Vieques es considerado por la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) como un sitio de “superfund”. Ser un sitio de “superfund” no es tan “súper” como suena. Es un nombre bonito que usa la EPA para designar lugares tóxicos y altamente contaminados.
El que Vieques esté contaminado después de sesenta años de maniobras militares, no ha de sorprender a nadie. Pero para muchos debe haber sido sorpresa cuando la Agencia federal de Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades (ATSDR, por sus siglas en inglés) concluyó, hace unas semanas, que no había encontrado evidencia científica entre la contaminación y la pobre salud de la comunidad viequense.
Es importante aclarar que la ATSDR no argumenta que Vieques no esté contaminado. De hecho, estudios realizados por la misma EPA han reconocido la presencia de contaminantes carcinógenos en Vieques. La ATSDR tampoco cuestiona que los viequenses sufran más de problemas de salud que el resto de los puertorriqueños. De hecho, reconocen los estudios que demuestran que Vieques sufre de una incidencia de cáncer un 31% más alta que el resto de Puerto Rico. Lo que la ATSDR dice es que no encontraron evidencia científica que demuestre un vínculo entre la contaminación y la pobre salud de los viequenses.
Soy profesor y científico en la Universidad de Yale. Mi vida está dedicada a encontrar evidencia científica. Para entender la jeringonza de la ATSDR, hay que entender un poco de las ciencias. En las ciencias, la falta de evidencia científica para sustanciar una hipótesis se llama un “resultado negativo”. Los resultados que la ATSDR obtuvo en Vieques fueron resultados negativos, y éstos pueden ser engañosos cuando los estudios no se hacen de la manera correcta.
Consideremos el siguiente ejemplo: alguien visita, por primera vez, y en plan de expedición científica, la ciudad de Nueva York, y, como la canción de El Gran Combo, en pleno verano. Al no encontrar nieve, aquél concluye que no tiene evidencia científica de que nieva en Nueva York. Esa conclusión es técnicamente correcta, pero la falta de esa evidencia científica se debería al pobre muestreo de parte esta persona, en este caso, muestreo durante la temporada incorrecta. Y sería absurdo, a base de ese estudio inconcluso, lanzar recomendaciones de que no hacen falta abrigos en invierno en Nueva York. Absurdo y peligroso: la política pública que se desprendería de esta observación equivocada, costaría vidas.
Los estudios pseudocientíficos que la ATSDR ha llevado a cabo en Vieques han sido criticados por científicos de la Universidad de Puerto Rico, la Universidad de Georgia y colegas en la Universidad de Yale, precisamente porque sufren de muestreo viciado y controles inapropiados. Es casi como si los estudios, por omisión o incompetencia, fuesen diseñados para fracasar. La comunidad científica internacional se ha referido a los estudios de esta agencia federal como “inconclusos por diseño”. Y es que durante los pasados treinta años, la ATSDR ha mostrado un patrón constante de pobre diseño experimental y conclusiones erróneas que ponen en peligro la salud de los ciudadanos de Estados Unidos y de Puerto Rico.
Tómese el caso de la base militar de Camp Lejeune en Carolina del Norte. Por treinta años, los “marines” de esa base, y sus familiares, se bañaron y tomaron agua potable contaminada con compuestos carcinógenos. Los doctores empezaron a observar una alta incidencia de cáncer, abortos naturales y problemas de desarrollo en los bebés. La ATSDR produjo un estudio en el que, de forma similar a Vieques, concluyó que, aunque el agua estaba contaminada y las personas enfermas, no encontraba evidencia científica que vinculara los dos problemas. Doce años más tarde, la ATSDR se retractó de sus conclusiones y admitió fallas en el diseño de los estudios.
O examínese el caso de las casas temporeras construidas por FEMA para los sobrevivientes del huracán Katrina. Las casas temporeras estaban contaminadas con formaldehido, un compuesto que se conoce que es carcinógeno. Los sobrevivientes que estaban en las casas se quejaban de irritación en los ojos, de sangrados de nariz y de problemas de respiración. La ATSDR nuevamente condujo una investigación en la cual, aunque reconocía los problemas de salud y la presencia de formaldehido, concluía que no había evidencia que estableciese una conexión entre los dos problemas. Estudios independientes mostraron que la evidencia sí existía, y la ATSDR tuvo que nuevamente retractarse de sus recomendaciones y conclusiones.
El uso de la pseudociencia para distraer del impacto real de los contaminantes en la salud es tan viejo como el mismo movimiento ambientalista. Hace cincuenta años, cuando la autora norteamericana Rachel Carson publicó su libro “Silent Spring”, el cual catalizó el movimiento ambientalista moderno, las compañías químicas usaron estrategias similares a las de la ATSDR para decir que no encontraban evidencia científica entre pesticidas, como el DDT, y los problemas de salud. Cincuenta años más tarde, las compañías químicas y la Marina de Guerra no tienen que ensuciarse las manos produciendo estudios pseudocientíficos para proteger sus intereses. Para eso tienen a la ATSDR.
En Estados Unidos, es harto conocido que los estudios de la ATSDR están diseñados para obtener un resultado predecible: que no hay evidencia que vincule la contaminación a problemas de salud. De primera instancia, cuando la ATSDR anuncia que ha fallado en encontrar evidencia científica que vincule contaminantes con enfermedades, eso crea una falsa percepción de que la salud de las comunidades está a salvo.
Nada más lejos de la realidad. Los congresistas norteamericanos están conscientes de esto, han denunciado los estudios de la ATSDR y protegido a las comunidades a las cuales representan. Inclusive, en sus cuestionamientos, han traído a colación el tema de Vieques. Los nuestros brillan por su ausencia y timidez en sus argumentos. Se sabe que Vieques está contaminado. Se sabe que los viequenses sufren por esta contaminación, y tienen peor salud que el resto de los puertorriqueños. En Vieques no hace falta más estudios pseudocientíficos que dilaten el proceso de limpieza. Hace falta acción del Gobierno local y del federal para agilizar un proceso de justicia ambiental que lleva un retraso de diez años.
(Fuente: El Nuevo Día) |