Escrito por Francisco Andrés Santiago Cintrón / Juventud Hostosiana
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Martes, 27 de Octubre de 2015 15:47 |
Aún tras los distintos procesos revolucionarios que han sacudido a nuestra América a través de todo su devenir histórico, puede sorprender que hoy día existan colonias dentro de sus fronteras regionales.
Los pueblos que conviven en el Caribe siguen palpando la dura realidad producto de los procesos de expansión europea en su búsqueda constante de expropiación de riquezas y mercados. El caso emblemático de la América hispana ha sido y sigue siendo el de la isla de Puerto Rico. Invadida en 1898 tras la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, el pueblo puertorriqueño se ha envuelto en una lucha de liberación nacional y de justicia social desde antes de la invasión hasta nuestros días.
En el proceso hemos observado innumerables victorias en pro de la independencia puertorriqueña y la afirmación pero que aún han sido insuficientes ante nuestra búsqueda de la plena independencia.
En el pasado siglo se ha creado, como medida disuasiva, la máscara de la Ley 600 y el Estado Libre Asociado de Puerto Rico que creó la ilusión de una democracia a todas luces farsa. Puerto Rico sigue bajo la cláusula No Territorial de EEUU y por ende bajo los poderes plenarios del Congreso de los EEUU.
Ante la depresión económica que vivimos desde el 2006, producto tanto del colonialismo como del neoliberalismo, se va destruyendo el antifaz del ELA y los cimientos de la colonia. Esto ha llevado a los partidos corruptos que se han repartido el poder (PNP-PPD) en conjunto con intereses estadounidenses, a exigir una sindicatura federal. La misma solo significaría el fin de la farsa de la democracia que se impuso en 1952 y la gobernanza burda y transparente de una colonia en pleno Siglo XXI. A su vez, la eliminación de los derechos adquiridos del pueblo puertorriqueño impulsado por intereses estadounidenses y la clase rica puertorriqueña van polarizando lo que a todas luces se vislumbra como una lucha por el porvenir democrático de nuestra isla.
Una lucha, como antes dicho, que representa una frontera más de América Latina en la construcción de un futuro participativo y justo.
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