Resumen Latinoamericano, 30 agosto 2016.- “Hoy hablé telefónicamente unos minutos con mi hijo y con el cariño de siempre me recomendó que la pasara lo mejor posible y disfrutara como si él estuviera conmigo”. Con un dejo de nostalgia, la madre de un preso político vasco que lleva 25 años en prisión, respondió así a mi pregunta sobre cómo se siente un familiar después de tantos años de separación involuntaria de un ser tan querido.
El diálogo se dio durante un almuerzo popular (más de mil personas) realizado esta pasada semana durante la Fiesta Grande de Bilbao, en pleno corazón de Euskal Herria. Minutos antes los comensales habían participado en una manifestación convocada por Etxerat, la organización que aglutina a familiares de presos y presas vascas.
No exagero si digo que en esa mesa, sentados a un lado y otro de la misma, entre familiares y ex prisioneros se acumulaban cientos de años de cárcel ligados a condenas altísimas pergeñadas por jueces y fiscales que no actúan en base a razones de justicia sino como representantes de un régimen opresor que sigue insistiendo con la fuerza de las armas e instituciones arcaicas que los vascos y vascas no son tales sino españoles y franceses.
Por otro lado, la respuesta explica a la perfección un drama que ha abarcado en las últimas décadas a miles de familias. Actualmente se encuentran encarcelados alrededor de 400 luchadores y luchadoras por la Independencia, algunos de ellos víctimas de enfermedades terminales, otros sufriendo aislamiento total hace años y la totalidad convertidos en rehenes de las políticas represivas estatales. Es casi una constante en este devenir de resistencia, que por estos días varios ex prisioneros se encuentren en huelga de hambre en la localidad de Etxarri Aranaz, a la vez que en las cárceles de Huelva otros presos han adoptado esa misma medida extrema reclamando por la libertad de sus compañeros enfermos y contra las políticas de aislamiento.
Tampoco sorprende a quienes conocen la fuerza solidaria del pueblo vasco que en un período de 24 horas dos manifestaciones, una a cargo de los familiares de Etxerat y otra convocada por el Movimiento por la Amnistía y contra la Represión inundaran las calles bilbaínas, como antes ocurriera en otras ciudades vascas. con sus consignas reinvindicativas de libertad para los presos y presas.
A pesar de que ETA abandonara la lucha armada hace varios años, la situación de quienes están en las cárceles españolas y francesas sigue agravándose día a día. Estamos hablando de hombres y mujeres que ingresaron a prisión siendo muy jóvenes, que han ido envejeciendo tras las rejas, eso sí, sin perder sus convicciones y su pasión militante pero cargando sobre sus cuerpos todo tipo de dolencias, tristezas y heridas internas que terminan visiblizándose cuando 20 o 30 años después recuperan su libertad.
Así es la realidad de presos y presas vascas. Salvo los protagonistas, sus familiares y compañeros de militancia, el resto de la península prefiere ignorar o minimizar tal situación gracias a un fenómeno de alienación colectiva producida por los poderes fácticos y sus cómplices de los medios hegemónicos de comunicación. Para esa “mayoría silenciosa” se trata de un asunto de “terrorismo”, y a partir de ese esquema perverso justifican hasta la tortura, en aras de defender su sacrosanta democracia.
Sin embargo, a pesar de que la situación política dentro de la Izquierda independentista ha dado un profundo viraje después del abandono del recurso de las armas por parte de ETA, y que es visible que el gobierno español sigue profundizando su revanchismo hacia el pueblo vasco con nuevas estrategias represivas, el tema de los prisioneros políticos sigue siendo la arista más sensible del conflicto.De allí que las calles de las ciudades importantes y casi todos los pueblos de Euskal Herria están inundados de pancartas y pintadas reclamando “Amnistía ya!” o la libertad de todos sin excepción.
Aislados de sus familias y enfrentados a las resoluciones judiciales que buscan destruirlos, las y los presos vascos siguen luchando en las cárceles. O por medio de la huelga de hambre o por acciones creadas y forjadas a través de más de 50 años de lucha a muerte contra el sistema. No han logrado vencerlos y si hay un símbolo que habla de ello, es que a pesar de todas las vicisitudes sufridas en prisión, cuando recuperan su libertad lo hacen con una sonrisa que entusiasma y con el puño en alto. Y siempre, absolutamente siempre, como ocurriera a lo largo de toda su odisea carcelaria, habrá en la puerta del penal 20, 50 o cientos de personas arropándoles con sus consignas de rebeldía. Sin ellos en la calle, sin Euskal Herria independiente y socialista, hablar de “paz”, “reconciliación” y otras abstracciones no tiene el menor sentido.
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