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El tiempo en Guánica se detuvo, la tierra sigue temblando PDF Imprimir Correo
Escrito por Sebastian Castrodad   
Martes, 13 de Octubre de 2020 09:23

Especial para CLARIDAD

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En el pueblo de Guánica sólo queda una panadería. Según Elizabeth Mercado la mayoría de los negocios ha cerrado. Caminando se constata. La realidad es más severa que una simple mayoría. Los quioscos de la plaza tienen sus tormenteras fijas. Uno de ellos todavía tiene letreritos en madera que anuncian ‘QUESADILLAS’, ‘SOPA DEL DIA’. A cien pasos la casa alcaldía está cercada con muros de cemento. Un rótulo navideño suspendido del techo dice ‘felicidades’ con letras hechas de lucecitas de navidad. De los balcones de la fachada de la casa alcaldía guindan seis guirnaldas. Cabe preguntarse, ¿se habrán adelantado las decoraciones para este año? Pero la contestación es funesta.

La alcaldía, como muchos otros edificios en el pueblo, ha sido declarada inservible. La alcaldía no ha colapsado pero, como muchos otros edificios, pende del tiempo como si su colapso fuese en cámara lenta; un terremoto lento y sin fin. El desastre natural fue seguido por el desastre permanente de la burocracia. Las ruinas no son sólo ruinas. Son el colmo de un abandono sistémico, desde la administración municipal hasta la federal.

Es triste ver todas esas construcciones de rodillas. Pero esa no es la tragedia. La desgracia está en las vidas de la gente que perdieron sus casas, sus negocios; las relaciones contiguas que se afectan indirectamente por la mala fortuna del amigo, la hermana, la madre, el primo. Los desplazamientos imprevistos y forzosos y la falta de acción solidaria de parte de las estructuras que suponen salvaguardar la calidad de vida y la salud del pueblo. Se respira un aire quebrado en el antiguo pueblo de Guánica, los guaniqueños han sido abandonados a su suerte. Abandono, es ahora una palabra común en los labios de los que se quedaron. Elizabeth Mercado es una de las que se quedó. Es dueña de la ferretería Elimermar. Queda en una de las calles más transitadas del pueblo, frente al estadio Osvaldo Gutiérrez, que sirvió de refugio improvisado unos meses para muchos compueblanos. El edificio donde Elizabeth tenía su ferretería databa desde finales del siglo XIX. ‘Desde los españoles estaba el local allí’. Ahora lo que queda es una pared en ladrillos que sobrevivió gracias a que está pegada al local vecino, su almacén y su voluntad. Le regalaron un furgón. Desde ahí opera la ferretería Elimermar que sirve al pueblo desde el 1990. En su rostro no hay señal de cansancio. Es la única ferretería en el pueblo.

Dentro de todo, ella dice que está bien. Menciona por encima historias de amigos y familiares que están esperando los chavos que les habían prometido para demoler sus casas y empezar desde el suelo. Son demasiadas las familias desplazadas que ahora viven en la casa de otro familiar o han tenido que empacar y buscar suerte en EEUU. Otros han pagado las demoliciones por no poder esperar, o por haber perdido la esperanza en el poder del gobierno, o peor aún, en el interés del gobierno en ayudarles. Hay una pregunta que hace eco por las calles del pueblo de la amistad: ¿Dónde está ‘Papichy’ y en qué está gastando el dinero asignado para cumplir con su deber como alcalde? Terrible es que la tierra tiemble y peor aún es que el gobierno no se mueva, aunque aún tiembla todo los días.

La gobernadora, Wanda Vázquez, asistió al inicio de las demoliciones en Guánica hace dos semanas. Agarró una pala, se tomó un par de fotos, y salió por todos los medios del país. Esa fue la última vez que se habló de Guánica. Sólo demolieron esa casa. Y allí siguen los restos, amontonados como una desorganizada colección de piedras y varillas torcidas. Los bejucos pronto se apropiarán de las paredes desc ompuestas. Una cintilla amarilla delimita el área. “Lo tumbaron y lo dejaron allí tirao’’ dice un constructor que repara las grietas del local de al frente. El resto de los edificios declarados inservibles siguen igual. Rotos y derrumbándose poco a poco.

Lo único que demolieron y limpiaron fue la escuela Agripina Seda. En el lugar sólo quedan tres pupitres y una caseta para un guardia que vigila el vacío como una especie de monumento minimalista que conmemora la escuela Agripina Seda. Muchas fachadas tienen pequeños letreros pegados con tape gris. ‘PELIGRO. NO ENTRE O OCUPE. (ESTE CARTEL NO ES ORDEN PARA DEMOLICION). Esta estructura ha sido inspeccionada esta seriamente dañada y es peligroso ocupar por lo siguiente:’ Le siguen cinco líneas en blanco.

Mientras la desgracia se desarrolla y se extiende en Guánica, el alcalde se ve entramado en disputas políticas y primaristas. Acusa a legisladores de imposibilitarle el proceso de recuperación mientras que le piden que rinda cuentas por los $2.7 millones de dólares que ha gastado en fondos asignados desde el senado. El Departamento de Vivienda le asignó $14.4 millones y desde agosto están disponibles $5.4 millones. Elizabeth nos asegura que no ha visto a ‘Papichy’ por el pueblo desde los temblores. Ya van nueve meses y el tiempo en Guánica parece haber parado, y la tierra sigue temblando



 

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