Vivir y escribir en torno a los procesos que se llevan a cabo dentro del movimiento estudiantil universitario es aleccionador: en tanto y en cuanto representa un paso definitivo en la formulación del qué y para qué se actúa.
De primera, cualquier acercamiento a las acciones del movimiento estudiantil universitario de este país se debe abordar desde la justa perspectiva de su importancia para los pueblos. Desde su existencia como movimiento social, los grupos estudiantiles siempre han estado presentes en las causas justas y los debates sobre el cambio del futuro. El estudiantado, con su rebeldía descontenta, y su afán por descubrir nuevos horizontes, ha sido una de las fuerzas motoras del cambio tanto en América Latina como en el mundo. Ciertamente Puerto Rico no ha sido la excepción. Como tampoco hemos sido excluidos de las exigencias frustradas y las luchas mundiales que actualmente se enmarcan en la búsqueda de un nuevo modelo anticapitalista que haga frente al neoliberalismo depredador. Como cualquier proceso social, las coyunturas del presente arrastran consigo tradiciones, victorias, derrotas, contradicciones, perspectivas y debates de un pasado. Desde los problemas de la autonomía universitaria hasta el concepto de pago de matrícula, los debates suscitados dentro del movimiento estudiantil pululan desde antaño; irresueltos ante las victorias y los fracasos de su devenir como movimiento social. Indiferentemente de ello, es importante aseverar el impacto político que ha jugado siempre el movimiento estudiantil a nivel nacional en Puerto Rico. Desde esa perspectiva es la que parto, pues el activismo estudiantil no solo ha resultado efectivo en la mayoría de las ocasiones, sino que a su vez presenta paradigmas de organización en toda la sociedad.
Ahora bien, ante lo antes escrito: ¿de qué universidad es que estamos hablando? La creación de la universidad pública no parte de obras de caridad ni de la clarividencia del Espíritu Santo, sino por una exigencia esencialmente capitalista ante la necesidad de destrezas técnicas claves para el funcionamiento productivo de las empresas. La estructura universitaria actual no es una institución ahistórica aislada de la sociedad, sino un eslabón más dentro del proceso educativo creada por el Estado en respuesta a las necesidades de los dueños de medios de producción. (Alejandro, 1980) Si bien el proceso de implementación de un sistema educativo público y universal se ha desarrollado en base a una lucha entre las exigencias de reivindicación de las clases populares y las necesidades del sistema capitalista, no es menos cierto que la misma fue adoptada como política pública para servir como instrumento de formación y adoctrinamiento para el mantenimiento de la estructura económica y social imperante. Al igual que otras exigencias históricas, las clases dominantes han sido hábiles en incorporar en base a sus propios intereses los anhelos de las clases populares: con el único fin de guisar con las ganancias. Al igual que en un pasado, las luchas en torno a la política pública universitaria a su vez palpa una lucha ideológica en cuanto al papel que juega la universidad en el porvenir: entre la privatización y achicamiento de la misma, servicial al sector empresarial, o las exigencias de educación pública, accesible y de calidad para el pueblo puertorriqueño. (Alejandro, 1980)
A su vez, dado a que las élites dominantes se deben enmascarar detrás de un precepto de democracia y flexibilidad catedrática, la universidad tiene la característica diferencial de ser el eslabón más débil de la cadena educativa. Si bien en la escuela existe una rigidez curricular, dado a los preceptos del cual parte la educación universitaria dicha rigidez es laxa. Esta característica da paso a la visibilización más clara de las contradicciones e injusticias existentes en el seno de la sociedad. (Alejandro, 1980) Es decir, no solo es la universidad uno de los focos de la creación, proliferación y especialización de los técnicos e ideólogos necesarios para mantener la producción actual y sustentar la institucionalidad existente, sino que en la misma también se suscitan las discusiones de las más grandes contradicciones de la sociedad. Discusión que a su vez despierta, en conjunto con las contradicciones y los procesos sociales heredados y existentes, los procesos internos de organización, debate y movilización que se materializan en el movimiento estudiantil.
En la actualidad, nuestra universidad presenta un panorama de exclusión ante el resto de la sociedad puertorriqueña, agravada por una crisis institucional directamente ligada a la crisis económica nacional. De acuerdo con un estudio publicado en Cruce para el 2013 (Cepeda-Rivera), el salario medio familiar de un estudiante de la Universidad de Puerto Rico ronda alrededor de los 30,000 dólares, mientras que el salario medio familiar de un estudiante de universidad privada ronda en los 24,000 dólares. El salario medio de una persona sin estudios: alrededor de 16,000 dólares. Incluso, el estudio muestra la entrada equiparada de estudiantes de procedencia pública y privada a la UPR, lo que contrasta con la realidad nacional. En Puerto Rico, la escuela pública gradúa alrededor del 80% del estudiantado de escuela superior, mientras que las escuelas privadas gradúan un mero 20% de dicho estudiantado.
De las estadísticas presentadas resaltan tres características de suma importancia. Primero, que el discurso oficialista de la Universidad de Puerto Rico en torno a la “justicia admisional” “es una forma de enmascarar la profunda desigualdad de admisión a la institución. Considerando que la escuela pública gradúa el 80% del estudiantado, en comparación con el 20% procedente de escuela privada, lo que se observa no es una “equiparación”, sino una inflación de los números sustentados mediante un argumento falaz de equidad. Esta situación es precisa al acercarse a la relación salarial medio familiar entre un estudiante de la Universidad de Puerto Rico, un estudiante de la universidad privada y de una persona en Puerto Rico. Ante la relación de números, se constata primero que el salario promedio anual de la familia de un estudiante ingresado en la UPR es mayor que el promedio salarial anual de una familia puertorriqueña, y segundo que inclusive es mayor que el promedio salarial de un estudiante ingresado en una universidad privada. A su vez resaltan dos conclusiones. Primero, que el estudiantado de la universidad en promedio no es representativo de la realidad demográfica puertorriqueña. Segundo, que la población estudiantil dentro de las universidades privadas es más representativa de la realidad puertorriqueña aunque también presentan un desfase con el salario promedio anual de la población puertorriqueña en general. Lo que a su vez lleva a otra conclusión: considerando que la matrícula de las universidades privadas es mayor que en la UPR, el problema principal de acceso a la universidad tiene menos que ver con la matrícula y más que ver con la situación de la educación pública en general y los mecanismos de entrada de la universidad.
Si bien el cobro de la matrícula juega un papel clave en las decisiones diarias del estudiantado universitario, indiferentemente del carácter de su institución, no es menos cierto que el factor principal trasciende el cobro de la matrícula per sé y se adentra en las configuraciones actuales de gobernanza y su relación con los mecanismos de admisión. Es preciso aclarar tales distinciones, porque si bien la cuota de estabilización fiscal representó la salida de alrededor de 10,000 estudiantes del sistema UPR, no es menos cierto que la razón de existencia de tales condiciones tiene menos que ver con la cuota en tanto cuota y más que ver con el proyecto neoliberal que se quiere impulsar en la universidad. Es un problema de gobernanza donde las decisiones administrativas son causales de las alzas o bajas del costo de matrícula estudiantil en el sistema. El costo de matrícula es un efecto que trae consigo otra barrera más de entrada a la universidad que debe ser atendida, pero que a su vez no es el causal prioritario de la desigualdad entre la universidad y el pueblo. Por un lado, el cobro de cuotas en la universidad ha sido sustentado con un argumento fiscal, lo que deja en manos de la gobernanza de la administración la culpabilidad de la situación financiera precaria actual a la administración. Y por otro lado es un problema de admisión, dado a que hay un desfase en cuanto a la decisión de un estudiante de bajos ingresos a optar por una universidad privada cuando la misma es más cara que la universidad pública como también en la prioridad y los estándares con que se decide obtener personas a la institución. Esto sin contar el 40% de deserción escolar que existe actualmente en nuestro país (Noticel, 2013), lo cual de añadirse con la población graduada de escuela pública en Puerto Rico representa toda una sección poblacional mayoritaria que se ve privada de entrar a las aulas de la universidad pública. A su vez, las opciones en torno a la matrícula de la UPR se vuelven académicas de no democratizar las esferas donde se toman las decisiones en la actualidad. Con la configuración actual de la gobernanza universitaria, mañana mismo la Junta de Gobierno puede optar por una matrícula gratuita, por la MAI o por la dotación convertible, pero eso no garantiza en lo absoluto la entrada de más estudiantes, el uso eficiente del capital público que entra a las arcas universitarias o la perpetuidad del modelo de matrícula que impere. Mucho menos abre paso la posibilidad de reformar el rumbo de la universidad hacia nuevos paradigmas políticos de justicia social. Con el antifaz de la autonomía del cual parten y responden ambos partidos se puede dar un cambio igual de repentino y de arriba hacia abajo en detrimento de la comunidad universitaria, como ha sido la norma histórica. Cierto que el movimiento estudiantil debe de confrontar cualquier alza de matrícula, por las injusticias del cual parte, no es menos cierto que es necesario trascender las exigencias puramente economicistas y apuntar hacia las estructuras de gobernanza: apuntar a la causalidad. En quiénes tienen el poder y cómo lo ejercen.
Esta percepción se hace imperativo cuando en el pasado año la universidad sufrió recortes que totalizan alrededor de 78 millones de dólares producto de la Ley 66. Mientras tanto, la moratoria al alza de matrícula escalonada está próximo a vencer este semestre ante un silencio perpetuado en torno a su posible impacto, los efectos que tuvo en un pasado y los que tendrá en un futuro. Prontamente el estudiantado se verá inmiscuido en un proceso donde deberá tomar las decisiones necesarias para proteger los derechos a la educación ya existentes y profundizar el proyecto universitario para el servicio de la población. Es bajo tal coyuntura en que se sitúan los debates dentro del Frente Estudiantil por una Educación Pública, Accesible y de Calidad (FEEPAC). Si bien lo aquí escrito no es representativo de las posturas oficiales del Frente, sí es necesario empezar a abordar desde dentro del Frente debates tanto de las perspectivas como de las exigencias que deberían cuajarse dentro del mismo. Ante ello se ha observado dos grandes tendencias en torno al porvenir del Frente y la dirección de su trabajo organizativo pero que se originan en las nociones de lo que debería ser el rol del movimiento estudiantil en la sociedad. Estas son: organizar para crear crisis u organizar utilizando la crisis como un instrumento más de acción. De acuerdo con la primera postura, considerando que la universidad es el eslabón más débil del proceso de creación y recreación de la ideología burguesa de una sociedad capitalista las contradicciones dentro de dicho eslabón serán más visibles que en el resto de la sociedad. (Alejandro, 1980) Por tal razón, el rol del movimiento estudiantil es continuar organizando el estudiantado para resaltar continuamente las contradicciones del sistema mediante la creación de crisis. Por otro lado, la segunda opción contempla el rol del estudiantado como uno de creación de nuevas formas y estructuras democratizadoras, a tono con un sentir anticapitalista que utiliza la confrontación como opción en el momento indicado, mas no como fin. Es decir, el rol del estudiantado universitario ante la universidad es la creación de realidades internas equitativas y democráticas como un escalón más en el proceso de lucha por una mejor sociedad. (Mella, 2007)
Si bien es cierto que dentro de una sociedad capitalista no podrá prosperar de forma plena una universidad completamente democrática, no es menos cierto que la forma en que se establezcan los acercamientos a la creación de confrontación como método puede llevar a un mayor o un menor progreso en el camino por crear un nuevo futuro. Para empezar, ambas concepciones parten de la premisa de que una universidad liberadora y democrática no podrá existir plenamente en una sociedad capitalista, pero se diferencian en cuanto al rol de la confrontación en los procesos de construcción de una nueva realidad. Por un lado se tiene la confrontación como fin, en tanto y en cuanto no se podrá conseguir plenamente una nueva realidad desde la confrontación universitaria mediante la aseveración de contradicciones existentes. Por otro lado se parte de la confrontación como un instrumento más con la meta de crear nuevas realidades dentro de la universidad que a su vez presentará potencialmente una mayor contradicción que la primera en tanto y en cuanto parte de la creación y defensa de estructuras anticapitalista de la educación. Es decir, crear una organización que si bien está en constante interacción con el contexto en que se sitúa no responde únicamente a un contexto temporero, sino que pueda trascender a un pensamiento corto-mediano-largo plazo desde el seno del movimiento estudiantil. Tal concepto organizativo, a su vez, podrá progresar en la creación y operacionalización de nuevos espacios de debate y de diversificación de las capacidades y aptitudes del estudiantado. El movimiento estudiantil no se debe circunscribir meramente a un accionar político de confrontación, aunque bien sea en momentos claves necesario y meritorio como piedra angular de su formación, sino empezar a vislumbrar su accionar en procesos de democratización de espacios en la sociedad, al cual de una manera u otra pertenece.
En la medida en que el estudiantado pueda establecer y acaparar a corto, mediano y largo plazo metas y objetivos concretos de transformación social dentro de la universidad, se puede empezar a crear la realidad al cual todos y todas aspiramos. A la vez que se asegura una continuidad histórica del movimiento estudiantil que en un pasado reciente sufrió de un desfase cuyos efectos se sienten hoy en día. Esto, inmiscuido en un continuo proceso de debate, crítica y autocrítica tan necesario para la vigencia de las organizaciones estudiantiles que aspiran la transformación de su entorno social. Es menester, como estudiantes, cumplir no solo con los procesos impuestos y autoimpuestos de crecimiento individual, sino dar a cambio aquello que como sociedad se ha invertido en nosotros y nosotras. Cómo argumentó Julio Antonio Mella en su escrito “El Concepto Socialista de la Reforma Universitaria”: “Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de los oprimidos, por una universidad más útil a la ciencia y no a las castas plutocráticas, por una universidad donde la moral y el carácter del estudiante no se moldee ni en el viejo principio del "magister dixit", ni en el individualista de las universidades republicanas de la América Latina o EE.UU.” (Mella, 2007) Más aún cuando en el proceso se crea un desfase de clase entre la sociedad puertorriqueña y la universidad.
Mediante la educación con debate y la acción con organización podremos emprender los desafíos que se nos presentan tanto ahora como en un futuro con la suma responsabilidad que ello implica. Como estudiantes del sistema público universitario, tenemos una responsabilidad a con nuestra sociedad ligada al sacrifico que la misma ha invertido. Esto implica no solo un desarrollo individual sino la creación de la conciencia de un desarrollo colectivo para poder atacar los problemas inmediatos de exclusión y marginación de las clases pobres y trabajadoras del país. Solo mediante la responsabilidad colectiva de nuestro entorno podemos empezar a trazar las líneas de un mejor porvenir tanto dentro de la universidad como fuera de ella.
Bibliografía:
Alejandro, Roberto. (1980). Universidad y lucha estudiantil: apuntes críticos. Encontrado en: http://www.bandera.org/node/465
Cepeda-Rivera, Katherin M. (2013). Sobre el problema de acceso a la UPR. CRUCE. Tomado de: http://revistacruce.com/politica-sociedad/sobre-el-problema-de- acceso-a-la-upr.html
Mella, Julio. (2007). El Concepto Socialista de la Reforma Universitaria. En Kohan, Néstor, Introducción al Pensamiento Socialista: El socialismo como ética revolucionaria y teoría de la rebelión. (pp.143-145) Colombia: Ocean Sur.
Noticel. (12/03/2013). En 40% deserción escolar en PR, según Secretario de Educación. Noticel. Visto 22 de diciembre de 2014 en: http://www.noticel.com/ noticia/138621/en-40-desercion-escolar-en-pr-segun-secretario-de- educacion.html
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