Ayer, 30 de julio de 2017, se celebró el 90 cumpleaños de la patriota puertorriqueña doña Paquita Pesquera. Tuve el honor de ser invitado por la familia Mari Pesquera, invitación que me honró muchísimo. Sé con el orgullo que mujeres como Blanca Canales, Carmín Pérez, Lolita Lebrón, Rosa Collazo, Isabel Rosado y Dominga de la Cruz Becerril hubiesen caminado junto a ella.
Quiero contarles una pequeña historia, entre las muchas buenas anécdotas que hay sobre doña Paquita. Ustedes recordarán aquel 1ro. de marzo de 1954 cuando mis compañeros Lolita Lebrón, Irvin Flores Rodríguez, Andrés Figuera Cordero y yo efectuamos una demostración armada en el Congreso de los Estados Unidos. Resulta que Juan Mari Brás y su esposa Paquita –quienes al igual que yo estaban en sus veintes– residían en Washington, DC, junto a sus pequeños hijos, Chagui y Rosa Mercedes, pues Juan estudiaba derecho en una universidad de esa ciudad como consecuencia de haber sido expulsado de la Universidad de Puerto Rico. Al ocurrir el ataque, los agentes del FBI inmediatamente detuvieron a Juan. Pocos días después mi padre salió del presidio en Puerto Rico donde había estado encarcelado por violación a la Ley de la Mordaza. Aunque nunca había salido del país, salió para Washington, DC inmediatamente. Juan y Paquita se atrevieron a albergarlo en su casa y lo acompañaron al tribunal durante el llamado juicio contra el comando nacionalista que se celebró en esa ciudad. ¡Gracias, Paquita! Gracias a ti y a Juan.
Escribí el siguiente poema para Paquita en sus noventa años.
Paquita Pesquera
Doña Paquita en sus noventa
sigue dándonos inspiración,
por su historia y su nobleza
y por su patriótico corazón.
Doña Paquita en sus noventa
abrazada a sus recuerdos,
unos con lágrimas en el alma,
y otros como regalos del cielo.
Felicidades, doña Paquita,
como usted más que bien se merece,
nos dio un ejemplo con su vida
que a ningún poder hay que temerle.
Que el amor vence cualquier poder,
el amor vence cualquier injusticia,
el amor se puede sobreponer
a la más mortal de las heridas.
Ante usted inclino mi cabeza
honrado de haberla conocido,
y hoy también celebro su grandeza
y junto a mi pueblo la felicito. |