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Residenciar a Trump: ¿Una estrategia fallida? PDF Imprimir Correo
Escrito por Javier Colón Morera | Claridad   
Jueves, 12 de Diciembre de 2019 13:27

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La estrategia demócrata de debilitar al presidente Trump mediante un proceso de residenciamiento no parece estar dando los frutos esperados. Ello tiene poco que ver con los méritos del asunto. La evidencia de que Trump intentó condicionar fondos militares a Ucrania a cambio de favores políticos ha sido sólida. Los números de las encuestas, sin embargo, no revelan un movimiento claro de apoyo público a remover al Presidente mediante un juicio político en el Senado de Estados Unidos. Ahora se entra en una fase crucial en que la Cámara debe recomendar el residenciamiento para que pueda pasar a la consideración de un Senado controlado por los republicanos.


Entre los votantes republicanos solo cerca de un 11 por ciento favorece la remoción del Presidente. En el mundo paralelo de Fox News todo este esfuerzo no es otra cosa que un montaje político. Parece que la estrategia de Trump de proyectarse como víctima está rindiendo frutos entre sus votantes.

La posibilidad de que el proceso de residenciamiento tenga un efecto boomerang es real. Al final del día un esfuerzo fracasado de sacar al presidente de su posición a destiempo puede marcar un retroceso táctico. Un Presidente Trump hábil en el manipuleo de la opinión pública puede aparecer como el ganador de un “proceso” injusto. Entre parte del electorado de bajo nivel educativo tales estrategias han resultado muy efectivas en el pasado.

Trump mantiene un apoyo sustancial dentro del Partido Republicano y no se ven signos claros de una fractura en el partido dominante de la política pública actual de Estados Unidos. Si el electorado estadounidense desea salir de Trump probablemente tendrá que hacerlo en las urnas mediante la votación indirecta que provee el colegio electoral. No debería ser tan difícil. Trump ganó tres estados de EEUU por el margen mínimo. Al mismo tiempo, eso podría ayudar a Estados Unidos a salirse de la ruta del nacionalismo derechista extremo en el que navega. Eso va a depender en parte del rumbo futuro del otro partido principal en el sistema bipartito.

Un mandato electoral claro, que obligue un cambio sustantivo y real, debería ser la ruta más promisoria. Para ello tiene que completarse, sin embargo, la definición de la papeleta del mayor partido opositor. Los demócratas tienen que decidir en primarias quién y cómo se articula la campaña anti-Trump. Ello puede ser un desarrollo positivo en la medida en que obligue al Partido Demócrata a definir una ruta alterna sobre los problemas que verdaderamente preocupan al electorado y los cuales están ausentes de esta gran novela centrada en la obsesiva personalidad de Trump. Ahora el multiculturalismo de Obama y su discurso de “yes we can” puede que no sea suficiente.

Aunque los precios de la cubierta médica siguen en aumento y los efectos del cambio climático producen efectos muy reales sobre comunidades pobres y discriminadas, poco de eso tiene espacio en unos medios cada vez más polarizados en donde las narrativas pro y anti-Trump se han convertido en marcas de presentación. Pero fue precisamente el tema del aumento de costo en la cubierta médica, y el intento a restringir el acceso a derechos adquiridos, lo que le dio ventaja a los candidatos legislativos demócratas en los pasados comicios de medio término. Tampoco se discute a fondo el efecto de una reforma contributiva en EEUU que redujo, del 2017 to 2018, la tasa de contribucion promedio a las corporaciones 23.4% to 12.1%. Mientras tanto el impuesto a los contribuyentes personales se mantuvo básicamente e igual (de 9.6% to 9.2%.) La desigualdad económica bajo Trump es mayor y creciente.

Claro está, todavía no está claro quién va ser exponente de la propuesta reformista demócrata y las diferencias al interior de ese partido son sustanciales. El campo discursivo representado por candidatos como Elizabeth Warren y Bernie Sanders parecería el más que puede aprovecharse del giro abiertamente racista y elitista de las políticas de Trump. Eso todavía espera, sin embargo, por un largo proceso electoral interno que apenas comienza.

Las noticias positivas para los demócratas parecen vinculados a un descenso enorme en el apoyo femenino a Trump. El llamado “gender gap” que tiende a producir un apoyo femenino mayor a los candidatos demócratas se está reforzando. Mientras un alto 56% de las mujeres favorece residenciar al presidente, un número parecido un 54% de hombres se muestra en contra. Esta es una señal de que la coalición demócrata puede fortalecerse en lugares en donde Trump triunfó por el menor de los márgenes. Algo de eso ya ha ocurrido en elecciones especiales llevadas a cabo recientemente en donde han prevalecido los demócratas. Hace poco los demócratas ganaron, por ejemplo, la gobernación de Kentucky y la asamblea legislativa de Virginia.

Lo cierto es que la fijación en Trump y sus múltiples problemas de personalidad provocan un cierto adormecimiento de la conversación publica de Estados Unidos. Chomsky ha manifestado que en muchos aspectos la fijación mediática de Trump con su narcisismo extremo opera como una fuente de distracción. Chomsky lo ha expresado de forma contundente: “Mientras criticamos lo evidente y nos entrenemos juzgando y riéndonos de los detalles, no nos detenemos a pensar en lo realmente importante. Lo que está detrás, lo que realmente está cambiando e impactará en nuestras vidas de forma irreversible”.

La estrategia según explicada por Chomsky es la de “tratar de asegurarse capturar todos los titulares y ejes de conversación. Se trata de estar en la cima de las noticias, de cometer una locura tras otra solo para captar la atención de la gente. Y la suposición es: de todos modos, haga lo que haga lo van a olvidar más tarde de todos modos. Cada noticia borra la anterior y nada parecerá ser transcendente”.

En otras palabras, destaca Chomsky, hay un método en la locura de Trump. Empiezan a mostrarse, sin embargo, tendencias demográficas hostiles al proceso derechista y obsesivamente nacionalista de Trump. Su campaña crecientemente se centra en una base evangélica blanca que envejece mientras los jóvenes huyen de ese espacio lleno de restricciones y tabúes. Pero las tramas internacionales mediante las cuales Trump es fruto de una gran conspiración de manipulación rusa mantienen a un amplio sector de los norteamericanos ajenos a sus propias contradicciones culturales y políticas.

Lo cierto es que Trump representa un nacionalismo aislacionista peligroso por su mezcla de aumento de gasto militar, xenofobia, misoginia y apoyo a planes que tienen duras consecuencias internacionales. El endurecimiento de la politica sobre Cuba y el apoyo extremo a Israel son dos casos emblemáticos, pero no los únicos.

Lo más preocupante tal vez es el efecto dominó de fuerzas derechistas en ascenso. El triunfo fe Vox en España es un buen ejemplo. Pero algo parecido se puede plantear en casos como Hungría, Italia, Francia, Alemania o Finlandia. A todo ello ha contribuido patrones de migración generados por el deterioro de la situación del Medio Oriente de lo cual tampoco se dice mucho en los medios tradicionales obsesionados por la saga de Trump.

Una estrategia centrada en la necesidad de representar los intereses de las amplias mayorías de forma real y no de forma manipuladora le está rindiendo frutos a líderes como Alejandra Ocasio Cortés que impulsan, al propio tiempo, una forma radicalmente distinta de entender la función de Estados Unidos en el mundo. Es importante la batalla electoral que ocurre en el contexto estadounidense. Lo que ocurre allí repercute directamente en el tipo de decisiones a tomar sobre su sistema de control territorial. Lo ignoramos, como antes lo hemos hecho, a nuestro propio riesgo.

 

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