He compartido con Quique, desde entonces, escritos, correspondencia, poemas, puntos de vista políticos, música, anécdotas y pesares.
“La primera cualidad del patriotismo es el desistimiento de sí propio; l
a desaparición de las pasiones o preferencias personales ante la realidad pública,
y la necesidad de acomodar a las formas de ella el ideal de la justicia.”
José Martí: Vengo a darte Patria, Nueva York, 14 de julio de 1893
I. Introducción
Buenas noches a todas las personas presentes. Mi particular saludo a José Enrique Laboy Gómez. Deseo expresarle al autor nuestro más sincero agradecimiento por este maravilloso libro que presentamos esta noche, titulado Quique Ayoroa Santaliz: Patriota, Quijote y Amigo, en torno a la vida y obra de un querido amigo y compañero de lucha, el Lcdo. José Enrique Ayoroa Santaliz.
No puedo dejar pasar por alto, además, señalar que me honra compartir esta noche esta presentación en la Casa Museo Pilar Defilló en Mayagüez, municipio cuna del maestro Eugenio María de Hostos, junto al también querido amigo y compañero de estudios, el pepiniano Lcdo. Ramón Edwin Colón Pratts y el siempre recordado y admirado deportista puertorriqueño, el ponceño y sangermeño por adopción, Armando (Armandito) Torres Ortiz.
El Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, escribió en un álbum perteneciente a Lorraine S. Brunet, la siguiente Dedicatoria:
“Si me preguntan cuál es la palabra más bella, diré que es ‘patria’:-- y si me preguntan por otra casi tan bella como ‘patria’--, diré—‘amistad’.”
En Quique Ayoroa Santaliz se condensan las dos palabras más bellas: Patria y Amistad.
Conocí a Quique en el año académico 1975-1976 mientras cursaba mi último año de derecho. Un amigo común que había conocido en 1972, el Lcdo. Federico Díaz Ortiz, quien en ese momento era mi supervisor de práctica en la Junta de Relaciones del Trabajo de Puerto Rico, me llevó a su casa una tarde para conocerle.
En la conversación que desarrollamos salió a relucir que Quique era parte de la primera clase graduada de derecho de 1964 en la hoy Pontificia Universidad Católica. Le indiqué que mi hermano mayor, Mario A. Torres Rivera, fallecido el pasado mes de marzo, también había estudiado en la Católica, pero era parte de la clase graduada de 1965. Quique se quedó pensativo, se levantó creo que de un sillón en el cual se encontraba sentado, fue a otro lugar en su casa y luego llegó con un retrato en mano. Mostrándome la foto me preguntó si el Mario del cual hablaba era el que aparecía en la foto. En efecto era mi hermano. Me habló de su amistad recíproca con Mario, amistad que se profesaron desde entonces hasta la muerte de Mario. Desde ese momento, por las coincidencias que nos depara la vida, yo pasé a formar parte de esa hermandad que nos ha unido hasta el día de hoy.
He compartido con Quique, desde entonces, escritos, correspondencia, poemas, puntos de vista políticos, música, anécdotas y pesares. Hemos compartido también, en medio de llantos internos y externos, el dolor por la muerte de uno de nuestros hijos, asesinados en plena juventud en alguna carretera del país. Al dolor le han seguido alegrías y bromas. Durante varios años fui representante legal de su padre, Don Francisco, y algunas de sus hermanas. Como una reacción atómica en cadena cuando el núcleo de un átomo se desprende de su entorno natural y se multiplica, muchas de sus amistades pasaron también a ser mis amigos y compañeros en lucha; y ciertamente, como si no le sobraran a Quique, algunos de mis amigos y amigas pasaron a ser también a ser sus amigos y amigas.
Hoy me duele en el alma saber la condición de salud por la cual atraviesa, aunque no pierdo la esperanza de que el próximo 21 de febrero, como ha sido su costumbre de tantas décadas, al llegar la fecha de mi cumpleaños, reciba una vez más su llamada telefónica reiterando y renovando su amistad, aprecio y compañerismo.
II. Algunos comentarios en torno al género literario de la biografía y la estructura del libro
Se me ha pedido que el eje de mi intervención esta noche gire en torno al Quique independentista. Si bien lo haré, tomaré unos minutos para ubicar el género literario sobre el cual nos expresaremos.
El Diccionario de la Real Academia Española nos dice en torno al término “biografía”, que es la “historia de la vida de una persona”. También indica, en otra de sus acepciones, que es el “género literario al que pertenecen las biografías”. El término proviene del griego Bios (vida) y graphein (escribir). No es inusual que, en la estructura narrativa del género literario, el autor se remonte a los antecedentes familiares del biografiado; e incluso, incorpore en su relato aspectos relacionados con la vida de otras personas con las cuales, el que escribe, se ha relacionado ya sea íntimamente, familiarmente o el entorno de sus amigos y conocidos. Es común que el autor narre la vida del protagonista en tercera persona. Si bien la narrativa recoge aspectos centrales objetivos de la vida del biografiado, es común que el autor emita también sus juicios valorativos del biografiado.
En su estructura interna, las biografías suelen tener una introducción, seguida por el desarrollo de sucesos importantes en la vida del biografiado, muchos de los cuales se narran con mayor o menor detalle; para finalmente, el autor presentarnos su conclusión o juicio valorativo de la persona en torno a la cual llevó a cabo su narrativa.
Como parte de los recursos a los cuales recurre el escritor, se encuentran el examen de documentos elaborados por el biografiado o en torno a aspectos de la vida del biografiado; entrevistas a personas que han conocido al biografiado; testimonios del biografiado; descripción de espacios físicos, fotos y otros objetos relacionados con el biografiado y su familia; visitas a los entornos en los cuales vivió o se desarrolló el biografiado; y otros. Un examen del libro que hoy presentamos, sus fuentes primarias y secundarias a las cuales tuvo acceso el autor, y que claramente surgen del examen de sus 1,041 notas al calce, cumple plenamente con las exigencias del género literario.
El autor divide la biografía de Quique en diez (10) capítulos medulares, excluyendo áreas tales como la Dedicatoria, Agradecimiento, Introducción, Prólogo y Palabras Finales. Los capítulos mencionados, tal cual han sido titulados por el autor, incluyen: (1) La Familia: Semilla que brota; (2) Quique: Su primera etapa de vida y la germinación del patriotismo; (3) La Universidad: Despegue de su vida social y cultural; (4) Sus amores: Entre la alegría, el sufrimiento y la esperanza; (5) El amor a la desilusión; (6) El abogado de los oprimidos; (7) Su faena independentista más importante; (8) La historia y cultura como rostros de resistencia; (9) Su lucha contra la dependencia económica; y (10) Activismo en diversos frentes y persecución política.
A pesar de estas divisiones en la estructura temporal de la narrativa histórica del biografiado, hay sin embargo algunos elementos constantes y comunes en cada una de ellas que me interesa destacar: las manifestaciones y el profundo amor de Quique por la Patria; su resuelta vocación por sumar fuerzas y no restar recursos en el proceso de alcanzar la independencia política para su país; el valor profesado a la amistad; el respeto a la palabra empeñada; la integridad y el desprendimiento solidario como ser humano hacia los demás; su compromiso con los pobres y desventajados económica y socialmente; y el profundo amor por su familia.
III. La forja del ideal de independencia en Quique Ayoroa Santaliz
Puedo señalar y me atrevo a indicar que no me equivoco, que no existe en Puerto Rico un ser humano que haya conocido Quique, que no haya formado sobre su persona la más alta opinión. Se trata de una percepción que trasciende los límites del independentismo. Es la noción que prevalece en quienes compartieron con él la digna profesión de la abogacía; de quienes compartieron con él estudios en los grados primarios, secundarios y universitarios; de quienes se vincularon con él a través del deporte; de quienes se hermanaron con él en la apreciación de la música, la literatura, la poesía; de quienes dieron junto a él la lucha contra el servicio militar obligatorio; de quienes desde la organización ciudadana “Ponceños de Verdad” dieron la lucha por el desarrollo de obras de infraestructura necesarias para esta ciudad; como también, de quienes aunaron sus esfuerzos para un proyecto de empresarismo responsable, autogestionario y sustentable para el país.
Nos dice el autor del libro que, en algún momento durante una entrevista, Quique se describió a sí mismo como persona muy temerosa, pero a la vez capaz de enfrentar los temores. Agrega, sin embargo, en referencia a Quique que, “a un tema que no le mostró miedo fue al de la lucha por la independencia de Puerto Rico.” En ello coincide con el autor del libro su amigo y compueblano, el Lcdo. Eduardo Villanueva Muñoz, cuando señala de Quique, utilizando de fondo una imagen que surge los versos de la canción popularizada en la obra “El Hombre de la Mancha”, lo siguiente:
“Enseñar que se puede vivir poéticamente, que uno debe aspirar a luchar por un ideal, hasta alcanzar un sueño imposible para algunos, la libertad de Puerto Rico, su descolonización y la justicia social.”
Remacha el autor del libro señalando que Quique concibió “al independentismo como un movimiento serio y al independentista como un ser de principios dispuesto a sacrificar vida y hacienda por sus ideales.”
Está presente, a través del relato biográfico, la enorme influencia que jugó en Quique la condición de independentista de su padre, Don Francisco Alfredo Ayoroa Abreu y su tío nacionalista Enrique. De este último, nos indica el autor, fue posiblemente “la figura familiar que más alimentó ideológicamente a Quique Ayoroa.”
Me consta el profundo amor y admiración que Quique profesaba por su tío Enrique y el afecto y respeto por sus padres, a quienes continuamente venía a ver viajando desde Ponce a San Juan casi semanalmente. Aunque no conocí a su tío Humberto, si puedo dar fe del carácter de Don Francisco, y por dichos de Quique, de tu tío Enrique. Si en efecto, corría en el DNA de los Ayoroa Abreu tal reciedumbre de carácter, no dudo de la expresión del autor al señalar, en referencia a Humberto, que éste le haya insuflado a Quique “un carácter cojonudo”, sobre todo frente al adversario, el que tantas veces validó en la defensa del ideal de independencia para su patria.
Un dato que destaca el autor, quizás significativo del porqué la visión unitaria y nunca sectaria de Quique como luchador independentista, la encontramos en la experiencia vivida en su juventud en Isabela, cuando su padre, Don Francisco, optó por integrarse al Partido Independentista Puertorriqueño mientras su tío Enrique permanecía en el Partido Nacionalista Puertorriqueño. Nos dice Laboy Gómez que este hecho “creó una fricción” entre los dos hermanos, la cual llegó a que en un momento “ni se miraban.” Esta situación, continúa indicando, “afectó mucho a Quique y pesó hondo a la hora de decidir si pertenecía o no a un grupo independentista.” Citando palabras del propio Quique, este indica:
“Esta fricción me enseñó desde la infancia que yo no podría ser de una tribu del independentismo para pelearme con otras tribus, lo viví en carne propia, lo vi en mi propia familia. Yo he sido de todos y no he sido de ninguno, colaboro con todos.”
Más allá de ser un mero formalismo discursivo, Quique ha validado su desiderátum promoviendo la unidad independentista con su propio ejemplo, manifestado ello en la lucha contra el servicio militar obligatorio durante los años de la Guerra de Vietnam; en la defensa de veintenas o cientos de independentistas pertenecientes a diferentes organizaciones patrióticas, acusados en los tribunales de Puerto Rico por acciones para adelantar la lucha de independencia; en la defensa legal de trabajadores y estudiantes acusados durante el desarrollo de conflictos huelgarios; en la denuncia activa de los responsables materiales e intelectuales de los asesinatos en el Cerro Maravilla; en el apoyo desprendido, en diversos niveles, hacia luchadores nacionalistas encarcelados y sus familiares; en la defensa del idioma español y la identidad nacional puertorriqueña; en el rescate de personajes anónimos de nuestra historia nacional y pueblerina, representativos de los valores tradicionales del pueblo puertorriqueño; en la lucha de las comunidades contra los efectos de la contaminación sobre la salud de sus pobladores; en asegurar la sobrevivencia económica del periódico Claridad e Impresora Nacional; en la reivindicación del deporte nacional como trinchera para el fortalecimiento de la identidad nacional puertorriqueña; en el rescate y la recopilación de datos biográficos y fechas históricas sobre luchadores y luchadoras puertorriqueñas; en la preservación de la memoria histórica de sucesos tales como la Masacre de Ponce; en el rescate y difusión de la figura histórica de Don Pedro Albizu Campos; y en el esfuerzo consecuente por la unidad del independentismo, ello a partir del reconocimiento de sus diversas formas y métodos de lucha.
En el independentismo, han sido muchas las voces que vieron en Quique el ser humano capaz de unirnos, para con una sola voz, reclamar nuestro derecho a la libertad política.
Esta aproximación en alguna medida es compartida por el presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, el Lcdo. Rubén Berríos Martínez. De acuerdo con Laboy Gómez, el Lcdo. Berríos Martínez reconoce que “Ayoroa Santaliz es una de las pocas personas que ha logrado navegar por las turbulentas visiones de la lucha manteniendo una buena relación con todos los sectores. Un carácter especial, una crianza pluralista desde el punto de vista político y un discernimiento fuera de serie hicieron de Quique el personaje perfecto para servir de puente y ser un instrumento eficaz a la hora de poner de acuerdo al independentismo.
IV. Sucesos políticos que marcaron la vida de Quique:
En la vida de Quique hay sucesos que le marcaron profundamente su vida en el plano personal. Dos de ellos fueron la muerte de su primera esposa Lena María en noviembre de 1995 y el asesinato de su hijo Francisco Alfredo (Macho) en agosto de 1996. Habiendo pasado por una experiencia similar con el asesinato de mi hijo mayor, Alejandro Javier en junio de 1998, recuerdo cuando nos encontramos y abrazamos en la funeraria que me dijo, “Alejo, este golpe nos acerca más en la vida.” Sobre el particular, sin embargo, no abundaré más, dado que mi participación en esta presentación pretende limitarse a los aspectos relacionados con Quique como luchador independentista.
En su libro, el autor nos narra dos importantes esfuerzos investigativos relacionados con crímenes políticos, en los cuales Quique fue una pieza clave para su desarrollo. El primero, ocurrió en 1976 luego de la desaparición del abogado y dirigente nacionalista Julio Pinto Gandía el 18 de septiembre de ese año. Sobre esta desaparición, no hay aún conclusiones definitivas. Pinto Gandía fue un dirigente nacionalista muy cercano a Don Pedro Albizu Campos. Jugó un papel destacado en la preparación de las acciones nacionalistas que terminarían con el Ataque al Congreso de Estados Unidos en 1954. Previamente, en 1937, había sido acusado junto a otros nacionalistas por el atentado contra la vida del Juez Robert Cooper. Este juez federal había condenado poco antes a Don Pedro Albizu Campos y otros dirigentes nacionalistas por cargos de conspiración para derrocar por la fuerza al gobierno de Estados Unidos, incitar a rebelión y por el reclutamiento de soldados para participar en acciones violentas contra el Gobierno de Estados Unidos.
A Pinto Gandía le recuerdo de mis años de estudiante universitario en Río Piedras mientras militaba en la Juventud Independentista Universitaria. Amigo del tío Enrique de Quique, posiblemente en aquel momento su amigo más cercano, Pinto Gandía desapareció de su hogar sin que se haya vuelto a conocer su paradero.
Ante estos hechos, Quique en carta envidada al entonces Presidente del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico, Lcdo. Graciani Miranda Marchand, solicitó una investigación y la designación por parte del Colegio de un “investigador privado, cuya integridad y moral fueran intachables”. En el Informe, presentado en noviembre de 1977 por un investigador cuyo nombre no se dio a conocer en el Informe, pero cuya identidad Quique le manifestó al autor, fue el periodista Jesús Dávila, se consignó lo siguiente:
“El 18 de septiembre de 1976, a las 7:05 de la noche, el señor Enrique Ayoroa dejo (sic) a Julio Pinto Gandía frente a su apartamento en la urbanización Santa Ana de Rio (sic) de Río Piedras. Dos semanas después se comenzó a buscar a Pinto y ya para mediados de octubre de ese mismo año se le daba por desaparecido.”
La segunda investigación que se generó gracias a la pronta intervención de Quique, se relaciona con los sucesos acaecidos el 25 de julio de 1978 en el Cerro Maravilla. Allí, dos jóvenes independentistas fueron asesinados por agentes de la División de Inteligencia de la Policía de Puerto Rico. Tras los sucesos, Don Julio Ortiz Molina, el conductor del carro público que condujo a tres personas jóvenes al Cerro Maravilla, uno de los cuales era un agente encubierto, contactó a Quique para que le gestionara la reparación de los daños causados a su vehículo por la Policía. En la entrevista con Quique, Don Julio le contó la totalidad de los sucesos que él había presenciado en Cerro Maravilla, lo que llevó a Quique a solicitarle que prestara una Declaración Jurada sobre los sucesos narrados. La declaración, que fue tomada el día 28 de julio por el notario Julio Alvarado Ginorio, fue la Declaración Jurada que destapó toda la conjura de la División de Inteligencia de la Policía y la complicidad del gobierno de Carlos Romero Barceló en la planificación y encubrimiento de estos asesinatos.
Del memorando del teniente Roberto Santiago el 11 de agosto de 1978, entonces Director de la Oficina de Inteligencia de la Policía en el Área de Ponce, se desprende la participación inicial de Quique en el descubrimiento de los hechos ocurridos en Cerro Maravilla:
“…la persona que llevó al Sr. Julio Ortiz Molina, a la oficina del Lcdo. Julio Alvarado Ginorio, para que prestara una declaración jurada cambiando la que originalmente había prestado ante el Hon. Fiscal Santos Nigaglioni, relacionada con los hechos ocurridos en el Cerro Maravilla el 25 de julio de 1978, lo fue el Lcdo. José Enrique Ayoroa Santaliz.”
La Sentencia dictada, producto de la demanda radicada por los licenciados José Enrique Ayoroa Santaliz, Héctor Lugo Bougal y Víctor A. Meléndez Lugo, recoge a su vez, en sus “Determinaciones de Hechos”, lo que más adelante el país conocería como resultado de la investigación conducida por el Senado de Puerto Rico, a saber:
“Mientras el demandante miraba hacia el frente, observó que varias personas, vestidas en forma similar salían de la maleza que había en el lugar, llevando armas largas en sus manos… Al advertir que las personas salían de maleza, calificados luego como ‘agentes’, levantaban sus armas como para disparar, el demandante se escondió hundiéndose en la parte delantera del vehículo… El vehículo del demandante recibió ocho impactos de bala… Cuando terminó el tiroteo, dos personas—que el demandante llama ‘agentes’—abrieron ambas puertas delanteras de su vehículo. El que abrió la puerta derecha le manifestó al demandante: ‘Sal, antes de que te acribille’ …El demandante observó que los jóvenes estaban heridos y sangrantes, aun así, le gritaban a los ‘agentes’ que ese señor (el demandante) ‘era una víctima inocente…”
Ante las amenazas que continuamente recibía Don Julio, Quique radicó en el interés de su cliente el 29 de mayo de 1986 una petición para autorizarle la portación de un arma de fuego.
Nos narra el autor que luego de los eventos del Cerro Maravilla en 1978, algunas personas comenzaron a visitar el lugar de los hechos en fechas conmemorativas de los asesinatos. Sin embargo, esta iniciativa individual no tomó forma como expresión organizada hasta que el Lcdo. Heriberto Torres Vázquez se planteó hacerlo en 1994 en forma estructurada, colocando en el lugar un letrero que decía “Cerro de los Mártires”. Ya para 1995 otras personas, entre ellas Quique, se habían sumado a la iniciativa.
En un artículo escrito para el periódico Claridad, Quique anuncia que un grupo de puertorriqueños había constituido un Comité Timón para crear una organización con el único y específico propósito de organizar y llevar a cabo, en el recién bautizado Cerro de los Mártires, los días 25 de julio de cada año un acto de recordación para Arnaldo Darío Rosado y Carlos Soto Arriví. A partir del 28 de enero de 1996 nacería la Coordinadora Nacional de las Actividades del Cerro Maravilla (Cerro de los Mártires), siendo designado como coordinador Quique y el compañero Antonio Ramos como secretario. Desde entonces hasta el año 2016, Quique estuvo al frente, como coordinador, de las actividades conmemorativas, tarea que hoy asume el compañero Antonio Ramos luego de que consideraciones de salud impidieran a Quique poder continuar este esfuerzo.
V. La Conmemoración del Centenario del Natalicio de Don Pedro Albizu Campos
Como señala el propio autor, la “tarea más grande” emprendida por Quique como independentista, fue la creación y desarrollo de las actividades del “Comité Pro Conmemoración del Natalicio de Pedro Albizu Campos”. A esta actividad, como en tantas otras, Quique se dedicó en cuerpo y alma. Sobre el particular, otro gran patriota y amigo, el Lcdo. Noel Colón Martínez, ha indicado:
“No hubo reivindicación en reclamo de la libertad de nuestro país, ni fecha histórica, ni acontecimiento anterior, ni acciones de lucha patriótica que Quique no acogiera para fortalecerla con sus respetadas iniciativas. Sus logros han sido realmente significativos. El reconocimiento de los trascendentales méritos de Don Pedro Albizu Campos como figura cimera de la lucha nacional se le debe principalmente al esfuerzo y la capacidad de Quique. Antes de que se moviera por todo el país para que se reconociera a Don Pedro entre las primeras figuras históricas del país, lo que primaba era la indiferencia y el temor. El éxito de esa encomienda autoimpuesta ha sido una impresionante muestra de tenacidad con que cumplía tareas de gran valor histórico.”
Indica Laboy Gómez que la vocación de Quique por el rescate de la figura histórica de Don Pedro estuvo precedida por gestiones llevadas a cabo para la adquisición de los terrenos donde estuvo enclavada la casa en que nació Albizu Campos. El primer paso fue colocarle un letrero al Callejón que servía de entrada al Club Gallístico de Ponce, que decía “Calle Pedro Albizu Campos”. Fundado el Comité entre los años 1975 y 1976, un año después se llevó a cabo la primera actividad de conmemoración. En ella el orador principal fue Quique. De esta iniciativa, más de una década después, surgió la propuesta de conmemorar el Centenario del Natalicio de Pedro Albizu Campos, constituyéndose la “Coordinadora del Centenario de Albizu”, la cual también se conoció como “Coordinadora 100 Años de Albizu”, fundada el 11 de junio de 1989.
Una vez más, evitando las luchas al interior del independentismo, esta vez sobre cuál era la fecha correcta para la conmemoración del Centenario del natalicio de Albizu, si era 12 de septiembre de 1991 o 29 de junio de 1993, mediante propuesta de Juan Mari Brás, se decidió que las actividades corrieran desde septiembre de 1991 a junio de 1993. Es en aquel contexto, indica el autor, que Juan Mari Brás le pide a Quique—algo que lamentablemente él declinó,—que asumiera “el papel protagónico de la lucha por la independencia de Puerto Rico.” La razón para la negativa y el rechazó de la propuesta la ofreció el propio Quique en una entrevista hecha el 28 de diciembre de 2017, al señalar, respondiendo a la pregunta de si fue un error o una debilidad de su parte tal negativa, lo siguiente:
“Ni lo uno ni lo otro. Fue plena conciencia de que yo no podía alcanzar eso. Yo agradecí aquel gesto amoroso de Juan Mari Brás, pero en el fondo, (con mucho respeto) no me lo tomé en serio. En mi fondo, coinciden el idealismo sin límite, irrefrenable de mi tío Enrique, y el escepticismo de mi padre respecto de las posibilidades de triunfo del independentismo.”
Sobre tal “esceptisismo” en Quique en torno a las posibilidades del independentismo, acentuado a juicio mío en los pasados años, tomo como base una llamada telefónica que sostuviéramos luego de su decisión de ir a vivir junto a su compañera y esposa Rocío a Colombia, donde me indicaba hasta cierto punto su desilusión con cómo veía a Puerto Rico y el estado de nuestra lucha de independencia. El compañero Tuto Villanueva le manifiesta al autor que era ese pesimismo de Quique lo que le ponía a dudar sobre lo que él mismo había logrado a lo largo de su vida. Quique, indica Tuto, “se resistió a ser como su padre, pero en ocasiones pudo más el factor genético.” Esta afirmación, sin embargo, la rectifica más adelante el propio Tuto cuando dejando a un lado la consideración de tal factor genético, indica:
“No fue tan pesimista, pues ante las cosas que hizo y que se inventó no podía haber cabida para que este defecto fuera determinante.”
¡Cuánto habría dado Quique por estar con buena salud en Puerto Rico en las pasadas semanas formando parte del torrente de lucha inspiradora de nuevas generaciones exigiendo y demandando la renuncia de un gobernante y un gobierno corrupto!
En efecto, si como muestra un botón basta, al pasar balance de las aportaciones hechas por esta Coordinadora del Centenario del Natalicio de Albizu Campos, encontramos, entre otras las siguientes:
(1) La internacionalización de las actividades conmemorativas del Natalicio de Don Pedro con la participación de invitados del exterior.
(2) Discursos públicos, ofrendas florales, pasadías en homenaje a familiares de prisioneros políticos, concentraciones, conferencias, actos ecuménicos y culturales.
(3) Dedicatoria de la Jornada Betances en Cabo Rojo y otras actividades en ciudades de Estados Unidos a la figura de Don Pedro Albizu Campos.
(4) La colocación de decenas de tarjas con el nombre de Don Pedro en calles, avenidas, carreteras y áreas recreativas, así como estatuas y bustos sobre Albizu Campos.
(5) La publicación de 16 libros en torno a la figura de Don Pedro Albizu Campos.
(6) La designación con el nombre de “Pedro Albizu Campos” de numerosas obras públicas en Puerto Rico y el exterior, incluyendo escuelas y bibliotecas.
(7) La creación de un sello y medalla conmemorativas, la confección de murales y carteles, serigrafías, xilografías, grabados, pinturas y cuadros.
(8) Tres obras de teatro y 5 películas.
(9) Canciones, poemas y discos dedicados a Don Pedro, así como el desarrollo de certámenes de dibujo, ensayos y otro tipo de literatura.
(10) La publicación de 17 historias sobre Pedro Albizu Campos en periódicos, revistas y boletines.
(11) Programas radiales y de televisión, así como exposiciones fotográficas.
(12) Seminarios y foros, así como 26 charlas y 16 conferencias.
(13) Desarrollo de actividades de solidaridad en otros países.
(14) Desarrollo de proyectos de autogestión económica.
(15) Inauguración del Parque-Monumento Don Pedro Albizu Campos en Tenerías.
En todo este trabajo amplio, de convergencia y unidad patriótica, sin embargo, no estuvo ausente la crítica de Quique hacia aquellos que, habiendo estado vinculados al quehacer independentista, claudicaban en la lucha o daban atisbos de fragilidad. Sin embargo, como señala el autor, “la mayor parte de su vida la dedicó a lanzar puentes de diálogo y confraternización entre los grupos de liberación nacional en Puerto Rico”.
Finalmente, debo llamar la atención a su propuesta de lucha contra la dependencia económica y el fomento de la cultura como mecanismos de resistencia nacional. Para Quique, estos dos aspectos no estaban desvinculados de lo que entendía era un proyecto general de lucha por la independencia, a la cual siempre, con su verbo como eco, aún nos convoca.
VI. Conclusión
Entre los artículos escritos por Quique, Laboy Gómez destaca el de 28 de agosto de 1988, titulado Armonicemos el independentismo puertorriqueño. Allí señala:
“No hay nada más imperioso para la lucha por la independencia de Puerto Rico en este día y hora, que acercar, el ARMONIZAR a todos los partidos y grupos que propugnan por la consecución de la Independencia política para Puerto Rico.”
Cita también el autor de su biografía las palabras escritas por Quique Ayoroa, indicando:
“…más allá de la conocida y muchas veces revalidada …arrogancia imperialista de nuestro adversario, voy a comenzar hablando de la insolidaridad nuestra, que en importante medida, ha propiciado la osadía abusiva de nuestro adversario.”
Reconociendo objetivamente las diferencias existentes entre las distintas fuerzas independentistas, Quique invirtió el llamado histórico y quizás manoseado por algunos a la “unidad” en el abstracto, sustituyéndolo por un llamado concreto a la “armonía”. Para ello, Quique propuso, como ejes centrales de tal armonía, los siguientes:
(1) Mantenimiento y desarrollo de vehículos de divulgación masiva.
(2) Fortalecimiento de la lucha cultural, en su expresión más genuina.
(3) Solidaridad con la lucha religiosa, sindical, deportiva, ambiental y feminista.
(4) La franquicia electoral del PIP.
(5) La conmemoración de efemérides patrióticas.
(6) La defensa absoluta de los más perseguidos y de los prisioneros de guerra.
Quique hacía el llamado a no fundirnos en una unidad acrítica, a una unidad formal, sino a arrimar, hombro con hombro, nuestro quehacer diario en todos aquellos asuntos en los que estuviéramos de acuerdo; a fomentar un espacio de discusión democrático en los cuales la base de las organizaciones pudiera llevar sus críticas al liderato, sin importar su afiliación independentista; y reconstituir entre nosotros el concepto “compañeros” en nuestras relaciones recíprocas.
Cuando pienso en Quique, en definitiva, pienso en ese ser humano integro, digno, valiente, solidario y valeroso, ejemplo de patriotismo para la generación presente y para generaciones futuras. ¡Este es Quique Ayora Santaliz, nuestro Quique!
José Martí, en su carta a Diego Lugo Ramírez el 28 de julio de 1882, Epistolario, Tomo 1 página 241, indicó: “Sólo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo: el dolor de perderlo”. Sabemos las difíciles condiciones en que este amigo de todos, nuestro Quique, se encuentra. La precariedad que representa hoy su salud, comprometida como resultado de una enfermedad inclemente, nos llena de angustia y tristeza. No queremos perderlo. Si ocurriera, sería muy profundo nuestro dolor. Sea pues, esta actividad que nos convoca esta noche, expresión del mismo. Para Quique, nuestro más sincero agradecimiento por una vida y un ejemplo insustituible.
Agradezco una vez más a José Enrique Laboy Gómez por prodigarnos esta obra con la cual logra, al escribir su biografía, sintetizar las grandes aportaciones de este gran patriota puertorriqueño, José Enrique Ayoroa Santaliz a la lucha por la independencia de Puerto Rico. A este amigo de todos y todas, a ese ser humano especial, que como describiera Martí, corresponde a aquellos seres humanos que son como las esponjas, a quienes por más que se cierna sobre ellos cualquier intento de opresión, conservan siempre su fuerza y tensión, agradecemos cuanto ha hecho por la patria y su pueblo en lucha. ¡Gracias Quique una vez más!
Muchas gracias.
(16 de agosto de 2019) |