Escrito por Mikael Rosa / Juventud Hostosiana MINH
|
Martes, 13 de Agosto de 2013 04:13 |
La discusión y debate sobre las diversas situaciones que afectan la Universidad de Puerto Rico forman parte del diario vivir de la comunidad universitaria.
Recientemente, la UPR ha vuelto a ser noticia ante la movida administrativa que buscaba continuar con el injusto aumento escalonado aprobado en 2007 por lo que fuera entonces la Junta de Síndicos. Este hecho responde a la Certificación 60 que plantea un incremento de un 4% en el costo por matrícula a estudiantes que entraran al sistema UPR. Es decir que cada año, quienes entraran a la Universidad de Puerto Rico se encontraban con un aumento automático de un 4% en su factura. Mas esta medida tenía un periodo de vida.
Para el presente año académico 2013-2014 se detendría el aumento, a la vez que se realizaría un estudio para observar la efectividad de la mencionada imposición. Sin embargo, la presente administración pretendía pasar por alto esto, optando por presupuestar con los ingresos que generaría el aumento del 4%. Evidentemente fue la movilización de los sectores universitarios la que logró poner freno a las intenciones administrativas. El que se haya pospuesto la determinación sobre el destino del aumento escalonado hasta marzo es evidentemente un respiro.
La realidad del caso es que este periodo de tiempo debe servir para distintos fines. En primer lugar, tenemos que comprender que administraciones rojas y azules son de un buitre las dos garras. Quienes el cuatrienio pasado ante el gobierno penepé decían ser los defensores más acérrimos de la UPR, hoy legislan para quitar fondos y perpetuar incrementos en los costos académicos. Igualmente se han dedicado a jugar y utilizar a su conveniencia el término “autonomía universitaria”. Por otro lado tenemos que observar que los problemas de la UPR son mucho más amplios que las cuotas y los aumentos. Nos perfilamos frente a una institución donde los recursos académicos son limitados, la planta física poco apta, profesores por contrato y por ende sin beneficios, al tiempo que los procesos de matrícula nada tienen que envidiar a las más temibles historias de horror.
Evidentemente, para lograr construir una Universidad de altura los cambios no van a ser producto de administradores enajenados del diario vivir en las aulas. Como miembros de la comunidad universitaria, estamos llamados a organizarnos e ir poco a poco construyendo una institución donde se respire justicia y libertad. Nuestros análisis no se pueden limitar a los portones del recinto. Tenemos que pensar nuestra Universidad problematizando la opresión de clases y el estatus colonial vigente. Cada uno tiene su responsabilidad y en la medida que la asumamos construimos el camino hacia una Universidad que no se convierta en una fábrica de títulos y diplomas, sino en una institución que produzca ciudadanos de alta talla.
|