Mi viejo: Fuiste luz en mi camino y sigues siéndolo, a pesar de que  una bala que supuestamente no era para ti puso fin a tu patriótica vida en el balcón de tu casa.  De eso, el 17 de este mes se cumplirán 39 años.  Sobreviviste la Masacre de Ponce, sobreviviste la Insurrección Nacionalista y sobreviviste el presidio hasta que esa bala segó tu vida, ¡pero jamás tu luz!

Recuerdo que gracias a la lucha que libró nuestro pueblo se pudo lograr que los carceleros – llevaba ya 23 años preso– me “permitieran” regresar a la Patria para acompañarte en tu partida.  Estuve 7 horas en Puerto Rico, por supuesto, acompañado de varios alguaciles del imperio y de la colonia.  Miles de boricuas nos acompañaron en tu despedida.  Cuando los periodistas me preguntaron cómo me sentía ante tu muerte, les contesté:  No vine a llorar su muerte.  Vine a celebrar su vida.  Gracias, mi pueblo y gracias, mi viejo.


Mi Viejo  (Carpeta 51)

A Rafael Cancel Rodríguez, de su hijo.


Nacionalista, cadete de la República,
patriota de alma revolucionaria,
combatiente de la Insurrección Nacionalista,
sentenciado por la Ley de la Mordaza.

Sobreviviente de la cruel Masacre de Ponce,
amigo de don Pedro, Corretjer, Concepción,
y amigo de las mujeres y de los hombres,
que por la patria daban el corazón.

Un  día como hoy, un diecisiete de agosto,                  
una bala traidora cegó tu vida,
pasé por tu tumba y vi que no estabas solo,
había un pordiosero y se sonreía.                                                     
Era uno de aquellos herederos tuyos,
de aquellos herederos que me dejaste,
de aquellos que te acompañaron al sepulcro,
Jorge el Feo, Matapiojo, Siquitraque.

Tu historia ni siquiera está en las carpetas,
quemaron la tuya, la cincuenta y uno,
para que tu luz no le alumbre la conciencia,
al pueblo que amaste con pasión y orgullo.

Gracias mi viejo, gracias en nombre de tu pueblo,
y de aquellos que caminaron contigo,
y gracias por haberme dado con tu ejemplo,
el inmenso orgullo de ser tu hijo.