El 31 de agosto de 2016 quedará en la historia funesta de América Latina y el Caribe, cuando un Parlamento mayoritariamente corrupto y desprestigiado suplantó el voto de más de 54 millones de brasileñas y brasileños. El objetivo: poner a Brasil bajo la órbita geopolítica de Estados Unidos y aplicar un ajuste brutal contra el pueblo, al servicio de las grandes corporaciones.
Así es que nombre de la democracia y la lucha contra la corrupción, con la ayuda inestimable de los grandes medios privados, los políticos más corruptos y antidemocráticos han logrado destituir a la presidenta legítima Dilma Roussef, aún sin poder probar en lo más mínimo las acusaciones de corrupción. Durante el proceso, en cambio, lo que emergió fue la brutalidad de los sectores más conservadores por imponerse nuevamente en el gobierno a cualquier precio.
Con la votación en el Senado, se materializó el golpe a la democracia brasileña. Atropellaron el resultado electoral, condenaron una mujer inocente y sacramentaron el más grave retroceso político desde el golpe militar de 1964.
Esta ruptura del orden democrático expresa los propósitos antipatrióticos y antipopulares de las élites económicas, empeñadas en privatizar las enormes reservas petroleras del pré-sal, las empresas estatales y los bancos públicos, además de vender las tierras para extranjeros, comprometiendo la producción nacional de alimentos y el control del agua. Los golpistas quieren, entre otras medidas, reducir inversiones en salud, educación y vivienda, eliminando derechos laborales, acabar con la vinculación de la jubilación básica al salario mínimo, enterrar la reforma agraria y vaciar programas sociales. Esto va de la mano de una reorientación hacia la Alianza del Pacífico, es decir, hacia los Tratados de Libre Comercio al servicio delas trasnacionales y hacia la cooperación militar con Estados Unidos.
Como hemos advertido anteriormente, se trata de un paso muy importante, por su peso geopolítico, en la ofensiva contra los avances en la integración de Nuestra América. Un proceso de integración desarrollado desde los primeros años de este siglo XXI, impulsado por las luchas de los pueblos en todo el continente, confrontando con el imperialismo en cada país y articulando esfuerzos en la construcción de la integración.
“Nuestra lucha contra el gobierno golpista y su programa para retirar conquistas será implacable. (…) Hoy la resistencia apenas comienza. En las calles y en las instituciones. En los locales de estudio, trabajo y vivienda. Antes de los que piensan los usurpadores, el pueblo brasileño será capaz de rechazar sus planes y retomar el camino de los grandes cambios”, señala un comunicado del Frente Brasil Popular, espacio de articulación que integran varias organizaciones populares que hacen parte de ALBA Movimientos en Brasil.
Desde la Articulación continental de Movimientos hacia el ALBA, hacemos nuestras esas palabras, repudiamos este golpe y nos comprometemos a seguir construyendo, en cada país, mayores niveles de unidad, organización y movilización, con el objetivo de retomar el proyecto histórico de una Patria Grande libre, justa y soberana para los pueblos de América Latina y el Caribe.
31 de agosto de 2016
Articulación continental de Movimientos hacia el ALBA
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