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La retirada de Estados Unidos del territorio sirio: ¿mito o realidad? PDF Imprimir Correo
Escrito por Alejandro Torres Rivera | MINH   
Sábado, 22 de Diciembre de 2018 02:21

siria

Una vez más el tema del conflicto armado en la República Árabe de Siria llena páginas, comentarios y videos en las redes sociales y medios de comunicación.

Para comienzos del pasado mes de septiembre escribimos un artículo que titulamos El Acuerdo de Sochi entre la Federación Rusa y Turquía en torno a Idlib, las provocaciones de Israel y las elecciones municipales en Siria: nuevos desarrollos en el conflicto sirio. En él, evaluamos los nuevos esfuerzos diplomáticos en la región dirigidos a buscar la opción de cómo poner fin al conflicto en dicho país. Hacíamos referencia a la importancia que Idlib, último bastión en poder de ISIS, fuera recuperado por las fuerzas armadas constitucionales de Siria como parte de la ofensiva final contra el Estado Islámico y otras organizaciones armadas de la oposición en Siria.

Mientras adelantábamos el criterio, sin que se hubiera desatado aún la ofensiva militar final contra Idlib, que portavoces de la Federación Rusa habían manifestado su voluntad de luchar hasta liquidar la presencia de ISIS y cualquier otra milicia mercenaria o yihadista en Siria, entre ellas el Ejército Libre Sirio y el grupo Tahrir al Sham; por otro lado, indicábamos que, a su vez, la Federación Rusa no descartaba un acuerdo político y no militar que eliminara la presencia ISIS y las demás agrupaciones terroristas en este país. Otro de los actores importantes alrededor de este conflicto, Turquía, ante lo inevitable de la ofensiva militar, en aquel momento mostraba el interés en promover una reunión de la cual participaran los dirigentes políticos de la Federación Rusa, la República Islámica de Irán y Siria, ello con miras a buscar una salida política y no militar.

Tanto para Turquía, como para la Federación Rusa y la República Islámica de Irán, la solución del conflicto sirio presenta intereses de naturaleza geopolíticos. En el caso turco, el hecho de que a ambos lados de su frontera con el norte de Siria, vive una alta proporción de población kurda; en el caso de la Federación Rusa, por el acceso de su flota del Mar Negro a aguas del Mar Mediterráneo; y en el caso de Irán, por la nivelación de su poder regional, particularmente frente Iraq y Afganistán e Israel, en este último caso a partir de la presencia de sus tropas en la frontera sur de Siria.

La renovación de los intercambios militares que avizorábamos al norte de Siria y sur de Turquía, región que como indicamos, se concentra la población kurda que comparte profundos lazos a un lado y otro de la frontera entre estos dos países, pareció disiparse como resultado de los acuerdos alcanzados el 17 de septiembre en Sohi, Federación Rusa. Allí los presidentes de Turquía, Recep Tayyip Erdogán, y el presidente ruso, Vladimir Putin, con el apoyo entusiasta del presidente sirio Bashar al Assad y el gobierno de la República Islámica de Irán, alcanzaron un acuerdo fijando la fecha de 15 de octubre para la creación de una zona desmilitarizada, estimada en entre 15-20 kilómetros en torno a la ciudad de Idlib. En la zona se ubicarían tropas turcas y rusas como garantes del cese al fuego. Culminada esta primera etapa, a partir del 10 de noviembre, Turquía y la Federación Rusa procederían a la requisición de todo el armamento pesado ubicado en la provincia, lo que incluía artillería, cohetería y vehículos blindados como son los tanques de combate. En una tercera etapa, se procedería con el traspaso del control de la provincia y de las funciones propias del Estado, al gobierno sirio.

Paralelo a lo anterior, desde hace varios años, en lo que se conoce como la “Mesa Astaná”, en referencia a la capital de Kazajistán, los ministros de Relaciones Exteriores de la Federación Rusa, Turquía y de la República Islámica de Irán, con el apoyo del gobierno sirio y de sectores de la oposición, habían venido discutiendo la manera de alcanzar un acuerdo definitivo de paz en Siria. Con la participación de Staffan de Mistura, enviado de la ONU próximo a dimitir de las funciones de su cargo a finales de este año, se propuso impulsar un llamado “Comité Constitucional”, encargado de redactar una nueva constitución para Siria y convocar a elecciones. La expectativa era que en dicho Comité, tanto el gobierno sirio como la oposición, tendrían una amplia participación. El Comité funcionaría bajo la supervisión de las Naciones Unidas. La propuesta, sin embargo, ha confrontado dificultades en su implantación relacionadas con quiénes serían los representantes seleccionados por las partes en conflicto en Siria.

Hoy, se nos presentan dos nuevos desarrollos en los conflictos de agresión de los cuales participa Estados Unidos en el Medio Oriente y Asia Central. En el caso del conflicto sirio, el nuevo desarrollo se da a partir de las noticias que informan que el gobierno de Estados Unidos ha señalado que ya no es su prioridad en Siria el derrocamiento del presidente Bashar al Assad. Así lo ha establecido el enviado especial de Estados Unidos para Siria, James Jeffrey en su comparecencia ante el “Atlantic Council”, una entidad dedicada estudios internacionales en Washington, al señalar: “Queremos ver un régimen fundamentalmente diferente. No un cambio de régimen, no estamos intentando deshacernos de al Assad”. Indicó, sin embargo, que el presidente sirio no debería considerarse aún vencedor en la contienda ya que, al interior de su país, todavía permanecen más de 100 mil combatientes armados opositores al gobierno.

Según señala la página electrónica de la bbc.co.uk de 20 de diciembre, en reseña titulada Syria conflict: US officials withdraw troops after ISIS’s defeat, próximamente dará inicio a la retirada de cerca de 2 mil efectivos estadounidenses en el noreste de Siria. Se espera que el personal estadounidense del Departamento de Estado se retire inmediatamente (en un período de 24 horas), mientras el personal militar lo haga entre uno a dos meses. La noticia, sin embargo, al dar el anuncio, destaca la expresión de los voceros del Departamento de la Defensa que indican es una etapa de transición hacia la “próxima fase de la campaña”.

La participación oficial estadounidenses en suelo sirio data del año 2014 cuando bajo la Administración Obama se ordenaron ataques aéreos. Más adelante, en otoño de 2015, se enviaron los primeros cincuenta efectivos de tropas especiales con miras a organizar y asesorar en el entrenamiento de combatientes kurdos que eventualmente formarían el Frente Democrático Sirio (FDS). Al número de efectivos militares estadounidenses en el norte de Siria, se suma el apoyo logístico y militar que los kurdos reciben desde Iraq y Kuwait.

La nota indica, sin embargo, que Estados Unidos no ha dado detalles sobre a qué se refiere la expresión de una “próxima campaña”. Es evidente, porque así funcionan los imperios, que Estados Unidos no abandonará su interés por la región, interés que de más está señalar, es compartido con Israel. No deja de ser sorprendente que en la página donde en estos momentos de habla de la retirada del personal estadounidense de combate en Siria, apenas unos días atrás, previo al anuncio, la propia página indicaba que la posición oficial de Estados Unidos era que sus fuerzas permanecerían en Siria para asegurar la derrota del Estado Islámico. De hecho, se indica que tan cercano a la fecha en que se anuncia el repliegue de tropas por Estados Unidos, entre los días 9 al 15 de diciembre, Estados Unidos participó en enfrentamientos en las inmediaciones en la ciudad de Hajin, uno de los últimos baluartes de ISIS en Siria, capturada por el FDS con el apoyo militar de Estados Unidos. Todos sabemos que las expresiones de Donald Trump para justificar la retirada del personal estadounidense de Siria, que no es otra que decir que Estados Unidos derrotó a ISIS, es una falsa afirmación. Si bien ISIS ha sido duramente golpeado, no ha sido liquidado.

La información no deja de tomar por sorpresa a los observadores de los sucesos en este país árabe. De hecho, a las declaraciones del presidente Trump hechas por Twitter anunciando el retiro del personal militar y del Departamento de Estado en Siria, siguió otro evento igualmente sorpresivo, la renuncia a su posición como Secretario de la Defensa del general retirado Jim Mattis efectivo a febrero de 2019. De acuerdo con su carta de renuncia de Mattis, las razones para ello son su perspectiva distinta a la del presidente de cómo manejar las relaciones de Estados Unidos con sus países aliados y sus compromisos con las coaliciones que Estados Unidos encabeza para enfrentar conflictos a escala global. Es evidente que detrás de estas palabras, de lo que se trata es de la participación de Estados Unidos y sus socios de la OTAN, no sólo en el conflicto sirio, sino también en el marco de la guerra que se ha venido librando por espacio de 17 años en Afganistán. En cuanto a esta última, también Trump ha anunciado el retiro de 7 mil efectivos de este país, la mitad de las tropas que están en estos momentos ubicadas en dicho país.

Uno de los argumentos para Trump justificar su decisión como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos son las pérdidas económicas que este esfuerzo armado conlleva. Hay, sin embargo, otro argumento que también tiene su peso, y es la actitud del pueblo estadounidense ante el costo que ha representado una participación en operaciones de guerra que al cabo de 17 años no han conducido a un triunfo militar. Un documento del Departamento de la Defensa de Estados Unidos de fecha 20 de diciembre de 2018 emitido a las 10:00 a.m. da cuenta de un total de 6,978 muertes y 52,783 heridos como bajas sufridas por tropas estadounidenses en los distintos conflictos en los cuales viene participando en las operaciones “Iraqi Freedom”, “New Dawn”, “Enduring Freedom”, “Inherent Resolve”, “Freedom’s Sentinel”. El propio comandante principal de las tropas de Estados Unidos en Afganistán recientemente reconoció que para su país, no hay en Afganistán una salida militar.

Más allá de los esfuerzos por la pacificación del Siria, existe también una necesidad apremiante de llevar a cabo el proceso de reconstrucción de toda la infraestructura destruida como consecuencia de la guerra en este país. En un escrito de Natalia Sancha, publicado el 18 de diciembre en la versión digital internacional de El País, la periodista señala que, de terminar la contienda, el proceso de reconstrucción del país tras siete años de guerra, será uno lento con un costo estimado en 250 mil millones a 300 mil millones de euros. Como nota comparativa de la magnitud de esta tarea, la autora indica que el gobierno sirio, al presente ha destinado apenas 880 millones de euros de su presupuesto para la reconstrucción, lo que es insuficiente. La normalización requiere, además, atender el problema del retorno de hasta 1.7 millones de refugiados de los 5.6 desparramados en diferentes países, incluyendo 3.5 millones en Turquía.

Aunque la periodista reconoce que actualmente el gobierno sirio ha recuperado el control sobre el 70% de su territorio, señala también, que el gobierno mantiene abiertos tres frentes de guerra: el primero en el oeste, Idlib, donde aún permanecen yihadistas e insurgentes; el segundo al norte, controlado por milicias kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), las cuales se encuentran en permanente conflicto con las fuerzas armadas turcas, y donde Estados Unidos ha ubicado su personal de combate en apoyo de estas milicias; y al este, en la zona fronteriza con Iraq, donde permanece un remanente de cerca de 6 mil combatientes del califato creado por ISIS.

Como parte de los esfuerzos colaterales de la Federación Rusa para intentar la pacificación de la región, tropas iraníes ubicadas en la frontera sur de Siria en la porción colindante con Israel y las “Alturas del Golán ocupadas por Israel tras la “Guerra de los Seis Días” en 1967, se han desplazado a 100 kilómetros de distancia de dicha frontera. Un portavoz del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha indicado que tal gestión es positiva ya que contribuye a mejorar la relaciones entre la República Islámica de Irán e Israel.

El pasado 18 de diciembre, bajo la firma de Federico Gaón, se publicó en la página electrónica Infobae, un interesante artículo titulado ¿Una nueva incursión turca en Siria? Allí se reseña que el 11 de diciembre el presidente de Turquía indicó que su país se encontraba listo para ampliar sus operaciones militares en ambas márgenes del Río Éufrates; es decir, en la región noroeste de Siria. Allí se encuentran varias provincias sirias con amplia población kurda, las cuales, al presente, se encuentran bajo la influencia de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

Se indica por el autor que combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) capturaron el 14 de diciembre posiciones antes ocupadas por yihadistas en Hajin, “empujándolos hacia la frontera con Iraq”. Señala también la importancia que reviste para Estados Unidos el control de esta región dado el hecho que allí se concentra el 90% de las reservas de hidrocarburos de Siria y la mayoría de sus recursos acuíferos. Si Estados Unidos no mantiene una presencia en el lugar, “a largo plazo”, desde el punto de vista de sus intereses, podría llevar a “una mayor desestabilización en Siria”. Por otra parte, señala que, si los kurdos consolidan sus bases en el noroeste de Siria, “Irán no tendría acceso terrestre para aprovisionar a sus aliados por vía de estas áreas”.

Resulta interesante que Estados Unidos preste hoy su apoyo a las FDS. Recordemos que en el pasado, al igual que hace hoy Turquía, el gobierno estadounidense catalogaba a los milicianos de las Unidades de Protección Popular ubicadas en el norte de Siria como “una extensión del Partido de los Trabajadores del Kurdistán” (PKK). Tanto para Estados Unidos como para Turquía, esta “histórica guerrilla izquierdista” era considerada una organización terrorista. El PKK, que también opera en el Kurdistán turco, es considerado por el gobierno de Erdogán como una organización ilegal. Sus militantes frecuentemente son perseguidos y reprimidos.

Señala Federico Gaón que en los años 2016 y 2018 Turquía lanzó dos importantes operaciones militares contra los kurdos en Siria, denominadas Escudo del Éufrates y Rama de Olivo. Su propósito fue evitar el establecimiento en la región de un Estado de facto. Aunque el presidente turco ha sido cuidadoso en el manejo de sus contradicciones con Estados Unidos en torno al tema kurdo, al presente, en momentos en que Donald Trump ha anunciado la retirada de Estados Unidos de Siria, otra podría ser su actitud. Al este del Río Éufrates se encuentra Manbly, localidad acariciada por Turquía. Como indica Gaón, se trata de “un punto importante porque quien lo controle tiene injerencia sobre lo que ocurre en la gobernación (o provincia) de Alepo. Si los turcos y los rebeldes (del Ejército Sirio Libre) bajo su patrocinio lograran hacerse con dicha posición, podrían ejercer control semidirecto a lo largo de un corredor desde Afrin hasta el río. Y no solo estarían asentando un rudo golpe a los kurdos. Turquía se vería mejor posicionada de cara a futuras negociaciones sobre el reparto territorial de la fragmentada Siria”.

Sobre los kurdos es poco lo que se conoce en nuestro país. De ahí la importancia de compartir algunos datos que permitan una mejor comprensión de la situación de esta nación sin Estado político. El Kurdistán es una región localizada en el Medio Oriente que abarca una superficie de 190,000 kilómetros cuadrados en lo que hoy es Turquía; 125,000 km2 de lo que hoy constituye la República Islámica de Irán; 65,000 km2 de Iraq y 12,000 km2 de la República Árabe Siria. En el conjunto, estos territorios ocupados por kurdos en estos Estados políticos equivalen a una superficie de 392,000 km2. Otra porción mucho más pequeña del Kurdistán se encuentra dentro de las fronteras de Armenia, y otras porciones, en algunas anteriores repúblicas de la extinta Unión Soviética, como son Chechenia y Azerbaiyán.

Los kurdos se asentaron en la región hacia el año 3,000 a. c. siendo entonces conocidos como sumerios. Era entonces un pueblo integrado por grupos nómadas y agricultores. Hoy día su mayoría reside en aldeas y ciudades. Su población se estima entre 45 a 50 millones de personas, de las cuales más de la mitad vive dentro de las fronteras de Turquía. Su estructura social básica se basa en clanes. Se trata de una región muy rica en recursos naturales, lo que en gran medida ha determinado su actual situación. En el Kurdistán turco se extrae la totalidad del petróleo del cual depende Turquía; en el Kurdistán iraquí se encuentra el 40% de las reservas de petróleo de Iraq; en el Kurdistán sirio de encuentra la totalidad del petróleo del cual depende la República Árabe Siria; y en el Kurdistán de la República Islámica de Irán, si bien se encuentra sólo el 10% del petróleo que consume este país, en su subsuelo se encuentra uno de los mayores depósitos de gas natural de la zona.

Tras la terminación de la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras de la contienda decidieron repartirse el control de los territorios antes ocupados por el Imperio Turco-Otomano. Tras las negociaciones desarrolladas por las potencias Aliadas, que culminaron en el Tratado de Sévres, los kurdos lograron formalmente el reconocimiento de su independencia, recomendándose la creación de un Estado político kurdo en una cuarta parte del territorio de Anatolia (que a su vez representaba apenas una tercera parte del territorio del Kurdistán). Junto con Armenia, el territorio quedaría bajo la administración de Estados Unidos como mandato. Este Tratado, donde otros territorios en la región eran distribuidos, repartidos y apropiados por las potencias aliadas, en lo concerniente a la creación de un Estado kurdo, nunca se materializó. En gran medida se debió a la negativa del general Mustafá Kemal Atatürk, héroe turco de la Primera Guerra Mundial durante la Batalla de Galípoli y dirigente del Movimiento Nacionalista Turco a aceptar la dominación extranjera en Turquía. Apelando al elemento religioso, Kemal logró unificar a turcos y kurdos en rechazo a la dominación inglesa, forzando así el Tratado de Lausana, de donde surge el 24 de julio de 1923 la independencia de Turquía. Como resultado del Tratado, sin embargo, se desvaneció la posibilidad de un Estado político kurdo independiente en la región de Anatolia.

Tras la creación de Turquía, el pueblo kurdo ha resistido y reclamado su independencia. Lo mismo ha ocurrido con los kurdos diseminados en Iraq, la República Islámica de Irán y Siria. Los principales movimientos separatistas, en distintos momentos históricos, han sido los siguientes: el Partido Democrático del Kurdistán y la Unión Patriótica del Kurdistán en Irán e Iraq; y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), su brazo armado las Fuerzas de Defensa Popular y el Frente de Liberación Nacional del Kurdistán en Turquía.

La propuesta actual del PKK, distinto a lo que fue antes, no aspira a la independencia del Kurdistán turco, sino a conformar un Estado confederal entre Turquía y el Kurdistán. El gobierno turco, sin embargo, mantiene su posición hacia la población kurda rechazando tal propuesta.

En el caso de Iraq, su porción norte está conformada por tres provincias (Dohuk, Erbil y Sulaymaniyah). En ellas residen alrededor de ocho millones de kurdos. Allí, desde 1992, se estableció el Gobierno Regional del Kurdistán, el cual cuenta con un presidente, un primer ministro, un parlamento unicameral y 20 ministerios. Desde 2005 está reconocido en la Constitución de Iraq este gobierno regional.

La población kurda en esta región representa el 15% de los habitantes de Iraq. Actualmente se considera como la porción “más estable y Segura en el Medio Oriente”, a pesar de que su capital está localizada apenas a 400 kilómetros de Bagdad. En su subsuelo se encuentran 45 mil millones de barriles de petróleo, lo que ha sido fuente de controversias entre el gobierno central y el gobierno regional. Este último reclama su derecho a exportar el petróleo sin la intervención del gobierno central. De accederse a esta demanda, colocaría al Kurdistán iraquí a nivel mundial como el noveno en reservas de este recurso natural, a diferencia de hoy donde el petróleo se considera iraquí. Hoy el gobierno kurdo en Iraq sólo recibe el 17% de los ingresos derivados de su producción.

A diferencia de Turquía, donde el movimiento político principal kurdo es de orientación socialista; en el caso de Iraq, el movimiento político kurdo se orienta por sectores de la llamada burguesía nacional.

La situación de los kurdos en la República Islámica de Irán es distinta. Allí residen 13 millones de kurdos. Primero bajo el mandato de la monarquía Reza-Palevi y luego bajo la revolución islámica que dio base a la formación de la República Islámica de Irán, las ansias sembradas en 1945 cuando se proclamó por parte del Partido Democrático del Kurdistán Iraní la Republica de Mahabad, para luego ser derrotada en su intención de constituir un Estado político independiente, el ideal separatista no ha calado como opción de mayoría dentro del territorio kurdo iraní.

Los sucesos recientes demuestran no sólo la gran aportación hecha por la Federación Rusa, la República Islámica de Irán y las milicias libanesas de Hezbolá en las opciones militares de Siria; sino también, las grandes aportaciones de estos países en la búsqueda de una salida política y diplomática, que a la vez que destruyan las posibilidades de ISIS y la oposición armada al gobierno constitucional en Siria, derroten la agresión imperialista contra este país. Urge se ponga final a una guerra impuesta que ya ha costado al pueblo sirio entre 300-500 mil muertos y pérdidas materiales y espirituales incalculables, dejando en su población profundas heridas que tomará generaciones intentar sanarlas.

Como en Vietnam la salida de Estados Unidos de los conflictos en Siria y eventualmente en Afganistán, no son sino otras derrotas del imperialismo y sus políticas injerencistas. Lo anterior, sin embargo, no significa que Estados Unidos haya perdido su interés por el Medio Oriente o Asia Central y sus recursos. Muy pronto veremos hacia dónde se desplazará los conflictos que hoy dicen, como si fueran capítulos de libros, cerrar, y quiénes serán los futuros actores, directos e indirectos, en sus políticas de dominación.

 

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