Cuando Carlos Muñiz Varela murió el 28 de abril de 1979 tenía 26 años de edad y una vocación entonces no solo políticamente incorrecta, sino suicida: normalizar las relaciones entre Cuba, el país donde nació, y los Estados Unidos, dueño del Puerto Rico colonial en el que vivía y donde lo asesinaron.
Hasta el sol de hoy, no ha habido justicia para Carlitos, como lo llamaban sus amigos. A tres de ellos, Jesús Arboleya, Raúl Álzaga y Ricardo Fraga, le debemos La contrarrevolución cubana en Puerto Rico y el caso de Carlos Muñiz Varela (Ediciones Callejón, 2016), un libro que desborda el anecdotario de aquel crimen y refleja las hondas implicaciones que ha tenido la condición neocolonial de la Isla en la política de Washington hacia Cuba, además de la humillación que significa para un país subalterno hacer el trabajo sucio por nada. Estados Unidos ha reconocido como país soberano al de los isleños rebeldes que resistieron más de medio siglo de hostilidad, mientras hoy sabemos, por voz de la administración Obama, que la fantasía del Camelot puertorriqueño nunca existió y que los colonos no saben ahora mismo qué hacer con su fracasado “Estado Libre Asociado”.
El académico cubano Jesús Arboleya Cervera responde algunas preguntas de Cubadebate sobre este libro que parece obra, más que de investigadores, de detectives. Difícilmente haya otro estudio similar tan exhaustivo sobre la madeja de conexiones entre los dos sujetos del título -la contrarrevolución cubana en Puerto Rico y el caso de Carlos Muñiz Varela-, y lo más raro aún: pocos han abordado estos asuntos de modo tan inteligente y elegante.
El apoyo de Washington
-¿Por qué tuvo una expresión tan sangrienta la contrarrevolución cubana asentada en Puerto Rico?
-La contrarrevolución cubana fue sangrienta en todas partes. En primer lugar porque la falta de apoyo popular determinó que el terrorismo fuese el recurso fundamental empleado, no solo contra Cuba, sino contra otros países y contra la propia emigración cubana, con vista a imponerle sus posiciones y recaudar los fondos que servían de base a esta “industria de la contrarrevolución”, como le llamaba mi amigo Francisco Aruca.
También, gracias a la política norteamericana, contó con un nivel de impunidad que le permitía actuar de esta manera y en el caso de Puerto Rico a esto se sumaba la condición colonial, caracterizada por un alto grado de corrupción política y la existencia de estructuras represivas contra el movimiento independentista, a las que los terroristas cubanos se sumaron de manera orgánica para realizar todo tipo de crímenes, no solo de carácter político, sino también delincuenciales.
En Puerto Rico el terrorismo cubano contó con un nivel de apoyo y protección de las autoridades que no se apreció en ninguna otra parte, ni siquiera en Miami o Unión City, donde estas organizaciones contaban con santuarios para sus actividades en el territorio de Estados Unidos.
-¿Qué consecuencias trajo para Puerto Rico que EEUU convirtiera a este país en un campo de batalla contra la Revolución cubana?
Nada en la historia de los dos países justificaba la actitud de las autoridades puertorriqueñas contra la Revolución cubana, que de hecho había contado y continúo recibiendo un amplio apoyo popular, sobre todo del movimiento independentista. Involucrarse en la contrarrevolución cubana fue el resultado de la condición colonial y la política impuesta por Estados Unidos, ello reafirmó esta condición de dependencia y sumó nuevas tensiones al escenario político puertorriqueño, con resultados nefastos, toda vez que incrementó el crimen y la violencia, así como involucró al país en una cruzada terrorista que alcanzó proporciones internacionales.
Como se demuestra en el libro, la voladura del avión comercial cubano en Barbados, un crimen sin precedente en aquellos momentos, se fraguó en Puerto Rico y los terroristas cubanos en ese país jugaron un papel en su realización que todavía no ha sido debidamente investigado y condenado por las autoridades puertorriqueñas y norteamericanas.
-Usted afirma que esta investigación fue realizada bajo condiciones muy peligrosas. ¿Por qué?
-La investigación del crimen fue realizada por los coautures de libro, Raúl Alzaga y Ricardo Fraga, compañeros de Carlos Muñiz, que aún viven en Puerto Rico y dedicaron sus vidas a realizarla y reclamar que se hiciera justicia.
Una de las interrogantes que salta a la vista en la lectura del libro es cómo es posible que sobrevivieran a este empeño, porque el nivel de impunidad y cooperación de los terroristas con los cuerpos de seguridad puertorriqueños era tal, que facílmente podían haberlos ejecutado y lo más probable es que nada hubiese pasado, al menos en términos judiciales.
De hecho lo intentaron de varia maneras, sobre todo mediante la colocación de bombas, y hay evidencias de que planificaron atentados similares mediante la contratación de sicarios. Las razones por la que a la larga no pudieron asesinarlos queda en el campo de las conjeturas. Un factor puede haber sido la repercusión política que tuvo el propio asesinato de Carlos, lo que obligó a las autoridades federales a realizar acciones para disuadirlos, aunque nunca hubo detenciones o procesos legales contra los implicados. Otra es que, según se demuestra en el libro, les costaba económicamente muy caro, digamos 25000 dólares, y no encontraron a nadie que lo hiciera a precio de ganga. Y, quizás, simplemente los acompañó la suerte y están vivos de puro milagro.
-¿Quiénes son los autores intelectuales y quiénes los materiales? ¿Sabemos?
-En el libro queda demostrado que los terroristas cubanos asentados en ese país fueron, al menos, los autores intelectuales del asesinato de Carlos Muñiz. Los nombres de los principales implicados están identificados, así como el de sus principales cómplices dentro de los aparatos policiales puertorriqueños, las autoridades gubernamentales, incluso algunos en los órganos de justicia, que se dieron a la tarea de protegerlos.
Exactamente quienes fueron los ejecutores materiales aún no se conoce, aunque la CIA reconoció a las autoridades judiciales puertorriqueñas que lo sabía, pero se negó a revelarlo, aduciendo razones de “seguridad nacional”, lo que induce a pensar que algunos de sus agentes formaron parte del operativo de una u otra manera.
-¿Por qué lo sabemos? ¿Falta evidencia para procesar judicialmente a los criminales?
-Lo que se conoce es el fruto de las investigaciones llevadas a cabo por Alzaga y Fraga. Prácticamente nada es la resultante del trabajo llevado a cabo por la policía o los órganos judiciales puertorriqueños y, mucho menos, de la cooperación del FBI y la CIA.
Para llegar al punto donde nos encontramos, fue necesario obtener y revisar cientos de materiales desclasificados por estos órganos, los cuales aparecen citados en el libro,así como leer entre líneas lo que allí se dice o “adivinar” lo que aparece censurado.
Resultó común que las escasas pruebas que se iban acumulando se “perdieran” y hubo que encontrarlas en los lugares más insospechados, como debajo de una escalera en la secretaría de justicia. El cambió de cada gobierno implicó por lo general el nombramiento de un nuevo fiscal, que entonces tenía que comenzar de cero y actuar con más o menos interés, según fuese el caso, imponiendo la necesidad de que familiares y amigos se viesen precisados a “educarlos” en la marcha del proceso.
Una de las reacciones que provoca el libro, incluso entre quienes lo escribimos, fue la indignación que emana de la complicidad, el apañamiento o, en el mejor de los casos, la disidia de las autoridades legales y policiacas, tanto locales como federales, en la investigación.
-¿Qué se necesita para poner fin al encubrimiento de los culpables del asesinato de Carlos Muñiz Varela?
-Transcurridos 27 años del crimen, el caso de Carlos nunca ha llegado a cortes. Como se demuestra en el libro, existen elementos más que suficientes para que esto se haga. Lo único que falta es la voluntad de hacer justicia.
-¿Tiene la nueva política hacia Cuba impacto en Puerto Rico?
-La respuesta a esta pregunta requeriría escribir otro libro, toda vez que existen factores históricos, económicos y políticos que lo explican. Digamos que el Puerto Rico actual poco tiene que ver con el sueño de Estados Unidos de presentar a una colonia como modelo para América Latina y contraponerla como alternativa a la Revolución Cubana.
Puerto Rico hoy vive intensos problemas endógenos que van desde un endeudamiento que obligó a decretar la incapacidad de pago, hasta una emigración masiva que ha determinado que más puertorriqueñas vivan en Estados Unidos que en la Isla. Lo más grave es que la mayoría de la población no encuentra alternativas para esta situación y la respuesta del gobierno norteamericano ha sido reafirmar la naturaleza colonial del país, hasta ahora escondida bajo la condición de Estado Libre Asociado, y prácticamente intervenir la economía, limitando aún más su autonomía, lo que plantea un escenario donde afloran las contradicciones en todos los sentidos.
El libro precisamente termina con un análisis del impacto que ha tenido, al menos hasta el momento, la nueva política de Estados Unidos hacia Cuba, indicando que, en general, ha sido bien recibida por todos los sectores puertorriqueños.
Para los independentistas constituye un acto que confirma la importancia de la resistencia cubana y valora la solidaridad por ellos aportada a esta causa, que siempre ha sido firme y relevante, en correspondencia con el apoyo brindado por la Revolución Cubana a la independencia puertorriqueña, por lo que algunos plantean que Estados Unidos debiera hacer lo mismo y reconsiderar las relaciones coloniales con Puerto Rico.
Otros la aprecian como una oportunidad económica y hasta el gobernador de Puerto Rico, con el apoyo de los principales empresarios del país, ha visitado Cuba con el deseo expreso de explorar estas posibilidades.
Quizás lo más importante es que ha sido una oportunidad para que la mayoría del pueblo puertorriqueño exprese su cariño y admiración por Cuba, que ningún terrorismo fue capaz de eliminar.
Llegado este momento, no podemos olvidar que Carlos Muñiz fue un mártir de esta causa y le debemos reconocimiento no solo por lo que fue como persona, sino por lo que representa para muchos cubanos y puertorriqueños, que igual arriesgaron su vida y su bienestar por la causa cubana.
Que se haga justicia en el caso de Carlos sería un acto de justicia, que debiera estar enmarcado el proceso de normalización de relaciones de Estados Unidos con Cuba, donde tanto se aduce el problema del respeto a los derechos humanos, el más importante de los cuales es el respeto a la vida misma. Ese es el principal objetivo de este libro.
Foto: Ismael Francisco / Cubadebate
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