El Día Mundial de la Población se instituyó en 1987, cuando el 11 de julio de ese año, con el nacimiento de un niño yugoslavo la población del orbe llegó a la cifra de los cinco mil millones de personas, [...]
y antes que concluya el 2011, según la ONU seremos siete mil millones de terrícolas.
Detrás de estas cifras demográficas se esconden enormes desafíos derivados de la globalización de la economía mundial, responsable de indudables conquistas científicas, pero también del avance del hambre, las enfermedades, la pobreza y las desigualdades como nunca antes.
En realidad no puede hablarse del cumplimiento cabal, ni mucho menos a medias, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, establecidos por los Jefes de Estado y de Gobierno en la Cumbre del Milenio del año 2000. (Por suerte, Cuba es un ejemplo de cuánto puede hacerse cuando hay voluntad política, a pesar del criminal bloqueo de Estados Unidos contra la Isla, que dura más de medio siglo).
En ese entonces, los estadistas se propusieron erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad de género y ponderar a la mujer; reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial para el desarrollo.
De manera que se ha pretendido proveer una mejor calidad de vida al género humano, pero no basta con tan buena intención pues la humanidad enfrenta hoy día guerras, agresiones, desajustes en el cambio climático y una crisis global de la que aún no se ha salido, ni se ha suavizado, como quieren hacer ver algunos expertos, estadistas o instituciones internacionales.
El bajo crecimiento económico, en algunos casos negativo, los altos niveles de desempleo, crecientes déficits presupuestarios, volatilidad en el comportamiento de las tasas de cambio de las principales monedas del mercado monetario y crecimientos nunca esperados en los precios de los alimentos, combustibles y otros productos básicos, acompañada por una crisis medioambiental, energética, alimentaria y financiera, entre otros aspectos, caracterizan a la economía mundial actual, que afecta fundamentalmente a los países subdesarrollados.
Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estimó que hoy día hay en el mundo 1020 millones de personas desnutridas porque padecen de hambre crónica, la cifra más alta desde 1970, cuando empezaron a conservarse esas estadísticas.
Solamente en los últimos tres años, el número de humanos sumados a semejante situación creció en 147 millones, con énfasis en las regiones de África Subsahariana, Asia y Pacífico y América Latina y el Caribe.
Esta realidad ocurre a contrapelo de que el primero de los ocho Objetivos del Milenio, adoptados en una Cumbre Mundial convocada por la ONU en el 2000, propone reducir la pobreza extrema y el hambre.
Por otra parte, no pocos expertos e instituciones de prestigio, con frecuencia expresan su preocupación de que en las próximas décadas se agrave el impacto del cambio climático en los recursos naturales, la agricultura, los bosques y la salud, amén de que ya de por sí en muchas latitudes esta problemática se hace sentir con fuerza.
Las nuevas generaciones entre globalización, sida, pobreza, cambio climático, guerras…
Pero volviendo al tema de Población, según Naciones Unidas, más de 1500 millones de personas tienen entre 10 y 25 años. Esta generación de adolescentes se aproxima a la adultez en un mundo que sus ancestros jamás pudieron imaginarse: Globalización, SIDA, comunicación electrónica y un cambio climático que ha modificado irrevocablemente el paisaje.
El escenario es heterogéneo, en razón de que los jóvenes comparten ideas, valores, música y símbolos a través de los medios masivos de comunicación y de la tecnología electrónica, lo que ha ocasionado el surgimiento de una cultura juvenil global. Muchos están organizándose y comunicándose en vías formales e informales.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas promueve y protege los derechos de los jóvenes, visionando un mundo en el cual los niños y las niñas tengan oportunidades óptimas para desarrollar plenamente su potencial, para expresarse libremente, que sus opiniones sean respetadas y en el que puedan superar la pobreza, la discriminación y la violencia.
En el 2005 en América Latina y el Caribe, había aproximadamente 200 millones de menores de 18 años. De estos, el 60 por ciento entre 0 y 12 años eran pobres, y el cinco por ciento entre los 13 y 19 años vivían en iguales condiciones de pobreza. Es decir, alrededor de 118 millones de niños, niñas y adolescentes se hallaban por debajo de los estándares económicos de vida y carecían de servicios básicos como agua y saneamiento. En realidad hoy día la situación se ha agravado.
De manera que con el Día Mundial de la Población se pretende centrar la atención de la población, los organismos internacionales y de los gobiernos en la importancia de los problemas demográficos, en particular en el contexto de los planes y programas de desarrollo y en la necesidad de encontrar soluciones a los problemas mundiales de población, que como vemos son enormes, complejos y agudizados por las guerras imperiales de Estados Unidos y sus aliados estratégicos, en detrimento también de la paz y en busca de su hegemonismo.
En este contexto tan convulso, de tantas tragedias, en muchas naciones o regiones se hace muy difícil reafirmar el derecho de la gente a planificar sus familias, a planear su vida.
Amén de que se busca tomar consciencia de los desafíos globales demográficos, hace unos días, al intervenir en el debate temático de la Asamblea General sobre Gobernanza Global, el embajador alterno de Cuba ante ese organismo, Rodolfo Benítez, señaló que frente a un orden mundial insostenible, "la sociedad humana, para sobrevivir, tendrá que organizarse de otra manera".
Puntualizó que la Mayor de Las Antillas apoya una forma de gobierno mundial basada en el derecho internacional y la justicia social, sin hegemonías ni dobles raseros, donde prevalezcan la solidaridad humana y la justicia, y en la que no tengan cabida el egoísmo y el despojo que llevan a la guerra y al uso de la fuerza.
He aquí otro de los tantos retos a vencer por la humanidad, para celebrar dignamente, algún día, valga la redundancia, el Día Mundial de la Población.
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