Existen varias razones por las cuales nuestro pueblo se opone al gasoducto: desde su costo, que por experiencia sabemos que se triplicará, hasta el elemento de seguridad para personas y residencias.

Vivamos o no en la ruta de los trece municipios afectados, todos estaríamos perjudicados si dicho proyecto se implanta y desarrolla.

Y cuando decimos todos incluimos hasta los bebés que nacerán en los próximos cincuenta años, que es la vida promedio calculada para el tubo.

Sin embargo, existe un sector muy numeroso de nuestro pueblo que estaría seriamente damnificado por la construcción del tubo y a los que los promotores de éste se niegan a tomarlo en cuenta.

Se trata de las personas de edad avanzada. El maltrato emocional que estas personas están sufriendo desde que se anunció el proyecto del gasoducto ha ido en aumento.

Felizmente, nuestra comunidad de Levittown es rica en personas de edad avanzada. Muchos de ellos han vivido en la misma toda su vida. Allí compraron, criaron a sus hijos y hoy crían a sus nietos.

Los efectos del azote de la brisa playera ha moldeado una forma de vida para ellos. Han presenciado la erosión de una playa que cada día está más cerca. Son jubilados que han saldado sus residencias o están en proceso de hacerlo y no tienen expectativas ni de vender ni de mudarse, ya que han invertido sus ahorros de toda la vida en sus mejoras que dejarán en herencia a su familia inmediata.

Pero el elemento más importante de ese perfil es que están dispuestos a luchar por sus derechos.

Por un lado, están recibiendo ayuda de la procuradora de las personas de edad avanzada y por otro, se han orientado y saben que el tubo es un proyecto contrario al futuro que esperan y han planificado.

Por tanto, nuestros vecinos mayores de Levittown –tanto hombres como mujeres- nos acompañarán en la primera fila de la desobediencia civil.