Escrito por Mikael E. Rosa Rosa / Juventud Hostosiana
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Martes, 14 de Agosto de 2012 06:02 |
Nuevamente el espíritu patrio puertorriqueño utiliza una de sus más fervientes armas para enaltecer la nación: el deporte. La jornada Olímpica de este año 2012 ha sido una gloriosa, la cual a su vez merece reflexión y debate a la hora de ponerla en la perspectiva sociocultural de Puerto Rico.
En ese sentido se plantea el comportamiento de los puertorriqueños ante la actuación de sus compatriotas en Londres. El respaldo brindado por el pueblo puertorriqueño a su delegación, acompañado por el júbilo de subir en dos ocasiones al podio olímpico durante esta ocasión, deja al descubierto un amplio sentido de orgullo hacia Puerto Rico y su talento. Sin embargo, este contexto llega a perfilarse como una de las contradicciones más profundas del colectivo isleño al tener presente la situación colonial que impera en la Isla.
Ante este panorama se debe plantear la brecha existente entre la conciencia política puertorriqueña, producto de siglos de colonialismo y brutal ataque socioeconómico y cultural, y la conciencia nacional de los puertorriqueños. Históricamente hablando, y basando estas letras en el marco del imperialismo estadounidense que domina en Puerto Rico, los partidos aliados a la potencia norteamericana como lo son el Partido Popular Democrático (PPD) y el Partido Nuevo Progresista (PNP) han dominado la política puertorriqueña. Como parte de su dominio han puesto en marcha un plan que ha llevado a rendir pleitesía y veneración hacia el imperio colonizador. Aun así, ese proyecto ha sufrido un titánico colapso en su intento por hacer desaparecer la cultura y la nación de Puerto Rico.
Cuando se utiliza el término nación se hace referencia al conjunto de personas que comparte un origen, idioma y tradiciones. Ante ese contexto, la formación sociocultural de Puerto Rico no responde en lo más mínimo al desarrollo de la población y cultura estadounidense. Es ahí donde ha despuntado el fracaso más inmenso de la colonización puertorriqueña, y es que la configuración nacional borincana no es compatible con la estadounidense. En “ellos” no vemos los nuestros. Es decir, no es lo mismo un atleta estadounidense que un atleta puertorriqueño.
De esta forma es que sin duda alguna, el deporte conforma un elemento indispensable de la cultura isleña. Siendo una de las pocas áreas, casi la única, en que contamos con identidad internacional propia, el fervor patrio aflora indiscriminadamente de los credos y tribalismos políticos. Es por eso que cada uno de nuestros atletas desde su trinchera de lucha reafirmó y defendió la nación puertorriqueña. Los deportistas boricuas, quienes en su pecho llevaban una solitaria monoestrellada, le han enviado un mensaje directo a quienes subestiman el arraigo y esencia nacional de este pueblo: la puertorriqueñidad no la van a destruir y la nación se seguirá fortaleciendo.
Esta edición de las Olimpiadas ha sido refrescante para la patria. Ha abierto horizontes, a la vez que robusteció el amor por este terruño tan fértil para el talento en sus diversas dimensiones. Todavía queda trabajo por hacer. Quedan medallas que conquistar y batallas que ganar. Quedan atletas que desarrollar y jóvenes que ayudar. Queda mejorar competidores y poner a caminar este país. Queda celebrar las preseas alcanzadas e ir más allá. Queda escuchar la Borinqueña en una Olimpiadas y sobre todo queda trabajar para la Nación poder liberar.
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