unidos el gobierno encabezado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, aún dentro de sus contradicciones, no es un gobienro aliado ni un gobierno amigo. Todavía Estados Unidos no perdona que los nicaragüenses hayan persistido en una política antiimperialista, desarrollando en el país la revolución que echó abajo el dominio de los Somoza. Sin embargo, no podemos permanecer silentes al observar el manejo de las contradicciones en Nicaragua y las posiciones asumidas por su Gobierno, frente a aquellos que hoy se movilizan en contra de la implantación de medidas de corte neoliberal; y aquellos y aquellas que se expresan contrarios a lo que consideran políticas represivas por parte del Gobierno dirigidas a suprimir su libertad de expresión, quizás perdiendo de perspectiva en ello que existe una clara diferencia entre lo que constituye la protesta social y lo que es la subversión, venga de donde venga. Se señala desde Nicaragua los arrestos de cara a las próximas elecciones presidenciales del 7 de noviembre de 2021, de al menos 134 personas. Entre ellas se encuentran 4 candidatos a la presidencia en dichas elecciones. También entre los/as arrestados/as figuran anteriores combatientes y funcionarios/as del gobiernos del FSLN. Entre las personas detenidas destaca la figura de Dora María Téllez, Comandante Sandinista participante de la toma del Palacio Nacional en 1978 junto a Edén Pastora, conocido como el Comandante Cero. Este operativo tuvo como resultado la excarcelación de los presos políticos sandinistas. La comandante Téllez fungió luego del triunfo de la Revolución como Ministra de Salud entre los años 1979 a 1990, Vicepresidenta de Estado y diputada. También están detenidos otros ex militantes sandinistas que se distinguieron en la lucha contra Somoza, como son el general retirado Hugo Torres; Víctor Hugo Tinoco, ex Vicecanciller; como también entre otras, Suyen Barahona, Tamara Dávila y Ana Margarita Vigil. Estos/as detenidos/as se identifican como integrantes de Unión Democrática Renovadora y de UNAMOS (antes Movimiento de Renovación Sandinista), estructura política que la integra disidentes del FSLN. Los arrestos se producen bajo acusaciones de conspirar “contra la independencia, soberanía y autodeterminación de Nicaragua y por incitación a “la injerencia extranjera en los asuntos internos y pedir intervenciones militares.” Se invoca para ello la ley Núm. 1055, aprobada el pasado mes de diciembre por el parlamento nicaragüense. Todo Estado tiene derecho a protegerse de acciones dirigidas a su derrocamiento y Nicaragua no es la excepción. Sin embargo, el derecho del Estado a defenderse contra las acciones subversivas de parte de sus opositores, debe estar sostenido en el reconocimiento de la legalidad vigente, la cual a su vez debe sostenerse en el respeto a los derechos constitucionales y humanos de sus ciudadanos. Eso es lo que se espera del gobierno sandinista en la presente coyuntura. Ciertamente en lo que respecta a los asuntos internos de Nicaragua, a quienes les corresponde resolverlos es a los nicaraguenses. Por eso rechazamos, repetimos, venga de donde venga, cualquier medida o propuesta que pretenda violentar la soberanía de este país, y más aún, promover la injerencia en sus asuntos internos de terceros países u organismos internacionales timoneados por el imperialismo. A diferencia de estos últimos, creemos que los organismos creados en décadas pasadas por los propios gobiernos latinoamericanos y caribeños como es la CELAC, nos ilustra el camino a seguir en el esfuerzo por contribuir a la solución de conflictos dentro del marco de lo que son los principios de solidaridad, de no injerencia y no intervención, que son en definitiva los que deben gobernar las relaciones entre los pueblos. Por eso apoyamos cualquier esfuerzo que desde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con la anuencia del gobierno de Nicaragua, pueda llevarse a cabo para la normalización de la situación actual en este hermano país. El enemigo para los pueblos nunca será el pueblo mismo; el enemigo está en aquellos que pretenden someter a los pueblos con políticas violatorias de su soberanía nacional, con la injerencia, la intervención, la subversión y la desestabilización política. En la mejor tradición de lucha sandinista, saludamos el 42 Aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista cumplido el 19 de julio de 2021 y el 60 Aniversario de la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional a cumplido el 23 de julio de 2021. Al hacerlo reafirmamos su consigna de ¡PATRIA LIBRE O MORIR!
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