“Puerto Rico va a ser libre. Y no me preocupa que en el curso de mi vida no vea esa culminación porque, al luchar por ella, estamos dentro de ella… Ser independentista es disfrutar de la independencia alma adentro. Y cada uno de nosotros, los que luchamos por ella, nos consideramos libres. Y por eso vivimos en la independencia”.
A José Alberto Álvarez Febles y
Lureida Torres Rodríguez in memoriam
Agradezco a la Fundación Juan Mari Brás la invitación a presentar este libro. Mari Mari Narváez me comunicó que pensaron en mí porque soy escritora e independentista no afiliada.
A.1sumo y sumo. Soy contemporánea de casi todas las personas que aportan en este libro sus recuerdos de don Juan Mari Brás y fui militante del Partido Socialista Puertorriqueño. Además, soy lectora de formación comparatista; un método de leer relacionando y en contexto histórico.
Leí las entrevistas a la par con las Memorias de Mari Brás. Crucé lecturas, como si fueran capítulos de un solo libro. Una trama única, compleja en sus tonos y miradas. Ninguno de los libros es biografía, aunque en las memorias sí hay pasajes autobiográficos. Se dedican más bien a la vida pública del patriota.
Sobre el libro que hoy presentamos salta a la vista que los entrevistados son menores que Juan Mari. Solo dos lo conocieron en calidad de adversario ideológico o figura contrastante: Rafael Hernández Colón y Rubén Berríos Martínez. Como es propio, destacan los valores más que las diferencias. Berríos puntualiza: “Solo vi entrega perenne, valor a toda prueba, trabajo riguroso e incansable y la perseverancia que le venía desde su primera infancia; siempre abierto a explorar e inventar nuevas formas y métodos para adelantar nuestra liberación y… flexibilidad para buscar nueva avenidas de acción” en el activismo político. Rafael Hernández Colón recuerda a “un hombre de profundas convicciones, decente, veraz y muy valiente”.
En las demás entrevistas se perciben acercamientos distintos, correspondientes a las personalidades de los entrevistados, aunque siempre reconocen en Juan Mari Brás al humano que en buena medida determinó el rumbo de sus vidas, o se movió en el escenario donde hicieron sus vidas. Así hablan Manuel de J. González Hernández, Carmen Ortiz Abreu, Carlos Gallisá Bisbal, Digna Sánchez Jiménez, Roy Brown Ramírez, Jaime Córdova Rodríguez, Florencio Merced Rosa, Wilma Reverón Collazo, Norman Pietri Castellón y Néstor Ricardo Nazario Trabal. Sus miradas concurren en la formación de un personaje que se ha ido convirtiendo, por obra del recuerdo, en figura determinante de la vida propia.
Además de homenaje prolongado y conmemorativo, las entrevistas aportan materiales para la escritura de una historia crítica, honesta y rigurosa, del independentismo en Puerto Rico en la segunda mitad del siglo veinte, o al menos del Movimiento pro Independencia y el Partido Socialista, lo que ya incluiría varios capítulos de la historia del independentismo. Se trata de testimonios directos de quienes conocieron al personaje y, a su vez, son personajes prominentes de esa historia que desean las lectoras, los lectores más jóvenes, quienes hablan de Juan Mari como nosotros hablábamos de Albizu, en el plano del aura, de la figura mítica, o del conocimiento superficial, pero sin las complejidades de su vida política, que de algún modo fue también la experiencia de las personas entrevistadas en este libro. Entre ellas, Carmen Ortiz Abreu describe a Mari Brás como figura de transición entre el nacionalismo y la nueva lucha, y menciona la siempre viva participación de la mujer en las luchas emancipadoras. De la entrevista con Manuel de J. González conmueve la descripción final: “un hombre de enorme sensibilidad”. Carlos Gallisá Bisbal (qué maravillosa la inclusión de los apellidos maternos, porque por línea materna nos llegan las frustraciones, las obsesiones, el deseo de justicia) describe a Mari Brás en dimensión ética y afirma que el suyo fue un compromiso ejemplar. También recuerda su capacidad analítica y cómo logró articular el pensamiento albizuísta con el socialismo. Wilma Reverón reconoce el respaldo de Mari Brás a la formación de ella como dirigente y a la perdurable gestión del independentismo en las Naciones Unidas. Su testimonio se complementa con la entrevista a Ricardo Alarcón, quien no olvida la presión descomunal de Estados Unidos a países aliados suyos y no alineados para censurar la discusión del caso de Puerto Rico en la ONU.
Antes de describir la figura amplia que leo en esas miradas, cruzo el hilo a otra sección del tapiz. Llamo la atención al autorretrato de Juan, a sus Memorias de un ciudadano, a los capítulos sobre sus primeros años e incursión inicial en la vida pública. Antes que estratega, fundador y revolucionario fue el hijo consentido y escogido por sus padres y familiares: casi un predestinado, en un ambiente amplio ya que los solares se extendían a otros pueblos de la región de Mayagüez, que para Juan Mari, si mal no leí, merecía ser la capital de la República de Puerto Rico. Algo habrá de cierto en el excepcionalismo de Mayagüez, y así queda claro en el testimonio de don Rafael Cancel Miranda y el compromiso de ambos padres, Rafael Cancel y Santiago Mari, anterior a la vida pública de los muchachos. Hubo así una continuidad inseparable entre la personalidad del hombre y el solar de sus afectos. Ese solar de sus afectos tenía que ver con la solvencia económica y el apoyo de sus padres, pero incluso más con el dilatado núcleo familiar. Su padre, su madre, deben haber sido una de esas raras parejas con la sabiduría de ver y respetar lo que sus descendientes traen al mundo, y dejarlo florecer.
En los testimonios de Florencio Merced, Manuel de J. González, Jaime Córdova, Norman Pietri y Néstor Nazario Trabal se describen los primeros años del MPI y el PSP. Quizás Néstor Trabal fue el más cercano a los escenarios afectivos del pensamiento de Juan Mari Brás, pues era un niño cuando en su casa, en la casa de sus padres, en el templo espiritista de doña Providencia Trabal, se realizó la ceremonia de fundación del Movimiento pro Independencia. Cierta continuidad ritual, el lugar, las circunstancias inmediatas, no pueden ser más evocadores del independentismo de las sociedades secretas del siglo 19. Pero es Norman Pietri quien dibuja con sus recuerdos el acercamiento más entrañable, quizás por el enlace pueblerino, porque es evidente que hay un regionalismo mayagüezano, o lo hubo, y que en esa ciudad de cuyas estructuras históricas queda muy poco, en esas ruinas mudas, se gestó un mundo, una historia social, un enjambre de comunicaciones.
La familia extendida era de comerciantes y hacendados. Cuando Mari Brás era niño, el papá le montó un negocio de dulces con todo y productor, y el niño de socio capitalista. Pero si aquel negocio fracasó, alguna calidad de empresario dejó en Mari Brás, porque fue un fundador de misiones y empresas, como indican Manuel y Florencio en sus entrevistas. En su caso la faceta empresarial poco tuvo que ver con el sentido capitalista de propiedad privada, a juzgar por la trayectoria vital de Mari Brás, que siempre se inclinó al sacrificio económico. Era otra la motivación de sus fundaciones. Sobre esa motivación extraordinaria hay mucho que pensar y decir.
A propósito de empresas, sobresalen las comunicadoras de análisis político y difusión cultural. Recuerda Roy Brown que Mari Brás, le pedía que avivara las movilizaciones con música. El mismo Mari Brás condujo un programa radial cuando era todavía un adolescente, iniciando una apasionada relación con los medios que se extenderá a las “empresas del partido”. Esas empresas por sí solas merecen un libro, una recopilación minuciosa de experiencias. Si en Mayagüez los espíritus tenían inclinaciones separatistas, en la isla y las regiones de sus migraciones el proyecto de esas empresas tuvo un sentido social y comunicativo inseparable de la misión independentista. Como si entre espíritus tutelares e iniciativas frágilmente sustentables se hubiera ido creando otra isla liberada del coloniaje; otra isla concebible, o quizás un mapa de proyectos demostrativos, una hoja de ruta hacia el porvenir.
De aquellos proyectos culturales y de comunicación pública el más resistente ha sido Claridad. Debe ser el único sobreviviente de todos los semanarios y periódicos de línea crítica que nacieron entonces. Además del libro de Awilda Palau, Claridad merece estudios que incluyan otras etapas, y que recuperen detalladamente las experiencias de Claridad diario, Claridad bilingüe y Claridad bisemanal. De sus comienzos habla Jaime Córdova. De cómo la osadía, la experimentación, el ir agenciándose sobre la marcha recursos y colaboraciones, en un torbellino de maromas, un grupo pequeño de gente brava dieron con la clave para echar a andar una empresa cultural política en Puerto Rico: con empuje, con errores, con sacrificios y satisfacciones, intentando respetar la singularidad de cada quien, viendo lo que cada uno trae y lo que puede aportar. “Que escriba lo que quiera pero que escriba”.
Recuerda Florencio Merced Rosa la visión de crear en Nueva York la Misión Vito Marcantonio, que se transformó en la Seccional del PSP en Estados Unidos, con núcleos y comités en Nueva York, New Jersey, Hartford, Boston, Los Ángeles, San Francisco, Oakland, Chicago, Filadelfia. Valga un botón de muestra con testimonio personal agregado a la entrevista a Digna Sánchez Jiménez, una de las fundadoras de Claridad Bilingüe en 1972. Digna destaca la visión de la migración puertorriqueña y el papel del partido no solo en las luchas independentistas, sino en las luchas de las comunidades. En la celebración del “Bicentenario sin Colonias” en octubre de 1974, se planteó la independencia de Puerto Rico como causa que también compete a la izquierda estadounidense. En aquel tiempo tan pródigo en las luchas radicales de los feminismos, los derechos civiles, los derechos de las minorías sexuales, los nacionalismos del pueblo afroamericano y de las naciones originarias; cuando se libraban las protestas más duras contra la guerra en Vietnam, la lucha independentista no solo estuvo presente sino que se dejó sentir. Ocupó lugares en la producción intelectual y literaria de autores de la diáspora como Piri Thomas, Pedro Pietri, Alfredo López y Andy Torres. Y llamó la atención de militantes de una izquierda estadounidenses de todo el espectro abigarrado de esa izquierda, que fueron miembros o simpatizantes o interlocutores o críticos duros del PSP, así como de intelectuales y artistas que se sumaron a la causa de la descolonización de Puerto Rico, como la imprescindible Angela Davis.
Cuenta Digna Sánchez que antes de lanzar Claridad Bilingüe Ramón Arbona, uno de los periodistas más talentosos y comprometidos de nuestra generación, preparó al equipo durante un año. Claridad bilingüe duró varios. En sus talleres trabajaron con desprendimiento personas como Lureida Torres Rodríguez, que cumplió cárcel durante seis meses por negarse a comparecer ante un gran jurado del gobierno federal de Estados Unidos. También formaron parte de ese taller el poeta y artista Néstor Barreto y el fotógrafo Edgardo Calderón. No hacían trabajo de dirigentes, sino el trabajo duro de corregir, diseñar, maquetar y distribuir el periódico. Frank Vélez Quiñones también colaboró con ese taller. Fue distribuidor del periódico. Me ha contado algún detalle de su parte en el proceso de Claridad Bilingüe. Los negativos del periódico de Puerto Rico se enviaban por carga aérea. Él los recogía en la guagua de Claridad, y los llevaba a una imprenta situada en una calle oscura y estrecha del rocambolesco barrio chino. Cuando el periódico salía de imprenta, los presidentes de los núcleos cercanos lo buscaban en la Seccional. Otros se enviaban por correo o se colocaban en puestos céntricos. La circulación alcanzó varios miles. El periódico se esperaba.
Fascina cómo el rarísimo arrebato del trabajo desprendido, la exaltadora confluencia de lo personal con lo político, son a un tiempo labor y premio. Armindo Núñez Miranda, periodista de Claridad Diario y gerente de Libro Libre, la librería del PSP en Manhattan, lo dice de manera tan certera como inadvertidamente irónica e incluso cómica: “no cobrar era parte de la vida de uno”. Fueron años determinantes, porque algún efecto tuvieron a pesar de la represión y el escamoteo que siguió al idealismo y el compromiso de aquellas juventudes. Los medios informativos: el periódico, impresora nacional, fueron atacados en numerosas ocasiones. Las carpetas, los asesinatos políticos, el terrorismo anti independentista, el peso de la represión, han tendido a borrar no solo la memoria del momento, sino nuestras memorias del momento.
Sin embargo, el haber tocado tantas estaciones de la historia, el haber hecho tanto en una sola existencia, el no retirarse sino seguir fundando: he ahí la alegría de una vida puertorriqueña, de una vida nuestra, dotada de la extraña capacidad de viajar por las galaxias en sus discursos sin dejar de tener un pie en tierra.
Pero volvamos a las empresas, tantísimas empresas relacionadas casi todas con la fundación de medios de comunicación pública independientes e iniciativas culturales. Florencio Merced Rosa menciona algunas relacionadas con el “andamiaje” del PSP: una agencia de pasajes; el sello disquero llamado Disco Libre; un cine, El Cinematógrafo; varios grupos artísticos simpatizantes, como el taller de cine Tirabuzón Rojo; una agrupación musical, Taoné; la Librería Puerto Rico; programas de radio. Posteriormente fueron una agencia de prensa, Informática Caribeña, Causa Común Independentista, el Congreso Nacional Hostosiano (hoy Movimiento Independentista Nacional Hostosiano), la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos.
En contraste con el colectivismo de tantas iniciativas ambiciosas, en la cruzada por la ciudadanía puertorriqueña el territorio liberado fue él mismo. Recuerdo, como si oyera su voz de barítono que pudo haber sido cantante, oírle explicar la lógica de renunciar a la ciudadanía como quien juega al ajedrez contra el imperio, o quien completa una prueba matemática: me deportarán de Estados Unidos y tendrán que devolverme al lugar de mi nacimiento: el barrio Salud en Mayagüez. Caso cerrado, jaque mate, carcajada.
La historia de esos proyectos, con sus aciertos, errores, desapariciones y posibles legados, debería ayudarnos a situar el optimismo de Mari Brás, más orientado hacia los comienzos que hacia los finales cerrados. Y debería ayudarnos a situar el presente, pues todo recomienza ahora, ante la paradoja que señala Norman Pietri Castellón en su entrevista. El colapso de la colonia no ha conducido al fortalecimiento del independentismo, como si de algún modo la caída de la colonia incluyera el trauma de sus sorprendidos antagonistas habituales. Como si se pudiera prescindir de la independencia en una lucha por democratizar y descolonizar. Como si el viejo miedo a la república todavía calara en gente brillante, que le temen a un régimen autoritario, que elimine derechos de minorías perseguidas y entronice un gobierno de capitalistas y comisarios. Es decir, como si no se dieran cuenta de que ese régimen de capitalistas y comisarios lo estamos viviendo ya.
¿Cómo puede ser útil divulgar el pensamiento, la personalidad de un hombre que todo lo apostó a la independencia? Quizás, de inicio, tratar de entenderlo para entendernos mejor. Entender al personaje en su dimensión pública y algunos de sus rasgos temperamentales: el optimismo, la timidez, que se reiteran en varias de las entrevistas. El optimismo no es difícil de entender, y de hecho, el no haberse dejado vencer por adversidades y el no haberse dejado sacar de las casillas por persecuciones y crímenes se relacionan con ese temple de los comienzos; con haber sido no solo actor, sino testigo de su tiempo, y guía de tantos jóvenes movidos por el amor a la justicia, a pesar de los rumbos desiguales que cada uno siguió, que seguimos. Se me ocurre que el optimismo, la certeza de que Puerto Rico será libre, se funda en cierta calidad que él percibía en las personas que lo recuerdan en este libro y en los ausentes.
Quizás la timidez de Juan Mari Brás tenía que ver con la protección de un mundo interior que se sacrifica al despliegue público del dirigente. Una tendencia al ensimismamiento y a la introspección de quien crea mundos imaginarios, en su caso, mundos contraculturales en el sentido de navegar contra la corriente del sentido dominante.
A propósito de esas cualidades creadoras, abundan más de lo que se piensa, pero se reprimen. Hace un año Francisco José Ramos escribió: “Durante un breve pero intenso tiempo se ha vivido una especie de anarquía involuntaria que ha permitido, al menos, hacer ver que la gente de esta isla, si se lo propone, puede gobernarse a sí misma, al margen de los poderes, prácticamente ausentes del Estado (ya ni libre ni asociado) y la puesta en suspenso de lógica del capital. Son innumerables los casos de arrojo y valentía del ciudadano de a pie en medio de la devastación. Pero resulta que, hasta ahora, los puertorriqueños no quieren saber de lo que pueden hacer. Es decir: no quieren saber de su potencia. Son demasiadas décadas haciendo de la impotencia una virtud; arrimados a las órdenes de un supuesto «imperio bobo» que tiene, sin embargo, la potestad de disponer de este territorio y posesión suya como le venga en gana.”
A ese hacer de la impotencia una virtud se opone lo que el mismo Mari Brás llamaba críticamente “gigantismo”, o propensión al deseo de soñar y hacer lo que generalmente se considera imposible. La inclinación a apostar a lo que nadie en su sano juicio, es decir, en su colonizado juicio, apostaría. Vivir, ante la represión y el abuso como si fuéramos libres, y comunicarlo, es la lección generosa. Y el arrojo insensato de que sin recursos podíamos fundar librerías, administrar salas de cine, producir y distribuir periódicos, manejar agencias de viaje. Y las decepciones y resentimientos e injusticias, porque un riesgo de esa libertad de espíritu es caer muchas veces, recibir golpes y navegar entre fracasos o decepciones que a la mayoría de las personas les bastarían para caer y rendirse. Para otras, muy pocas, después de caer no hay más alternativa que levantarse.
Esa mezcla rara de realismo crítico y alcance visionario es para todos los tiempos, sobre todo para el presente. En el portal de la fundación se leen unas palabras que la ilustran: “Puerto Rico va a ser libre. Y no me preocupa que en el curso de mi vida no vea esa culminación porque, al luchar por ella, estamos dentro de ella… Ser independentista es disfrutar de la independencia alma adentro. Y cada uno de nosotros, los que luchamos por ella, nos consideramos libres. Y por eso vivimos en la independencia”.
Dicen los y las resistentes que cuando el miedo ya no domina se puede estar en prisión y ser, en cierto modo, libre. Una libertad auténtica, es decir, crítica del poder, porque el poder es estrecho y rígido. La voluntad de fundar es anterior tanto al poder del Estado como al poder desigual en las relaciones personales. Es lo que cada quien trae al mundo, es arte, es creación. Significa no reconocer la autoridad de quien a fuerza de miedo y represión intente coordinar nuestros cuerpos y amansar nuestros pensamientos. Desde esa perspectiva siguen siendo referentes aquellas empresas y misiones que mucho duraron para lo ambiciosas y arriesgadas que fueron. Y sigue siendo ejemplo de conciencia y empatía el equipo que da a la luz, infaliblemente, el periódico Claridad y su revista cultural En Rojo. Esa libertad de crear la vislumbró y la practicó el compañero Juan Mari Brás, la figura política de Juan Mari Brás que nos llega a través de sus escritos y de este libro donde se habla sobre él.
Presentación del libro Hablan sobre Juan Mari Brás, el domingo 2 de diciembre en el Ateneo.
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