Hace un año, en una reflexión que desarrolláramos el día 17 de enero de 2010, nos referíamos a las condiciones prevalecientes en la hermana república de Haití tras haber sufrido el país las consecuencias de un terremoto de magnitud 7.3 en la Escala Ritcher, el cual en palabras del dirigente cubano Fidel Castro equiparó a la energía liberada por una explosión de 400 mil toneladas de TNT.
Otras personas como es el caso del profesor en geofísica Roger Searle, de la Universidad de Durham en el Reino Unido, han estimado lo ocurrido como un evento que desató una fuerza 35 veces más potente que aquella desatada por la bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre Hiroshima, Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. Este acto de la naturaleza echó abajo los ya precarios cimientos de las instituciones del Estado; derrumbó el símbolo del poder político, el Palacio Nacional; y llenó de escombros, muerte y desolación su capital, Puerto Príncipe, y otras ciudades y poblaciones aledañas.
Ya entonces, antes de presentarse sobre su suelo cual “Ángel de la Muerte” este desastre natural, Haití era colocado según el Índice de Desarrollo Humano, en el puesto número 150 de un total de 177 países. Este terremoto, de acuerdo a números oficiales que se contabilizan al día de hoy, cegó la vida de 316 mil ciudadanos, causó decenas de miles de heridos y un millón y medio de desplazados, de los cuales al presente, 800 mil viven en campamentos donde no tienen servicios de agua ni energía eléctrica. La expectativa de vida en Haití es de apenas 52 años. Cerca del 70% de su población vive en extrema pobreza. Prácticamente la mitad de la población activa en la fuerza de trabajo sobrevive con menos de un dólar al día. El 60% de su población sufre, además, inseguridad alimentaria crónica. De este segmento, un 20% se estima son extremadamente vulnerables.
El desastre ocasionado por el terremoto fue precedido en 2009 por cuatro grandes huracanes (Fay, Hanna, Gustav e Ike) los cuales dejaron un millón de personas sin hogares y cerca de un millar de muertos. Las condiciones precarias de sus suelos, donde el 95% de los bosques han sido eliminados, donde el terrenos ha perdido su fertilidad y donde el subsuelo apenas contribuye a posibilitar su uso agrícola, plantean serias dificultades para el desarrollo de medios de subsistencia alimentaria propios a corto y mediano plazo.
Dentro de los efectos posteriores sufridos por el pueblo haitiano se encuentra, además, el brote epidémico de cólera, propagado por miembros del componente militar nepalés en suelo haitiano, que ha producido el contagio de más de 181 mil personas y la muerte de casi 4,000. Si ha logrado reducirse sustancialmente las víctimas del terremoto y los afectados por el cólera, ha sido gracias al contingente cubano en suelo haitiano, el cual si bien ya se encontraba en el país ayudando al desarrollo de un sistema sanitario nacional, al presente se integra por más de 800 médicos y otro personal de apoyo en el área de la salud, incluyendo la participación de veintenas de jóvenes haitianos educados por el gobierno cubano en la Escuela Latinoamericana de Medicina.
La población en Haití también ha tenido que afrontar otras consecuencias sociales asociadas al terremoto. Entre ellas se encuentra como las denunciadas recientemente por Amnistía Internacional donde indica que mujeres y niñas haitianas están afrontando una creciente amenaza de violencia sexual con un creciente número de violaciones en los campamentos provisionales. De acuerdo con Gerardo Ducos, investigador de esta agencia internacional, mujeres, niñas y niños son arrastradas por grupos de hombres hacia otras áreas o carpas en los campamentos donde son violadas. En la mayoría de los campamentos no hay energía eléctrica durante la noche, lo que genera un ambiente propicio para que este tipo de agresiones se lleve a cabo. El hacinamiento en los campamentos, la falta de seguridad, la ausencia de medidas de protección por parte de la policía haitiana es también parte del conjunto de situaciones contenidas en la denuncia hecha por Ducos. Mientras esto ocurre, de acuerdo con un Informe producido por Oxfam, apenas el 5% de los escombros provocados por el terremoto han sido removidos; sólo se han edificado un 15% de las viviendas temporales necesarias; y menos del 45% de los $2,100 millones en ayuda prometida han llegado. Esta situación es utilizada por las autoridades para justificar su política de expulsión de los desplazados por el terremoto de los campamentos donde se encuentran sin proveer alternativas a la situación
A la tragedia se suma, además, los procesos de corrupción, fraude electoral y descomposición política observada, aún dentro de la tragedia descrita, en el pasado proceso electoral llevado a cabo el día 28 de noviembre de 2010. De acuerdo con Wooldy Edson Louidor, en una reseña periodística publicada por la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI) el pasado 12 de enero bajo el título 12 de enero: un aniversario en medio del dolor, en las pasadas elecciones parlamentarias y presidenciales 12 de los 19 candidatos a la presidencia pidieron el mismo día de las elecciones su anulación alegando fraude e irregularidades por parte de favorecedores del candidato oficialista Jude Célestin. Esta realidad ha colocado en ascuas el proceso que debería haberse llevado a cabo un día como hoy para una segunda vuelta electoral, lo que a su vez cuestiona la posibilidad de la jura de un nuevo presidente para la fecha proyectada de 7 de febrero de 2011.
Durante el pasado año plantemos nuestra preocupación sobre la decisión de Estados Unidos de, antes que cualquier ayuda humanitaria, establecer en Haití una fuerte presencia militar. Entonces denunciamos el envío de 12,500 tropas, incluyendo efectivos de la Infantería de Marina y de 3,500 efectivos de la 82 División Aerotransportada con sede en el Fuerte Bragg. Alertábamos, además, sobre el peligro contenido en las expresiones de la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, de que las Fuerzas Armadas de su país se quedarían en Haití “hoy, mañana, y previsiblemente en el futuro.” De hecho, el amigo Camille Chambers, Director Ejecutivo de la Plataforma Haitiana de Incidencia para un Desarrollo Alternativo, había indicado desde el pasado 17 de enero que la presencia de la misión militar de la ONU en Haití, llamada Minustah, “no están haciendo nada para ayudar a la población.”
En una reciente publicación de la página web aporrea.com, Jorge Arturo Reyes, en un artículo titulado Haiti y Minustah: la ocupación cooperante, nos indica lo siguiente:
“Haití constituye un ejemplo de las crisis que se construyen, que se confeccionan. La invasión yanqui post-terremoto con casi 20,000 soldados, el sostenimiento de la Minustah que a la fecha contempla el sostenimiento de 8,940 efectivos, entre oficiales y tropa con consecuencias pandémicas, y un componente policial de hasta 4,391 integrantes; el nombramiento en la Comisión Provisional para la Reconstrucción de Haití del ex presidente Clinton– como enviado especial de las Naciones Unidas para Haití; la elaboración de planes de reconstrucción que apuntan a una transformación mucho más radical a la ya liberalmente existente; así como el sutil y calculado tutelaje con el cual se estructuró y monitoreó la convulsa primera vuelta electoral del 28 de noviembre de 2010 y la sospechosamente postergada segunda vuelta, prevista para el 16 de enero de 2011, forman parte de los acontecimientos recientes más notorios de la profundización de la crisis y de una operación articulada desde los centros del poder mundial.”
De lo anterior, concluye Reyes, que el terremoto ha venido a servir de “marco ideal para avanzar en un proceso de transformación estatal” que eventualmente permite servir de justificación ante la comunidad internacional. Después de todo, las palabras de Jorge Arturo Reyes no nos parecen muy alejadas de aquellas expuestas por la socióloga canadiense Naomi Klein cuando nos habla del llamado “capitalismo del desastre”, cuando indica que para éste lo esencial no es cómo se generan los desastres sino que los mismos ocurran y con regularidad. De esta forma, indica, pueden aprovecharse tanto la destrucción como la desorientación que crea el “shock” para dar paso a las medidas neoliberales o neoconservadoras en los procesos de privatización del Estado y desreglamentación de la actividad económica.
El drama del pueblo haitiano nos debe doler profundamente. Jamás la desesperanza o el abandono de la solidaridad a este pueblo hermano puede ser nuestra respuesta. Aún hoy siguen vigentes las propuestas hechas hace ya un año por Camille Chambers como inicio de la solución al problema y que hoy repetimos: a) superar el analfabetismo que representa el 45% de la población; b) la construcción de un sistema de enseñanza pública, eficaz, gratuita, donde se respete la historia, la cultura y el ecosistema del país; c) vencer la crisis ambiental y reconstruir con la participación masiva de jóvenes y de brigadas internacionalistas 30 cuencas hidrográficas; d) construir un nuevo sistema de salud pública articulando la medicina moderna con la medicina tradicional y ofreciendo servicios primarios de calidad y asequibles al 100% de la población para vencer la mortalidad infantil, la desnutrición y la mortalidad materna; e) la reconstrucción de la ciudad con lógica, basada en una urbanización humana y equilibrada, respetando a los trabajadores, privilegiando en los transportes colectivos, los parques que potencialicen la biodiversidad, la investigación científica, la agricultura urbana, la artesanía y las artes populares; f) la construcción de la soberanía alimentaria a base de una reforma agraria integral; g) la destrucción de los lazos de dependencia con Washington, la Unión Europea y los imperialismos; y finalmente, h) la expulsión de las fuerzas militares de ocupación como MINUSTAH y el fomento y construcción de brigadas de solidaridad de pueblo a pueblo.
13 de enero de 2011 |