Decíamos en nuestro último escrito sobre los sucesos en torno a la hermana República Bolivariana de Venezuela, que los eventos se desarrollaban a un ritmo tal que, en ocasiones, era difícil seguirlos a la velocidad que la situación amerita. La tarea, señalábamos, se tornaba aún más compleja si tomamos en consideración, que no siempre se cuenta a tiempo con el mejor manejo de los datos.
Sabido es la acción concertada de los principales medios de comunicación globales en su empeño de encubrir la realidad de lo que viene sucediendo en Venezuela, de transmitir informes que distorsionan los acontecimientos, todo ello en un intento desestabilizador que se sigue contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros.
Los medios de comunicación globales al servicio del gran capital lo que nos proyectan son imágenes que, sin bien reflejan las carencias alimentarias, servicios de salud y transporte por las cuales hoy atraviesa la población venezolana, lo hacen sin adjudicar responsabilidad alguna, principalmente a los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, por la adopción de medidas dirigidas para ahogar la economía de este país sudamericano. Son precisamente estos medios de comunicación los que en su línea editorial saludan, promueven y justifican el derrocamiento del gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro Moros y su sustitución por un presidente de mentiras, como es Juan Guaidó. Como parte de la guerra mediática que hoy se sigue contra Venezuela, levantan una cortina de humo para ocultar las verdaderas razones imperiales en los esfuerzos desestabilizadores hacia Venezuela como parte de la preparación para una eventual intervención militar imperialista contra este país.
Para estos grandes medios de comunicación, lo trascendente en torno a Venezuela no es la amenaza de una intervención que violaría la soberanía nacional de un país o el desarrollo gradual de un Golpe de Estado, sino la gira que Juan Guaidó ha hecho por algunos países latinoamericanos que, en primera o última instancia, no son sino cómplices en esta campaña demagógica procurando apoyo contra el gobierno venezolano. Para estos medios globales es más conveniente reírle las gracias a los exabruptos continuos de funcionarios del gobierno de Estados Unidos, comprometidos con un Golpe de Estado en Venezuela, comenzando por su presidente Donald Trump y seguido por otros funcionarios de su gobierno, que discutir las carestías provocadas por estos halcones de la guerra en la implantación de medidas económicas dirigidas a afectar precisamente la población civil venezolana. Para estos medios de comunicación resulta más atractivo hablar del regreso de Guaidó a su país y las apariencias de regularidad que pretenden imprimirle a las acciones de la Asamblea Nacional de Venezuela actuando en menoscabo del ejercicio constitucional y legítimo del gobierno que encabeza Nicolás Maduro, que la paz en la región.
La falta de rigor y seriedad periodística llega al extremo de que manejando los datos, estas famosas cadenas de televisión, radio e internet ocultan a sus propios pueblos los efectos que sobre la economía de Venezuela han tenido las confiscaciones de sus activos, valorados en decenas de miles de millones de dólares, en terceros países; invisibilizan la confiscación o robo de miles de millones de dólares en reservas en oro depositadas en bancos extranjeros por el gobierno venezolano; omiten ofrecer los datos que corroboran la confiscación sin ningún tipo de compensación por parte del gobierno estadounidense de las refinerías y estaciones de gasolina propiedad del gobierno venezolano localizadas en territorio Estados Unidos; como también esconden el daño causado a la población venezolana como consecuencia de estas acciones, en aspectos tales como la carencia de medicamentos y alimentos, todo ello producto del bloque impuesto.
El daño causado a la infraestructura del Estado venezolano con el apoyo estadounidense en áreas vitales como son los servicios de agua y energía eléctrica, es una violación a los derechos humanos del pueblo venezolano. Para los halcones de la guerra, todo está justificado. Después de todo, la historia nos demuestra que al gobierno de Estados Unidos le tiene sin mayor cuidado tales violaciones, independientemente de las consecuencias para los pueblos que las sufran, ya que como se dijo antes con relación a Afganistán, Iraq, Libia o Siria, se trata de meros “daños colaterales en aras de la restauración de la democracia”.
No ha pasado un día desde comienzos del presente año, sin que como caja de resonancia de las políticas imperiales el Departamento de Estado de Estados Unidos y el Pentágono, tales medios repitan una y otra vez que “todas las opciones están sobre la mesa.” Proyectan como opciones de futuro, como si al presente parte de esas acciones no se hubieran llevado a cabo, medidas dirigidas a socavar la conciencia del pueblo venezolano y quebrar la unidad cívico-militar en la cual descansa su gobierno.
Ciertamente, ante este cúmulo de falsa información que a diario promueven estos medios globales, es fácil comprender el por qué, en múltiples sectores de nuestra población, todavía encontramos tantas personas cautivas de este discurso justificador de una intervención contra Venezuela. Gracias a la visión previsora del Comandante Hugo Chávez Frías, sin embargo, Venezuela cuenta hoy con TeleSur, una instancia televisiva, de prensa y medio por excelencia en las redes sociales, para presentar una visión alterna a la que esos conglomerados de los medios de comunicación globales proyectan a escala mundial.
Fue por vía de TeleSur que el mundo se entera el pasado 7 de marzo de una nueva agresión contra Venezuela, la cual representa en sí misma, un salto cualitativo en el proceso desestabilizador promovido por Estados Unidos. Según datos provistos por el gobierno venezolano, ese día, la patria de Bolívar fue objeto de un ataque cibernético sin precedente proveniente de Estados Unidos contra la Central Hidroeléctrica del Guri, localizada en el sureste de la República. A este primer paso desestabilizador del sistema de generación eléctrica, se sumó más adelante un sabotaje electromagnético que afectó las líneas de transmisión y distribución eléctrica en todo el territorio nacional. Este segundo acto desestabilizador fue seguido a su vez por el desarrollo de acciones directas de sabotaje contra otras instalaciones eléctricas en el país.
Como resultado de tales acciones más del 60% del país se quedó sin servicios eléctricos, afectándose la producción industrial, los sistemas de transportación, la educación en centros de enseñanza en todos los niveles, los servicios de salud a la población, las comunicaciones y los medios de transportación a través del Metro de Caracas, entre otros.
La oposición y los promotores del caos pensaban que con tales acciones se producirían motines, alzamientos por parte de la población, se desataría una ola de represión popular por parte de los organismos de seguridad y castrenses. Así también esperaban que la Oposición tomaría la lucha en las calles organizando guarimbas contra el gobierno venezolano en acciones similares a las que se pretendieron desarrollar en la frontera con Colombia.
Nada de ello ocurrió, ninguno de esos escenarios se produjo. Si algo quedó demostrado en los pasados días es el respaldo de la población al gobierno del presidente Maduro. Bajo tan difíciles circunstancias, la población actuó con suma prudencia y circunspección, con disciplina y con gran sentido de patriotismo, en clara respuesta a esta provocación.
Cierto es que en las pasadas semanas, a medida que se siguen tomando medidas contra el gobierno del presidente Maduro, se ha mantenido y posiblemente fortalecido el compromiso de la Fuerza Armada Bolivariana con el gobierno que encabeza el presidente electro en mayo de 2018. Cierto es también, que se aprecia una gradual radicalización del pueblo rechazando la intervención imperialista y afirmando su soberanía y dignidad nacional frente a los golpistas y agresores. También es cierto que a nivel de la comunidad internacional se ha ido fortaleciendo la legitimidad del gobierno del presidente Maduro frente a las pretensiones del presidente de encargo promovido por la Casa Blanca y los halcones de la guerra en Estados Unidos. Hasta gobiernos que, en principio, por diversas razones asumieron posturas más o menos neutrales con relación al respaldo a Guaidó o a Maduro, hoy comienzan a replantearse tal neutralidad, gravitando poco a poco hacia el reconocimiento de Maduro como el Jefe de Estado real de Venezuela.
Lo anterior podemos identificarlo en los debates en el seno del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos al advertir que no respalda una intervención militar en Venezuela y que el presidente estadounidense no puede ordenarla sin aprobación previa del Congreso. A lo anterior también se suma el giro dado previamente por el Grupo de Lima; como también en las recientes declaraciones de Federica Mogherini, representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores indicando que ninguna intervención “desde fuera o dentro del país sería aceptable.” A las anteriores voces se suman otras no menos importantes, que desde la ciudadanía en múltiples países, expresan de manera cada vez más abierta, su repudio a una intervención militar en este país latinoamericano.
Gran parte de esta batalla la ha librado personalmente el presidente Maduro. Sin embargo, también hay que reconocer el desempeño del su cuerpo diplomático venezolano, encabezado por su Canciller Jorge Alberto Arreaza Monserrat. Educado en Cambridge, Arreaza Monserrat, a los 46 años y haciendo ocupado distintas posiciones bajo los gobiernos de Chávez y Maduro, ha demostrado una capacidad extraordinaria al frente de las relaciones exteriores de su país, como también antes las demostró Maduro, en la época en que asumió tal responsabilidad bajo el gobierno de Hugo Chávez Frías.
A raíz de los atentados contra el sistema eléctrico de Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha ordenado a la Fuerza Armada Bolivariana asumir la protección de la infraestructura eléctrica y pluvial del país. También el presidente Maduro ordenó la activación de las distintas instancias del poder popular, que incluyen aquellas organizadas para la defensa del país a través de las milicias bolivarianas. Ha señalado, además, que el Estado venezolano a través de la Fiscalía Nacional, conducirá las investigaciones que sean necesarias, dirigidas a apresar, procesar y someter a juicio a los responsables de tales actos.
Como parte de las decisiones adoptadas por el gobierno venezolano, se encuentra haber impartido instrucciones específicas para que Estados Unidos se retire su personal diplomático del territorio venezolano. Se trata de una medida dirigida a, por un lado, a bloquear la intervención de sus funcionarios en los asuntos internos de Venezuela; mientras por otro lado, se evita que su presencia en el territorio venezolano sirva de justificación por parte de Estados Unidos para una intervención militar contra el país invocando la seguridad de su persona diplomático.
El presidente Maduro ha señalado, además, que por el momento, Venezuela se retira de todo tipo de negociaciones con el gobierno de Estados Unidos dirigidas a establecer una Sección de Intereses como instancia recíproca entre los dos países ante el cese de relaciones diplomáticas.
Si bien se ha decretado el cierre de las respectivas embajadas y Venezuela ha manifestado su renuncia a negociar, al menos en esta etapa, la creación de una Sección de Intereses, el mecanismo que mantuvieron Cuba y Estados Unidos hasta el restablecimiento de relaciones diplomáticas, se ha dejado abierto por parte de la República Bolivariana de Venezuela un canal de diálogo utilizando como base la representación que ambos países mantienen en el seno de las Naciones Unidas. Se trata de un terreno neutral para ambos países donde en adelante, podrán sostener conversaciones o discusiones que pudieran llevar en el futuro a un nuevo espacio de distensión entre ambos Estados.
En procesos como el que actualmente se vive en Venezuela, la tensión puede prolongarse en el tiempo sin que necesariamente desemboque en una confrontación militar. Un ejemplo de ello, nos la brinda al presente los años transcurridos desde el Armisticio de 1953 en el Paralelo 38 en la península de Corea, el cual dejó en suspenso las hostilidades desarrolladas a partir de 1950. Pero de igual manera, es importante tener presente que la historia también está repleta de incidentes periféricos que, en ocasiones, han arrastrado a la humanidad a dolorosas y prolongadas confrontaciones.
Nadie puede prever hoy cuál será el resultado de toda esta línea de confrontación económica, política, diplomática o de cualquier otra naturaleza en torno a los sucesos en Venezuela. Si habrá o no un incremento en las tensiones que lleven a una confrontación militar; o si habrá o no una instancia que lleve a la distensión; o si por el contrario, prevalecerá un estado de beligerancia, de incertidumbre o de tensión peligrosa que eventualmente desemboque en un conflicto de mayor magnitud o revierta el proceso a condiciones donde se perfile una salida política afín a la Constitución y a los mejores intereses del pueblo venezolano, es del todo incierto. En todo caso, independientemente las opciones a las cuales deba enfrentarse el pueblo venezolano, lo que en definitiva sí es cierto y urgente, es mantener la solidaridad que hemos manifestado en estos momentos cruciales para Venezuela y el resto de América Latina. Cada día se torna más urgente el llamado a la no intervención, no a la guerra, sí a la paz para Venezuela. Ese es el tríptico que nos convoca a todos y todas.
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