La caravana celebratoria que llevó a los olímpicos boricuas desde la Casa Olímpica hasta el Coliseo de Puerto Rico para la fiesta de pueblo el martes fue una estampa memorable, saturada de alegría y salpicada de sol, sudor y algarabía.
La delegación de atletas, encabezada por la tenista medallista de oro Mónica Puig y el vallista Javier Culson, llegaron hasta la Casa Olímpica tras una recepción en La Fortaleza. En la sede del Copur los esperaba un autobús color rojo estilo “double decker” británico.
Sería su carruaje en el desfile hasta el coliseo en Hato Rey, marcha que comenzó poco después de la 1:30 pm y duró más de cuatro horas a través de vías bordeadas de principio a fin por multitudes de boricuas en celebración.
En primera fila del segundo nivel del autobús se colocaron Puig, Culson, el luchador Jaime Espinal y la presidenta del Comité Olímpico de Puerto Rico (Copur), entre otros. La tenismesista Adriana Díaz, el púgil dos veces olímpico Jeyvier Cintrón Ocasio y la rematadora de la selección nacional de voleibol, Aury Cruz, también estaban en el grupo.
El público que buscaba felicitar a sus representantes en Río 2016 abarrotó las afueras de la Casa Olímpica y continuó de manera ininterrumpida hasta el Coliseo, como una celebratoria guardia de honor.
Era una multitud heterogénea pero unida por el lazo del orgullo deportivo. Familias enteras, empleados de gobierno, jóvenes y adultos, estudiantes y profesionales, todos ansiosos por echarle un vistazo a sus olímpicos y felicitarlos por el esfuerzo en Río de Janeiro.
La Monoestrellada dominaba el camino. Tanto así que superaba en número a los teléfonos celulares, impresionante proeza en esta época de selfies y Snapchat.
Hasta las hermanitas de la Providencia salieron en sus hábitos blancos a saludar a la caravana cuando esta transitaba por la Avenida Constitución. Allí también la recibió el estudiantado de la escuela Dr. José Celso Barbosas, con pancartas que leían “Escuela Barbosa los felicita” y “Puerto Rico vale ORO”.
Más adelante en la travesía, tres chicos en bicicleta llevaban un afiche de Mónica. Cada uno tenía una copia en cartón de la presea dorada que capturó la boricua.
Quizás el momento más conmovedor se dio cuando la caravana se detuvo cerca de la terraza trasera del conservatorio de música. Desde allí, una sección de instrumentos de viento interpretó La Borinqueña para sus olímpicos.
El público continuó abarrotando el camino para felicitar a la delegación. Uno de los que los esperaba cuando la caravana pasaba por el área cercana a la placita de Santurce lo era un sonriente Aníbal Acevedo Vilá. El exgobernador capturaba el momento con su teléfono celular.
La caravana hizo otra parada delante del San Jorge Children’s Hospital, donde los esperaba otronumeroso grupo de persona. Los olímpicos llevaban más de tres horas bajo el sol en el segundo nivel del autobús. Pero seguían muy animados y alegres.
“Ellos ahora no sienten nada, porque están celebrando. Pero cuando se bajen de la guagua van a sentir (los estragos del sol)”, dijo sonriente Ángel, padre de la acomodadora del equipo de voleibol, Vilmarie Mojica. Desde un transporte con capota que encabezaba la caravana, Ángel observaba el autobús rojo donde viajaba su hija olímpica.
Más de cuatro horas tardaron los olímpicos en ir de la Casa Olímpica al Coliseo de Puerto Rico. A pie quizás llegaban más rápido. Pero la caravana celebratoria, y la fiesta que los recibió en el coliseo, de seguro valió la pena para los atletas.
Foto: José L. Cruz Candelaria El Nuevo Día
|