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La parranda de Hamilton PDF Imprimir Correo
Escrito por Manuel de J. González | Claridad   
Jueves, 17 de Enero de 2019 15:37

hamilton

No vamos a hablar del musical Hamilton, ni de Lin Manuel Miranda, ni de su señor padre. Tranquilos. De eso habla casi todo el mundo en Puerto Rico desde hace varias semanas y supongo que ya cansa. Voy a hablar del banquete, de la fiesta, del vacilón que han montado nada menos que 30 congresistas vinculados al Partido Demócrata, que la pasada semana viajaron a nuestro país con la excusa de celebrar una vista pública. Fue un vacilón con fondos de sus contribuyentes que, aunque no son los nuestros, comoquiera produce asco. Aunque lo que verdaderamente asquea es que para montar el vacilón utilizaron como excusa a Puerto Rico.

 

Sucede que mientras en Washington cae nieve y buena parte de Estados Unidos está medio congelado, resulta ser un momento ideal para preocuparse por Puerto Rico, echando una que otra lagrimita por la situación que viven esos “ciudadanos americanos” que viven, o más bien malviven, en esta isla. Cuando la maldita niebla echa un manto de agonía en medio del invierno, los congresistas se ponen nostálgicos y lo primero que les viene a la mente entre tanta la congoja es la suerte que corren los pobres puertorriqueños.

Desde hace año y medio, cuando el huracán María nos dejó medio muertos, los puertorriqueños malvivimos, pero nunca fuimos objeto de tanto llanto como en este invierno. Desde aquel azote los cangrimanes de Washington, con Donald Trump como jefe de la orquesta, se burlan de nosotros pero es ahora, cuando en medio del invierno a Lin Manuel (¿o a su padre?) se le ocurre presentar su laureado musical acá, que treinta honorables congresistas demócratas decidieron venir a expresarnos su solidaridad.

Que allá se esté la gente congelando y acá se pueda andar medio en cueros porque el sol brilla como siempre, es pura coincidencia. Los treinta congresistas dicen y afirman que vinieron porque de verdad están preocupados por nosotros. Es pura solidaridad, que nadie piense otra cosa.

Que nadie tampoco piense que se inventaron una vista pública para escuchar testimonios sobre la “reconstrucción de la isla” para poder hacer el viaje con fondos públicos, es decir, para poder cargarle los gastos a los impuestos que pagan los estadounidenses, que en estos momentos no tienen gobierno. No, dicen que la vista pública era muy necesaria porque hasta que la misma se celebrara ninguno de ellos sabía lo que estaba pasando en esta isla ardiente. Si no es por la vista, y los testimonios que allí vertieron el gobernador, alcaldes y otras “personalidades” boricuas, ninguno de esos treinta congresistas tendría suficiente información para ayudarnos. Para poder tener esa información, indispensable para la ayuda, fue que hicieron el viaje y decidieron dedicar muchas de sus preciadas horas a una engorrosa vista pública, escuchando al gobernador quejarse de la Junta que los mismos congresistas nos impusieron hace dos años.

Después de la vista engorrosa algunos se fueron a la playa porque, caramba, no faltaba más. Están en una isla y hay playas por todos lados y, además, allí en la arena, mientras se refrescaban con un daiquirí o con un mojito, podían seguir trabajando. Allí podían escuchar los testimonios de los otros bañistas o de los empleados del hotel sobre las carreteras llenas de boquetes y las calles sin alumbrado, sobre el empleo que perdió el cónyuge o el pariente que emigró, sobre la matrícula que se le duplicó al hijo en la universidad pública, sobre los tiros que escucharon camino al trabajo, sobre la escuela del otro hijo que cerraron y la casa que no han podido arreglar.

No hay nada malo que se escuchen esos testimonios mientras se paladea un mojito porque los congresistas lo son todo el tiempo, las 24 horas. Por eso se justifica que les paguen el viaje y el hotel y el carro, y que les pongan seguridad, aunque los guardias que los cuidan tengan que dejar de patrullar la calle donde suenan los tiros y las que están sin alumbrado. Gracias a esa sacrificada visita los treinta honorables congresistas que vinieron a esta calurosa isla coincidiendo con el musical Hamilton, tendrán ahora toda la información necesaria para ayudarnos. Enhorabuena.

Algunos tendrán que irse pronto porque allá tienen el tostón del gobierno que les cerró Trump, aunque supongo que los demás se quedarán para hacer alguna otra vista pública, más corta, en el Viejo San Juan durante las fiestas de la calle San Sebastián. Luego tendrán que partir de prisa a preparar el informe para la legislación que seguramente promoverán para ayudar a los conciudadanos que viven en este caluroso territorio caribeño que hasta hace poco conocían muy mal. ¿Será una legislación tan “beneficiosa” como la que, con todo el cinismo del mundo, llamaron PROMESA?

Gracias señores y señoras congresistas por el sacrificio de venir a este lejano Caribe. Gracias a ustedes nuestro gobernador pudo ufanarse de que era la primera vez que ¡treinta! miembros del Congreso de su nación venían de una vez a visitarnos. Ese es, sin duda, otro de los logros del musical Hamilton, por el que seguramente le darán otro premio. Ningún otro musical de la historia había logrado que ¡treinta! congresistas vinieran de una vez a una lejana isla del Caribe a hacer una vista pública. Hamilton pudo. Que le apunten ese logro para el próximo Pulitzer.

 

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