La ofensiva económica de Estados Unidos para evitar la independencia de Puerto Rico en el Caribe y Groenlandia en el Ártico, el despertar de los indios Cherokee en el “Viejo Oeste” y las obras del muro y campos de concentración en el suroeste, apuntan a problemas históricos en puntos lejanos del centro imperial que vienen a cobrar cuentas.
Se trata de deudas viejas contraídas por EEUU durante su expansión, pero lejos de ver la coyuntura actual como un problema, la posición de la Casa Blanca es que ha llegado la oportunidad de “hacer otra vez grandioso a EEUU” (make America great again) rejuveneciendo una agenda imperial.
Siguen las ofensivas contra los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, en el Caribe, en Medio Oriente y Asia Central, así como en el oriente de Asia, mientras EEUU presta poca atención a sus propios puntos fronterizos problemáticos. Eso, a pesar de que, en círculos empresariales importantes, como lo atestigua editorialmente el Financial Times de Londres, hay el temor de que las políticas de Washington, como en el caso de Groenlandia, pueden desatar un nuevo mercantilismo a nivel internacional y una competencia entre las potencias por el intercambio y el control de las islas estratégicas.
La más vieja de esas cuentas viene a ser Puerto Rico, que a finales del siglo XVIII en los círculos de Alexander Hamilton se consideraba útil como plataforma de lanzamiento de un imperio comercial mundial. En 1898 el sueño cobró realidad cuando EEUU se lo arrebató a España y desde Puerto Rico se lanzarían operaciones tan importantes como la transnacional ITT y se establecerían instalaciones navales como Roosevelt Roads y la base del comando estratégico de la Fuerza Aérea Ramey Field, con sus bombarderos nucleares B-52.
Pero la isla, que desde principios del siglo XIX -bajo España- ya tenía un sistema público de educación integrado para todas las razas, financió la aventura militar de la Corona contra la independencia de Cuba y llegó a obtener su autonomía, fue administrada por EEUU obligándola a endeudarse tanto que, ya para 1917, lo tomado a préstamo sobrepasaba su presupuesto.
Ahora Puerto Rico, degradado militarmente, convertido en una carga, con una deuda impagable y plagado de corrupción, está regido por la dictadura de una junta de control. Washington la impuso sobre la base del decreto judicial de que esta nación caribeña nunca lo ha sido y ni siquiera tiene los vestigios de soberanía que EEUU le reconoce a las naciones indias americanas.
En cambio, Washington retiene decenas de miles de millones de dólares asignados formalmente para reconstruir a Puerto Rico luego de los huracanes, exige que el país renuncie a mucho de ese dinero y se opone a que se le cobren impuestos a las empresas estadounidenses que repatrian 35.000 millones de dólares cada año.
Casi directamente al norte de la abandonada base de Ramey Field, a unos 6.400 kilómetros de distancia, está la también base aérea de Thule, Groenlandia, considerada importante para la guerra en el espacio con sus radares que pueden vigilar todos los satélites artificiales que orbitan al norte del ecuador. De hecho, Groenlandia no sólo tiene grandes recursos mineros y acuáticos, sino que controla dos de los tres pasos para el tráfico marítimo desde las riberas del Ártico hacia los demás océanos.
Pero para la historia expansionista de EEUU es mucho más que eso.
En 1867, recién comprada la región rusa de Alaska por EEUU, Washington vio en la adquisición de Groenlandia una forma de cercar por el norte y el oeste a Canadá, con el objetivo de desalojar a los británicos y lograr que ese inmenso país “entusiasta y pacíficamente” pidiera su anexión a la Unión Americana.
Si bien ese objetivo no se logró, quedó vivo el planteamiento -reproducido en el informe estratégico sobre la compra de Groenlandia publicado en 1868- de que “la ventaja negativa para un Estado de la posesión de colonias es este, que su poder y recursos no estén disponibles en su contra”.
Así, hoy día EEUU intenta garantizar que los rusos y, en especial los chinos, no logren acceso de importancia a Groenlandia. Aunque esa nación isleña está en proceso de independizarse del Reino de Dinamarca y ha mostrado interés en la amistad con EEUU, la estrategia que se está usando es debilitarlo económicamente retirándole contratos estratégicos y asfixiándolo económicamente, como ocurre con Puerto Rico.
Pero Groenlandia lo que busca es capacidad económica para su independencia de forma que pueda hacer negocios y acuerdos con cualquier país, ante lo cual ya en 2015 se publicó en EEUU un análisis geopolítico apuntando a la importancia de que la gran isla del Ártico sirviera de ejemplo para las demás islas del mundo de que esa “visión de libertad” no es viable.
A unos 4.700 kilómetros al suroeste de la base de Thule, en el corazón de lo que fue el Viejo Oeste de EEUU, el principal jefe de los indios cherokee, Chuck Hoskin, anunció recientemente el envío al Congreso de Washington de la delegada Kim Teehee, en cumplimiento del Tratado de Hopewell de 1785 y el Tratado de Nueva Echota de 1835. Aunque las posesiones de EEUU envían delegados sin voto al Congreso, la delegada cherokee tiene una misión distinta.
El jefe Hoskin fue claro al explicar que haya “consultas de nuestros gobiernos como mutuamente soberanos”.
Washington no ha contestado.
Más al sur, en la frontera con México, EEUU continúa acelerando la construcción del muro y se han establecido campos de concentración para los inmigrantes capturados tratando de entrar sin permiso legal.
Aquí tampoco hay mucha novedad histórica y las obras hacen recordar cuando a finales del tercer milenio A.C., en la última dinastía de Ur, en Mesopotamia, se inauguraron las prácticas del muro de frontera y el establecimiento de campos de prisioneros. Fueron cientos de kilómetros de muralla que no lograron evitar que los amorreos se quedaran a la larga con Babilonia.
|