Celebran tu cumpleaños en tu pueblo de Aguada el sábado, 30 de noviembre. Quisiera estar ahí, Andresito, y lo estaré de corazón.
Durante una actividad patriótica en La Parguera la semana pasada me di una caída y me tuvieron que tomar seis puntos de sutura en la cabeza y tengo fracturas en cuatro costillas. Como sabes, tengo serios problemas con la vista, pero al igual que tú lo estuviste durante tu enfermedad, estoy 20/20 de mente y corazón.
Gracias, Andresito, por responder al llamado de la Patria aquel 1ro de marzo de 1954. Aquí un poema que escribí para ti y publiqué en el 2008 en mi libro "Del cimarrón a Los Macheteros". ¡Buen cimarrón que fuiste!
El jibarito de Aguada
Andrés Figueroa Cordero, un jíbaro puertorriqueño, que no sabía tener miedo, ni en las mazmorras del imperio.
Un jíbaro en blanco y negro, que no era sofisticado, un jíbaro que hablaba directo, más claro que el cantío de un gallo.
Andrés Figueroa Cordero, el obrero y campesino, al igual que lo fue don Pedro, fuiste valor y sacrificio.
Andrés Figueroa Cordero, jibarito de oreja a oreja, que no pudo el carcelero, forzarlo a pedir clemencia.
Andrés Figueroa Cordero, nuestro querido Andresito, es difícil poner en versos, la grandeza de tu espíritu.
Con toda tu digna humildad, marchaste sin duda alguna, a dar el grito de libertad, que hoy más que ayer se escucha.
Andrés Figueroa Cordero, amigo y hermano del alma, jamás te pensaste maestro, pero fuiste una cátedra.
Y ante la amenaza de muerte, de los mercenarios del imperio, contestaste como siempre, en palabras blanco y negro.
Y tú que nunca te pensaste, estar cola’o entre los grandes, en nuestro corazón dejaste, tu espíritu de gigante.
Tú no temías, Andresito, tú desconocías el miedo, sonreías ante el peligro, jamás te escuché un lamento.
Y hasta comido por el cáncer, fuiste a defender un amigo, y es que tu amor era tan grande, como grande tu heroísmo.
Y extraño como te parezca, allá en la patria de Morelos, hay un poblado que lo llaman, Andrés Figueroa Cordero.
Tú, que ni la muerte te rindió, ni los barrotes te apresaron, y sin odio en el corazón, pudiste vencer el calvario.
Que la luz de la eternidad, alumbre siempre tu destino, como tu grito de libertad, sigue abriéndonos camino.
Y en nombre de todos aquellos, que han defendido nuestro pueblo, mil gracias y nuestro respeto, Andrés Figueroa Cordero.
Publicado en: Cancel Miranda, Rafael. Del cimarrón a Los Macheteros. Edición Privada: San Juan, 2008.
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