Con nuevos y viejos desafíos, y también con importantes asuntos aun pendientes de solución, Venezuela y Cuba siguen en pie.
En junio de 2016 el gobierno cubano tomaba medidas ineludibles para enfrentar las consecuencias de una reducción significativa, que se mantiene hasta hoy, en los envíos de combustible desde Venezuela, basados en los acuerdos bilaterales pagados por la Isla con servicios de salud para sectores mayoritarios del pueblo venezolano.
La prensa privada surgida en Cuba a partir del segundo período de la administración Obama, auguró entonces el regreso de apagones masivos, un descenso de dos dígitos del Producto Interno Bruto y un regreso de las escaseces que los cubanos conocieron en los años noventa del siglo pasado tras la desaparición de la URSS y sus favorables relaciones comerciarles con esta, pero la situación anunciada por analistas cubanos afines a las Open Society Foundations de George Soros y revistas pagadas desde Miami no llegó. A pesar de los augurios, con grandes tensiones, viéndose en la necesidad de gastos no previstos para invertir buena parte de sus divisas en adquirir el combustible que antes recibía de Venezuela, la economía cubana no colapsó.
Sin embargo, los augures nunca mencionaron por qué el gobierno venezolano, principal aliado económico de los cubanos, se vio obligado a restringir sus exportaciones petroleras: Casi en paralelo con el inicio de conversaciones públicas con la Isla la administración estadounidense había lanzado una escalada sin precedentes en su hostilidad hacia el país sudamericano, declarándolo “amenza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional de los EE.UU., incrementó el acoso financiero, devenido guerra económica, y aumentó su apoyo explícito a las acciones violentas de los sectores antichavistas que buscaban sacar del gobierno al bolivariano de Nicolás Maduro a como diera lugar.
Mientras, se mantenía el bloqueo estadounidense al sector estatal de la economía cubana, estableciendo récords en multas a entidades financieras internacionales por sus relaciones con bancos o empresas cubanas de propiedad pública y se continuaba impidiendo el uso por estas del dólar estadounidense. Prácticamente todos los alivios económicos relacionados con Cuba adoptados por Obama fueron dirigidos al sector privado, que incrementó sus ingresos y, favorecido también por un sistema impositivo muy deficiente, incrementó la demanda sobre el desabastecido mercado interno que sufría las consecuencias de la escasez de divisas para importar. Entonces se optó por proteger aquellos rubros de mayor impacto en la población como el combustible, los alimentos básicos y los servicios universales al alcance de todos los cubanos. Súmese a ello los compromisos adquiridos en un acuerdo favorable con los acreedores de la deuda externa cubana en el llamado Club de París que obligan a Cuba a honrarlos para que estos no se multipliquen y a la vez puedan servir de estímulo a la inversión extranjera. En esas circunstancias, se hizo más compleja la concreción de medidas imprescindibles contenidas en los Lineamientos Económicos y Sociales, tal vez sabiamente entre las más reclamadas por el pueblo, como la unificación monetaria y cambiaria y un mercado mayorista para el sector no estatal de la economía.
Un análisis reciente del Pleno del Comité Central del Partido Comunista cubano que evaluó las políticas implementadas desde 2011, año en que comenzó la “actualización del modelo económico y social” reconoce “errores en la planificación de los procesos y en su control”, señala que “no siempre la Comisión de Implementación logró involucrar a los órganos, organismos, organizaciones y entidades para que desde la base fueran capaces de orientar, capacitar, apoyar, controlar y rendir cuentas de su gestión” y plantea “insuficiente integralidad, visión limitada sobre los niveles de riesgos e incompleta apreciación de los costos y beneficios”, además de que”en algunos casos ha sido deficiente el seguimiento y control de las políticas, varias de las cuales se fueron desviando de sus objetivos, sin una oportuna corrección” y se refiere a “la carencia de una cultura tributaria en el país, al aún deficiente empleo de la contabilidad como herramienta fundamental para cualquier análisis económico” pero no no deja de mencionar “limitaciones económicas y financieras que imposibilitaron el respaldo adecuado a un grupo de medidas que requerían inversiones”
En abril de 2016, apenas un mes antes del VII Congreso del Congreso del Partido Comunista de Cuba, Barack Obama visitaba La Habana. Su estrategia comunicacional insistió en dos objetivos: Borrar la idea de Estados Unidos como adversario de los cubanos y hacer énfasis en los obstáculos internos como causa de las dificultades cotidianas que estos enfrentan pero no tuvo una palabra para relacionarlas con la permanencia del bloqueo y mucho menos con la creciente agresividad política, económica y militar de su administración contra el país que mayor intercambio comercial sostenía con Cuba en ese memento: Venezuela.
Luego de tres años de intensa sequía, en septiembre de 2017, un potente huracán golpeó muy duramente a Cuba, causando daños en 14 de sus 16 provincias, valorados en trece mil millones de pesos. El hecho de que casi simultáneamente la cercana isla de Puerto Rico, bajo soberanía estadounidense, fuera impactada por un fenómeno similar, permitió a cualquier observador mínimamente objetivo evaluar la superioridad de la respuesta cubana frente a una sociedad donde están vigentes las recomendaciones que realizara Obama en su visita a La Habana.
Sin duda, importantes y beneficiosos resultados obtuvo la Isla de la nueva relación con Washington iniciada en diciembre de 2014: Regresaron a su patria tres de los cinco héroes condenados injustamente en EE.UU. que aún permanecía en cárceles de ese país, el nombre de Cuba fue retirado de la espuria lista de estados terroristas que elabora cada año el Departamento de Estado y se eliminó la desestabilizadora práctica de dar acogida automática a cualquier emigrante cubano que pisara suelo estadounidense. También se restablecieron las relaciones diplomáticas a nivel de embajada y se alcanzaron 22 acuerdos mutuamente beneficiosos en áreas de interés común. Más allá del impacto bilateral, la repercusión en aliados estadounidenses que se decidieron entonces a un acercamiento con Cuba, debe sumarse a ese saldo positivo.
En época de Obama Washington autorizó a sus ciudadanos a viajar a Cuba, aunque no a hacer turismo, dentro de una política people to people que busca influir en la Isla pero que también transforma las percepciones sobre el vecino prohibido al interior de la sociedad norteamericana. Las restricciones impuestas por el gobierno de Donald Trump en este último aspecto, sus sanciones a 172 empresas cubanas y sobre todo el regreso a una retórica muy agresiva y descalificadora hacia Cuba junto a las “alertas de viaje” basadas en muy dudosos y nunca probados “ataques de salud” a diplomáticos estadounidenses en La Habana han desestimulado las visitas de norteamericanos a la Isla, y también afectado indirectamente sus relaciones económicas internacionales, a la vez que el ataque a Venezuela lejos de disminuir se ha incrementado hasta niveles que han rozado la agresión militar.
En ese contexto de “tormenta perfecta", “las dificultades en la comunicación de las políticas, que en ocasiones no permitieron una comprensión a fondo por la población de estos difíciles temas” y los “vacíos informativos” que también refieren la información difundida por el informe del Comité Central le han facilitado el trabajo a los “analistas” que acumulan capital mediático a costa de la estrategia estadounidense de presión económica y dinero para la subversión hacia los dos países que más amenazan la hegemonía estadounidense en América Latina.
A pesar de ello, Cuba está terminando un proceso electoral en el que se debe producir un traspaso de gobierno de la generación que inició la Revolución triunfante en 1959 a líderes nacidos después de esa fecha. En las dos convocatorias a las urnas los votantes superaron el 85% de asistencia, lo que no habla muy a favor del ambiente de descalificación al gobierno e inminente sublevación popular que pareciera deducirse de algunos análisis que pueden leerse en la world wide web por estos días.
Con nuevos y viejos desafíos, y también con importantes asuntos aun pendientes de solución, Venezuela y Cuba siguen en pie. La primera ha recuperado la paz interna y se apresta a una nueva jornada electoral el 20 de mayo donde los bolivarianos llevan las de ganar, mientras desde el 19 de abril de este año la mayor Isla del Caribe tendrá un nuevo Jefe del Estado, perteneciente a una generación hija de la Revolución que, como predijera Fidel Castro, no ha podido ser derrotada ni por la fuerza ni por la seducción.
(La pupila insomne)
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