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Mario Roche Velázquez: acto de recordación PDF Imprimir Correo
Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH   
Miércoles, 22 de Octubre de 2014 11:03

rochePalabras dedicadas a un amigo y hombre de bien que nos deja un gran legado...

 

...Yo quiero
cuando me muera
Sin Patria pero sin amo
Tener en mi losa un ramo
De flores y una bandera.

José Martí
(Versos Sencillos)




Cuando Mario Roche, hijo, se comunicó conmigo días después de esparcir las cenizas de su padre en los montes del Barrio Caonillas del Municipio de Villalba, lugar donde como indica la letra de la canción, sus ¨ojos vieron la luz por vez primera¨, no imaginaba que la conversación fuera a girar en torno a la encomienda que hoy asumo ante ustedes. Mario, hijo, me indicó el aprecio y cariño que su padre me profesaba y lo agradable que sería para él que fuera yo quien me dirigiera a ustedes en esta actividad de reconocimiento a la vida de nuestro amigo y hermano de tantas luchas, Mario Roche Velázquez. En la breve conversación, le indiqué que a una solicitud de esa naturaleza no podía decirle que no; que su padre merecía eso y mucho más, por lo que procuraría estar a la altura de tan importante encomienda.

Debo confesar que los días siguientes generaron en mi mucha ansiedad. ¿Cómo explicar en un mensaje que por su naturaleza debe ser breve, las aportaciones que a lo largo de varias décadas de luchas fueran libradas junto a la clase trabajadora y nuestro pueblo por parte de un ser humano tan excepcional como Mario? ¿Cuáles elementos debería destacar de su vida en un momento como éste? ¿Cómo lograr con mis palabras perpetuar en la memoria de quienes le conocieron y de aquellos y aquellas que no le conocieron, su recuerdo?

Desde que existe la historia, se ha documentado cómo el ser humano participa de dos grandes momentos en su desarrollo. Con el nacimiento, celebramos la llegada del hijo, del hermano o del familiar a la vida azarosa que nos compele a la educación, al trabajo, a la solidaridad, al amor, a la compasión y a la satisfacción de nuestras necesidades básicas. Pero también esa vida a la cual advenimos, es aquella que nos convoca al esfuerzo transformador de las condiciones materiales, individuales y colectivas, con las cuales nos corresponde vivir hasta el momento en que la propia vida nos impone el cierre de un ciclo. El segundo momento es cuando nos tropezamos o nos encontramos con la muerte. En ese momento, aquellos(as) que nos conocieron y con los cuales compartimos el primer ciclo, concurren a nuestra despedida. Si bien nos lloran y sienten nuestra partida física, lo que fuimos, lo que somos y significamos en ese momento es lo que prevalece en el recuerdo de los demás. Quizás es este el momento y el espacio en que tanto creyentes como no creyentes en otra vida después de la muerte, encontramos un referente común. En esa instancia, la inmortalidad deja de convertirse en enigma indescifrable, si la concebimos y la entendemos a través del recuerdo que los demás guardan de nosotros.

Parafraseando al Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, la vida la debemos llevar siempre con bravura y la muerte la hemos de esperar con un beso. La vida, nos dice el Apóstol, ¨es un río quebrado que, en busca de un mar inmenso, corre hacia adelante sin cesar.¨ El misterio, nos indica, ¨no está en el modo con que se desarrolla la vida, sino en la esencia de la vida.¨ Y esa esencia la encontramos en lo que cada uno de nosotros hicimos; lo que aportamos en beneficio de los demás; en la huella que nos propusimos sembrar, y en efecto, sembramos y profundizamos como raíces de un árbol frondoso; en la ingente labor por la construcción de una mejor sociedad y un mejor país; y claro está, en la gloria que nos ofrece ¨el deber cumplido en beneficio ajeno¨.

Nos decía hace unos días el amigo y compañero Félix Córdova en un escrito publicado en la pasada edición del periódico Claridad, que con Mario Roche Velázquez sucedía algo muy común a seres humanos con una vida polifacética y es que les asemejaba un árbol frondoso. Decía Félix, que en estos casos, como en los árboles descritos, ¨el abultamiento de algunas ramas pueden dejar en la sombra otras ramas que son imprescindibles en la figura del árbol¨. Habiendo teniendo el beneficio de examinar la semblanza que sobre Mario Roche Velázquez hicieran hace unos años Evelyn Solá Maldonado y Lillian Irizarry Martínez, y que más adelante fuera revisada por María I. Hernández y Violeta Guzmán Villanueva, procuraré reunir en mis palabras tantas ramas como pueda de ese gran árbol frondoso y de profundas raíces que es Mario Roche Velázquez en el recuerdo de quienes le conocimos.

Mario vio la luz el día 26 de diciembre de 1932 en el Barrio Caonillas de Villalba. Entonces su pueblo, como la mayor parte del país, era un municipio donde la fuerza de trabajo era fundamentalmente campesina a pesar de que ya el desarrollo del monocultivo del azúcar había sometido al trabajador en el campo al régimen de producción capitalista. Fueron decenas de miles los campesinos en todo Puerto Rico que el régimen de producción capitalista en el agricultura convirtió en obreros agrícolas asalariados. La niñez de Mario y su juventud discurrió en su Villalba. De esta época se indica, Mario sintió vocación por ser cantante. Sin embargo, la verdadera vocación la encontrará en su pasión por la educación, lo que le acompañará desde su formación inicial como estudiante en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, hasta que su último aliento de vida.

Para el año 1962 encontramos a Mario graduándose de la Universidad con un Bachillerato en Educación Secundaria. De inmediato se integró a la docencia en la Escuela Normal de Juana Díaz. Como maestro enseñaría, además, en Cayey y San Sebastián, identificándose en su quehacer docente con la gente; vinculándose con sus problemas; observando de cerca su pobreza, sus difíciles condiciones de trabajo, sus limitaciones y sus vicisitudes. En su deseo de servir al país y a su pueblo de una manera más profunda, Mario encontró la ruta de su vida en el Trabajo Social, alcanzando en el año 1970 el grado de Maestría en la Escuela de Trabajo Social Beatriz Lasalle de la Universidad de Puerto Rico.

La década de 1970 fue en Puerto Rico una década de mucha convulsión social. El modelo de desarrollo económico en la colonia ya no se sostenía en la producción agrícola, ni la clase obrera que engendra el capital lo configuraba el proletariado agrícola de los años más jóvenes de Mario. Habiendo cedido la caña de azúcar el espacio del desarrollo capitalista de Puerto Rico al proceso de industrialización basado en la manufactura liviana a partir de la década de 1960, Puerto Rico se adentraba a un nuevo desarrollo capitalista centrado en la industria petroquímica; y más adelante, a mediados de la década de 1970, con énfasis en las industrias electrónicas y farmacéuticas. La ampliación de este modelo de producción capitalista en Puerto Rico supuso, en los últimos años de la década de los sesenta y primeros años de la década de 1970, el aprovechamiento por parte del gran capital estadounidense de los recursos naturales del país. Fue también en estos momentos de finales de la década de 1960 y comienzos de los años setenta cuando se desarrolló la propuesta para la explotación minera del cobre en la zona central de la Isla; el gobierno se embarcó en la propuesta de establecer un súper puerto para el recibo de petróleo crudo y así desarrollar un inmenso complejo de refinerías y derivados del petróleo en la región suroeste y sureste de Puerto Rico. Las industrias que se establecían en Puerto Rico así como los efectos contaminantes de muchas de éstas hacia el medio ambiente y las comunidades, se expandían por todo el país en aras de un llamado ¨desarrollo económico¨ promovido por el Gobierno, pero a todas luces irresponsable.

De estos intentos que comprometían el futuro y la sustentabilidad del país, surgieron las organizaciones comunitarias organizadas en protección del medioambiente y nuestros recursos naturales; surgió la organización ¨Misión Industrial¨ como instancia para asesorar, organizar y desarrollar la lucha por parte de las comunidades afectadas; surgió la propuesta del desarrollo del trabajo social comunitario de base en la protección del medioambiente y los recursos naturales; y claro está, la aportación directa de trabajadores sociales y luchadores sociales que, como en el caso particular de Mario, se unían ambos intereses. Así, la participación directa de Mario y otros compañeros y compañeras en estas luchas de base, vincularon de manera orgánica el trabajo social con la lucha reivindicativa de las comunidades afectadas.

Mario, como columna importante en la dirección de Misión Industrial, se vinculó en forma directa con las luchas de las comunidades de pescadores contra la contaminación de nuestras fuentes y cuerpos de agua; en la lucha de las comunidades contra los efectos contaminantes en la emisión de gases y contaminación de los terrenos por parte de industrias altamente contaminantes como fueron los casos de la CORCO en Guayanilla, Ciudad Cristiana y el Caño aledaño a ésta en la hoy Reserva Natural de Punta Santiago en Humacao. La vinculación de Mario con el trabajo comunitario también la encontramos en la lucha política contra la presencia de la Marina de Guerra de Estados Unidos en Vieques; su participación colaborativa con el periódico Claridad y su Junta de Directores; en el trabajo cooperativo; y en la protección de la salud y la seguridad de los trabajadores y trabajadoras en sus centros de trabajo, esfuerzo que desarrolló tanto desde la academia, como promoviendo la educación obrera a través de sus organizaciones gremiales.

El quehacer de Mario y su sensibilidad hacia los trabajadores, le ganó el respeto por parte del movimiento obrero organizado en el país. Desde su labor docente en el Instituto de Relaciones del Trabajo de la UPR impartiendo cursos donde se enseñaba la manera en que los trabajadores podían hacer valer el principio constitucional en Puerto Rico que obliga a los patronos a mantener un ambiente libre de riesgos a la salud y la integridad y seguridad de los trabajadores en los centros de trabajo, junto con disposiciones legales recogidas en diversas leyes protectoras del trabajo. Todos sus esfuerzos fueron reconocidos cuando al momento de producirse en 1985 por primera vez la designación de un Cabildero Laboral, fue Mario Roche Velázquez la persona que contó con el apoyo del movimiento obrero.

Como Cabildero Laboral, Mario pasó a ser el ¨enlace¨ entre el Gobierno y las organizaciones obreras. Sin embargo, a pesar de esta categoría formal de ¨enlace¨, Mario siempre afirmó que la posición de Cabildero no era una de neutralidad. Así, con gran esfuerzo, convirtió la posición de Cabildero en un instrumento al servicio de la clase trabajadora y sus organizaciones gremiales. Desde ella, promovió en beneficio de la clase obrera y los trabajadores en general legislación que promoviera la defensa de sus intereses. De igual manera, en su gestión como Cabildero, Mario fue insistente en combatir los intentos de los sectores neoliberales en degradar la legislación protectora del trabajo. En ese sentido, más que un ¨enlace¨, hasta 1998 que cesó en dicha posición, como portavoz del movimiento obrero puertorriqueño en la oficina del Cabildero Laboral, Mario fue el defensor enérgico de sus intereses,

En su desempeño profesional, Mario fue Co-Investigador del Proyecto Alternativas a la Institucionalización para Jóvenes Delincuentes de la Escuela de Salud Pública de la UPR, Recinto de Ciencias Médicas entre 1965-1967; Director del Centro del Centro de Educación y Trabajo (Job Corps) en Vieques entre 1967-1968; Coordinador del Programa de Salud, Centros de Educación y Trabajo de los Job Corps en el Departamento de Educación entre 1968 y 1969; Trabajador Social en la División de Servicios al Estudiante en el Decanato de Estudiantes de la UPR, Recinto de Río Piedras en 1970; Director Asociado y Director de Misión Industrial de Puerto Rico entre los años 1971 a 1977; Organizador Sindical y Secretario Tesorero del Sindicato General de Trabajadores afiliado a la Amalgamated Meat Cutters, AFL-CIO entre 1977 y 1979; Director del Programa de Educación en Salud y Seguridad Ocupacional del Congreso de Trabajadores y Consumidores de Puerto Rico (COTACO) entre 1979 y 1982); Director del Instituto Puertorriqueño de Salud y Seguridad Ocupacional entre 1983 y 1985; Cabildero Laboral entre 1985 y 1998; Instructor en el Instituto de Relaciones del Trabajo de la Universidad de Puerto Rico, donde impartió los cursos de: (a) Comportamiento Humano entre 1987 y 1989, (b) de Salud y Seguridad Ocupacional entre 1983 y 2000, y (c) Salud y Seguridad Ocupacional en el Trabajo entre 2001 y 2003.

Mario fue además, Instructor de los cursos de Trabajo Social Graduado entre 1996 y 2000, donde impartió los cursos de (a) El Trabajo Social en la planificación participativa, (b) El proceso político y la política social, y (c) Análisis de la política y servicios de Bienestar Social. También fue Profesor del Programa de Educación Obrera del Instituto de Relaciones del Trabajo de la UPR y de Ciencias Sociales Básicas en el Departamento de Ciencias Sociales de la UPR en Humacao. Allí, en dicho Recinto, desde el año 2000 hasta 2009, fue Investigador del Centro de Documentación Obrera Santiago Iglesias Pantín. En dicho centro de documentación figuran documentos originales del movimiento obrero en Puerto Rico entre los años 1898 y 1980.

Para Mario, este Centro de Documentación Obrera constituyó, no solo un lugar para el archivo de documentos, sino un punto de encuentro para sindicatos y trabajadores, desde donde pudiera desarrollarse un foro de discusión tan necesario a los intereses del movimiento obrero en Puerto Rico. Mario además llevó a la práctica su visión en torno a la educación laboral promoviendo la inserción en las escuelas superiores de Puerto Rico como parte de su currículo, un curso de Historia del Movimiento Obrero y de Educación Laboral. Evidencia de este esfuerzo del cual participamos junto a otros compañeros(as) es el libro publicado bajo el título de El Trabajo y las Relaciones Laborales en el año 2003, el cual incluyó, además, la Guía de enseñanza para los profesores y profesoras; el libro titulado 100 Años de Sindicalismo Puertorriqueño: memorias del Congreso Internacional del Centenario del Sindicalismo, organizado en Puerto Rico, 1898-1998, publicado en 2007; y más recientemente, sus aportaciones en la publicación del libro Nacimiento y Auge de la Confederación General de Trabajadores 1940-1945, tesis doctoral olvidada de Kenneth Lugo del Toro, del cual nos indica Félix Córdova, el empeño puesto por Mario en el resultado de dicho proyecto.

Existen también otras aportaciones escritas de Mario Roche Velázquez que incluyen artículos o ensayos como La Negociación Colectiva: un mecanismo idóneo para la prevención de riesgos en el taller de trabajo, Revista de Administración Pública, Vol. 33/34 y Santiago Iglesias Pantín: una aproximación retrospectiva a su figura, publicado en la Revista Exégesis Núm. 57 en el año 2006. Igualmente se encuentran sus intervenciones en el Seminario sobre las Relaciones Obrero-Patronales para Maestras y Maestros de Estudios Sociales, Regiones de Humacao, Fajardo, Caguas, Ponce y San Germán en al año 2002; Estudio sobre la percepción de los(as) miembros de la Asociación de Docentes de la UPR Humacao, en torno al funcionamiento y desempeño de la organización, en 2004; Opinión de los/las candidatos/as a maestros/as de la Universidad de Puerto Rico en Humacao sobre la sindicación de los maestros en el sistema público de enseñanza de Puerto Rico, efectuado en la UPR, Recinto de Humacao, en 2008; y el Diálogo de Reconciliación Nacional: Iglesia y Movimiento de los Trabajadores, evento realizado en el Recinto de la UPR de Humacao, en 2008. También se encuentra un video titulado ¿Por qué se organizan los trabajadores?

Como podrán ver, si buscáramos un paralelismo en esta vida de quehacer en beneficio de otros, en Mario tendríamos que evocar nuevamente a Martí cuando en un escrito publicado en la Revista Universal bajo el título de Escenas mexicanas indicaba: ¨No se viene a la vida para disfrutar de productos ajenos: se trae la obligación de crear productos propios.¨ Y así fue nuestro querido y recordado amigo, un creador de productos propios.

Destaco de Mario y su personalidad su sencillez y respeto en el trato aún en las diferencias; su discreción en el trabajo; su convencimiento de la necesidad de la unidad de la clase trabajadora, de la nación y del pueblo como instancia y palanca necesaria para sobreponernos a nuestra condición colonial y para avanzar en la formación de un mejor país; su talento humilde; la manera con que transmitía seguridad destacando nuestras posibilidades: y su empeño de verse a sí mismo, no como algunos que desearían hacerse a sí mismos una estatua en vida, sino como parte de un todo y nunca como pieza única e insustituible. En el mejor decir de Hostos, para Mario siempre hacer fue la mejor manera de decir.

Por razones evidentemente cronológicas-- yo soy producto del año 1953 y Mario lo fue de 1932-- nuestra relación se comenzó a edificar más bien de manera periférica en momentos en que él fue designado Cabildero Laboral. Antes le conocíamos como una referencia un tanto distante por sus luchas en Misión Industrial. Sin embargo, esa periferia fue cerrando su entorno al calor de otras luchas cada vez más comunes, que desde frentes distintos de una misma lucha, compartimos. Fueron otras experiencias, donde incluyo las luchas estudiantiles y universitarias en las cuales pude ofrecer mis servicios como abogado; y luego otras más, esta vez relacionadas con las luchas de los trabajadores y trabajadoras, aquellas que nos prodigó la vida, las que nos colocaron en una cercanía mayor.

Fue a través del Instituto de Relaciones del Trabajo de la Universidad de Puerto Rico y como parte del mismo, el Programa de Educación Obrera, donde durante muchos años compartimos labores docentes y de capacitación sindical, donde con el paso del tiempo, nuestras coincidencias se fueron estrechando sobre la base del respeto recíproco y el compromiso social con nuestro país, con la clase obrera y con la nueva cosecha de estudiantes que nos empeñábamos en formar. Esa relación se tornó también en amistad, mucho cariño y gran solidaridad como seres humanos.

Mario fue sobre todo lo que he dicho, un hombre bueno, un hombre cabal, un hombre dedicado y sacrificado, un ser humano excepcional. Como él y otros pocos cada vez más escasos en el país, ya no se cuecen moldes en el horno de otras luchas que les reproduzcan, sustituyan y multipliquen.

Vivimos hoy tiempos revueltos; tiempos en los cuales el país necesita de ejemplos como el que nos lega Mario Roche Velázquez. Puerto Rico y la clase obrera necesita hoy de referentes, de acimut desde el cual nos proyectemos hacia el futuro en un gran esfuerzo por construir una Patria Libre, independiente, solidaria y equitativa. Lo menos que podemos hacer en agradecimiento a Mario es perseverar en la lucha y no quitarnos.

Gracias Mario por habernos permitido compartir contigo la construcción de ese sueño anhelado, que no tengo la menor duda es el sueño de todas y todos los que hoy nos encontramos presente en este salón honrando tu memoria.

 

 

*Martes 21 de octubre de 2014, 7pm. Sala Félix Ochoteco, Colegio de Abogados de Puerto Rico.

Última actualización en Miércoles, 22 de Octubre de 2014 11:36
 

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