La edición correspondiente a los meses de septiembre-octubre de 2015 de la revista Foreign Affairs nos ofrece un interesante análisis de la aportación hecha por el presidente Barack Obama en materia de política exterior.
La edición nos presenta dos ensayos iniciales bajo la firma de Gideon Rose y Bret Stephens donde se juzgan con algún detalle los elementos positivos y negativos de la política exterior de Estados Unidos bajo su presidencia. Otros artículos nos ofrecen una visión panorámica de tal política exterior en relación a la República Popular China, Europa, América Latina, África y el tema del terrorismo.
Ciertamente existen otros ensayos y artículos que podrían ser objeto de particular análisis dada su importancia para nosotros como son los casos del escrito por el Senador de origen cubano Marco Rubio, titulado Restoring America´s Strength; o el escrito José A. Cabranes, titulado Why U.S. Courts Shouldn´t Make Foreign Policy. Estos, sin embargo, no serán objeto de análisis en el presente escrito, limitando nuestros comentarios a What Obama Gets Right, escrito por Gideon Rose, What Obama Gets Wrong, de la autoría de Bret Stephens y Obama and Latin America, escrito por Michael Reid.
Para Rose, el Presidente es ideológicamente hablando un ¨liberal con temperamento conservador¨. Señala que por generaciones la política exterior de Estados Unidos ha sido ¨consolidar, proteger y extender el orden internacional liberal¨ de este país, que es aquel creado luego de la Segunda Guerra Mundial. Nos refiere a ese orden internacional como un donde no se discrimina por consideraciones de ¨geografía, raza, religión y otras características que le puedan ser adscritas¨ a un país que pretenda sumarse, en tanto en cuanto tal país esté en disposición de sumarse a las reglas existentes.
Contrario a la noción que solemos utilizar cuando hablamos del enfrentamiento entre Occidente y Oriente al referirnos a la Guerra Fría, el autor sostiene que la ruptura entre Estados Unidos y la Unión Soviética la motivó la decisión de la segunda de no integrarse a las reglas de juego establecidas por el primero. Indica que ¨la confrontación entre las superpotencias se hizo para asegurar que ese nuevo orden tan solo pudiera implantarse de manera parcial en lugar de ser de manera universal¨. Bajo tales premisas, indica el autor, tanto George H. W. Bush como Clinton desarrollaron su política exterior.
En el caso de Clinton, ello significó una ampliación de las democracias de mercado a la vez que redujo las amenazas a Estados Unidos, sus aliados y sus intereses. Ofrece como ejemplo la manera en que Estados Unidos manejó la situación promoviendo la integración económica de América del Norte, la ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el manejo del control de los conflictos con países como Iraq, la República Islámica de Irán y la República Popular Democrática de Corea; los llamados procesos de pacificación en el Medio Oriente y la región de los Balcanes e Irlanda del Norte; así como el manejo de las finanzas de Estados Unidos.
A pesar de la descripción de lo que fueron los aciertos de la políticas de Bush y Clinton, menciona como los siguientes errores: ignorar algunos problemas globales o haber fallado en el manejo de éstos, incluyendo empeorarlos; el tema del manejo de la amenaza terrorista, donde atacando a Al Qaeda después del 2011, no se atendió adecuadamente el desarrollo de una política dirigida a evitar el fortalecimiento del jihadismo; así como el enorme costo que acarrearían las guerras contra Afganistán e Iraq. Otra consecuencia negativa fue la política de George W. Bush en torno a la guerra preventiva, que le llevó al despliegue de una gran cantidad de efectivos militares; y dentro de la misma, los sucesos relacionados con el abuso, la tortura y las detenciones indefinidas de prisioneros en Abu Garib, Iraq; y podríamos añadir nosotros, en Guantánamo.
El autor considera que durante la Administración Obama se ha cerrado sustancialmente el círculo de la participación de Estados Unidos las guerras de Iraq y Afganistán, aunque ciertamente esto no supone que haya cesado su participación en dichos países. En el escrito no se entra a considerar la ampliación de la participación de Estados Unidos en otros escenarios militares, como ha ocurrido en Yemen, Siria, el enfrentamiento con el Estado Islámico, e incluso, la intervención de la OTAN en Libia.
El autor claramente señala que la Administración Obama ¨no ha abandonado la estrategia tradicional de Estados Unidos¨. Lo que sí ha ocurrido es el desarrollo de ajustes, que si bien de una parte sacrifiquen algunos objetivos periféricos; de otra parte mantenga los intereses centrales de dicho país en materia de política exterior. Para ello, utiliza como ejemplos el manejo de Estados Unidos en el conflicto entre Ucrania y la Federación Rusa; la participación de Estados Unidos en el caso de Libia, donde no intervino directamente con sus fuerzas armadas en un conflicto abierto sobre el terreno como ocurrió en Iraq; o la manera en que Obama ha manejado la situación en Siria y Yemen, donde con el uso de aviones no tripulados se está llevando a cabo el peso de la aplicación de la doctrina militar de Estados Unidos en estas regiones.
También se destaca la manera en que Estados Unidos manejó la crisis con la República Islámica de Irán, primero favoreciendo a un candidato de un partido con una orientación menos fundamentalista que el que le precedió, para luego sentarse a negociar con el nuevo gobierno electo un acuerdo sobre el uso de la energía atómica para fines pacíficos. De esta manera Obama impulsó un mecanismo sustituto a una escalada de tensiones que llevara eventualmente, a corto o mediano plazo, a un enfrentamiento armado.
El autor llama la atención a lo que considera han sido errores en la política exterior de la Administración de Obama. Para ello menciona el coqueteo con algunos sectores de la izquierda sobre control de armamentos; sus fracasos iniciales en el uso de una política de mano dura contra Irán; los sucesos acaecidos en Iraq una vez Estados Unidos terminó parcialmente la llamada ocupación del país y la consecuente casi desintegración del Estado ante la irrupción en el escenario de ISIS; así como la manera en que Estados Unidos intervino con la situación en Libia y su actual resultado.
Finalmente el autor destaca como éxitos de la diplomacia de la Administración Obama los acuerdos alcanzados con la República de Cuba ante el restablecimiento de relaciones entre ambos países y el acuerdo alcanzado con la República Islámica de Irán sobre uso de energía nuclear con fines pacíficos.
En el escrito de Bret Stephens, se destaca que la Administración Obama no puede estar planteando méritos en cuanto a su gestión a partir del estado en que recibió las consecuencias de la política exterior de Estados Unidos de parte de George W. Bush. Eso siempre ha ocurrido con todo cambio en la administración del país. Indica que si Obama procura obtener méritos con la alegada derrota Al Qaeda, como reclamó en un discurso pronunciado en la Universidad de la Defensa en mayo de 2013; también debería rendir cuentas por la manera en que ha evadido sus responsabilidades en lo concerniente al resurgimiento del jihadismo en los pasados años. Señala también que Obama ha incumplido sus promesas en torno a cierre de Guantánamo; en el reajuste de sus relaciones con la Federación Rusa; en restablecer el buen nombre de Estados Unidos con países como Siria, Egipto y Turquía; en detener la expansión israelí en los territorios ocupados; y en la creación de un Estado palestino independiente.
Para el autor, la Administración Obama debería enfocarse más a qué es lo que tiene que hacer en Estados Unidos, que lo que hace fuera de Estados Unidos. Finaliza indicando que desde la Segunda Guerra Mundial los presidentes de ambos partidos han reconocido que la política doméstica y la política exterior no deben conducirse por unos a expensas de otro.
En el caso de América Latina, Michael Reid en su escrito relata las gestiones de Obama con nuestro Hemisferio, al señalar que apenas tres meses desde su jura como presidente, en el marco de la Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad-Tobago, prometió al liderato de los países latinoamericanos que su administración sería un ¨nuevo capítulo en el compromiso¨ en igualdad de condiciones, basada en ¨principios de respeto mutuo, intereses comunes y valores compartidos¨. Luego de seis años, considera el autor, en un cara a cara con el Presidente de Cuba, Raúl Castro Ruz, Obama habría cumplido lo prometido.
Indica Reid que un examen del récord del presidente establecerá que a través de los años, su administración ha realizado cambios hacia América Latina dejando a su sucesor o sucesora en una mejor posición para nuevos desarrollos. Refutando la premisa de que Estados Unidos ha abandonado su interés por América Latina, señala que el intercambio comercial con la región para 2014, era uno en el cual se exportaba el 26% de sus productos hacia esta región, lo cual es cerca del mismo porciento que Estados Unidos exporta hacia Asia.
Igualmente destaca en esa relación con América Latina la cantidad de más de 57 millones de latinos residentes en Estados Unidos. No obstante, el autor levanta la bandera en torno a la manera en que la República Popular China se está posicionando en la región. Indica que entre el 2000 y 2013, se dio un incremento en el comercio entre China y América Latina de $12 billones a $275 billones. Señala también que países de la región como Brasil, Chile y Perú han desplazado a Estados Unidos en el comercio en la región. El escrito destaca también como grandes éxitos frente a Estados Unidos las creaciones de UNASUR y CELAC.
Como elementos negativos de la política exterior de Estados Unidos bajo Obama menciona su posición en torno al Golpe de Estado a Manuel Zelaya en Honduras. No obstante, lo hace como si dicho Estados Unidos fuera un observador lejano e independiente de los sucesos cuando la realidad es que fue parte esencial en su ejecución. Menciona también la manera en que Estados Unidos se ha posicionado en el conflicto interno de Colombia y la manera en que ha respondido al reclamo de Brasil solicitando un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Otros aspectos negativos de la política exterior de Obama ha sido su negativa a asumir el reto de una nueva ley migratoria y el manejo y trato en el acceso de indocumentados hacia Estados Unidos. Destaca también el autor los desaciertos de dicha Administración en política exterior en el manejo de los tratados de libre comercio. Considera que ello ha permitido el fortalecimiento de dos bloques regionales: de un lado el MERCOSUR y aquellas instancias surgidas bajo la inspiración de Chávez; de otro lado, los tratados negociados con Panamá y Colombia o la Alianza del Pacífico con Perú, Chile, Colombia y México.
Evidentemente, estos ensayos recogidos en Foreign Affairs recogen una perspectiva que en forma alguna cuestiona la política exterior oficial de Estados Unidos dentro del marco del ejercicio de su hegemonía imperial. En ellos se presenta una visión acrítica sobre a base de cuál derecho Estados Unidos se arroga el poder para dictar pautas a escala global independientemente de las consecuencias que tales pautas conlleven para los pueblos intervenidos.
Ciertamente la política exterior de un país como Estados Unidos, sobre todo aquella relacionada con el ejercicio de un presidente ya al final de su segundo mandato consecutivo, es de importancia para desde ella ir estableciendo la referencia necesaria a frente a lo que será la política exterior de dicho país para los años por venir. Esta es aún más importante si tomamos en consideración que estamos en vísperas de un cambio de administración demócrata a una administración republicana, o inevitablemente de un cambio de presidente o presidenta independientemente no ocurra un cambio de partido político.
La experiencia dice que sí ocurrirían cambios menores en la política exterior de Estados Unidos en dependencia a qué tipo de administración herede el legado de Obama. Pero los cambios serán en la forma en que se manifiesta tal política exterior y no tanto en cuanto a su contenido. Mientras exista un gobierno permanente en Estados Unidos, éste asegurará que los cambios no produzcan mayores disloques en lo que el gobierno considera es la protección de sus intereses globales. Como hemos indicado antes citando a Condoleezza Rice cuando fue Secretaria de Estado bajo la Administración Bush, la política exterior de Estados Unidos no se define a base de principios sino a base de intereses.
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