Oscar López es de esa clase de personas que te cautiva desde el primer momento. Alguien que, a sus 75 años, conserva una mirada que sigue brillando con la misma intensidad que la de un niño. Alguien que, tras haber sufrido más de tres décadas y media de presidio, transmite una serenidad –en sus palabras, en sus convicciones, en sus gestos– fascinante. Alguien que a pesar de los pesares, te dice que la lucha, que la revolución, no se hace con odio, que se hace por amor. Alguien que sonríe cuando te cuenta que está orgulloso de su vida y su militancia.
Usted nació en Puerto Rico, pero siendo niño lellevaron a Chicago. ¿Cómo vivió aquel cambio?
Mi madre me envió con mi hermana mayor a EEUU a causa de una enfermedad. Tenía 14 años (año 1957) y había vivido hasta ese momento en el campo. Era de familia campesina y, al llegar a EEUU, lo primero que siento es un cambio de dieta muy brusco, porque estaba acostumbrado a comer sano, alimentos frescos de nuestra tierra. Pero lo más difícil fue sentir el rechazo, por mi piel oscura. Era una época de mucho racismo en Chicago, especialmente hacia los puertorriqueños.
Fue a la guerra de Vietnam y eso le cambió la vida. ¿Qué ocurrió?
En 1695, me llama el Ejército para ir a Vietnam. Yo tenía 22 años y creía que EEUU iba a llevar allí la democracia, pero, una vez que llegué, fui despertando poco a poco. Entrábamos en las aldeas campesinas y ocupábamos sus casas, les registrábamos constantemente. Era un trato muy deshumanizante. Un día, en una ocupación de una aldea, se me acercó un vietnamita y me dijo: «The same thing, the same thing». Es decir: «Somos la misma cosa, somos lo mismo, el mismo tamaño, el mismo color de piel». Yo también era campesino, como él. Aquel momento me marcó para siempre. En 1967, regresé a EEUU y me puse a investigar, a leer sobre las razones reales de la guerra. Para mí fue un despertar, una toma de conciencia, no solo con Vietnam sino también con Puerto Rico. Si los vietnamitas luchaban, ¿por qué nosotros no podíamos luchar también?
De regreso y concienciado, empieza a hacer trabajo comunitario en Chicago
La comunidad puertorriqueña en Chicago estaba muy marginada y la Policía era brutal con nosotros. Empezamos a organizar a la gente para luchar contra la discriminación laboral y educativa. Siendo puertorriqueño era muy difícil encontrar trabajo, incluso en los peores empleos. El acceso a las universidades también era prácticamente imposible.
También se vincula a la lucha política independentista.
Sí, yo no venía de una familia independentista, pero cuando regresé de Vietnam me hice independentista. Me vinculé a la campaña por la excarcelación de los presos políticos portorriqueños que habían atacado el Congreso en 1954 y, poco a poco, fui integrándome más en la lucha.
Y decide incorporarse a las FALN (Fuerzas Armadasde Liberación Nacional).
Las leyes internacionales decían que toda colonia tiene el derecho a usar la fuerza para liberarse. Las FALN surgieron en EEUU con puertorriqueños que vivían allá, y con la idea de que parte de la lucha había que darla en ese país. Queríamos demostrar que era posible descolonizar a Puerto Rico. Nuestras acciones eran de propaganda armada, por lo que teníamos mucho cuidado de no afectar a vidas humanas. Nuestros objetivo serán las grandes corporaciones empresariales.
¿Cuándo le detienen y qué recuerda del juicio?
En 1980 ya habían detenido a once compañeros. A mí me detuvieron al año siguiente, al norte de Chicago y me aplicaron los mismos cargos que a ellos: conspiración y sedición. Habíamos decidido no defendernos, porque no reconocíamos la jurisdicción yanqui. No tenían el derecho a juzgarnos. Finalmente, me condenan a 55 años.
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