En nuestra patria, desde muy temprana edad el aparato colonial, nos enseña a pensar que vivimos en una “democracia”. Sin embargo, la aprobación del permiso de construcción de la incineradora en Arecibo, evidencia que no existe la democracia en sociedades sujetas al despotismo y la opresión de  gobiernos tiranos que solo representan a los grandes intereses económicos de sectores ricos y poderosos.

Ciertamente, la construcción de esta incineradora significará la quiebra de los municipios, ya que aumentará el costo de transportación de los desperdicios sólidos. Además, de acuerdo al contrato establecido entre la Autoridad de Desperdicios Sólidos y Energy Answers (Empresa que pretende construir la incineradora), los municipios que no logren transportar la cantidad de desperdicios sólidos requeridos por la empresa; serán multados. La incineración, es el mecanismo más costoso y anticuado para manejar la basura y no genera muchos empleos. Por ejemplo, el incinerador de Brescia, Italia, costó alrededor de 300 millones de euros ($393 millones de dólares) y solo generó 80 empleos, además de la contaminación y las enfermedades.

La incineradora en Arecibo, estará operando 24 horas los siete días de la semana, tiempo suficiente para contaminar el ambiente y afectar la salud de nuestros ciudadanos(as). Cientos de estudios científicos han evidenciado que las incineradoras emiten sustancias tóxicas al aire como: plomo, dioxinas, nanopartículas, cadmio, mercurio entre otras sustancias químicas que incrementan el calentamiento global y la aparición de lluvias ácidas. De igual forma, estas sustancias químicas provocan el aumento de enfermedades como por ejemplo: cáncer, asma, retraso mental, infertilidad y otras enfermedades que caracterizan a las comunidades y países con este tipo de instalaciones. De hecho, un estudio publicado en 2006, “Origin and Health Impacts of Emissions of Toxic By-Products and Fine Particles from Combustion and Thermal Treatment of Hazardous Wastes and Materials”, evidencia que las nanopartículas pueden permanecer por mucho tiempo en el aire y viajar largas distancias afectando a otras comunidades. Además, su tamaño les facilita la entrada a la sangre, afectando diferentes órganos del cuerpo como el cerebro.

En conclusión, la incineradora aprobada el pasado viernes, 12 de junio de 2015, es la inmoralidad disfrazada de “progreso y salvación”. Un proyecto económico que atenta contra el presente y futuro de nuestro país. La incineración solo beneficiará a un pequeño sector rico y poderoso y a sus intermediarios políticos, cómplices de la política capitalista-neoliberal. Como siempre nuestro pueblo pagará con el deterioro de su calidad de vida y su bolsillo. La incineración destruye, el reciclaje construye. ¿Nuestra conciencia se congelará nuevamente o nos movilizaremos para impedir tal atrocidad?

José M. Santos Valderrama, estudiante de Trabajo Social y miembro de la Juventud Hostosiana.