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Los atentados terroristas en la República Islámica de Irán: se complica el escenario en el Medio Oriente y Asia Central PDF Imprimir Correo
Escrito por Alejandro Torres Rivera / Presidente CAAPR   
Viernes, 09 de Junio de 2017 20:52

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De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española la palabra terror significa “miedo muy intenso”. Terrorismo es definido como “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Terrorista es el nombre con el cual se conoce a aquellos y aquellas partidarios(as) del terrorismo. También nos dice el diccionario, “dícese del gobierno, partido, etc., que practica el terrorismo”.



Desde el punto de vista histórico-religioso, encontramos múltiples referencias a actos que en el contexto del desarrollo de ciertas luchas, fácilmente podrían llenar páginas y páginas de un libro interminable cuando nos propusiéramos enumerarlos. A modo de ejemplo, las prácticas existentes en las culturas pre cristianas, de las cuales la propia Biblia nos presenta innumerables eventos, se menciona al pueblo escogido por Yavé o Jehová en sus luchas contra pueblos que habitaban en la Tierra Prometida y adoraban dioses antropomórficos distintos al único dios de Israel, señalando que en el momento de la conquista de una ciudad, se pasaba a cuchillo a una gran parte de los capturados en batalla. En el caso específico de los reyes y señores de los pueblos vencidos, era una práctica común la ejecución de toda su descendencia, independientemente de su edad y género, de manera que desapareciera de la faz de la tierra toda su estirpe.

Esta práctica, común en los pueblos de esa época, en muchas ocasiones justificada desde el punto de vista religioso, constituye un ejemplo claro de la definición que hoy nos ofrece el Diccionario sobre lo que constituye terrorismo.

En la Roma de los primeros siglos de nuestra era, cuando aún el cristianismo no alcanzaba la condición de religión oficial del Imperio, decenas de miles de hombres, niños y mujeres sufrieron la muerte crucificados, torturados, esclavizados, sometidos en el Circo Romano al apetito devorador de fieras salvajes, mientras el pueblo aplaudía y se recreaba en esas escenas de muerte.

La oficialización de la religión católica trajo para Europa, durante la Edad Media, la institución del Santo Oficio (la Inquisición). Cientos de miles de seres humanos, por la mera duda frente a dogmas absurdos, sufrieron desmembramientos de sus cuerpos, laceraciones, torturas, muertes horrorosas en hogueras, todo ello en nombre de Dios, todo ello en la defensa de la fe.

Nuestros pueblos originarios también fueron víctimas del terror inspirado por los conquistadores. Ansiosos de riqueza y comodidades, tras la bandera de cristianizar las civilizaciones que encontraron a su llegada en las tierras americanas, degradaron con sus actos la naturaleza humana, arrastrando a la muerte cerca de 70 millones de seres humanos en su proceso de conquista.

La institución de la esclavitud africana fue impuesta sobre dicho continente a fuego y pólvora contra comunidades enteras. Como resultado, millones de seres humanos fueron amontonados en barcos pestilentes para cruzar un océano hasta llegar a las costas del hemisferio americano. Los sobrevivientes serían marcados con acero ardiente y al igual que los animales, vendidos como objetos, usados y explotados hasta su total desgaste como simples mercancías, sujetas siempre al poder absoluto sobre sus vidas por parte de sus amos.

El fanatismo religioso junto con el poder económico y político de las clases dominantes, a lo largo de la historia, han sido inseparables compañeros y compañeras de viaje y aventuras. Uno al otro se han apoyado, buscando sostén recíproco en el miedo y el terror como forma de dominación contra los menos afortunados.

El terror, a lo largo de la historia de aquellas civilizaciones que han construido la misma, ha sido una constante en el desarrollo de la humanidad. Su existencia, sin embargo, siempre ha sido factor de destrucción para aquellos que han sido víctimas del mismo y ejercicio degradante para aquellos que lo han ejercido contra sus semejantes. El terrorismo, en su ejercicio como práctica individual o colectiva, ya sea cuando se lleva a cabo por un estado o individuo contra otro semejante, por un estado o individuo contra un pueblo, o por un estado o individuo contra una etnia o comunidad, degrada la naturaleza humana.

Durante los pasados días hemos sido testigos de varios actos terroristas llevados a cabo en varias ciudades europeas como París y Londres, y más recientemente en Teherán, capital de la República Islámica de Irán. En todos estos casos, la responsabilidad por los actos perpetrados ha sido reclamada por el Estado Islámico de Iraq y Levante, también conocido como ISIS por sus siglas en inglés o DAESH en árabe. Se trata de una estructura política que promovió la creación de un Estado confesional entre medio del territorio ocupado por Iraq y la República Árabe Siria y otro en Libia, y que en los pasados años ha pretendido crear en cada una de esas regiones un califato de orientación suni, vinculado con los servicios de inteligencia occidentales e israelíes, así como con Estados del Medio Oriente tales como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin y Jordania. ISIS se distingue de Al Qaeda en que el primero aspira a construir físicamente un estado en un territorio determinado, mientras el segundo no aspira a crear un Estado político; más bien se trata de células que operan separadas unas de otras y cuyo propósito es golpear a occidente y sus aliados como parte de la llamada Yihad o ¨guerra santa¨.

La víctima más reciente en los atentados reclamados por ISIS ha sido la República Islámica de Irán, la que al presente, desde hace ya varios años, junto con la Federación Rusa y milicias libanesas de la organización Hezbolah, prestan valiosa ayuda militar al gobierno constitucional de Bashar al-Assad en su enfrentamiento contra una variedad de fuerzas mercenarias y grupos internos de oposición respaldados por occidente que persiguen el derrocamiento del gobierno constitucional en Siria.

La República Islámica de Irán queda localizada en Asia Central. Colinda al norte con la Federación Rusa, el Mar Caspio y Turkmenistán; en el sur con el Golfo Pérsico; en el oeste con Iraq y Turquía y en el este con Afganistán y Paquistán. Su Constitución de 1979 define el país como una república islámica en la cual existe un líder supremo, responsable del cumplimiento de las políticas generales de la República, quien también es el Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas y la Seguridad del Estado. Es nombrado por la Asamblea de Expertos, un grupo de 86 religiosos. Este líder supremo, es además el dirigente máximo del Cuerpo de Guardianes de la República, constituido por doce teólogos, seis nombrados por el Líder Supremo y otros seis nominados por el Parlamento y nombrados por el Poder Judicial. El presidente del país es el segundo líder de mayor jerarquía después del Líder Supremo. Todos los candidatos a la presidencia tienen que tener el aval del Consejo de Guardianes antes de formalizar sus candidaturas. Se escoge en un proceso electoral mediante el voto directo y es el presidente electo quien designa y supervisa el Consejo de Ministros.

El parlamento iraní, conocido como Asamblea Consultiva Islámica, lo integran 290 diputados. Toda legislación y los tratados tienen que ser ratificados por el Consejo de Guardianes, mientras que el presidente del Tribunal Supremo y el Procurador General, es nombrado por el Líder Supremo.

La economía en la República Islámica de Irán, conforme lo dispone su Constitución, la integran tres sectores: las empresas propiedad del Estado, las empresas cooperativas y las empresas privadas.

Los recientes atentados terroristas estuvieron dirigidos contra dos símbolos de la República Islámica de Irán: su Parlamento y el Mausoleo construido a la memoria del Ayatolah Jomeni, el fundador del Estado actual en Irán y padre de la Revolución, que llevó al derrocamiento de la monarquía Reza Palevi, dejando un saldo de 12 muertos y 43 heridos. Se producen a poco del comienzo del segundo término del presidente Hasan Rohani. Si bien los autores de los atentados perecieron como resultado de disparos provenientes de funcionarios de seguridad de Irán o a consecuencia de las detonaciones de artefactos explosivos que cargaban en sus cuerpos, la respuesta de la Guardia Republicana y de las fuerzas de seguridad iraníes ha sido de responsabilizar por los atentados a Arabia Saudita y a Estados Unidos, advirtiendo de paso que tales actos no permanecerán impunes.

La respuesta no deja de preocupar, sobre todo por el hecho de que al presente, la República Islámica de Irán enfrenta al gobierno de Arabia Saudita en diferentes escenarios de combate como son en Yemen, donde apoya a fuerzas opositoras al gobierno respaldado por Arabia Saudita en este país de la península arábica; así como en el contexto del apoyo que Arabia Saudita y Estados Unidos vienen brindando, en contraposición a Irán, como parte del conflicto en Siria.

Los dos ataques terroristas en Irán ocurren apenas unos días luego de la visita del presidente estadounidense Donald Trump, donde se reuniera con funcionarios del gobierno saudí y en compañía de ellos denunciara a la República Islámica de Irán como promotora del terrorismo. De acuerdo con el escrito publicado por Hooman Majd para el periódico The New York Times, la afirmación hecha por Trump se produjo ¨quizás sin estar consciente de la ironía¨ de hacerlo en el país de donde están los padres ideológicos de Al Qaeda y el Estado Islámico. Señala, además dicho autor, que parte de las discrepancias entre los saudíes e iraníes es la manera en que estos últimos estructuran su Estado en un plano político e ideológico. En el caso de Irán, el Estado concepto se estructura a partir del concepto ¨velayat-e-faqit¨, donde los ayatolah chiíes se constituyen en guardianes de la fe islámica a través del Líder Supremo. Para los suníes en el poder de las monarquías árabes de la región, y en particular los saudíes de ideología wahabista, tal posición chií constituye una aberración bajo la fe islámica.

Un suceso que no deja se interesar es que en ocasión de esta visita del presidente estadounidense, según indica el periodista italiano Giulietto Chiesa en un artículo publicado en Spunitk, se anunció la ruptura de relaciones de las monarquías de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, junto con Egipto, Bahreín y Libia con Qatar, antiguo aliado de las primeras. Se indica por el autor que contradictoriamente Arabia Saudita acusa a Qatar de patrocinar el terrorismo, cuando ha sido precisamente Arabia Saudita uno de los principales sostenes de ISIS. Lo anterior podría apuntar al hecho de que en la región comienza a producirse, desde un punto de vista estrictamente geopolítico, un realineamiento de fuerzas e intereses.

Otros analistas también mencionan como elemento a considerar las diferencias existentes entre Estados Unidos y el Reino Unido de la Gran Bretaña en lo concerniente al futuro de la región y el acceso al control a sus recursos naturales, como son el petróleo y el gas, su uso y la construcción de oleoductos y gasoductos para abastecer la demanda de los países europeos.

El presidente iraní, en respuesta a los atentados, indicó que su país “neutralizará todo complot enemigo a través de la unidad”, señalando de paso que tales acciones acentúan su “determinación en la lucha contra el terrorismo”. Mientras en su alocución hizo un llamado a la ¨cooperación regional e internacional¨; otras voces, en particular provenientes de la Guardia Republicana, advirtieron que tras los atentados habrá venganza, señalando que la revancha será ¨dura e inolvidable¨.

Si como indican algunas personas en Irán, la responsabilidad por los atentados se vincula con ISIS y su relación con Arabia Saudita, estarían configurándose nuevas coordenadas para un incremento en las tensiones entre ambos países con el potencial de acercar al conflicto sus recíprocos aliados, como son la Federación Rusa y Estados Unidos.

Como parte de este incremento, habrá que estar más atentos a informaciones provenientes del Departamento de Estado de Estados Unidos donde, por ejemplo, señalan que desde hace ya algunos años el gobierno iraní mantiene algún nivel de relaciones con efectivos de Al Qaeda. Lo anterior no dejaría de ser una paradoja, particularmente si tomamos en consideración que en Siria, actualmente combatientes en unidades iraníes y milicias de Hezbolah apoyadas por Irán combaten contra el Frente Al Nusra, que no es otra cosa que la organización de Al Qaeda en Siria.

Todavía los sucesos son muy recientes para medir su alcance a mediano y largo plazo. Esa distancia en el tiempo, sin embargo, debe motivarnos a observar el desarrollo de los acontecimientos con alguna preocupación en torno a su desenlace.

 

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